El vino natural y sustentable reposiciona al Marga Marga como un valle vitivinícola
La Cooperativa Valle Marga Marga, conformada por cinco familias, promueve la producción de vinos hechos “a la antigua”: con uvas cosechadas a mano, sin preservantes, sin sulfitos, con fermentación espontánea de levaduras nativas. En particular, la viña Herrera-Alvarado, ubicada en el sector El Sol de Quilpué, fabrica vinos con técnicas ancestrales como el pisado de uva y el zarandeo en un lagar de coligües. Son sus integrantes los que han logrado revitalizar la Fiesta de la Vendimia de Quilpué.
La última Fiesta de la Vendimia de Quilpué, celebrada hace dos domingos en la plaza Eugenio Rengifo de esa comuna, no hubiese sido posible sin la perseverancia de la Cooperativa Valle Marga Marga, conformada por cinco familias, vinculadas de uno u otro modo a la producción agroecológica. Dentro de esta cooperativa, la Viña Herrera-Alvarado, integrada por el matrimonio de Arturo Herrera y Carolina Alvarado, ha sido la piedra angular en la revitalización de este evento, ahora en la ciudad, porque antes -explica Alvarado- la gente armaba fiestas de la vendimia por todo el valle, especialmente en las zonas rurales.
“El Valle del Marga Marga era un valle vitivinícola. Esto empieza con la búsqueda de oro en los lavaderos y de ahí uno asocia la llegada del vino a la zona. Hay toda una historia vitivinícola que está en las casas, en las calles. En algún momento el Marga Marga alimentó la producción del salitre, se llevaban muchos vinos al norte. Luego vino un impuesto al alcohol y el cierre de las salitreras, y con eso empieza la decadencia de la producción. Pero siempre hubo vendimia acá en la zona”, reseña Carolina Alvarado, gestora de la Cooperativa Vitivinícola Valle Marga Marga y cofundadora de la Viña Herrera-Alvarado.
Sin contar los años de pandemia, la Fiesta de la Vendimia de Quilpúe suma siete versiones desde que la Cooperativa Marga Marga logró reinstalarla en la comunidad. Al principio, cuenta Alvarado, se valían de la autogestión para organizarla, pero poco a poco empezaron a contar con financiamiento municipal y de otras entidades para poder complementar el evento con la instalación de una feria de artesanía con productos locales, un escenario y otro tipo de stands.
Sin embargo, el punto más importante es la producción de vino natural y sustentable que promueve la Cooperativa, representada en la Viña Herrera-Alvarado. La apuesta del matrimonio es la creación de un vino agroecológico, hecho a la antigua, en cuya producción recurren a métodos ancestrales como el pisado de uva y el zarandeo en un lagar hecho con madera de coligüe. “Hacemos vinos naturales, lo que implica que no hay intervención no solo en el campo, sino en los procesos: sin sulfito, sin preservantes, sin levadura externa. Eso nos diferencia con el vino orgánico: el vino natural es orgánico en sí mismo, pero no tiene presencia de levadura externa, el orgánico sí”, añade Carolina Alvarado, ingeniera agrónoma de profesión.
Según Arturo Herrera, cofundador de la Viña Herrera-Alvarado y presidente de la Cooperativa Valle Marga Marga, “hoy se está hablando de nuestros vinos en Inglaterra, Dinamarca, Perú o Brasil. Logramos levantar nuevamente esta vitivinicultura ancestral, no de la mano de los enólogos, cero invasiva, con los mismos sistemas de vinificación que existían hace 200 años. Eso lo valoran mucho en el extranjero”.
“El chileno está acostumbrado a ir al supermercado, donde los vinos son obviamente diferentes. Pero la gente tiene el paladar enmudecido. Nosotros, en cambio, apostamos por un alimento, de buena calidad. Queremos reeducar, reencantar, y que la gente se conecte con la naturaleza”.
Con la reaparición de la Vendimia de Quilpué, cree Carolina Alvarado, “el Valle del Marga Marga se des-silenció. El municipio se dio cuenta de que existíamos, que si bien estábamos en la perifería, estábamos ahí. El chileno está acostumbrado a ir al supermercado, donde los vinos son obviamente diferentes. Pero la gente tiene el paladar enmudecido. Nosotros, en cambio, apostamos por un alimento, de buena calidad. Queremos reeducar, reencantar, y que la gente se conecte con la naturaleza. Es fácil decir que un vino es de alta calidad, cuando es uva prensada y cosechada con una máquina. Eso opaca esa cultura donde el hombre pisa la uva y la zarandea. En el Valle del Marga Marga hacemos así el vino”.
En una hectárea y media de terreno, la Viña Herrera-Alvarado produce vinos sustentables con manejo cero huella, sin electricidad y sin posibilidad de aplicar un químico con el cual se interviene la cadena de la biodiversidad. En el fondo, agrega Alvarado, “volvemos al origen del vino, una pequeña producción como la nuestra no tendría justificación para no hacerlo de una manera agroecológica”. De hecho, según la vitivinicultora, todo el proceso de producción de estos vinos naturales es circular: “Todos los materiales de poda se recuperan, los orujos se reincorporan, hacemos compost. O sea, dejamos que la naturaleza haga su trabajo”.
