Bonos ODS, la ruta para apalancar proyectos de triple impacto a través de finanzas verdes, sociales y sostenibles
Su objetivo es ayudar a financiar iniciativas que ayuden tanto al cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, como las metas del Acuerdo de París para combatir el cambio climático. El mercado no se detiene pese a la pandemia, dicen los expertos, y -por el contrario- estos proyectos pueden cobrar aún más fuerza. Las oportunidades de mercado son de billones de dólares, pero la brecha de financiamiento también es aún enorme. Los bonos (soberanos, corporativos o financieros) aparecen como la vía principal para superarla.
Se estima que la implementación de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por Naciones Unidas para el año 2030 abrirán oportunidades de mercado de billones de dólares, pero eso requerirá al mismo tiempo de un enorme financiamiento. Y hoy, en ese ámbito, el déficit es también enorme. Por ello, una de las alternativas que hoy se está viendo como más viable para conseguir los recursos -y donde el sector privado juega un rol fundamental- es el mercado de los bonos (soberanos, corporativos, financieros), que en América Latina y el Caribe superaron en 2019 los US$8.400 millones.
Sin embargo, su potencial es mucho mayor. Se estima que el potencial de inversión en América Latina y el Caribe entre 2018 y 2030 es de US$ 5 billones, donde 4,1 billones corresponden a la construcción de edificios verdes en las ciudades, US$285 mil millones a vehículos eléctricos en el marco de una transición hacia un transporte sin emisiones, US$228 mil millones a sistemas inteligentes de gestión del agua, US$109 mil millones a transporte público y US$22.600 millones a energías renovables, entre otros.
Ante la magnitud del desafío, UNEP FI, la iniciativa financiera de Naciones Unidas -en conjunto con WWF, el PNUD y otras organizaciones- se encuentra desarrollando una serie de webinars para sensibilizar y capacitar sobre la colocación de instrumentos que contribuyan a financiar proyectos que prioricen el cumplimiento de los ODS, incluyendo tanto medidas de mitigación y adaptación como las que tenga un triple impacto: económico, social y ambiental.
Para ello, busca dar impulso a los Bonos ODS, que busca ayudar al cumplimiento de los 17 objetivos a través de tres instrumentos principales. El primero es la colocación de bonos verdes, como ya lo hizo Chile en 2019 por un valor de US$2,4 mil millones, como se denomina principalmente al financiamiento destinado a iniciativas de mitigación y adaptación al cambio climático, el uso sostenible del agua, la transición hacia una economía circular, la prevención y control de la contaminación, y la protección y recuperación de la biodiversidad y los ecosistemas.
A esto se suman los llamado bonos sociales, destinados a financiar infraestructura básica asequible, acceso a servicios esenciales, seguridad alimentaria, generación de empleo, vivienda asequible, avances socio-económicos y empoderamiento. Y finalmente los bonos sostenibles, que apuntan a la combinación de objetivos medioambientales y sociales.
El principal foco de estos bonos es avanzar tanto en los ODS como en el cumplimiento del Acuerdo de París contra el cambio climático, mediante el levantamiento de capital para cumplir con sus objetivos. “Ha quedado demostrado que el financiamiento del sector público no es suficiente para cubrir todas las necesidades de inversión que tenemos en esta materia, y a partir de eso ha habido la identificación de inversores de distinta naturaleza, de operaciones bilaterales entre países, de la cooperación internacional, de los bancos. Cada uno cumple un rol en financiar determinadas actividades”, dice Gustavo Portaluppi, representante de UNEP-FI, durante una de sus exposiciones.
Oferta de financiamiento hay, y es amplia y variada -agrega-, lo importante es tener claro cómo recorrer el camino.
Taxonomía y transparencia
Uno de los temas fundamentales en esta ruta hacia un financiamiento “verde” es identificar cuáles son los objetivos medio ambientales que están moviendo al mundo, dicen los expertos. Y en ello es importante entender lo que se conoce como “taxonomía”, una suerte de etiqueta que proporcione a los inversores claridad sobre qué actividades se consideran ambiental y socialmente sostenibles.
“El sector bancario necesita definir y afirmar su rol y reponsabilidades dando forma al financiamiento de un futuro sostenible. Como todos estamos viendo, el cambio ya está ocurriendo y las economías son cada vez verdes”
Y en ello, uno de los mejores ejemplos es Europa, que en diciembre pasado fijó criterios claros en esta materia, al estipular cinco objetivos ambientales que deben ser considerados al momento de evaluar qué tan sostenible es una actividad económica: adaptación y mitigación al cambio climático; el uso sostenible y protección del agua y los recursos marinos; la transición a una economía circular, incluida la prevención de residuos y el aumento de la absorción de materias primas secundarias; la prevención y control de la contaminación; y la protección y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas. Además, para obtener la etiqueta verde, una actividad económica debe contribuir a uno o más de los objetivos anteriores y no dañar significativamente a ninguno de ellos.
“Se ha trabajado con mucho detalle cuáles son las características para un proyecto o actividad verde, y esto es importante porque cuando vayamos a hacer uso de financiamiento a Europa tenemos que estar conscientes de que hay una clasificación y un marco de referencia para ello”, agrega Portaluppi.
