Nicolás Orellana tenía grabada en su cabeza la imagen de la Mars Tumbleweed Rover de la NASA que servía para recorrer y analizar Marte. Consistía en una esfera que rodaba por la superficie del planeta rojo, y que se movía con el empuje del viento. Esa fue la inspiración para el proyecto de título de Nicolás Orellana, quien en 2006 terminaba su carrera de diseño industrial en la Universidad Católica de Valparaíso.
“Era como una pelota de playa, inflable, pero que el viento se la llevaba para donde quería el viento. No era posible explorar una zona tan grande. Entonces en mi proyecto de título creé un aparato que iba en línea recta, sin importar el viento. Lo llevé al desierto de Atacama. Le hice seis pruebas y en total recorrió 17 kilómetros”, recuerda Orellana.
Dicho proyecto de título era solo un aparato de exploración, pero él siempre quedó con la sensación de que la idea podía aspirar para algo más. La prueba era que ese producto podría aprovechar los vientos provenientes de todas las direcciones para lograr la rotación sobre un solo eje. Estudiando un master en la Universidad de Lancaster, Reino Unido, logró trabajar en un prototipo de turbina eólica junto a su socio inicial en el proyecto, el keniano Yaseen Noorani, con la finalidad de convertirlo en un aerogenerador urbano que abasteciera las necesidades de energía en las ciudades de vientos caóticos.
La sorpresa fue mayúscula en 2018. Ambos decidieron postular el proyecto O-Wind Turbine al prestigioso premio de diseño en ingeniería James Dyson Award: no solo se adjudicaron el premio nacional del Reino Unido (se realiza en 27 países distintos), sino que además obtuvieron la versión internacional del premio, es decir, al mejor de los mejores inventos. “La O-Wind Turbine (…) asume el enorme desafío de producir energía renovable y, usando su geometría, puede aprovechar la energía en lugares donde apenas hemos buscado: las ciudades. Es un concepto ingenioso”, declaró el propio Sir James Dyson en el anuncio de la premiación.
“En todas las ciudades hay vientos cambiantes. Las turbinas que hoy existen van a atrapar vientos, no todos los vientos del día. Lo que yo hago es agarrar los vientos de cualquier dirección: los horizontales, verticales y espirales. Y los transformamos en energía. Eso no existe en el mercado”, explica el chileno Nicolás Orellana.
Con el premio, el principio que rige el movimiento del aparato quedó demostrado, pero quedaba un largo trecho para transformarlo en un producto que sirviera como solución energética. En la mente de Orellana siempre estuvo presupuestado ofrecerlo como alternativa de energía en los balcones de los departamentos. Esa era una versión, a la medida de una terraza, de unos 70 centímetros de diámetro. La otra es una adaptación a las fachadas de los edificios, de un diámetro más grande.
“Actualmente solo quienes viven en casas pueden ocupar la energía eólica en las turbinas tradicionales, instaladas en el patio o en el techo. Pero esta solución es para los departamentos. Casi la mitad de la gente del mundo vive en departamentos. Y les daría la posibilidad a esas personas de cierto nivel de independencia, de estar preparado en caso de cortes y ahorrar costos. Podría tener el potencial de duplicar la energía que se genera en los domicilios”, dice Orellana.
En ningún caso, aclara él, serviría para reemplazar la energía de la red, sino ser un complemento: “Depende de que haya viento, el viento no está presente en todo el día, solo en las mañanas y en las tardes, no es algo continuo. Sí podría alimentar las baterías o conectarlo directamente, tal como funcionan los paneles solares”.