Bárbara Saavedra, sobre incendio en Timaukel: “Falta conocimiento para saber cómo restaurar turberas amenazadas por el fuego”
La directora de WCS Chile analiza el impacto ambiental provocado por el incendio en Tierra del Fuego que suma más de mil hectáreas afectadas entre bosque nativo y turberas, y que solo se ha logrado contener parcialmente. La representante de la ong que administra el Parque Karukinka -cercano al lugar de la tragedia ambiental- aún no sabe qué proceso se llevará a cabo para restaurar las turberas, toda vez que el único mecanismo de restauración que se conoce en Chile es para aquellas turberas que sufren drenaje fruto de la extracción indiscriminada que ocurre, por ejemplo, en Chiloé.


A dos semanas del inicio del gran incendio en la comuna de Timaukel, al sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego, las llamas aún no han logrado ser apagadas, pese al esfuerzo descomunal desplegado por parte de la CONAF, brigadistas, bomberos y personal de los municipios. Sin embargo, el escenario es un poco más auspicioso porque las intensas lluvias que cayeron el fin de semana en la zona ayudaron a contener el avance del fuego que ya dejó 1.350 hectáreas afectadas.
En el último reporte de CONAF, conocido durante la tarde de ayer, su director regional Mauricio Véjar subrayó que el incendio se encuentra “contenido parcialmente” y que fue testigo de una “muy baja actividad” de las llamas. Sin perjuicio de ello, hoy se esperan vientos por sobre los 90 kilómetros por hora, lo que será una especie de prueba para evitar rebrotes.
El fuego afectó a las cercanías del Parque Karukinka, un sector administrado por la ong WCS Chile que tiene una superficie de 300.000 hectáreas, equivalente a 100 veces el tamaño de la comuna de Santiago. De ellas, entre 100.000 y 130.000 hectáreas corresponde a bosque nativo prístino, no intervenido, y unas 80 mil corresponden a turberas. Por fortuna, el fuego no ha alcanzado el parque.
De lo poco que se sabe, porque la zona es muy accidentada y de una extraordinaria dificultad de acceso, es que el fuego ya llegó a la superficie de las turberas; pero aún no se sabe si penetró al subsuelo y eso reviste peligro, asegura Bárbara Saavedra, doctora en Ecología y Biología Evolutiva y directora de WCS Chile, en esta entrevista con País Circular, en la que analiza el impacto ambiental del siniestro, las posibilidades de restauración y la casi nula respuesta del sistema preventivo para estar a la altura de un hecho infausto como éste.
-Puesto que aún el incendio no logra ser controlado, ¿se puede hacer algún balance de la pérdida ecológica que esto representa?
-No se puede tener ningún balance aún, porque no se puede acceder al área. El incendio está totalmente activo; no podemos hacer algún análisis hasta que esté extinguido. Esto va a tardar semanas y esperemos que no se propague. Lo que sí se puede hacer es poner en valor lo que estamos hablando: en Chile no hay mucho concepto sobre un bosque nativo, porque las políticas de los últimos 50 años han fomentado el reemplazo del bosque nativo. Hay que entender que todo el bosque que existe en Tierra del Fuego es nativo primario; no es un bosque explotado de manera sistemática como otros bosques. Estos bosques están mayoritariamente en el Parque Karukinka, que es hoy la zona del incendio. Esto afectó una fracción de una empresa forestal (Russfin) que vienen explotando el bosque nativo hace mucho tiempo, y dejan trozos de árboles botados. Todo ese material combustible favoreció que ese foco se propagara. Sin embargo, los caminos forestales que esta empresa ha construido ha ayudado la labor de los brigadistas, pero dentro del parque no existen caminos. Si el fuego llega a tocar el bosque primario del parque, se va a dificultar más el combate.
-¿Qué tipo de biodiversidad es la que se está quemando?
-Un ejemplo: Ushuaia, una gran ciudad ubicada en la parte argentina de Tierra del Fuego, no tiene los bosques que tiene la parte chilena de la isla. Allá están totalmente explotados, fragmentados, no son los mismos. Acá, en cambio, es un mosaico entre grandes masas de bosques y turberas. Entonces cuando se quema el bosque, también arrasa con las turberas, no es que solo se quemen los árboles. Pudo haber sido a propósito o no, pero fue de origen humano. Acá no existen los incendios naturales como en California.

