Mónica Araya: “Es el momento de decirle a las empresas que como esto no será un cheque en blanco, hay que replantear nuestro contrato”
A punto de comenzar su trabajo junto al Champion Climático de la COP26, la experta costarricense en transporte y descarbonización conversa con País Circular sobre los retos que implicará el rescate económico ante la crisis del coronavirus. Será el momento de poner condiciones, afirma, para que el apoyo a las empresas esté sujeto a compromisos de descarbonización y de mantención de empleos, y también de incluir con fuerza a las pymes en los planes de salvataje. De aquí deberá surgir una economía nueva, más verde y resiliente, sin perder de vista crisis ya latentes como el cambio climático y la escasez hídrica, y será también el tiempo -agrega- de nuevos liderazgos. “Vamos a tener que repensar la economía y la sociedad justamente porque hay demasiados signos de que nos hemos puesto -como sociedad y como países- en posiciones de mucha vulnerabilidad”, afirma Mónica Araya.

Periodista

Doctora en Gestión Ambiental de Yale y fundadora de la organización Costa Rica Limpia, iniciativa ciudadana que busca promover el impulso de energías renovables y formar una sociedad de emisiones cero, hoy Mónica Araya está en Ámsterdam para enfrentar un nuevo desafío: este 1 de abril se integra al equipo que está creando Nigel Topping, el Champion Climático de la COP26 que se realizará en Glasgow, para establecer diez tipping points, o puntos de inflexión que aceleren la ruta climática hacia la descarbonización, en áreas como transporte, energía y alimentación.
Allí, Mónica Araya se dedicará a trabajar en propuestas para la descarbonización del transporte público y de carga, pero en los días previos ha estado activa en las redes analizando principalmente los impactos de la crisis del coronavirus en la economía y-más específicamente- como aprovechar los salvatajes económicos que tendrán que hacer los gobiernos para acelerar la acción climática.
Por eso, dice, estos rescates no deben transformarse en cheques en blanco, sino que deben ir acompañados de una negociación que integre mayores compromisos de las empresas para descarbonizar la industria, el transporte terrestre y aéreo, por citar solo algunos. En el caso de las aerolíneas, afirma, debieran como mínimo suscribir la iniciativa Clean Skies for Tomorrow, lanzada por el Foro Económico Mundial para ayudar al sector a alcanzar la carbononeutralidad en los vuelos.
En este entrevista desde Ámsterdam con País Circular, analiza el escenario actual y propone una visión respecto qué alternativas para salir de la crisis podrían, finalmente, ayudar a un escenario futuro que apunte a economías más resilientes y verdes. Pero lo primero, afirma, es que “esta crisis va a tener un impacto profundo en la economía; todavía no sabemos cuánto va a durar y aún hay mucha incertidumbre”.
Y en ese escenario, lo primero que se requiere -agrega- es “una respuesta enorme al reto de hacer reaccionar la economía y proteger a la gente más afectada en el corto plazo. Sin duda alguna tiene que haber un estímulo, y ese estímulo se tiene que generar en la gente más vulnerable y en las pymes, en los trabajadores; en la gente que realmente está encerrada en la casa sin ningún salario y tiene que pagar la renta. Eso tiene que quedar muy claro en nuestro debate nacional e internacional”.
¿Y a largo plazo, cómo ves que esta crisis podría afectar la ambición que se estaba creando en el mundo corporativo, que estaba siendo bien activo y decidido hacia metas de sostenibilidad y carbono neutralidad? El foco estará en la urgencia de la liquidez, de salvar las empresas, con el riesgo de dejar de lado a las personas.
Tenemos que hablar ya, sin perder nada de tiempo, de medidas de mediano y largo plazo para transformar la economía, porque con esta gran crisis nos hemos dado cuenta que necesitamos una economía que sea resiliente a grandes impactos como este, o como el cambio climático, o en el futuro una crisis de agua. Antes de la crisis del coronavirus, en el Foro Económico Mundial de enero ya se había detectado que cuatro de los cinco riesgos sistémicos que se percibe que van a alterar la forma en que interactúan las empresas, eran ambientales: cambio climático, biodiversidad, los fenómenos climáticos extremos y la crisis del agua. Esto ya lo teníamos claro antes de la crisis, entonces tenemos que ganar el argumento de que esta crisis requiere hacer inversiones muy fuertes en una economía resiliente a shocks externos, y por tanto una economía que protege a la gente más vulnerable. No podemos solo proteger al sector privado a través de mecanismos fiscales para que hagan más dinero. No da la ecuación de la sociedad en este siglo para solo decir “vamos a ver cómo la damos incentivos al sector privado para que hagan más bienes y servicios, y hagan mucho dinero y le caiga al resto la prosperidad”. Hay un antes y un después con marzo 2020.
