Fredrik Gertten: “La lucha contra el cambio climático es la misma que tenemos ahora por la vivienda, porque son las mismas fuerzas”
El premiado director y activista sueco estuvo recién en Chile para presentar su aclamado documental “Push”, que aborda un fenómeno global: cómo los precios de las viviendas se están disparando en las ciudades del mundo, y los barrios comienzan a desaparecer frente al avance de la especulación imobiliaria, y donde uno de los casos fue filmado en Valparaíso ¿Cómo hacer frente a este fenómeno? La respuesta, dice, es democracia y política. “Nuestra respuesta debe ser más democracia y menos mercado, o por lo menos un mercado con más reglas que protejan a los ciudadanos y la naturaleza. Esto implica que todos tenemos que ser más activos en nuestros barrios, en nuestras ciudades”, afirma.
La semana pasada se estrenó en Santiago el documental “Push”, la nueva entrega del galardonado director y activista sueco Fredrik Gertten que aborda un fenómeno global: cómo los precios de las viviendas se están disparando en las ciudades de todo el mundo. En cambio, los ingresos de sus habitantes, no. En síntesis, por qué ya no podemos permitirnos el lujo de vivir en nuestras propias ciudades pese a tratarse de un derecho fundamental, y una condición indispensable para una vida segura y saludable. ¿Quiénes son los responsables? ¿Cuáles son los factores que hacen del acceso a la vivienda uno de los problemas más acuciantes a escala mundial?
Acompañado de figuras como Leilani Farha, relatora especial en vivienda de la ONU; la alcaldesa de Barcelona Ada Colau; la reputada socióloga Saskia Sassen; el economista Joseph Stiglitz o el periodista italiano y autor de Gomorra Roberto Saviano, Push revisa este fenómeno en ciudades como Nueva York, Toronto, Berlín, Uppsala, Barcelona, Londres y Valparaíso, donde un grupo de vecinos denuncia la destrucción de un jardín comunitario para hacer espacio a un condominio de lujo para personas de otras ciudades.
Su principal foco es la exposición de un entramado mundial de especulación inmobiliaria y urbanística, con ciudades cada vez más inaccesibles para vivir en ellas en un contexto de crisis creciente que nos afecta a todos.
Esta es la historia que persigue Push. Y Fredrik Gertten estuvo en Chile para su estreno y conversar con distintos vecinos sobre un problema que repite sus patrones al rededor de todo el globo. En entrevista con País Circular, el documentalista expresa la necesidad de revisar el modelo económico imperante en los países afectados, que -afirma- ha traído consecuencias a los habitantes más humildes de las ciudades, que han tenido que emprender acciones y demandas colectivas para no ser desplazados de edificios en los cuales han vivido durante generaciones. Su documental fue exhibido el pasado miércoles en un cine local y el fin de semana se mostró al público de forma gratuita en la Villa Frei.
En su documental vemos el caso inmobiliario de Valparaíso, ¿Cuál fue su primera impresión al ver lo que sucedía con los vecinos y las constructoras, y cómo la ciudad se está desarrollando?
En mi documental, cada lugar que uso tiene que reflejar un aspecto global. Filmamos en Valparaíso para tratar un tema global, y en esta ciudad se trata de vecinos que perdieron un parque, que construyeron una torre, un edificio con departamentos de lujo, y eso está pasando en todos lados; esta podría ser la historia de Bangkok o de Kuala Lumpur o Moscú. La misma historia de gente que ha vivido en un barrio desde siempre donde entra una fuerza externa que les cambia la vida. Cuando hice este documental y después lo mostraba en otros lados, mucha gente me decía que eso pasaba también con ellos, y esto es a causa del modelo. Yo filmé también otras cosas aquí, que no entraron en el documental, pero cada lugar debe representar un patrón global, por eso hay historias de otras ciudades que no he filmado, pero que también representan lo que pasa en Chile.
¿Qué historias, por ejemplo?
