Rol activo de la ciudadanía en la separación, nueva infraestructura de clasificación e incrementar mercado del reciclaje, las claves para el éxito de la REP
Hoy menos de un 40% de los envases y embalajes que se recuperan desde las casas efectivamente se recicla, por dos factores principales: una mala clasificación y limpieza de los materiales, y un todavía bajo mercado de compra para estos materiales. ¿La buena noticia? Los proyectos de recolección casa a casa están llegando a recuperaciones de hasta un 70% gracias a una fuerte campaña de educación e información. A la par, se preparan inversiones en plantas de clasificación automatizadas que llevarían esa cifra a un 70%.
Periodista
Cada día, miles de personas lavan, juntan y entregan envases en sus casas o en puntos limpios para ser reciclados. Es el primer eslabón de una cadena que toma la forma de una industria del reciclaje encargada de la recolección, transporte, separación y valorización de esos productos -en su gran mayoría envases- y que vuelve a incorporarlos como materiales para las cadenas de producción, empujando así el avance de la economía circular. Por ello, el rol de la ciudadanía es clave para el éxito de todo el proceso, ya que depende en gran parte de como realicen la separación y preparación de envases para que todo fluya de manera adecuada.
“La economía circular tiene esa complejidad”, dice Guillermo González, ex jefe de la Oficina de Economía Circular del Ministerio del Medio Ambiente: “Cuando tu quieres que las cosas vuelvan al círculo, es mucho más difícil hacer eso que poner todo en una bolsa negra y que vaya a un hoyo, que es algo muy simple. Tiene la complejidad de que tiene que haber una cadena de distintos actores que tienen que hacer bien la pega: para que haya un reciclaje óptimo tienes que tener vecinos y vecinas que de forma óptima separen en las casas, y después tienes que tener plantas que de forma óptima vuelvan a separar”.
¿Cómo opera el sistema? En líneas generales, hay dos vías para reciclar. La primera es los puntos limpios, donde se depositan materiales por separado y que en general funciona bien para papeles y cartones, botellas plásticas y vidrios. Estos puntos limpios operan bien en recintos cerrados que cuentan con asistencia, pero cuando están en la vía pública resultan altamente ineficientes porque parte importante de ese material no viene limpio o está contaminado con basura, que muchas veces también termina en esos depósitos.
La otra es la recolección domiciliaria de los residuos reciclables, que hoy opera en algunas comunas pero que será la vía que se empezará a implementar el próximo año en el marco de la Ley REP, partiendo con el 10% de las viviendas del país en 2023 (más de 650 mil viviendas) hasta alcanzar a una cobertura del 80% de los hogares de Chile (casi 5,5 millones de casas) en poco más de una década.
En el reciclaje puerta a puerta, todos los materiales se depositan juntos en un tacho amarillo, el que es recolectado una vez a la semana por un camión que luego lo lleva a la planta de separación. Hoy la única planta existente de este tipo es operada por KDM, ubicada en el terreno del relleno sanitario Loma Los Colorados, en el norte de Santiago. Allí los residuos se descargan y se distribuyen en dos líneas donde se van separando manualmente por distintos tipos: botellas plásticas, papeles y cartones, latas de aluminio, vidrio, etc.. Una vez separado por material, se empaca y se vende a empresas que oposteriormente reciclan ese material en nuevos productos.
Todo este proceso se trabaja con municipios que hoy prestan ese servicio de recolección para el reciclaje a sus vecinos, en forma voluntaria. Hasta allí llegan los residuos de Vitacura, Lo Barnechea, Ñuñoa, y de algunas zonas de Colina y Quilicura donde hoy se está trabajando en proyectos piloto preparatorios para la Ley REP.
En Chile, cada año se ponen en el mercado 1.256.964 toneladas de envases y embalajes domiciliarios, y solo el 12,5% de ellos se valorizan a través del reciclaje. A nivel industrial, se producen 825.432 toneladas anuales, de las cuales se valoriza un 49%. Hoy el 92% de los municipios del país tienen un déficit presupuestario en la recolección y gestión de residuos, el que suma US$340 millones.