¿Cómo debiera manifestarse este punto de inflexión?
Esta fecha marca un hito histórico en nuestro debate económico, y lo que es curioso -al menos para uno observarlo sobre todo en Estados Unidos- es que este debate actual es que tanto un lado del espectro político como el otro están de acuerdo en que hay que hacer una inversión de más de un trillón en la economía. Lo que viene ahora es el debate de dónde se coloca ese dinero. Es interesante que, cuando hace 12 años fue el debate por la crisis subprime en el gobierno de Obama, en esa época fue un trillón también y los republicanos decían que no se necesitaba una intervención, que la economía sola iba a salir adelante, y no lo apoyaron. Y ahora Trump dice que hay que hacer una inversión grande por un monto superior, y la paradoja es que el coronavirus transformó a los republicanos en inicianos, algo que hace un año uno nunca pensó que pasaría.
“Necesitamos que este debate primero que todo no se haga a puerta cerrada y no sepamos cómo se decide. Necesitamos que haya un debate más abierto, con economistas, con científicos; es decir, esta es la hora de la verdad, porque vamos a darnos cuenta qué prioridades se van a establecer en un paquete de recuperación. No es lo mismo darle apoyo a empresas para que se mantenga una estructura corporativa a flote, pero que al mismo tiempo están mandando a sus trabajadores ocho semanas sin sueldo”
Tu has señalado que esa ayuda debiera ir acompañada de un compromiso por una economía verde más agresivo que lo que se hizo en la crisis subprime
Si recordamos lo que pasó en la crisis de 2008, que fue un shock enorme también, Obama incluyó medidas verdes. En esa época, más o menos el 12% del paquete era verde, súper centrado en estímulo fiscal principalmente en energías renovables y eficiencia energética, y algunos mecanismos para restaurar ecosistemas. Pero como la crisis de hace 12 años afectó a otros países, ese porcentaje era de aproximadamente 16% en el Reino Unido, en la Unión Europea el 60% -aunque de una suma menor a la de Estados Unidos-, y en el caso de Corea del Sur, hizo un paquete de estímulo fiscal cuyo 80% era considerado verde. Y curiosamente, este año Corea acaba de sacar su Green Deal, entonces va a ser súper interesante ver cómo Corea lo aplica a una economía que va a tener que recuperarse, porque los ha afectado muchísimo esta crisis.
Hoy las líneas áreas, la industria de los combustibles, la automotriz, están pidiendo rescates urgentes a los gobiernos, en Chile y en todo el mundo, y es eso estás viendo una oportunidad. ¿A cambio de qué debieran ser esos rescates?
Este es el momento definitivo, cuándo va a tener un Estado la palanca para decirle al sector privado aquí tengo unos fondos públicos -que son de toda la sociedad, y todos tendremos que tener esta conversación-, y tendremos que fijar criterios para repartirlos. Y sabemos que esta es la década definitiva desde el punto de vista de la descarbonización. Es decir, no vamos a poner estos fondos en sectores que nos van a crear problemas futuros, y otra crisis futura, y que van a requerir que en cinco años estemos en la misma situación porque no podemos respirar o porque tenemos otros problemas. Este es el momento clave para poder decirle a las empresas que cómo esto no va a ser un cheque en blanco, ni muchísimo menos porque aprendimos las lecciones de 2008, vamos a tener que hacer un replanteamiento de nuestro contrato. Quien quiera recibir fondos va a tener que cumplir con varios criterios. Por ejemplo, en el caso de las líneas aéreas, que no han sido tan aliadas de la agenda climática, no podemos dejar que el corto plazo gane. Vamos a necesitar medidas de corto plazo, pero esas medidas de cortísimo plazo deben ir a atender la emergencia sanitaria y que se llegue a la gente más vulnerable. Esta vez el bailout (rescate) no es como hace 12 años, que se le dio un cheque a los grandes bancos, y luego estos eran más rentables que nunca. Y encima tenemos todos que ver el teatro que nos pusieron en frente, donde hicieron todo lo posible para no ser regulados y no proteger a la sociedad de los impactos de un modelo financiero que cuando tiene una crisis afecta a mucha gente que nunca le van a dar un bailout. Muchos perdieron sus casas y nunca hubo un mecanismo para ayudarles, pero las empresas que habían hecho la arquitectura financiera llena de riesgo recibieron un cheque. Entonces, tenemos la oportunidad como países, y como sociedad internacional, de tener criterios y decir “bueno, si hasta antes de la crisis ya sabíamos que había que descarbonizar, y cuanto contribuye cada sector, entonces hagamos esto con criterio”.