En California me pasó que una mujer se me acercó luego de ver la película y me dijo que ahora se sentía menos sola, y que ella se sentía culpable por sus problemas, que no era suficientemente fuerte para esta sociedad, que no compró en la hora correcta, y que ahora entendía que lo que le pasaba a su ciudad y su vida es parte del problema económico global. Cuando entiendes lo que te está pasando a ti y a tu ciudad, te das cuenta de que eres parte de un patrón global, de una forma de hacer negocios, que tiene un costo social.
¿Cómo es que este patrón trasciende las fronteras, y afecta por igual a ciudades de distintos continentes?
La historia del capitalismo moderno es de una extrema concentración de riquezas, y casi toda la riqueza está tomada por este mundo financiero, que son quienes también administran nuestros fondos de pensiones. Casi la mitad del dinero de las bolsas del mundo viene de los fondos de pensiones, pero los que manejan estos fondos son la misma gente que maneja el resto de la economía, y ellos siempre buscan hacer crecer este dinero. La inspiración de Chile, la inspiración de los Chicago Boys de Pinochet, era que conectar moral con ganar dinero no era bueno. Era mejor ganar dinero y que la moral venga después, y eso significa que hay una economía sin corazón, que busca crecer sin importarle el cómo. El contenido no importa. Yo tengo ahorros para mi pensión, y no sé realmente dónde está; estoy tratando de no tenerlo en la industria petrolera o armamentística, pero es difícil, porque es un mundo muy secreto, no es abierto.
¿Cómo se muestra eso en el documental?
Por ejemplo Blackstone, la firma multinacional que aparece en mi película, entró al negocio de viviendas hace ocho años y son los dueños de casas más grandes del mundo. No hemos entendido la rapidez del cambio, y por eso ahora en Berlín, Barcelona y otras ciudades es el tema más grande. Yo creo que tampoco los periodistas y los políticos han entendido qué es lo que está pasando. Además, el nombre Blackstone no era tan conocido, yo no lo había escuchado antes. Ellos no operan con una imagen abierta, sus clientes son los inversionistas, no son la gente que vive en sus edificios. En su página web dicen que su modelo de negocio es “Buy. Fix. Sell. (Comprar. Arreglar. Vender)”. Es moverse muy rápido, entran y salen.
¿Ve que se repiten ciertas condiciones con respecto a la ausencia de regulaciones en ciertos países que permiten que este tipo de comportamiento en los mercados se produzcan?
El modelo probado en Chile era “Menos reglas. Más mercado”. Es la canción de Chile. El hit de Chile. Si te encuentras con gente del sector financiero, van a cantar lo mismo. Pero lo que dice el premio Nobel Joseph Stiglitz, en mi documental, es que ahora después de 40 años del experimento chileno es que sabemos que este modelo no ha funcionado, y es obvio que gente en todo el mundo está súper frustrada y no saben la razón de esto, y culpan a los inmigrantes. Las personas frustradas no siempre salen con las buenas soluciones, salen como fascistas, y crean otros problemas, eligen a líderes como Trump o Bolsonaro, es complicado. Por eso también creo que el documental puede ayudar a eso, a entender de mejor manera.
Pero esto se manifiesta en otros países también, ¿se están poniendo regulaciones?
También en mi propio país, con menos reglas abrieron la puerta para un fondo buitre en el mercado de las viviendas de la gente más humilde de Suecia, y ahora ese fondo gana dinero de lo más humildes. Es como un país con mucha protección a la ciudad, y por eso ahora en Dinamarca, Alemania y otros países han decidido por nuevas leyes para parar este capital destructivo, y yo creo que vamos a ver mucho más de eso. Por ejemplo en Nueva Zelanda han prohibido inversiones extranjeras en viviendas, hay un montón de gobiernos que se mueven, y no son de ultraizquierda, son países muy moderados, porque se nota que este capital trae consecuencias. En muchos países existe un pacto social entre las fuerzas de negocio, de industria, de sindicatos y del pueblo, y este pacto social está roto, porque a ellos no les importa lo que pasa en las ciudades, porque no saben dónde están, compran y venden solamente. Es un monstruo sin cabeza, porque los que están trabajando en un fondo de pensiones están siguiendo movimientos del mercado como un juego, y lo que salió con Friedman y Pinochet, esa desconexión de negocios con moral viene con un precio muy alto, dice Stiglitz. Es muy raro que necesitemos un premio Nobel para decir que puedes ganar mucho dinero destruyendo el planeta, pero es algo malo.
