Doctora en Gestión Ambiental de Yale y fundadora de la organización Costa Rica Limpia, iniciativa ciudadana que busca promover el impulso de energías renovables y formar una sociedad de emisiones cero, hoy Mónica Araya está en Ámsterdam para enfrentar un nuevo desafío: este 1 de abril se integra al equipo que está creando Nigel Topping, el Champion Climático de la COP26 que se realizará en Glasgow, para establecer diez tipping points, o puntos de inflexión que aceleren la ruta climática hacia la descarbonización, en áreas como transporte, energía y alimentación.
Allí, Mónica Araya se dedicará a trabajar en propuestas para la descarbonización del transporte público y de carga, pero en los días previos ha estado activa en las redes analizando principalmente los impactos de la crisis del coronavirus en la economía y-más específicamente- como aprovechar los salvatajes económicos que tendrán que hacer los gobiernos para acelerar la acción climática.
Por eso, dice, estos rescates no deben transformarse en cheques en blanco, sino que deben ir acompañados de una negociación que integre mayores compromisos de las empresas para descarbonizar la industria, el transporte terrestre y aéreo, por citar solo algunos. En el caso de las aerolíneas, afirma, debieran como mínimo suscribir la iniciativa Clean Skies for Tomorrow, lanzada por el Foro Económico Mundial para ayudar al sector a alcanzar la carbononeutralidad en los vuelos.
En este entrevista desde Ámsterdam con País Circular, analiza el escenario actual y propone una visión respecto qué alternativas para salir de la crisis podrían, finalmente, ayudar a un escenario futuro que apunte a economías más resilientes y verdes. Pero lo primero, afirma, es que “esta crisis va a tener un impacto profundo en la economía; todavía no sabemos cuánto va a durar y aún hay mucha incertidumbre”.
Y en ese escenario, lo primero que se requiere -agrega- es “una respuesta enorme al reto de hacer reaccionar la economía y proteger a la gente más afectada en el corto plazo. Sin duda alguna tiene que haber un estímulo, y ese estímulo se tiene que generar en la gente más vulnerable y en las pymes, en los trabajadores; en la gente que realmente está encerrada en la casa sin ningún salario y tiene que pagar la renta. Eso tiene que quedar muy claro en nuestro debate nacional e internacional”.
¿Y a largo plazo, cómo ves que esta crisis podría afectar la ambición que se estaba creando en el mundo corporativo, que estaba siendo bien activo y decidido hacia metas de sostenibilidad y carbono neutralidad? El foco estará en la urgencia de la liquidez, de salvar las empresas, con el riesgo de dejar de lado a las personas.
Tenemos que hablar ya, sin perder nada de tiempo, de medidas de mediano y largo plazo para transformar la economía, porque con esta gran crisis nos hemos dado cuenta que necesitamos una economía que sea resiliente a grandes impactos como este, o como el cambio climático, o en el futuro una crisis de agua. Antes de la crisis del coronavirus, en el Foro Económico Mundial de enero ya se había detectado que cuatro de los cinco riesgos sistémicos que se percibe que van a alterar la forma en que interactúan las empresas, eran ambientales: cambio climático, biodiversidad, los fenómenos climáticos extremos y la crisis del agua. Esto ya lo teníamos claro antes de la crisis, entonces tenemos que ganar el argumento de que esta crisis requiere hacer inversiones muy fuertes en una economía resiliente a shocks externos, y por tanto una economía que protege a la gente más vulnerable. No podemos solo proteger al sector privado a través de mecanismos fiscales para que hagan más dinero. No da la ecuación de la sociedad en este siglo para solo decir “vamos a ver cómo la damos incentivos al sector privado para que hagan más bienes y servicios, y hagan mucho dinero y le caiga al resto la prosperidad”. Hay un antes y un después con marzo 2020.
¿Cómo debiera manifestarse este punto de inflexión?
Esta fecha marca un hito histórico en nuestro debate económico, y lo que es curioso -al menos para uno observarlo sobre todo en Estados Unidos- es que este debate actual es que tanto un lado del espectro político como el otro están de acuerdo en que hay que hacer una inversión de más de un trillón en la economía. Lo que viene ahora es el debate de dónde se coloca ese dinero. Es interesante que, cuando hace 12 años fue el debate por la crisis subprime en el gobierno de Obama, en esa época fue un trillón también y los republicanos decían que no se necesitaba una intervención, que la economía sola iba a salir adelante, y no lo apoyaron. Y ahora Trump dice que hay que hacer una inversión grande por un monto superior, y la paradoja es que el coronavirus transformó a los republicanos en inicianos, algo que hace un año uno nunca pensó que pasaría.