Crisis Climática y Ecológica: un tema de relevancia constitucional
El problema que nos coloca el escenario actual es que estos desastres irán en aumento y se sucederán varios a la vez, por ende, el marco institucional actual funciona como una camisa de fuerza que no permitirá el abordaje que implique llegar con las ayudas necesarias en escenarios más complejos. Por ello, la crisis climática y ecológica necesita ser abordada en un nuevo pacto social.
La crisis climática y ecológica representa, para todos los países del mundo, diversos desafíos. Nuestro país no está exento de ello. Los límites planetarios traspasados nos colocan en riesgo y de cara a tener que prepararnos para subsistir a un cambio climático peligroso, debido a que las probabilidades de que la temperatura del planeta no sobrepase los 1,5°C es baja, ante las lentas medidas que se autoimpusieron quienes gobiernan.
La ciencia ya ha descrito los graves escenarios a los cuales nos enfrentaremos. Si bien las crisis hacen lo suyo, la realidad también se ve agravada por la extracción indiscriminada de bienes de la naturaleza. En el caso de Chile, la sequía, la desertificación de los suelos, la falta de agua para los territorios y las comunidades, la pérdida de ecosistemas de importancia para la adaptación, como lo son glaciares, humedales, turberas, salares y especies endémicas, de los cuales depende nuestra biodiversidad, están completamente amenazados.
Todo lo anterior se encuentra en riesgo ante las anquilosadas ideologías que, basadas en un antropocentrismo, no logran incorporar a la naturaleza respetando su ciclo, sino que se establece una relación con ella desde una lógica de dominación y utilitarismo que impide que se logre recuperar. Esto ha quedado reflejado los últimos años, en los que Chile se sobregira con su naturaleza en el primer semestre del año, esto quiere decir, que el país ocupa los bienes que provee la naturaleza antes de tiempo, por lo que la sociedad se encuentra en permanente deuda con ella.
La compleja situación que coloca el escenario de crisis en el que nos encontramos requiere de abordajes de diversa índole. Por una parte, se requiere que la sociedad pueda organizarse de forma colectiva para enfrentar lo que se indica, de un empresariado que acoja las nuevas dinámicas y que se transforme a dimensiones que respeten los ciclos naturales y un Estado que se prepare ante el difícil escenario que implicará hacerse cargo de los estragos que las crisis dejarán a su paso.
La situación es compleja y como sociedad debemos hacernos cargo. Los riesgos mencionados se encuentran a la vuelta de la esquina. A su vez, lo más escaso hoy es el tiempo; no hay tiempo para abordar un cambio cultural que es de largo aliento, las diversas crisis galopan a toda velocidad, por eso el desesperado llamado que hizo el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, sobre que los compromisos de los países no son suficientes para colocarnos en una zona segura. Se requiere de medidas verdaderas que empujen una transición y transformación de lo que hoy conocemos. Estamos viviendo una época inaudita que requiere de relatos y paradigmas diferentes, no hacer aquello, nos coloca en peligro y escenarios que hemos visto como distópicos, pero que se pueden hacer realidad.
Nuestro convulso país sabe de desastres, nos ha tocado una y otra vez colocarnos de pie. Para ello el Estado ha tenido herramientas que le han permitido gestionarlos. El problema que nos coloca el escenario actual es que estos desastres irán en aumento y se sucederán varios a la vez, por ende, el marco institucional actual funciona como una camisa de fuerza que no permitirá el abordaje que implique llegar con las ayudas necesarias en escenarios más complejos. Por ello la crisis climática y ecológica necesita ser abordada en un nuevo pacto social, no se puede seguir obviando aquello, ya que coloca en peligro a la sociedad y niega las herramientas necesarias a la institucionalidad para una respuesta urgente e indicada.
El proceso constituyente actual es acotado y bajo un esquema poco feliz. Lamentablemente hemos perdido tiempo valioso para dotar al Estado y a la sociedad de las herramientas necesarias que se hagan cargo de una de las problemáticas más difíciles del siglo XXI, pero este proceso representa una acotada ventana de oportunidad para colocar en la Constitución el reconocimiento y abordaje de estas; el derecho humano al agua, la protección y reconocimiento de la soberanía alimentaria, la descentralización, los derechos de la naturaleza, entre otras medidas que permitan dotar de herramientas y recursos, por una parte al Estado, pero también a quienes enfrentarán en lo inmediato lo que ocurre en los territorios, que son las autoridades locales y la población.
Finalmente, si el proceso constituyente fracasa o no logra incorporar las temáticas mencionadas, habremos perdido la oportunidad para abordar la gravedad de los escenarios desde lo institucional, esto implica que estaremos ante abordajes poco favorables y pensados desde la contingencia. Preparar a la sociedad para lo que viene debiera estar en el foco de todo actor público que se mire como responsable. La preparación y un abordaje íntegro desde lo medioambiental es el cimiento para una sociedad que sí o sí se tendrá que adaptar, y será el elemento de resiliencia para poder capear de la mejor forma posible la tormenta que se asoma.