Cada niño en cada escuela sabe que es malo destruir el planeta, y que es muy malo hacer dinero destruyendo el planeta, y también es muy malo hacer dinero echando a la gente de sus casas.
¿Ve que el tema de su película englobe un síntoma de un problema más grande y que se ha extendido también al medio ambiente y otras esferas?
Yo creo que la lucha contra el cambio climático para salvar el planeta es la misma que estamos haciendo ahora por la vivienda, porque son las mismas fuerzas. Blackstone, por ejemplo, es dueña de una empresa en Brasil que está construyendo una autopista en el Amazonas, donde se han producido los incendios. Ese tipo de capitalismo está reflejado en la privatización del agua en Chile. En los libros de economía hay un tipo de modelo de capitalismo que finalmente nos muestra que los más grandes se comen a los más chicos, significa que quien tiene un restaurant o una tienda, gente que ha trabajado muy duro toda su vida construyendo un negocio, también pierde. También son comidos. Por eso aquí en Santiago la cara de la ciudad está cambiando, hay más cadenas y menos negocios privado, y las cadenas son la misma cosa. Hace unos años hice un documental que se llama “Bikes vs.Cars”, y trata también de cómo una planificación de ciudades emerge del lobby del petróleo y los automóviles, con el mismo efecto: destruir una ciudad. En los últimos 70 años el auto ha cambiado mucho a la ciudad, y es la misma historia de un sistema que se ha vuelto loco, porque es obvio que la ciudad con más autos es menos feliz que antes, porque la gente que está en sus autos no se mueven y se frustran, y cuando se mueven lo hacen muy rápido y podría matar a alguien o chocar ellos mismos. Las ciudades que fueron fundadas antes por los españoles y otros países colonizadores eran ciudades donde podíamos vivir todos juntos, pero ahora el auto ha cambiado todo esto.
“Cualquier ‘ghetto’ es muy duro para la gente que vive ahí. Yo estuve en Santiago hace cuatro años y hablé con el arquitecto Alejandro Aravena, y dice que una familia necesita 80 metros cuadrados para funcionar; si tu familia tiene 40, tienes un problema. Hay un estrés que surge de este hacinamiento, y si queremos una sociedad donde todos funcionemos, necesitamos una buena vivienda para cada familia”
¿Cuál es la solución para limitar estos comportamientos del mercado?
La respuesta es democracia y política. Ellos dicen menos política y más mercado, por lo que nuestra respuesta debe ser más democracia y menos mercado, o por lo menos un mercado con más reglas. Reglas que protejan a los ciudadanos y la naturaleza. Esto implica que todos tenemos que ser más activos en nuestros barrios, en nuestras ciudades y nuestro país.
¿Qué fallas ve en la democracia actual?
La democracia amerita ir a las urnas cada cuatro o cinco años, trata de ciudadanos que protegen a través de la participación, y tenemos que participar más. Es muy difícil ahora, en los tiempos del fake news y todo eso, porque esa técnica mueve el foco hacia la migración u otros temas; por ejemplo Trump y su técnica de hacer tweets tontos es un método que funciona, y así todo el mundo está hablando de él. Si queremos proteger nuestra democracia es importante mantener el foco, es como andar en bicicleta, para no caer debes seguir pedaleando.
Otro tema que se comentó luego de la función realizada este jueves, fue el de Recoleta con su inmobiliaria popular, donde finalmente la responsabilidad está siendo entregada a una entidad sin fines de lucro como lo es un municipio, ¿Ve que la solución vaya por ese lado?