“Eso se recolecta en un camión totalmente separado, con otra frecuencia; se lleva a nuestra estación de transferencia en Quilicura donde este camión descarga en un silo exclusivo para reciclables, y eso se lleva a la instalación de separación que tenemos en el relleno sanitario, pero separada de éste. En Santiago estamos recibiendo cerca de 1.200 toneladas mensuales. Si lo miras en el contexto de todas las toneladas, es prácticamente nada; pero si lo miras en el contexto de que antes era cero, y que ahora hay una mecánica operacional, hay gente participando, hay un sistema de recolección y separación, y hay un mercado en desarrollo, es muy positivo tener este volumen, porque estamos creando la industria”, dice Rodrigo Valiente, director de Planificación y Desarrollo de Negocios de Urbaser Chile, dueña de KDM.
En este escenario, afirma Guillermo González, para que todo este sistema funcione bien “se necesitan dos actores claves que hagan muy bien el trabajo: los ciudadanos, y las plantas de clasificación. Las dos cosas tienen que andar, y como país todavía tenemos pendiente una mejora en los dos ámbitos”.
Separar bien, para reciclar bien
En Chile, la bolsa de basura que sale de las casas está compuesta por un 60% de residuos orgánicos y un 40% restante que, en teoría, se podría reciclar: plásticos, vidrios, cartones, metales, etc. Y de ese 40% restante, la Ley REP apunta a reciclar los envases y embalajes, que podría ser la mitad de esa cifra. Y recuperarlos, como se ha dicho, no es fácil: el material debe estar separado, limpio, seco, y sin restos orgánicos para que pueda ser reciclado. Esto explica en parte que en Chile se recicle hoy menos de un 10% de los residuos, y gran parte de ello proviene del mundo industrial, no de los residuos domiciliarios, donde la tasa bordea el 4%.
La Ley REP apunta a llegar a un 60% de reciclaje de envases y embalajes en poco más de una década, y para ello se requerirán tres cosas: una amplia participación ciudadana, información y educación para el reciclaje, y la infraestructura adecuada para ello.
Para Isidro Pereda, gerente de proyecto del GRANSIC ReSimple, sistema de gestión pagado por las empresas que ponen envases en el mercado para reciclarlos una vez terminada su vida útil, el ciudadano es clave si queremos lograr las metas de reciclaje que establece el decreto de metas para las empresas y transitar a una economía circular y un desarrollo sustentable como país.
“Si el ciudadano no separa los residuos en sus casa, pone residuos que no sean reciclables o que vayan con restos orgánicos, todo el esfuerzo anterior no servirá de nada, ya que el camión pasará a buscar residuos no aptos para que el reciclaje se haga realidad. En definitiva, podemos terminar retirando basura y nos llenaremos de residuos que finalmente descartaremos en un rellenos sanitario, lo que técnicamente se conoce como merma del proceso”, afirma.
“Si el ciudadano no separa los residuos en sus casa, pone residuos que no sean reciclables o que vayan con restos orgánicos, todo el esfuerzo anterior no servirá de nada, ya que el camión pasará a buscar residuos no aptos para que el reciclaje se haga realidad”
Salvo excepciones como el vidrio, donde prácticamente todo lo que se recolecta se puede reciclar, la recuperación efectiva de materiales no es alta. Hoy, dice Rodrigo Valiente, se recicla en promedio un 30% del material que llega a la planta, y el resto termina como merma o descarte, ya sea porque está contaminado o porque no tiene un mercado que le de valor. Por eso, la educación e información también juegan un rol importante. Así lo han demostrado los proyectos piloto que se están haciendo en el marco de la implementación de la Ley REP.