¿Cómo se puede hacer esto en nuestros países, en Latinoamérica?
En Chile, en Colombia, en Costa Rica, en nuestros países, necesitamos que este debate primero que todo no se haga a puerta cerrada y no sepamos cómo se decide. Necesitamos que haya un debate más abierto, con economistas, con científicos; es decir, esta es la hora de la verdad, porque vamos a darnos cuenta qué prioridades se van a establecer en un paquete de recuperación. No es lo mismo darle apoyo a empresas para que se mantenga una estructura corporativa a flote, pero que al mismo tiempo están mandando a sus trabajadores ocho semanas sin sueldo. En este momento no tenemos que dejar que en nombre de la recuperación todo valga, porque como no hay dinero suficiente para todos los sectores, entonces es muy válido preguntarse qué se va a priorizar.
¿Cómo establecer condiciones inteligentes y justas en estos contratos, cómo debiera ser este paquete de salvataje a la economía?
Primero, debe tener como condición que es temporal, no es para toda la vida. Esto nos cuesta, porque a veces en nuestros países lo temporal se convierte en un derecho adquirido. Y además sujeto a revisión, eso tiene que estar muy claro. Segundo, estos paquetes tienen que ir con una visión de descarbonización, porque antes de la crisis habíamos acordado que íbamos a descarbonizar cada sector de la economía, como está indicado en el Acuerdo de París. Entonces, si un país es parte de dicho acuerdo, no tiene sentido que quien reciba dinero se olvide de ese imperativo, porque sabemos que necesitamos una sociedad más descarbonizada, más circular, más digital, más resiliente.
“Otro criterio (para el rescate) es la diversificación, en una sociedad que tiene empresas muy grandes pero también tiene empresas muy pequeñas es muy fácil dejar de pensar que el dinamismo también viene de las pymes y las medianas empresas, y que para no pasar de crisis en crisis necesitamos generar economía local. Esto también es una lección vital, resulta que ahora muchas cosas no las podemos tener porque todo se hace en China”
¿Y cómo esto favorecería a las personas? Porque se trata de dinero de los contribuyentes
Tenemos que priorizar empresas que demuestren que esos paquetes van a proteger a sus empleados. Yo no creo que ningún país de la región está para hacer una apuesta de palabra sin que la empresa demuestre cómo va a proteger a sus trabajadores para que eso además genere dinamismo económico, porque lo que ha hecho a esta crisis muy peculiar es que al tener a la gente en la casa se para el consumo. Entonces, necesitamos no solo que estos paquetes le lleguen a los ejecutivos y se mantenga la estructura de gerentes y directorios, y la gente que trabaja en otras capas de la empresa no se beneficie. Ese dinamismo y esa generación de empleo es importante. Y otro criterio es la diversificación, en una sociedad que tiene empresas muy grandes pero también tiene empresas muy pequeñas es muy fácil dejar de pensar que el dinamismo también viene de las pymes y las medianas empresas, y que para no pasar de crisis en crisis necesitamos generar economía local. Esto también es una lección vital, resulta que ahora muchas cosas no las podemos tener porque todo se hace en China.
Esto es especialmente sensible en Chile, donde desde hace años la pequeña y mediana industria local ha ido muriendo porque no puede competir con la globalización de los mercados. Y esto se termina transformando en otra vulnerabilidad
Estamos en el año y en la década en la que vamos a tener que repensar la economía y la sociedad justamente porque hay demasiados signos de que nos hemos puesto -como sociedad y como países- en posiciones de mucha vulnerabilidad. Por ejemplo, ahora resulta que un montón de empresas sí pueden producir máscaras, que sí pueden producir el gel, las mascarillas, y si hubieses pedido hace dos semanas te habrían dicho que todo lo tenían que pedir de afuera. Yo no estoy diciendo que tenemos que volver a la autarquía extrema, inflexible, a lo que voy es a que se debe encontrar un mix exitoso en el que nos sintamos mucho más fuertes. Si los ves, por ejemplo, desde el punto de vista de repensar la economía desde una mirada más circular -que es algo que también tenemos que meter en nuestras conversaciones, no podemos tener cadenas productivas lineales y completamente fuera de nuestro control- para ir avanzando a economía completamente descarbonizadas y más justas, tenemos que aprovechar estos fondos para decir -sin pedir perdón- que hay un imperativo urgente de apoyar a las pequeñas y medianas empresas porque también nos van a sacar adelante. Estas empresas crean empleos.