Es muy interesante, porque me parece a una política que adaptamos en Suecia en los 70’s, es un proyecto de corte muy social demócrata. No es súper radical, pero significa que sí hay una comuna que quiere hacer algo para su gente. También esto es trasladar la respuesta respecto a no dejar al mercado resolver todo, si la vivienda es un derecho humano, algo que han firmado muchos países, como Chile, entonces cada gobierno debería ser responsable por este derecho humano, y lo que está haciendo Recoleta es eso: afirma que son responsables por un derecho humano y que la gente tenga una vivienda digna, y eso es lo que hacen. Están tratando de cumplir una ley internacional y es fantástico, y con esos ejemplos se pueden cambiar cosas. Y por otro lado, necesitamos cerrar la puerta de los fondos buitres, porque es difícil hacerlo para una comuna sin una ley de alcance nacional. Cuando he viajado mostrando este documental me he encontrado con alcaldes de muchas ciudades y me dicen que necesitan protección a través de legislaciones y cerrar la puerta a otro tipo de capital.
En Chile también se ha producido el fenómeno urbano de los “ghettos verticales”, que finalmente responden a la ola migratoria que ha ocurrido en Chile durante los últimos años y terminan ofertando departamentos de escasos metros cuadrados en edificios de mucha altura, ¿Cómo ve este fenómeno?
Cualquier “ghetto” es muy duro para la gente que vive ahí. Yo estuve en Santiago hace cuatro años y hablé con el arquitecto Alejandro Aravena, y dice que una familia necesita 80 metros cuadrados para funcionar; si tu familia tiene 40, tienes un problema. Hay un estrés que surge de este hacinamiento, y si queremos una sociedad donde todos funcionemos, necesitamos una buena vivienda para cada familia.
En su documental se comenta que el sistema capitalista colapsará únicamente cuando toque fondo, un ejemplo similar que también es comparable con lo que estamos viviendo actualmente en la crisis climática. ¿Cuánta esperanza tiene en la humanidad, en la forma en que enfrenta los problemas globales que nosotros mismos hemos creado?
Yo prefiero ser optimista, porque los pesimistas tienen muy malas fiestas. A veces cuando miramos el mundo con Trump y Bolsonaro, y todas esas malas fuerzas en el poder, es fácil ser pesimista, pero al mismo tiempo hay cada vez más gente que sabe que necesitamos hacer algo. Por ejemplo hay un movimiento feminista muy fuerte en todo el mundo, también en Chile. Esos movimientos están cambiando mentes y están hablando de estructuras. Hay también un movimiento medioambiental con lo que ha hecho Greta en Suecia, muy inspirador, con niños que ahora discuten y dicen que necesitamos hacer algo.
Lo que está pasando en Chile, se puede ver a mucha gente cuestionándose sobre qué es lo que van a hacer para poder mejorar esta situación. Chile ahora está en un momento importante, que también se está dando en otros países, y yo creo que va a salir algo bueno de esto. No creo que salga todo fantástico en un año o dos años, es un proceso que va paso a paso, pero creo que en ese sentido soy optimista.
¿Cuál es su visión de cómo han evolucionado las manifestaciones en Chile?
No sé cómo irá a salir todo esto, pero lo que veo es que hay mucha gente que entiende que los cambios son necesarios, que este modelo económico no es bueno para todos.
Yo he estado aquí muchas veces, y siempre se ha hablado de una nueva Constitución, y ahora están en proceso para redactar una nueva; no sé si saldrá todo perfecto, pero irá a salir algo. Cuando estuve aquí en los 80s, el cambio se veía a través de protestas en la calle, presión internacional, y también el negocio entendió que necesitaban democracia. Fue casi como hubo un pacto social entre muchas fuerzas de la sociedad, que significó que Chile podía salir de la dictadura. Ahora, el modelo quedó y este ha provocado la crisis, y yo creo que para cambiar algo es necesario otro pacto social, unir fuerzas. El miércoles hubo un asistente a la función que trabajaba en el mundo financiero y creo que él también debe ser parte de ese nuevo Chile, y es complicado que ahora con tanto dolor y toda esta violencia por parte de la policía, es muy duro, entiendo que eso amarga mucho, y una lucha amarga también es peligrosa, porque también está la responsabilidad de construir algo nuevo, y eso tienen que hacer los chilenos. Es muy fuerte lo que pasa, y creo que todo el mundo está mirando a Chile ahora. Todos esperan que salgan respuestas o experiencias que se puedan usar en otros países.