Proyecto de biotecnología busca recuperar suelos degradados por incendio en el Jardín Botánico de Viña
La iniciativa, dirigida por Jairo Valencia, profesor adjunto de la Escuela de Ingeniería en Medio Ambiente de la Universidad de Valparaíso, propone desarrollar una planta piloto para la producción de bioinsumos en base a microorganismos benéficos que restauren suelos incendiados del malogrado Jardín. Es la continuidad de un proyecto realizado junto a Conaf en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, pero el proceso de monitoreo de los avances quedó a medio camino ya que el fuego de la megatragedia alcanzó las semillas, plantas y plantines donde se hacían las pruebas.
A más de tres meses del megaincendio que azotó a la Región de Valparaíso, el fuego que consumió el 90 por ciento del Jardín Botánico de Viña del Mar sigue en la memoria colectiva como una de las imágenes más luctuosas, tanto por la trágica muerte de la horticultora Patricia Araya y su familia como por la invaluable pérdida de la biodiversidad. Si bien el Jardín reabrió sus puertas al público, aún queda mucha tarea por hacer en lo que refiere, por ejemplo, a restaurar los suelos degradados por el siniestro. Esto es clave para iniciar los procesos de reforestación.
Financiado por el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC), del Gobierno Regional de Valparaíso, un proyecto de biotecnología propone abordar el problema de los suelos degradados. Dirigida por Jairo Valencia, profesor adjunto de la Escuela de Ingeniería en Medioambiente de la Universidad de Valparaíso, la iniciativa busca desarrollar una planta piloto para la producción de bioinsumos en base a colonias de microorganismos benéficos para restauración de suelos. El proyecto, sin embargo, no surgió a raíz de la coyuntura del megaincendio de febrero, sino que ya había un acuerdo previo con el Jardín Botánico para trabajar en esos terrenos, ya dañados por siniestros anteriores.
“Teníamos conversaciones previas desde antes del incendio con el Jardín Botánico de Viña. Habíamos postulado teniendo como foco trabajar en el Jardín, ya que es un spot importantísimo, un pulmón verde muy relevante en la Región de Valparaíso que ha sufrido una gran cantidad de incendio. Ya teníamos localizado un territorio donde íbamos a desarrollar nuestra experiencia en terreno y, claro, el incendio a principios de año hizo que este proyecto alcanzara mayores ribetes”, aclara Jairo Valencia, director del proyecto.
Hay un antecedente directo de esta iniciativa. Entre los años 2022 y 2023, Valencia participó como investigador de la referida Escuela en la implementación de un proyecto similar, junto a CONAF, en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, en la Región de Valparaíso. Financiado mayoritariamente por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), el proyecto consistió en la construcción de una planta piloto para la producción de cianobacterias que hicieran restauración de suelos degradados de esa Reserva, usualmente afectada por incendios.
Sin embargo, el proceso de monitoreo quedó a medio camino, ya que el fuego del megaincendio de febrero -uno de cuyos focos fue provocado en la zona de esa Reserva Nacional- alcanzó las semillas, plantas y plantines donde habían sido aplicadas las cianobacterias.
“Los incendios son uno de los grandes problemas que debemos enfrentar los investigadores, porque estos fenómenos se van a volver a desarrollar. Nuevamente nuestro trabajo podría volver a fojas cero; por lo mismo, lo hacemos en condiciones controladas. Para que un bosque esclerófilo llegue a una condición clímax, como los árboles en La Campana, tienen que pasar cerca de 80 años”.
Según recuerda Valencia, “trabajamos inicialmente en Lago Peñuelas en una condición de vivero, aplicando los bioinsumos en semillas y plantines de menos de tres meses y más de tres meses. Luego, parte de esas plantas ya crecidas, y que estaban en una condición fitosanitaria adecuadas, las trasplantamos a un territorio dentro de la Reserva. Pero el gran incendio de febrero nos quemó todos los avances. Se supone que el compromiso con CONAF era seguir monitoreando, a pesar de que el proyecto ya había tenido su hito de cierre”. En ese proyecto se trabajó con la reforestación de dos especies nativas del bosque esclerófilo de la zona central de Chile: maitén y molle.
En resumidas cuentas, los incendios provocan la pérdida de la cobertura orgánica y la microbiota de los suelos, de manera que, para levantar procesos de reforestación con especies nativas, es perentorio contar con microorganismos que cumplan dos funciones: retener nitrógeno y solubilizar el fósforo en el suelo.