Yuval Noah Harari decía hace poco en una entrevista que nos enfrentamos a esta crisis desprovistos de líderes mundiales, ¿qué liderazgos necesitamos para este cambio?
Pienso que definitivamente esta crisis que nos ha dejado tan confundidos, porque es tan profunda, nos va a llevar a redescubrir el poder de la cooperación. Habíamos entrado en la lógica, por la fuerza del cambio en Estados Unidos, de “America First”: de yo me salvo y no me importan los otros. Lo mismo hemos visto en la lógica que ha adoptado Brasil, que es un copy paste de lo de Estados Unidos, pero además es una mala copia. A lo que voy es que se estaba creando esa mentalidad de la suma cero: si tú ganas yo pierdo, y al revés. Definitivamente, en este momento necesitamos volver a la cooperación, y personalmente creo que dado que se va a perder mucho tiempo por estos desencuentros entre Estados Unidos y China, que los vemos todos los días como se están echando las culpas; y son países extremadamente grandes y poderosos, y nosotros los medianos y chicos no tenemos el tiempo ni tenemos por qué esperar que ellos encuentren su balance. Por eso es que no hay liderazgo, porque estos dos países están peleando hasta por Twitter.
¿Podemos avanzar de manera independiente?
Nosotros sí podemos avanzar en el medio, hay mucho que puede hacer Chile, por ejemplo. Pero en lo que decida que va a ser campeón, pues que sea campeón. Si decide que va a ser en economía circular, en hidrógeno verde, lo que sea, que lo haga sin esperar. Pero sí va a necesitar cooperación, y en este minuto hay algo muy importante sobre la mesa, y es que Europa tiene un Green Deal, y este pacto tiene que poder sobrevivir esta crisis, porque siempre las crisis se pueden ganar y pueden avanzar las mejores ideas y las más necesarias, pero también se pueden usar para descarrilar o hacer trampa. Entonces, en este momento en América Latina -por ejemplo- sí necesitamos tener un ojo puesto en ese Green Deal europeo, porque en este momento es el juego más grande. Los americanos están todavía con Trump, y no podemos asumir que los chinos nos van a venir a salvar. El que quedó en el sándwich es Europa, y al final del día, con todas sus limitaciones, tiene un Green Deal y nosotros vamos a tener que abiertamente movernos alrededor de ese acuerdo. Tenemos que ir a los detalles: qué significa, qué significan los impuestos. No solo incentivar lo que parece prometedor, lo circular, lo resiliente, lo verde, lo green tech; hay que cerrar lo que se está yendo hacia la economía sucia, lo que nos enferma, lo que contamina. Esa parte es la que va a ser más transformadora.
“Yo veo que vienen liderazgos en cada esfera. Claro que está Trump, pero también está Jacinda en Nueva Zelandia. Lo que estamos viendo es que están coexistiendo, y eso es algo que tenemos que comunicarle muy bien a las personas que se sienten desanimadas. Vamos a tener que explicar esa coexistencia del mundo que está muriendo con el mundo que está surgiendo, y un símbolo que he encontrado es una estación de servicio donde todavía vende bencina y diésel, y al lado tienes un cargador de electricidad que cada vez tendrá que ser más renovable. No es una contradicción, sino que es una coexistencia”
¿Cuáles son las implicancias de asumir ese green deal, en términos prácticos, y cómo podría beneficiarnos?
Por ejemplo, no es solo promover movilidad eléctrica y ya, es también poder llegar a decir vamos a dejar de lado la manufactura de los motores de combustión interna. Y que nadie se caiga de la silla cuando uno dice eso. Si una ciudad como Ámsterdam dice que a partir del 2025 ya no se pueden vender buses a diésel, y a partir del 2030 ya no se pueden operar buses de combustión interna, eso también hay que hablarlo. No podemos solo decir “qué lindo, buses eléctricos”, y al mismo tiempo darle subsidios a los buses a diésel. En Chile, por ejemplo, tienen un subsidio que le llega a las camionetas o SUVs si los presentas como un vehículo de trabajo. Todo eso hay que ir empezando a decir, en el mundo post coronavirus, que los recursos van a ser limitados, y tenemos que reorientarlos hacia una transformación. No podemos tener esos puertillos aún abiertas, y eso libera dinero.
