Simbionet innova en biotextiles de celulosa bacteriana desarrollada a partir de residuos orgánicos
La empresa creada por Roberto Riveros logró producir celulosa a partir de la fermentación de bacterias que contrasta con la celulosa vegetal virgen obtenida desde los árboles talados, por lo que contribuye al medioambiente y ofrece una alternativa útil para la comunidad. Desde esa celulosa, Simbionet ha logrado crear varias líneas de biomateriales como apósitos, packaging sustentable y otros objetos. Además, se encuentra en fase de prueba de un proyecto que busca usar esta celulosa en la separación de metales pesados en el agua usada en las faenas mineras.
Roberto Riveros atiende el teléfono desde el balneario de Algarrobo. En este minuto se encuentra en conversaciones con integrantes de dicho municipio para levantar un proyecto que engarza con su empresa Simbionet: rescatar las algas verdes que están a orilla de playa y que comúnmente parten a rellenos sanitarios. El objetivo es convertir esas algas en celulosa bacteriana.
“Estamos proponiendo a la municipalidad de Algarrobo y a los concejales trabajar con jóvenes y explicarles la riqueza de estos residuos; que se pueden fermentar y crear biotextiles con celulosa”, cuenta Riveros, gerente general de Simbionet, emprendimiento que vio la luz hace más de dos años, y que crea celulosa obtenida por fermentación de bacterias a partir del tratamiento de residuos orgánicos. Esa misma celulosa luego es convertida a un biomaterial que puede ser usado en varias industrias, sobre todo en la textil.
Cuando Riveros planificó su emprendimiento, sabía que tenía que hacer algo con los residuos orgánicos, para efectos de evitar que éstos fueran a vertederos o rellenos sanitarios. Consciente era de las emisiones de metano que dañan al medioambiente y que contribuyen al efecto invernadero que tiene directa relación con la crisis climática.
“Hace tres años el concepto de biomaterial no existía y nos propusimos trabajar en un material orgánico, vivo. Observamos que en algunos fab lab de Alemania e Inglaterra había gente con la idea de trabajar en celulosa microbiana. La pandemia nos facilitó bastante porque podíamos hablar con ellos a distancia en plena pandemia”, recuerda el emprendedor.
A partir de esa experiencia, añade Riveros, Simbionet comenzó a desarrollar su propia incubadora, mas el problema era cómo producir a gran escala. En ese dilema crearon un algoritmo (una “receta mágica”, ilustra Riveros) que pudiera mantener la estabilidad del consorcio microbiano en incubadoras estáticas y dinámicas. Encontró un gran aliado en el Hub Providencia, que le concedió un espacio para mantener ahí un laboratorio vivo.
“Se trata de una fermentación de las bacterias, pero una fermentación controlada. Es una simbiosis (por eso la empresa se llama Simbionet) que protege toda el área en que se cumplen requisitos mínimos para que el consorcio bacteriano comience a crecer”, añade Riveros. Los géneros de bacterias más empleados son Acetobacter, Rhizobium, Agrobacterium y Sarcina. La especie más eficiente en este particular es la Acetobacter Xylinum.
En principio, para elaborar los primeros biotextiles producidos a partir de la celulosa que Simbionet creó, Riveros logró capturar los desperdicios de frutas y verduras de un puñado de ferias de la comuna de Providencia. Ahí, un grupo de costureras, en el mismo hub comunal, lograron fabricar una bolsita, una cubierta y otros objetos, y lograron probar la ductilidad de la tela.
“Al final nuestro proyecto es beneficioso porque no necesita cortar ningún árbol. Además, CMPC usa mucha agua en este proceso, ya que tiene que lavar muchas veces la celulosa vegetal y le agregan compuestos químicos como cloro que son vertidos al ambiente. Nosotros solo usamos microorganismos”.
El siguiente paso: escalar a nuevos productos biotextiles
Según Riveros, desarrollar un biotextil desde la celulosa bacteriana es una práctica frecuente en países desarrollados como Canadá: crean una especie de seda sintética a partir de un proceso conocido como hidrólisis. Fue la senda que también siguió Simbionet: “Hidrolizar es cortar enzimáticamente el polímero (en este caso la celulosa) y generar una reestructuración de tejidos, por eso es tan potente dicho tejido”, explica el fundador de la empresa.
Aún alojado en el Hub Providencia, Simbionet ha ampliado el abanico de productos biotextiles fabricados a partir de la celulosa bacteriana, los cuales han sido ofrecidos a municipios y empresas. Pero también el proceso mismo puede ser aprovechado en otro tipo de beneficios en aras de la eficiencia hídrica. “Por ejemplo, cuando picamos la fruta que luego depositamos en nuestra incubadora, genera un agua gris para riego, y se la ofrecemos a municipios del sector suroriente de Santiago para usar dicha agua en riego de plantas”, narra el emprendedor.
Una de las líneas de este nuevo material biotextil son los apósitos de celulosa, desarrollo en el que trabajaron con una empresa europea y con la Red de Equipamiento Científico Avanzado (REDECA) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Esta biolámina, según se lee en la página web de Simbionet, “se ubica sobre la herida e inhibirá la entrada de organismos patógenos”.
Otro desarrollo destacado tiene que ver con la línea de packaging sustentable que Simbionet trabajó con el Laboratorio de Diseño (DILAB) del Major IDI, de la Escuela de Ingeniería UC. Otro tanto versa sobre una propuesta realizada a SQM sobre cómo la celulosa de Simbionet podría atraer iones de carga de ciertos metales pesados contenidos en aguas. “Este proyecto está en una fase de experimental, pero el investigador con el que trabajamos nos dice que el tema está bien avanzado.
“Se trata de una fermentación de las bacterias, pero una fermentación controlada. Es una simbiosis que protege toda el área en que se cumplen requisitos mínimos para que el consorcio bacteriano comience a crecer”.
Celulosa bacteriana: menos árboles talados
El otro contacto que inició Simbionet para promover su producto engancha con el propósito principal del proyecto: lograr decir que la celulosa bacteriana es una mejor opción ambiental que la celulosa virgen obtenida de los árboles. En estos momentos Riveros se encuentra en conversaciones con CMPC para levantar un piloto para hacer cartón y papel a partir de la celulosa virgen que ellos extraen, más un porcentaje de la celulosa bacteriana.
“Al final nuestro proyecto es beneficioso porque no necesita cortar ningún árbol. Además, CMPC usa mucha agua en este proceso, ya que tiene que lavar muchas veces la celulosa vegetal y le agregan compuestos químicos como cloro que son vertidos al ambiente. Nosotros solo usamos microorganismos”, ilustra Riveros. La proporción para la celulosa vegetal estimada por el emprendedor es que CMPC obtiene 60 kilos de papel por cada árbol talado; en cambio, en su caso, obtiene un kilo de celulosa por cada 10 kilos de residuos orgánicos.
Dentro de ese cúmulo de conversaciones se encuentra lo reseñado al comienzo con Algarrobo. Dicho trabajo ya se encuentra avanzado en la Municipalidad de Renca, ya que Simbionet (cuyo Instagram está aquí) está privilegiando aquellos municipios que tienen espacio en algún galpón para instalar una planta. “La idea es colocar una planta en el cerro Renca que nos permita procesar biomaterial y generar trabajo para la comunidad”, cierra Roberto Riveros.