“Lo principal es la educación que se le hace a las personas, y eso en los proyectos piloto se nota mucho; se hace una campaña, van las autoridades, a veces hay medios locales o del municipio, se pone un camión y llegan los niños, quienes son muy activos en reciclar, se reparten volantes con instrucciones. En Colina tenemos una aplicación donde se puede ver cuándo y dónde viene el camión, entonces se hace súper eficiente. Y la idea es que eso se multiplique. En esos casos sube la tasa y se llega a veces a niveles de un 65% y 70%, porque el material está muy bien seleccionado. Pero eso requiere educación e información, y también requiere tiempo para hacer la separación en la casa”, explica Valiente.
Además de la educación ambiental, agrega Pereda, el uso de una buena ecoetiqueta también será fundamental. Mientras más simple sea el reciclaje, más ciudadanos elegirán separar sus residuos en sus casas en lugar de botar todo junto a la basura. “Por lo tanto -agrega-, si los envases cuentan con un sello o ecoetiqueta que señale que el envase es reciclable será mucho más fácil de identificar y explicar cómo estos materiales se deben preparar para su posterior reciclaje. Nuestra visión al respecto es que podamos señalar al usuario algo tan simple como: ‘separe los envases que tengan el sello de reciclaje en el contenedor amarillo que tiene en su hogar y dispóngalos limpios, secos y aplastados para su posterior reciclaje’”.
Incrementar el mercado y mejorar la infraestructura
El mercado también juega un rol clave en la cantidad de material que es finalmente reciclado. Si los materiales que se recuperan no tienen un valor de venta o un uso como materia prima, difícilmente se reincorporarán a la economía. Esto porque el proceso no termina en la planta de separación de materiales, sino que luego debe existir un poder comprador que lo valorice, o recicle.
“Lo principal es la educación que se le hace a las personas, y eso en los proyectos piloto se nota mucho; se hace una campaña, van las autoridades, se pone un camión y llegan los niños, quienes son muy activos en reciclar, se reparten volantes con instrucciones, hay una aplicación (…) En esos casos sube la tasa de recuperación y se llega a veces a niveles de un 65% y 70%, porque el material está muy bien seleccionado”
El negocio del reciclaje es un negocio aparte, y depende de lo que se quiera reciclar. Por ejemplo, las latas de aluminio no se reciclan en Chile, y eso lo compra un intermediario, lo consolida y lo exporta. Todo lo demás, plásticos, botellas, cartones, se recicla acá en Chile, aunque hay casos de exportación dependiendo cómo estén los mercados. El reciclador que compra está haciendo una operación comercial, por lo tanto lo va a utilizar en la forma que sea comercialmente atractivo”, explica Valiente.
“Lo que muestra la experiencia internacional -agrega- es que se recicla si se puede obtener algo mejor que el producto original virgen. Es decir, si se va a reciclar papel o cartón -por ejemplo- para fabricar productos que tienen celulosa como materia prima, se hará siempre y cuando pueda vender la servilleta hecha con papel o cartón reciclado y tener un margen. Si no hay mercado para eso, no se va a reciclar. Por más que traigan cartón”.
Y en esto también influye, nuevamente, la calidad con que llegan los envases recolectados, insiste Valiente: “si todas las botellas PET (las de bebidas, por ejemplo) llegaran limpias, sin la tapa y sin el papel de la etiqueta, el reciclaje mejora bastante. Esto porque hay recicladores que toman la botella completa, y hay otros que piden el producto limpio, porque sino les sale más caro ir a vender ese plástico que el PET virgen. Eso pasa mucho con los envases de plástico. Y si los envases vienen con grasa, o con aceite, porque no se lavaron adecuadamente, todo eso va al relleno sanitario porque no se puede reciclar”.
La Ley REP también incentivará la instalación de infraestructura de punta para el reciclaje. Por ejemplo, para nuevas plantas de separación automatizadas, aspecto clave en la eficiencia del sistema. Hoy existen cinco proyectos aprobados a la espera de la implementación de la ley para definir su construcción, que en conjunto suman una capacidad de mas de 600 mil toneladas anuales. Hoy, la planta de separación manual de KDM tiene una capacidad de 40 mil toneladas, y ante las tasas actuales está subutilizada: procesa unas 18 mil toneladas anuales.
