Trayectorias de transformación para trayectos de bienestar y desarrollo
Como todo acto transformador, la Ley 19.300 ha enfrentado desafíos, y quizá son muchas más las cosas que falta por mejorar, que las que ya se han logrado. Sin embargo, ninguna de ellas podría ser imaginada, ni puesta en práctica, si hace tres décadas no hubiésemos roto la inercia de la ignorancia, y no hubiésemos aceptado el conocimiento más esencial de la humanidad: que somos naturaleza, y que su cuidado es finalmente el nuestro.
Es un hecho ecológico que sociedades y economías no existen en el vacío, sino que están embebidas en la naturaleza y su biodiversidad, pues es justamente desde la naturaleza que obtenemos todo lo necesario para existir y alcanzar bienestar, tanto a escala local como global. También es evidente para las ciencias, la ciudadanía y tomadores de decisión informados, que la degradación de la naturaleza y pérdida de biodiversidad es una de las crisis más ubicuas y desafiantes que enfrentamos, toda vez que en la profunda historia de la Tierra nunca se había evidenciado una tasa de extinción como la actual, pérdida de ecosistemas, pérdida de sus servicios ecológicos asociados como producción de agua, suelo, aire limpio, todos elementos esenciales para vivir.
La conservación de la biodiversidad y la sostenibilidad están estrechamente relacionadas, ya que la biodiversidad es fundamental para la resiliencia de las sociedades, los ecosistemas y las economías. La presencia de una diversidad de especies y ecosistemas ayuda a que estas entidades puedan resistir mejor a perturbaciones como el cambio climático, plagas y enfermedades. Además, dado que la biodiversidad está intrínsecamente ligada a las sociedades, su degradación impacta directamente en la salud de las comunidades y en las economías, lo que finalmente influye en el rumbo de nuestro desarrollo.
La plataforma intergubernamental científica de biodiversidad y servicios ecosistémicos (IPBES por sus siglas en inglés) ha demostrado el deterioro de la naturaleza, y llamado a materializar “trayectorias de transformación que nos lleven a recuperar este capital natural necesario para el beneficio actual y futuro de las sociedades”. Estas trayectorias se refieren a vías o rutas hacia la consecución de los objetivos de conservación y gestión sostenible de la biodiversidad, una de cuyas aplicaciones más relevantes es el cambio en políticas y prácticas asociadas.
La creación de la Ley 19.300 de Bases Generales de Medio Ambiente marcó un cambio de trayectoria para nuestro país. Promulgada hace tres décadas, trajo el medio ambiente y la protección de la biodiversidad a la discusión del país que queremos y necesitamos. Estableció principios y normas generales para la protección, conservación y recuperación del medio ambiente -incluyendo la biodiversidad-, estableciendo estándares y regulaciones más estrictas para actividades industriales, extractivas y de desarrollo urbano que pueden tener un impacto negativo en el entorno natural. Además, abrió espacios para la necesaria participación ciudadana, dando a las personas una oportunidad para opinar sobre el destino de sus territorios, en una forma novedosa para un Chile que venía saliendo de una dictadura.
Esta ley ha ayudado a aumentar nuestra conciencia ambiental, tanto a nivel gubernamental como en la sociedad civil, generado un espacio común donde la protección del medio ambiente es valorada y defendida por parte importante de la población nacional. También, ha promovido la educación ambiental y la sensibilización sobre la importancia de proteger el medio ambiente para nuestro bienestar. A partir de esta Ley se creó el año 2010 el primer Ministerio de Medio Ambiente de Chile, y más recientemente se ha aprobado la Ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, dotando por primera vez a Chile de un ente que tiene como único objetivo reconocer, valorar, restaurar y promover la naturaleza de la que dependemos todas las chilenas y chilenos, y que nos conecta de múltiples maneras al mundo global, y que están contenidos en las trayectorias de cambio que mandata IPBES. Esta Ley inició un camino que inspiró la reciente creación del Fondo Naturaleza Chile, y también el Comité de Capital Natural, instancias que esperan aportar al financiamiento y fortalecimiento de un desarrollo basado y sostenido en el cuidado de nuestro activo común, la biodiversidad chilena.
Como todo acto transformador, esta Ley ha enfrentado desafíos, y quizá son muchas más las cosas que falta por mejorar, que las que ya se han logrado. Sin embargo, ninguna de ellas podría ser imaginada, ni puesta en práctica, si hace tres décadas no hubiésemos roto la inercia de la ignorancia, y no hubiésemos aceptado el conocimiento más esencial de la humanidad: que somos naturaleza, y que su cuidado es finalmente el nuestro.