“Se necesita tener de manera preventiva gente y equipamiento en los territorios. Hubo que traer refuerzos de brigadistas y aviones desde la zona central de Chile. El futuro tiene que venir con planes de prevención en que se doten a los territorios de capacidades humanas y técnicas”.
-¿Qué lecciones se pueden sacar después de esta nueva tragedia? ¿Considera que hubo una respuesta tardía de las autoridades o revela también la poca preparación para afrontar este tipo de calamidades en un territorio tan apartado?
-No, yo creo que la respuesta de las autoridades regionales fue muy rápida, pero el sistema no está conectado con lo que ocurre en los territorios. Las maquinarias para combatir el fuego no estaban en la isla: se tuvieron que traer de Punta Arenas. El primer helicóptero llegó desde Torres del Paine, que está 700 kilómetros al norte. Se necesita tener de manera preventiva gente y equipamiento en los territorios. Hubo que traer refuerzos de brigadistas y aviones desde la zona central de Chile. El futuro tiene que venir con planes de prevención en que se doten a los territorios de capacidades humanas y técnicas. Tierra del Fuego es una región vasta, la ciudad más cercana es Porvenir, que está a 400 kilómetros del lugar del incendio. La isla no está conectada por una carretera de alta velocidad de 120 kilómetros. El sistema tiene que considerar las particularidades de cada territorio.
-¿Y piensa que esa respuesta podría venir a través de la aprobación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP)?
-Son cosas diferentes, pero están conectadas. El SBAP hay que aprobarlo. Una de las peticiones que hemos hecho es que en este territorio no hay gente. La comuna de Timaukel tiene dos veces el tamaño de la Región Metropolitana, pero viven 400 personas. Desde el punto de vista del valor de los lugares se tiende a pensar que es menos valioso porque no tiene gente, pero cuenta con un valor natural incalculable. Necesitamos tener un servicio que levante la voz por la naturaleza y la biodiversidad. Pero, al mismo tiempo, necesitamos un servicio que esté dedicado al combate del fuego, y que pueda hacerse cargo de esta amenaza que será cada vez más frecuente producto del cambio climático.
-¿Diría que esas medidas están de algún modo incorporadas en el proyecto de ley que crea el SBAP?
-Es importante entender que el SBAP se hace cargo de la transformación, de reconocer que los ecosistemas son integrados y que las amenazas ocurren en sistemas conectados. El SBAP obliga a la articulación interministerial y entre agentes. Ya no funcionan estos sistemas de prevención y cuidado haciendo las cosas por separado. Ese tiempo ya pasó, es del siglo XIX. El SBAP tiene base ecológica. Los bosques que se queman los compartimos con Argentina en Tierra del Fuego. Por lo tanto, es importante activar relaciones binacionales para movilizar gente y manejar el tema logístico en el futuro. Obviamente que un incendio se tiene que abordar con lo que está más cerca, y lo que está más cerca de Tierra del Fuego no es Punta Arenas, sino Ushuaia y Río Grande, en Argentina. Hay que elevar el nivel de cooperación, subir a otra escala.
-La quiero llevar a las turberas que ya han sido alcanzadas por el fuego. ¿Cuánto es lo que pierde el país con respecto a la lucha contra el cambio climático?
-No tenemos los datos exactos. No sabemos cómo están en el subsuelo; sí sabemos que se han quemado en superficie producto de la sequía. Toda la napa freática de las turberas está muy baja. La vegetación superficial y la estructura que integra a la turba ha quedado expuesta al aire y eso se está quemando. Está la amenaza de que se queme el subsuelo y eso sí que sería grave. Pero no tenemos certeza aún, porque las turberas están entremedio de los bosques. Vamos a hacer esas estimaciones cuando acabe todo. Pero te aseguro que serán miles de toneladas de carbono las que se liberaron a la atmósfera y que contribuyen a la huella ambiental de Chile. Son bosques muy antiguos, de crecimiento muy lento. En Karukinka los árboles tienen en torno a los 300 años; se demoran entre 80 y 100 años en ser adultos. Todo lo que se quema es, finalmente, carbono que se libera al aire y que había sido acumulado en la biomasa de las turberas. No es que se queme cualquier bosque.

