Durante el último período, el sector eléctrico ha empezado a mostrar una fuerte preocupación por una serie de factores que están afectando a la industria. La última, el estado de estrechez crítica en la operación del sistema producto de la extensa sequía que afecta al país desde hace décadas -y que según señaló el último informe del IPCC no hará más que agudizarse-, que se suma a una serie de nudos que se vienen alertando desde hace varios meses.
El último boletín de la consultora Valgesta, uno de los principales reportes mensuales del sector, pone el foco en un punto relevante: durante los últimos años, y frente al nuevo escenaro climático, el sector ha puesto atención preferente a los desafíos de mitigación, esto es, la reducción de gases de efecto invernadero, principalmente a través de la estrategia de descarbonización de la matriz, la eficiencia energética y el impulso a la generación con renovables.
“Sin embargo -agrega el reporte-, en materia de adaptación, esto es las acciones, medidas o actividades que buscan reducir la vulnerabilidad de sistemas naturales y humanos, moderando los impactos negativos y/o aprovechando los efectos beneficiosos del cambio climático, estamos en deuda o, en el mejor de los casos, recién comenzando a comprender los significativos impactos que esta nueva realidad tendrá sobre la operación y desarrollo del sector energético”.
Para ello se requiere un fortalecimiento de la institucionalidad, y hoy las críticas apuntan a una deficiente planificación del Coordinador Eléctrico Nacional (CEN), “el que en sus previsiones de generación diarias, semanales, mensuales y anuales no parece atender completamente la realidad”, apunta el informe de Valgesta. En este contexto, hoy se requiere de una mirada estratégica y global, para que en un escenario de menos agua, menos carbón y más energías variables, se asegure la provisión constante de energía. Y en ello la transmisión, que traslada la energía limpia y de menor costo desde las plantas solares y eólicas del norte a los centros de consumo de la zona central del país, aparece como clave.
Sin embargo, en esta materia la situación tampoco es clara. Con la principal línea de transmisión del sistema, Cardones-Polpaico, operando en el máximo de su capacidad, la conexión del norte con el centro del país es fuente de preocupación de la industria frente a nuevos proyectos que, ante el escenario de congestión actual, no podrán aportar al sistema. Y el riesgo del desarrollo futuro de los proyectos de transmisión, dicen en la industria, quedó reflejado en la alta dispersión de precios de las ofertas económicas presentadas en la última licitación de suministro eléctrico.
Hoy la principal duda está puesta en los plazos de entrada en operación de la futura línea de transmisión Kimal-Lo Aguirre, que ha elevado la tensión entre las empresas y el CEN ante plazos de entrada en operación de este proyecto, los que “no dan” -afirman- frente a un proyecto cuya aprobación ambiental y territorial se augura compleja, así como en la decisión de la autoridad de no aprobar los proyectos para repotenciar la principal línea de transmisión existente, que permitiría incrementar con fuerza la capacidad de transporte de energía en el breve plazo.
En ese escenario, ¿cuáles son hoy los principales desafíos de la transmisión en el país? “El principal desafío asociado a los proyectos de transmisión consiste en romper las barreras que extienden los plazos de construcción de nuevos proyectos. La evidencia muestra claramente que el rechazo por parte de la ciudadanía a que los trazados nuevos crucen por sectores habitados o zonas protegidas, retrasa la construcción y puesta en servicio de nuevas líneas. El ejemplo emblemático de lo anterior es la experiencia de Cardones-Polpaico”, dice Humberto Verdejo, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Santiago.