Esto implicará entonces nuevos tipos de liderazgo ¿Cuáles crees serán, entonces, los nuevos liderazgos que se necesitarán en el mundo post coronavirus para avanzar en ese camino?
Claro, yo veo que vienen liderazgos en cada esfera. Claro que está Trump, pero también está Jacinda en Nueva Zelandia. Lo que estamos viendo es que están coexistiendo, y eso es algo que tenemos que comunicarle muy bien a las personas que se sienten desanimadas. Vamos a tener que explicar esa coexistencia del mundo que está muriendo con el mundo que está surgiendo, y un símbolo que he encontrado es una estación de servicio donde todavía vende bencina y diésel, y al lado tienes un cargador de electricidad que cada vez tendrá que ser más renovable. No es una contradicción, sino que es una coexistencia. Por eso esta década es tan importante, porque en esa coexistencia al final de esta década va a tener que haber ganado nuestro lado. Vemos a Trump y Bolsonaro y es fácil perder la esperanza, pero también vemos que simultáneamente ya nació un modelo como el de Jacinda, donde ella dice vamos por una economía que no va a medir solo el PIB, va a medir el bienestar. Y vemos cosas muy interesantes en Escocia, en Costa Rica, donde tenemos un presidente y un ministro de Salud que no llegan ni a los 42 años.
Esto implica también que debe emerger nuevos liderazgos corporativos en las grandes empresas, para buscar salidas distintas
En el sector privado ves lo mismo. Dentro de una misma empresa de autos, tienes unas estructuras corporativas que están todavía enamoradas del diésel y del motor de combustión interna, y en sus cabezas lo único que hay que hacer es optimizar ese motor, y hay otras personas dentro de la misma empresa que saben que están optimizando una máquina equivocada, que al final se trata de no producir petróleo. En Noruega ves esa coexistencia, es un país muy petrolero y una parte de la sociedad cree que hay que seguir haciendo exploración incluso en el Ártico y que lo que hay que hacer es optimizar, y ves dentro de la misma sociedad un empuje muy fuerte a buses y autos eléctricos que no usan nada de gasolina, dentro de un país que es petrolero. Necesitamos en Chile, por ejemplo, sostener y apoyar estos liderazgos emergentes, porque van a tener que ser mucho más visibles para ir mostrando las limitaciones del modelo viejo.
¿Cuáles son hoy las principales limitaciones de ese modelo?
Ese modelo viejo tiene también la característica de ritmos, una de las cosas que yo veo en el lenguaje de la gente es que es muy lineal. Si dices que tienes que ir de 1 a 10, la gente cree que luego hay que ir de 10 a 20, y después de 20 a 30. No, esto es exponencial. Con el virus lo estamos viendo: si una persona contamina tres, de aquí a unos días no vamos a ir de a tres, sino que será una curva muy pronunciada. Ese pensamiento exponencial es una característica de estos nuevos liderazgos, debes tomar decisiones que lleven a una transformación, no tomar un poco de lo mismo medio mejorado, que es nuestro lenguaje lineal e incremental. Es un lenguaje que es hasta cultural, puede ser que parte del reto que tendremos que afrontar con esta crisis del virus es el cambio cultura.
“Creo que vamos a tener mucho más espacio en nuestra sociedad para hablar de un contrato social. No podemos solo hablar de competitividad, de abrir nuevos mercados, de tener más productos y servicios, y que el contrato social no se puede hablar (…) Si no hay un contrato social podemos hablar y hablar de la ruta climática, pero si no hemos resuelto lo primero y no sabemos dónde va a ir una persona vulnerable que está enferma, y la sociedad no tiene mecanismos para que esa persona reciba un buen acceso a la salud pública, a la educación, es más complicado”
¿Es posible cambiar esa cultura con la rapidez que se necesita hoy?