“La restauración de esos bosques es algo más complejo que solamente tener árboles semilleros. ¿Por qué? Porque el suelo de Tierra del Fuego es muy delgado y pobre en nutrientes, ya que su mayor factor de erosión es el viento. Cuando botas la cubierta vegetal producto del corte de árboles, en poco tiempo pierdes el suelo”.
-¿Y qué sabemos acerca de los sistemas de restauración de turberas cuando éstas han sido quemadas?
-En general están instalando restaurar las turberas en los países del hemisferio norte, pero la degradación de esas turberas no ha venido por incendios, sino por drenajes. El mecanismo para restaurarlas es cerrar esos drenajes y rehumedecer la turbera. Cuando sufren incendios, los mecanismos de restauración son otros; hay turberas que se han incendiado por décadas en Siberia, en la Amazonia, pero yo no conozco ejemplos de restauración específica por incendios.
-O sea, lo que quiere decir es que el tipo de restauración de turberas que conocemos en Chile es el de aquellas que son extraídas indiscriminadamente, por ejemplo, en la isla de Chiloé.
-Exactamente. De ese tipo de restauración hablamos. Falta conocimiento para saber cómo restaurar turberas que sufren la amenaza específica del fuego.
-Y ahora con respecto a la restauración del bosque nativo perdido, el lunes el director regional de CONAF señalaba que había árboles semilleros que podrían permitir una regeneración natural. ¿Es tan optimista el panorama? ¿Han conversado con CONAF o con algunos ministerios para saber en qué términos sería la restauración?
-Tuvimos una conversación con el Ministerio del Medio Ambiente y otras organizaciones para levantar un programa de restauración en esa zona, y ahí necesitamos toda la ayuda. Hemos hablado con CONAF, pero en este momento estamos todos abocados a apagar el incendio y luego pensar en cómo regenerar. Igual, te diría que la restauración de esos bosques es algo más complejo que solamente tener árboles semilleros. ¿Por qué? Porque el suelo de Tierra del Fuego es muy delgado y pobre en nutrientes, ya que su mayor factor de erosión es el viento. Cuando botas la cubierta vegetal producto del corte de árboles, en poco tiempo pierdes el suelo. Entonces, a pesar de tener árboles semilleros, eso no permite la regeneración. Eso lo hemos visto. Bajo ciertas condiciones, sí se produce, pero hay vastas extensiones en que no. Entonces hay que identificar cuáles son esas zonas y hacer otro tipo de restauración, para lo cual hay que levantar conocimiento y práctica.
-No obstante usted misma ha dicho que hay aún mucho desconocimiento sobre las turberas, ¿qué sabemos de ellas y por qué son tan importantes?
-Chile tiene muchas turberas, desde Los Lagos hasta Magallanes, la mayoría en áreas protegidas del Estado en la zona norte de Magallanes. Hay mucho desconocimiento porque en el Chile central las turberas no están en nuestros ecosistemas que vemos todos los días. Son humedales, eso es importante decirlo, y son los ecosistemas terrestres más efectivos para capturar y retener carbono. Es producto de miles de años y tienen una profundidad que uno no ve, pero que se calcula en 10 metros, y eso es 10 metros de carbono acumulado por miles de años. Son muy pocas las personas que han tenido contacto con ellas. Sabemos por la literatura científica anterior que son capaces de retener 5 veces más carbono que los bosques.
-¿Y qué trabajo se ha hecho para profundizar el conocimiento de ellas?
-Bueno, en junio pasado creamos desde un seminario binacional de turberas una iniciativa titulada “Voces de las turberas patagónicas”, que se presentó en la última COP26. Es una plataforma que estamos desarrollando al alero de Naciones Unidas para promover el conocimiento, valoración y protección de las turberas no solo en Chile, sino en Argentina. El año pasado hicimos una primera reunión con más de 100 personas para coordinarnos y ponernos de acuerdo en cómo levantar el trabajo colaborativo. Son las más australes del planeta y, a diferencia de las europeas, no están intervenidas.