Y otro aspecto importante, agrega, es la transparencia y confiabilidad de la información, ya que “de eso se trata el mercado de las finanzas sostenibles, ser muy claros en cómo se han seleccionado los proyectos, cómo se van a usar los fondos y cómo se van a gestionar una vez que son recibidos. También, que información se va a diviulgar en términos de impactos parciales y finales. La diferencia entre un bono de capitales en el mercado normal y un bono ODS es básicamente queda claro y preciso que se va a financiar un objetivo determinado”.
Y estos objetivos son amplios. Según plantea en una de las exposiciones José Dallo, jefe de la oficina para el Cono Sur de ONU Ambiente, “las finanzas van más allá de los bancos y del mercado de capitales, y el trabajo y la discusión tiene que ser con todos los actores: financieras, mercados de seguros, bolsas de valores. Esa discusión tiene que ser no solamente sobre finanzas verdes que respeten la parte ambiental, sino que también piensen en la parte social, y de ahí el adjetivo de sostenible”.
Para Carolina López, representante de UNEP-FI en Chile, hoy el desarrollo sostenible no es posible sin la movilización de recursos financieros, “y por otra parte, la sustentabilidad es crucial para el éxito del negocio de las compañías y es un elemento diferenciador en la industria. Hoy el principal desafío es seguir fortaleciendo la sustentabilidad del sector financiero, y para ello es necesario involucrar a todos los actores, inversionistas, accionistas, clientes, proveedores, colaboradores, con el fin de generar una verdadera cultura interna de sustentabilidad”.
Y en esto, agrega, en los últimos años se han realizado una serie de iniciativas que han permitido avanzar en este trabajo, la última de ellas en septiembre de 2019 con el lanzamiento de los Principios de Banca Responsable en la Asamblea General de la ONU, y que a la fecha han suscrito ya más de 170 bancos que representan el 40% de los activos globales, unos US$50 billones.
“El sector bancario -agrega- necesita definir y afirmar su rol y reponsabilidades dando forma al financiamiento de un futuro sostenible. Como todos estamos viendo, el cambio ya está ocurriendo y las economías son cada vez verdes. La generación millennial está cambiando los patrones de consumo y los modelos de negocios, y a nivel internacional ya hay una hoja de ruta y una dirección común que está siendo dirigida por la Agenda 2030 a través de los ODS, y del Acuerdo de París. Si el sector bancario quiere seguir teniendo un rol clave en el siglo XXI es muy importante que cumpla con las necesidades cambiantes de la sociedad”.
“Las finanzas sostenibles muy probablemente van a ser parte esencial de la respuesta y de los paquetes que los gobiernos están preparando ante la pandemia, que es un llamado a construir mejor, y al mismo tiempo son una realidad ya. Es algo que viene desde hace un tiempo y que además nos va a ayudar a enfrentar futuras emergencias”
El mercado no se detiene: oportunidades pese a la crisis
En momentos en que el mundo se encuentra en medio de una crisis a causa de la pandemia por el coronavirus, y en un escenario donde el sistema necesita de mucha liquidez y financiamiento, las oportunidades para las finanzas verdes no se detienen, dicen los expertos.
“A pesar del Covid y la pandemia, el mercado no ha parado, continúa trabajando. Hay algunos cambios en los comportamientos de mercado, y lo que vemos es que ahora hay mucho énfasis en bonos de impacto social, que se preocupan de una recuperación desde el punto de vista de infraestructura sanitaria, hospitalaria, pero el mercado continúa con mucho apetito hacia ese tipo de emisión”, afirma Gustavo Portaluppi.
Para José Dallo, en tanto, “las finanzas sostenibles muy probablemente van a ser parte esencial de la respuesta y de los paquetes que los gobiernos están preparando ante la pandemia, que es un llamado a construir mejor, y al mismo tiempo son una realidad ya. Es algo que viene desde hace un tiempo y que además nos va a ayudar a enfrentar futuras emergencias, donde estamos hablando de una reducción dramática de la biodiversidad, pero también del agua”.
Una de las lecciones de esta crisis, plantea, es que nos vamos a tener que tomar mucho más en serio lo que nos dice la ciencia sobre todo los riesgos que sabemos que existen. Ya a inicios de 2020, de hecho, los cinco principales riesgos para la economía y las empresas -identificados por CEOs y líderes de grandes compañías- eran ambientales.
¿Dónde están las oportunidades? Según Dallo, hay nuevos mercados que se están abriendo, de offset de carbono que están tomando fuerza, y otros a futuro que se van a abrir, como los mercados de biodiversidad, y que tienen todos detrás un instrumento financiero.
A mismo tiempo, agrega, hay una demanda cada vez mayor de clientes inversores por una mayor transparencia, para tener más claridad sobre en qué están invirtiendo, y respecto de cuál es la definición de “verde”, donde la taxonomía lanzada por la UE es un esfuerzo importante en ese sentido.
“Además, hay otros nuevos modelos de negocios, como la economía circular, que van a requerir analizar la financiación de estas actividades de manera distinta. De cara al futuro también los riesgos se van a volver oportunidades, y tenemos varias transiciones que están pasando a nivel global, y que no van a parar pese al Covid. Una transición energética de renovables hacia nuevos modelos como la generación distribuida; una transición hacia una movilidad más limpia; y un cada vez mayor apetito a incluir en las financiaciones internacionales el precio de carbono, o los esfuerzos que están haciendo los países para definir sus planes contra el cambio climático. Todo eso va a requerir un financiamiento detrás, y ahí hay mucho que decidir y mucho que innovar en los países”.