Te pongo un ejemplo muy concreto: hasta hace seis semanas el sector privado de mi país estaba convencido que no se podía hacer teletrabajo. Convencido. Que eso aquí no funciona, la gente no puede, no tenemos la banda de internet… Estaban en esta especie de mapa mental que no te deja llegar, se queda corto. Viene la crisis, y ahora te llega por todos lados un correo diciendo “tal empresa ahora es 100% digital, nuestros trabajadores está haciendo todos teletrabajo”. Si hace seis semanas hubieses tenido un líder transformacional, ese líder puede verlo. Nosotros necesitamos líderes en cualquier ámbito, no importa si es en el gobierno, en las empresas, en las alcaldías o en los movimientos civiles, ayudar a que la gente imagine esa transformación antes de que pase. Decir “esta municipalidad va a ser la primera municipalidad circular en Chile”, y tal vez no tiene todas las respuestas; eso es lo más interesante del liderazgo: no tienes que saberlo todo, pero tienes que marcar la ruta. Poner un mapa de navegación diferente que nos va a llevar más lejos, pero eso sí, tenemos que trabajar muy fuerte. Y además sin excusas, ya basta con las excusas de que no podemos.
¿Cómo esta crisis nos va a cambiar a nosotros, como personas? Lo que está surgiendo es la necesidad de emparejar la cancha -algo que en Chile ya lo veníamos discutiendo-, y que tampoco puede ser que la economía caiga tan fácil. ¿Cómo nos va a cambiar como consumidores, como personas?
Definitivamente esa es una de las preguntas que tenemos que hacernos, y todavía estamos en la incertidumbre. Yo fui a la Antártica, y es como cuando estás pasando el Paso Drake, que el barco por tres días se mueve para todos lados. Estamos aún con ese malestar y las náuseas del mareo, pero creo que en la preocupación por los mayores -en primer lugar- esto nos ha sacado un lado más humano. El resto tendremos que verlo, pero sí creo que vamos a tener mucho más espacio en nuestra sociedad para hablar de un contrato social. No podemos solo hablar de competitividad, de abrir nuevos mercados, de tener más productos y servicios, y que el contrato social no se puede hablar. Eso es algo que yo si creo que va a cambiar, y ojo porque -desde mi perspectiva, de lo que he vivido en Costa Rica- hay que hablar de un contrato social verde, en el sentido de que si no hay un contrato social podemos hablar y hablar de la ruta climática, pero si no hemos resuelto lo primero y no sabemos dónde va a ir una persona vulnerable que está enferma, y la sociedad no tiene mecanismos para que esa persona reciba un buen acceso a la salud pública, a la educación, es más complicado. Yo misma he cambiado mucho en el último año, y me he dado cuenta de que en Costa Rica, donde ha avanzado la agenda verde, con todas las limitaciones que tenemos como país pequeño y emergente, algo que ayudó a que Costa Rica llegara a un acuerdo verde en sus recursos naturales, fue que hubo un contrato social básico: educación gratuita y un sistema de salud pública. Que debe mejorar, sin dudas, pero en mi país si tienes cáncer tienes a donde ir. No es como en Estados Unidos, donde necesitas un seguro privado.
¿Qué rol tendremos como ciudadanos en esa discusión, hacia qué prioridades debiera reorientarse?
Tenemos que reapropiarnos del debate del contrato social, pero tiene que ser verde. No puedes decir vamos a hacer un montón de inversiones en petróleo y gas para hacer el contrato social, que es lo que proponía Venezuela, o AMLO en México, que ahora le dio por un contrato social basado en un sueño de PEMEX y unas glorias de petróleo y gas que no calzan con la prioridad científica. Otra cosa que siento que es muy importante, es que parte de lo que está haciendo esta crisis al poner el tema de la salud de nuevo en la mesa, es que el tema del bienestar va a volver a nosotros. Ya no es solo la compradera y el Instagram. Va a haber de eso, pero no es eso solamente. Cuando te pones a pensar que el virus puede matar a tu abuela, a un ser querido, o a uno mismo, vamos a volver a retomar el tema de la salud. Y eso lo conecto con el tema de la naturaleza. Si ves lo que le está pasando a la gente que se está quedando encerrada por muchos días, la gente necesita un pájaro, oír una ola, ver una hoja. En algún momento necesitas eso, aunque no lo imaginábamos porque estábamos tan bien en la ciudad. Yo creo que ese regresar a la naturaleza se está viendo este año, y se estaba dando ya una convergencia interesante -antes de la crisis- entre la agenda del clima, de descarbonización, y la agenda de biodiversidad. Y eso no había pasado nunca. Las soluciones basadas en la naturaleza, por ejemplo. En esta década hay dos batallas muy ganables: la electrificación y el ir quitando el motor de combustión interna, y por otro lado se está empezando a normalizar la idea de que sí tenemos que volver a la naturaleza, y que para el 2050 la mitad del planeta esté reforestado. Así como tiene que estar cero emisiones netas, tiene que tener -estemos donde estemos- a la mitad de la naturaleza de vuelta.