Por su parte, Arturo Herrera, invita a establecer otros parámetros para medir la calidad de un vino. “Hay muchos vinos que pueden ganar medallas, pero ¿cuál es su base? La nuestra es una base sustentable, éticamente consciente con las personas, donde prima la agroecología, la ética laboral y el cooperativismo”, dice el presidente de la Cooperativa Valle Marga Marga.
La revitalización de la Fiesta de la Vendimia en la zona ha ayudado a reposicionar el valor del vino natural, complementa Alvarado: “Invitamos a que la gente profundice lo que es el vino, que no se deje convencer fácilmente por el sistema de marketing que silencia al pequeño productor. Por lo tanto, la Vendimia no solo tiene por objetivo mostrar al Marga Marga, sino a todos los vinos campesinos que no tienen acceso a la comercialización y no ingresan tan fácil a los restoranes”.
Sobre cómo funciona la Cooperativa, compuesta por las familias Herrera-Alvarado, Muñoz-Balbontín, Balbontín-Valdés y Holzmann, “cada uno ejerce una función dentro de ella. Más allá del modelo de relación empresarial, tiene que ver con una filosofía de trabajo cooperativa”, dice Arturo Herrera. Por ejemplo, todos los socios que puedan y quieran hacer vino lo pueden vender a través de la Cooperativa. Hay un vino blanco y tinto llamado Cooperado, que se hace con uva de los socios y se exporta a Brasil con el sello de certificación orgánica participativa que otorga el SAG.
“Hay muchos vinos que pueden ganar medallas, pero ¿cuál es su base? La nuestra es una base sustentable, éticamente consciente con las personas, donde prima la agroecología, la ética laboral y el cooperativismo”.
Las “catas sociales”
Con la reanudación de la Vendimia también se intenta recuperar los recuerdos de la gente de otras vendimias pasadas en el valle. Este año llamaron a la comunidad a enviar fotos de las vendimias que se realizaban en Villa Alemana, El Belloto, Peñablanca y otras localidades.
Asimismo, las reinas de la Vendimia, añade Carolina Alvarado, “no son elegidas por lindas, sino que gana la primera que llega al litro de jugo pisando uva. ella va a las escuelas rurales a difundir el ejercicio de la producción natural y también se han hecho catas en colegios gastronómicos locales”.
Otra manera muy elegante de compartir estos conocimientos ancestrales es la realización de las llamadas “catas sociales” en la propia Viña Herrera-Alvarado en el sector El Sol de Quilpué. Se realizan todos los domingos a las 11.00 horas, con entrada liberada, y ahí los anfitriones explican con cada degustación cómo su producción está anclada a la tierra, sin el uso de elementos químicos, y conectándose con el origen del vino en el valle.
“La finalidad de estas catas sociales es educar y mostrar lo que se hace en el valle respecto de vinos naturales. Y abrir el espacio dentro de la cata para todo tipo de conversación. Se habla de lo que sea”, explica Carolina Alvarado. Para inscribirse a alguna de estas “catas sociales” hay que escribir por interno al instagram de la Viña Herrera-Alvarado.
Del Marga Marga al segundo mejor restorán del mundo
En la última Vendimia de Quilpué, uno de los invitados estelares fue el destacado sommelier peruano Diego Cruz, que realizó una instructiva cata de vinos como parte de las actividades anexas al evento en el salón del centro cultural municipal, donde se exhibieron recortes de prensa y fotos de las vendimias antiguas e incluso una banda de una reina coronada el año 1962 en El Belloto.
Fue Cruz quien, en tanto importador de vinos, logró que parte de la producción de vino natural del Valle de Marga Marga esté presente en el restorán peruano Central, considerado el segundo mejor restorán del mundo.
“Este tipo de vinos naturales en algún punto la gente los aprecia y los valora. En mi caso, como importador de vinos de pequeñas partidas, hice una labor de difusión de estos vinos del Marga Marga a un restorán de alto vuelo como el Central. Es una vitrina hermosa”, explica Cruz, quien valora los vinos de este valle porque “existe un componente cultural, junto a la variable enológica, el clima y las variedades. Es importante saber cómo hace el vino la gente, con la zaranda, por ejemplo, y eso le imprime una característica muy particular al vino de aquí”.
Según el sommelier peruano, “los vinos del Marga Marga tienen una especial rusticidad, pero eso mismo le otorga más vida, te hablan más del sitio, tienes una sensación del lugar más viva y son más salvajes, pero más auténticos. En definitiva, saben más a Chile: son más honestos y puros”.
Finalmente, respecto de por qué a la gente le cuesta más valorar un vino natural, Diego Cruz señala que “el vino industrial tiene un músculo marketinero más potente y más herramientas para exponerlo. Es un tema difícil, el vino natural es más difícil de entender, demanda más explicación, sobre todo cuando has tenido una vida tomando vino convencional”.