En los últimos meses, en medio de la discusión constitucional y las campañas presidenciales -de primera y segunda vuelta-, parte importante de la temática ambiental y climática ha estado marcada por la necesidad de descarbonizar la matriz y sobre cómo avanzar en la transición energética necesaria para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y las propuestas en esta materia, hasta ahora, ha seguido el mismo derrotero que en los últimos años: la necesidad de incrementar la generación con Energías Renovables No Convencionales (ERNC), acelerar el fin de la generación térmica, e impulsar la producción de hidrógeno verde. Pero poco se ha hablado de un tema que resulta fundamental para la transición energética, y que será clave en la gestión del futuro ministro de Energía Claudio Huepe: la transmisión eléctrica.
Esto porque los primeros puntos señalados presentan ya avances importantes y una hoja de ruta clara. En lo que respecta a las ERNC, de acuerdo a la última cuenta anual de la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (Acera) estas ya suman el 27% de la generación eléctrica del país, con un aumento de cinco puntos respecto al año anterior y 36,7% de la capacidad instalada, nueve puntos más que 2019. El año pasado se instalaron 123 nuevos proyectos ERNC por 4.631 MW, con una inversión US$5.082. Aún más, el gobierno ya anunció un proyecto de ley para actualizar la meta de ERNC en la matriz energética nacional, duplicando la obligación inicial de cuotas de generación en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) para llegar a un 40% a 2030.
Por su parte, el cronograma de retiro de centrales térmicas acordado entre el Ejecutivo y las empresas generadoras para 2040 sigue su curso, con algunas de ellas adelantando incluso sus plazos de salida del sistema. Y en lo que respecta al hidrógeno verde, también se avanza a una política para impulsar su desarrollo en Chile, cuyo último hito es la adjudicación de US$50 millones por parte del gobierno a seis empresas y consorcios para proyectos de hidrógeno verde, con el objetivo de ayudar a los inversionistas a cerrar brechas y crear experiencia temprana. Se estima que los proyectos adjudicados atraerán inversiones por US$1.000 millones para producir 45.000 toneladas de hidrógeno verde al año, con una reducción de 600 mil toneladas de CO2 anuales. Con esto se espera contar con una capacidad de electrólisis de 388 MW, un tamaño equivalente a lo que actualmente está en operación a nivel mundial.
Así las cosas, la energía verde para la transición energética avanza a pasos acelerados. Hoy, el cuello de botella -y donde existen las mayores necesidades de infraestructura- está en la transmisión. Como señaló hace unos meses el MIT Technology Review, las líneas de transmisión de energía son hoy el gran reto para llenar el mundo de renovables. “De nada sirve aumentar la capacidad de generación de energía limpia si no existe una red eléctrica capaz de llevarla a donde esté la demanda en cada momento”, afirma esta publicación especializada.
Sin embargo, poco se ha tratado este tema en el trabajo de los convencionales, ni en los programas de los candidatos. Y lo mismo ocurre con el programa del presidente electo. En su capítulo de transición energética, en el plan de gobierno de Gabriel Boric se proponen tres medidas de corto plazo para la descarbonización. Entre ellas, incorporar sistemas de almacenamiento en distintas etapas desde la generación al consumo, en fuentes de generación variable con baja capacidad de regulación, pasando por transmisión para evitar congestiones y vertimiento de energías renovables. También en distribución y demanda, en la medida que permitan flexibilizar operacionalmente el sistema. Enfrascado las últimas semanas en la discusión por las concesiones de litio, el gobierno entrante tampoco ha profundizado aún en su visión respecto de la transmisión ni la estrategia de largo plazo.