Restricción vehicular y episodios críticos
“La restricción vehicular se convierte, simplemente, en una medida para aminorar la congestión de las calles; pero esto es un debate de largo plazo, pues cuando toda la flota sea electrificada ya no habrá una justificación medioambiental que sustente esta medida. Falta, entonces, infraestructura para apoyar al crecimiento del parque automotriz que viviremos de aquí a 2035”.
Desde la primera implementación de la restricción vehicular en 1986 se ha instalado en la opinión pública una idea que parece, a priori, del todo lógica: se trataría de una medida exitosa, porque reduce la contaminación al disminuir el número de vehículos en circulación en las calles. Con todo, la verdad detrás de esta medida es un poco más compleja de analizar, principalmente porque el parque de vehículos en circulación hoy día cumple propósitos muy distintos a los de -apenas- dos años atrás, y porque nuestro país está entrando a una etapa de transición tecnológica que será clave en la forma en que nos movemos.
La transición a la que nos referimos supone que cada día aumentarán más las ventas de vehículos electrificados, sea 100% eléctricos, híbridos con recarga exterior (enchufables, que tienen autonomía para moverse en la ciudad en modo eléctrico), micro-híbridos con baterías de 48 voltios que ayudan a automatizar ciertos procesos, o vehículos híbridos convencionales que también pueden tener ciertos espacios de propulsión eléctrica. Súmese a lo anterior una buena noticia medioambiental: desde 2020 nuestro país ha entrado en un cronograma completo de implementación para la norma de emisiones Euro 6b y Euro 6c en vehículos livianos y medianos, medida que reduce drásticamente los NOx (óxidos de nitrógeno) y material particulado en motores a combustión, además de controlar las emisiones de CO2 de manera mucho más eficiente.
El crecimiento del parque automotor es, entonces, una renovación completa de las tecnologías empleadas en la movilidad diaria. Chile tiene una tasa de antigüedad bajísima pues el promedio de edad en nuestro parque de más de 5 millones de vehículos ronda los 10 años, y es incluso más baja en camiones y buses (que se acercan a una antigüedad promedio de entre 8 a 9 años). Por lejos, el parque más eficiente de América Latina. Y la nueva norma de emisiones llega en el mejor momento pues se está produciendo la transición hacia tecnologías 100% enchufables, de aquí a 2035.
Entonces, medidas como la restricción vehicular no apuntan a disminuir los episodios críticos de mala calidad del aire santiaguino pues es sabido que el gran foco de contaminación son las industrias y el uso de leña como calefacción en la R.M., más perjudicial aún si se trata de leña húmeda. La restricción vehicular se convierte, simplemente, en una medida para aminorar la congestión de las calles; pero esto es un debate de largo plazo, pues cuando toda la flota sea electrificada ya no habrá una justificación medioambiental que sustente esta medida. Falta, entonces, infraestructura para apoyar al crecimiento del parque automotriz que viviremos de aquí a 2035.
¿Por qué continuará creciendo el parque? Pues por el uso versátil que tiene el vehículo -en todos sus modos- hoy, tras dos años de pandemia. Ya no es un medio de transporte particular, sino una herramienta de trabajo, de emprendimiento, de traslado de bienes y prestación de servicios a domicilio. Es una forma de movilidad con la que sabemos convivir y que hoy se mueve hacia lo sustentable a pasos muy acelerados. Cuán contraproducente puede ser exigir restricciones vehiculares para incentivar la compra de un segundo o tercer vehículo. Mucho más sensato es desarrollar hoy una red de carga eléctrica que incentive a moverse con cero emisiones.