Presentan libro fotográfico que retrata el brutal contraste en la cordillera de Nahuelbuta
El fotógrafo y periodista Alejandro Zoñez acaba de lanzar el libro “Secretos de Montaña: postales de transformación y reflejos de vida en la cordillera del Biobío”, en el que exhibe el impacto de la industria forestal y los remanentes de bosque nativo, sobre todo en los sectores más altos. “Hay zonas de kilómetros ininterrumpidos de plantaciones forestales que han degradado el paisaje de la cordillera. A eso lo le llamo ‘la herida abierta de Nahuelbuta”, dice el autor de este “ensayo fotográfico”, según sus palabras, por plasmar en su trabajo una mirada subjetiva.
En 2016, el fotógrafo y periodista Alejandro Zoñez Venegas trabajaba para varias agencias de noticias cuando le tocó reportear un hecho que causó conmoción en aquel entonces: una empresa forestal le había quitado un terreno, por vía judicial, a un pequeño propietario ubicado en la zona de Curanilahue. “La forestal ingresó al sitio a cosechar los pinos y eucaliptus, arrasando con el bosque nativo que quedaba en las quebradas”, recuerda Zoñez.
De esa época son las primeras fotos presentes en el libro Secretos de montaña: postales de transformación y reflejos de vida en la cordillera del Biobío, que Zoñez acaba de presentar el 14 de septiembre pasado en la Biblioteca Municipal de Concepción. El libro, dividido en cuatro secciones, muestra el contraste que existe en la cordillera de Nahuelbuta, sobre todo la que pertenece a la Región del Bío Bío, por la intervención de las forestales en un paisaje degradado en que subsisten unas pocas poblaciones de bosque nativo, principalmente en las altas cumbres de esa zona geográfica.
Financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, Convocatoria 2021, del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio, Secretos de montaña: postales de transformación y reflejos de vida en la cordillera del Biobío tiene 124 páginas y es definido por su autor como un “ensayo fotográfico” ya que “es una entrega de carácter subjetivo, no es un reportaje ni algo periodístico, a pesar de que tiene esa raigambre. Entrega un relato de la cordillera de Nahuelbuta con sus eventos característicos, pero no se rige por una pauta tan estructurada ni periodística. Es mi mirada”, especifica Zoñez.
La elaboración del libro le insumió siete años de trabajo, en el que pudo recorrer casi toda la cordillera de Nahuelbuta, desde la zona sur de la comuna de San Pedro de la Paz, en la Región del Biobío, hasta el sector donde se emplaza el Parque Nacional Nahuelbuta, en la Región de la Araucanía. Sin embargo, el foco estuvo centrado en el Biobío, ya que no tiene la promoción turística que sí tiene el Parque Nacional en la región vecina, con la presencia dominante de la Piedra del Águila como gran atractivo.
“La Piedra del Águila se toma en cuenta porque es un mirador, pero hay otras comunas donde está la cordillera de Nahuelbuta que no son muy consideradas: en Curanilahue, en Santa Juana, en San Pedro de la Paz, en Nacimiento. Ahí hay zonas muy dañadas y degradadas que era necesario explorar”, agrega Alejandro Zoñez.
“Hay testimonios de gente de más edad, cuyos relatos se refieren así a la cordillera de Nahuelbuta. Le llamaban así: monte chileno, en términos coloquiales. Se referían a la cordillera de la Costa donde abundaba el bosque nativo, y había pequeños sistemas productivos”.
Las cuatro secciones del libro
El libro del periodista está dividido en las secciones El Despoblado, Zona de Sacrificio, Monte Chileno y Cumbres, los cuales fungen como conceptos que enmarcan elementos en común presentes en la mayoría de los territorios de Nahuelbuta. Dice Zoñez que una parte considerable del paisaje sufre daño, intervención y degradación por la actividad humana.
“Es una realidad que está soterrada, que es subyacente, que está enterrada debajo de las grandes extensiones de monocultivos. En la parte de El Despoblado, por ejemplo, descubrí que hay zonas de kilómetros ininterrumpidos de plantaciones forestales. Es terrible saber que las grandes empresas forestales tienen como un arsenal legal a disposición de ellos para ocupar cualquier subterfugio con tal de quitar terrenos a pequeños y medianos propietarios. Es lo que yo llamo ‘la herida abierta de Nahuelbuta”, se explaya el autor del libro.
En tanto, el capítulo Zona de Sacrificio se sitúa precisamente al interior de Curanilahue y narra a través de las imágenes capturadas por Zoñez el despojo que sufrieron esas comunidades, y con ello, la destrucción del bosque nativo y de un modo de vida en conexión con la naturaleza.
