La cordillera de la Región Metropolitana se extiende a lo largo de 80 km y siete comunas, desde Chacabuco hasta los cerros de Paine, con varias cumbres de gran altura que superan los cinco mil metros y que llegan incluso a los 6.570 msnm (Tupungato). Además de las montañas, concentra ríos, cascadas, valles, glaciares y termas, que transforman a los Andes Centrales en un gran parque para la aventura y el turismo. Sin embargo, durante décadas este sector -y la ciudad en general- le ha dado la espalda a este recurso gigantesco, ubicado al lado de la capital del país y que es un destino en sí mismo. Eso es lo que busca cambiar el proyecto “Santiago, capital mundial del turismo de montaña”, impulsado por Corfo.
Aunque hoy el turismo de montaña de la Región Metropolitana no aparece en ninguno de los catálogos que promueven a Chile como destino en el exterior, silenciosamente ha empezado a cobrar importancia -principalmente- para los habitantes de la ciudad, de la mano del creciente interés por la naturaleza, el turismo de espacios abiertos y la protección de los ecosistemas.
En 2018, los centros de montaña de Lo Barnechea recibieron casi un millón de visitantes, mientras que el mismo año 547 mil personas visitaron San José de Maipo. En paralelo, las visitas a la red de Parques Cordillera se incrementó desde 86.199 personas en 2011 a 325.930 en 2018. En total, ese año 1.872.930 personas visitaron toda la zona de montaña de Santiago, más de seis veces el número de turistas que llegaron a un destino de montaña mucho más consolidado como Torres del Paine (289.745 turistas en 2018).
Esto muestra que el potencial para el turismo en al cordillera es enorme, y así lo reflejan también las cifras del comercio, que indican que en 2019 el retail outdoor alcanzó ingresos por US$ 215 millones, a lo que se suma el apoyo de numerosas marcas a proyectos ligados a las actividades de montaña y la conservación de estos espacios. Y en un escenario donde la reactivación de un turismo golpeado con fuerza por la pandemia es urgente -con pérdidas que se estiman en US$4.500 millones-, este gigantesco destino natural aparece también como una oportunidad.
“En Chile tenemos un potencial enorme en turismo, y más aún en turismo aventura, por lo que debemos fomentarlo con fuerza. La Región Metropolitana tiene todas las características para transformarse en la capital mundial de turismo de montaña, y esto tendría un impacto positivo en el mundo del emprendimiento y pymes, a nivel social, y en la economía en general”, dice el vicepresidente ejecutivo de Corfo, Pablo Terrazas.
“Es por eso que este programa liderado por Corfo -agrega Terrazas-, y que se hace en colaboración entre el mundo público y privado, es un gran elemento para potenciar una reactivación sostenible. Debemos trabajar unidos para construir una ciudad abierta hacia la montaña y no de espaldas hacia ella, porque son muchos los beneficios que nos puede entregar”.
¿Cuál es ese potencial? Si bien aún no se ha cuantificado a cabalidad, lo que ocurre a nivel mundial es un indicador claro. Los espacios de montaña se han establecido actualmente como el segundo destino turístico más visitado detrás de las zonas costeras y contribuyen con entre un 15% y un 20% del turismo mundial, lo que representa entre 70 y 90 mil millones de dólares por año. Por ejemplo, el turismo en los Alpes en 2002 representó entre el 7% y el 10% de los ingresos turísticos anuales en todo el mundo.
Además, un estudio realizado por Booking en 2016 indica que el 50% de sus clientes considerará un destino debido a prácticas sostenibles, incluyendo el cuidado del medio ambiente, la protección de la biodiversidad, el tratamiento equitativo de los animales y las iniciativas de fortalecimiento a la comunidad local. Y en un escenario en que Chile ha ganado los últimos cinco años el premio al mejor destino de turismo aventura de Sudamérica entregado por los World Travel Awards, trabajar la montaña como un destino de clase mundial aparece como un paso lógico.
Esto tendrá una especial relevancia también en la recuperación del turismo post Covid-19, donde el turismo de espacios abiertos -que implican un menor riesgo de contagio- se transforma en una excelente alternativa para quienes busquen seguridad en sus destinos.