“La planta separadora automática es de alta eficiencia, y va a poder separar prácticamente todo lo que entre a la planta para ser valorizado. Las plantas de los países desarrollados tienen un nivel de eficiencia de separación es bastante alto, un 70% a 80%. Opera con robots de seis a ocho brazos y se programan para que tome determinados productos y materiales. Los que vienen sucios, los lee un lector óptico y los bota, y cerca de un 20% se pierde porque se pica, porque se rompe, o porque efectivamente no corresponde el material. Luego, de ese 80% que sale de la planta automatizada, hay que ver cuánto es comercialmente atractivo, pero en el caso de la REP ese ‘comercialmente atractivo’ es un problema del productor”, dice Rodrigo Valiente.
La futura planta automatizada de KDM ya está aprobada, tiene terreno y está lista la ingeniería. Hoy se está ajustando su tamaño y la idea es que esté operando para septiembre de 2023, adelanta Valiente.
“Uno de los desafíos más grandes que tenemos como país en lo que tiene que ver con reciclaje (…) es que sepamos navegar esta transición, que las personas entiendan que estamos en ese proceso hacia un punto en que efectivamente las cosas van a funcionar mucho mejor. Que ellos tienen que hacer mejor la pega, y que las plantas de clasificación tienen que hacer mejor la pega, pero que estamos construyendo ese camino”
Esto ayudará también a mejorar la trazabilidad y la confianza en el sistema. “A diferencia de lo que sucede hoy, cuando la Ley REP esté operativa, los sistemas de gestión estarán afectos a metas de reciclaje real, no solo de recolección sino que en definitiva el residuo llegue a una planta de reciclaje y termine transformándose en un nuevo producto. Cuando un Sistema de Gestión no cumple las metas, están expuestos a multas que llegan a los US 8 millones de dólares. En síntesis, con la Ley REP operando, los incentivos están súper bien puestos para que el reciclaje se efectúe y no sea una operación que nadie controle ni garantice que ocurra”, afirma Isidro Pereda.
Según Guillermo González, hoy efectivamente existen mejoras pendientes tanto en el ámbito de una buena separación por parte de los vecinos, como en el trabajo posterior de las plantas de clasificación, pero esto -afirma- es parte de la transición que está en marcha en el país de la mano de la Ley REP.
“Genera indignación cuando el camión del reciclaje se mezcla con el camión de la basura, que es lo que mucha gente piensa o dice haber visto. Y cuando tenemos una planta de clasificación con eficiencias relativamente bajas, también tenemos un problema. Pero ese es un problema que es propio de la transición en la que estamos, porque estamos en ese proceso: desde un momento donde el reciclaje se hace por acción voluntaria de algunas municipalidades que tienen las ganas y los recursos -y los vecinos que quieren y tienen las ganas de hacerlo-, y el esquema REP, donde las empresas tienen la obligación de hacerlo, las municipalidades dictan ordenanzas que mandatan a que los vecinos lo hagan. Entonces, ahí hay un proceso de transición donde también -en ese camino- hay un incremento de la escala que tenemos para viabilizar ese tipo de plantas de clasificación de mayor sofisticación, que son inversiones importantes”, afirma.
“Yo diría -agrega- que uno de los desafíos más grandes que tenemos como país en lo que tiene que ver con reciclaje, y eso es uno de los desafíos más grandes para la REP, especialmente en envases y embalajes: que sepamos navegar esa transición, que las personas entiendan que estamos en ese proceso hacia un punto en que efectivamente las cosas van a funcionar mucho mejor. Que ellos tienen que hacer mejor la pega, y que las plantas de clasificación tienen que hacer mejor la pega, pero que estamos construyendo ese camino. Que eso no va a ocurrir de la noche a la mañana, en ninguna parte ha ocurrido así. Tenemos un desafío para todos de ver cómo podemos encarar y navegar este proceso de transición de forma exitosa”.