Sobre la sección Monte Chileno, Zoñez describe precisamente como era llamada esa zona de la cordillera de Nahuelbuta cuando era preponderante el bosque nativo, y solo existían unos pocos reductos para agricultura y ganadería, sin la explotación masiva que ocurre desde la dictadura en adelante.
“Es terrible saber que las grandes empresas forestales tienen como un arsenal legal a disposición de ellos para ocupar cualquier subterfugio con tal de quitar terrenos a pequeños y medianos propietarios”.
“Hay testimonios de gente de más edad, cuyos relatos se refieren así a la cordillera de Nahuelbuta. Le llamaban así: monte chileno, en términos coloquiales. Se referían a la cordillera de la Costa donde abundaba el bosque nativo, y había pequeños sistemas productivos. Eso prácticamente se acabó: quedan algunos rastros en las zonas altas de Nacimiento, Cañete y Curanilahue”, comenta Alejandro Zoñez.
Finalmente, el concepto Cumbres retrata justamente las zonas más altas dentro de Nahuelbuta donde sobreviven las porciones de bosque nativo más profusas, incluidas las poblaciones de araucarias, coigües y otras especies autóctonas. Una de las zonas que más remarca el libro es la Quebrada de Caramávida, también conocida como Trongol Alto, al interior de Curanilahue y cuya altura llega a los 1.380 metros. Este es reconocido por la comunidad científica como un hotspot de biodiversidad. En ese sector, Zoñez tuvo que transitar, paradojalmente, por caminos construidos por las forestales sobre antiguas huellas de los pueblos ancestrales.
“Es un contrasentido, pero yo pude llegar ahí gracias a los caminos forestales. Los mantienen vigilados por la presencia de camiones. Había nieve y barro. Tuve que esperar varios días en algunas ocasiones para sacar una sola foto con los colores característicos de los bosques nativos. El contraste se nota: el verde de las plantaciones forestales denota destrucción. Ahí en las plantaciones hay un silencio sepulcral, no crece nada más, hay poca vida. La idea de mostrar las altas cumbres de Nahuelbuta es para mostrarle al lector que antes siempre fue así; que había intervención, pero no a la escala de la explotación forestal”, especifica el periodista y fotógrafo.
En virtud de ello, y con lo que pudo atestiguar el fino ojo de su cámara, Zoñez asume que la declaratoria de Parque Nacional debiese abarcar toda la cordillera de Nahuelbuta, y no solo una parte, como ocurre actualmente con una porción cerca de Angol, donde se ubica precisamente la famosa Piedra del Águila, desde la cual, en días despejados, se puede disfrutar de una panorámica desde los volcanes de los Andes hasta el océano Pacífico.
“Es un contrasentido, pero yo pude llegar ahí gracias a los caminos forestales. Los mantienen vigilados por la presencia de camiones. Había nieve y barro. Tuve que esperar varios días en algunas ocasiones para sacar una sola foto con los colores característicos de los bosques nativos. El contraste se nota: el verde de las plantaciones forestales denota destrucción”.
“El Parque Nacional debería englobar la zona de Caramávida, que hoy está en manos de una empresa forestal. El Parque es una parte nomás y, de hecho, la administración está en la Región de la Araucanía, cuando igual hay una pequeña parte que pertenece a la Región del Biobío”, añade el profesional.
En esta travesía, Zoñez tuvo que soportar las inclemencias del frío en el sector y la crudeza del invierno. “Tenía que quedarme en el vehículo muy arropado, con tres sacos de dormir, porque había que aprovechar las primeras horas del día para tener las condiciones precisas de colores para fotografíar. Yo estaba en pie desde las 5 o 6 de la mañana. Uno piensa ahí que está solo, pero me topé con huellas de puma que hacían pensar que éste había pasado por ahí hacía un minuto. En la noche escuchaba ruidos de animales, que podían ser pumas o pudúes”, recuerda el fotógrafo y autor del libro. Tampoco había posibilidades de acampar, por el riesgo que supone aplastar las semillas de especies nativas.
Pero, agrega Zoñez, era muy interesante explorar los caminos por las mismas huellas antiguas que se lograban percibir. “Eran de comunidades indígenas que iban a recolectar piñones y frutos del bosque. Todo lo que pasa ahí te llama a la memoria, aún uno puede imaginar todo eso”, finaliza el periodista.
El libro se puede solicitar al mail alejandrozonez@gmail.com (con “n” no con “ñ”) o preguntar por interno en su cuenta de Instagram. Existe una versión digital en el siguiente link. Hay programados otros lanzamientos en el sur de Chile, cuyas fechas serán confirmadas en los próximos días.