“Solubilizar el fósforo en el suelo significa biodisponibilizarlo para que las plantas lo puedan tomar. Los fertilizantes que se usan en jardinería cuentan con nitrógeno y fósforo de manera variable, ya que las plantas lo necesitan. Alguien podría preguntar por qué hacer este proyecto si comercialmente se ofrecen estos productos. Pero si nosotros queremos reforestar una gran cantidad de especies, requerimos una gran cantidad de kilos de bioinsumos para disponibilizarlos”, explica Jairo Valencia, para quien “buscamos una solución biotecnológica de bajo costo, utilizando elementos de la naturaleza. Los microorganismos nos van a permitir tener este material de bioinsumos para depositarlos en los suelos y luego empezar con los procesos de sucesión ecológica, de manera que el suelo se recupere y la vegetación vuelva a colonizar esos espacios”.
Para Valencia, idealmente se busca trabajar con otros microorganismos, más allá de las cianobacterias con las que se implementó el proyecto en Lago Peñuelas, en función de “homologar lo que ocurre de manera natural. Si bien en principio trabajamos con cianobacterias, la naturaleza es mucho más diversa, ocurren más sinergias. Puede ser que aparezcan dos especies de microorganismos, luego dos más, y así reconocer los consorcios microbianos que habitan la Región de Valparaíso”.
“Buscamos una solución biotecnológica de bajo costo, utilizando elementos de la naturaleza. Los microorganismos nos van a permitir tener este material de bioinsumos para depositarlos en los suelos y luego empezar con los procesos de sucesión ecológica, de manera que el suelo se recupere y la vegetación vuelva a colonizar esos espacios”.
En una hectárea del Jardín Botánico
Según explica el profesor adjunto de la Escuela de Ingeniería en Medioambiente de la UV, el proyecto se aplicará en una hectárea del Jardín Botánico de Viña del Mar. Es una superficie que ya estaba previamente acordada con la dirección del Jardín desde antes de la catástrofe de febrero. “Parece poco una hectárea, pero en realidad nosotros necesitamos trabajar en un ambiente controlado, que pueda ser monitoreado por profesionales (agrónomos, ingenieros forestales). Así se puede hacer un seguimiento más exhaustivo para las plantas, si les salen nuevas hojas; también para hacer análisis estadísticos. Hay que comparar las respuestas de las plantas: en unas se usarán estos bioinsumos y otras se van a regar sólo con agua”, agrega Valencia.
De manera análoga al proyecto en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, Valencia trabajará en el Jardín Botánico en la reforestación con especies como el maitén y el molle, pero también escuchará las sugerencias de la dirección del Jardín para ver qué otras especies podrían correr la misma suerte. “Queremos hacer la prueba con otros ejemplares del bosque esclerófilo como los árboles de quillay que son de rápido crecimiento y cuyas flores son visitadas por las abejas. Esto tiene el potencial de generar actividades económicas”, comenta el académico, para quien “el objetivo siempre será recuperar el bosque nativo: no vamos a plantar especies exóticas”.
No obstante el foco está puesto en restaurar los suelos degradados por los incendios, Valencia señala que la aspiración es que esta biotecnología sea una solución con múltiples aplicaciones. “La idea es ofrecer un display completo de todos los microorganismos benéficos que operan de manera natural en los ecosistemas y promover este paquete tecnológico para ser utilizados en suelos degradados no solo por incendios, sino por los monocultivos y por la minería. Hoy el pulso ciudadano está en los incendios, pero esperamos seguir desarrollando investigación que apoye a los microagricultores y, en general, a cualquier persona que tenga un terreno, que quiera recuperarlo y no disponga de grandes recursos”.
En esta ocasión, Valencia espera concluir el proceso completo de monitoreo, en contraste con lo ocurrido en Lago Peñuelas. Sin embargo, el académico de la UV teme que los incendios forestales vuelvan a suspender los avances de su proyecto, por lo que llama a todos los actores involucrados a ser prudentes y preventivos.
“Ese es uno de los grandes problemas que debemos enfrentar los investigadores, porque estos fenómenos se van a volver a desarrollar. Nuevamente nuestro trabajo podría volver a fojas cero; por lo mismo, lo hacemos en condiciones controladas. Para que un bosque esclerófilo llegue a una condición clímax, como los árboles en La Campana, tienen que pasar cerca de 80 años. Todos los proyectos de restauración afrontan esta dificultad: podemos avanzar cinco a 10 años, pero vuelve el fuego y todo puede volver al principio de un santiamén”, advierte el investigador.
Por esta razón, Valencia invita a la comunidad completa a ser responsables con el manejo del fuego para no poner en riesgo no solo las vidas humanas ni los paisajes, sino el trabajo de las y los investigadores que invierten tiempo y energía en la restauración ecológica. “La responsabilidad es de la comunidad en conjunto, porque las pérdidas son materiales, humanas y ecosistémicas. Es fundamental que la comunidad que tenga vocación y sensibilidad por estos temas sea un actor relevante en el tema del fuego, haciendo denuncias, tomando el sartén por el mango”, finaliza el profesor Valencia.