“El modelo de gestión del agua llegó a tope”: experta propone tres medidas urgentes para hacer frente a la grave sequía que vive el país
La baja histórica en las precipitaciones ha reducido las reservas de agua a niveles preocupantes, sin embargo, si se adoptan medidas pronto es posible evitar que la situación se siga agravando y se transforme en una catástrofe. La subgerente de Sustentabilidad de Fundación Chile, Ulrike Broschek, quien lidera la iniciativa Escenarios Hídricos 2030, considera que se deben realizar de forma inmediata una serie de acciones, que se pueden resumir en tres grandes áreas: gestión integrada del recurso hídrico en las cuencas; soluciones basadas en la naturaleza; uso eficiente del recurso por parte los sectores productivos. “Se trata de medidas de corto plazo, que se pueden implementar en dos años; son específicas, bien puntuales y en general hemos visto que son de bajo costo”, dice la especialista.
La sequía que vive el país ha sido calificada como la más grave de la historia y, en las últimas semanas, las autoridades de gobierno han alertado sobre la crítica situación sin descartar un posible racionamiento de agua para el consumo humano.
Esta escasez es producto no solo de un año extremadamente seco, sino también de la acumulación de once años con precipitaciones muy por debajo de los niveles históricos. Entre las regiones de Atacama y Maule las lluvias acumuladas a noviembre de 2019 presentaban déficit entre 97% y 66%, con un promedio de 75%.
Frente a estas alarmantes cifras, las autoridades han llamado a la población a ahorrar agua y han pedido a las industrias y a la agricultura un uso racional del recurso. Sin embargo, estas medidas parecen insuficientes dada la magnitud del problema. “Se requiere un punto de inflexión, un cambio bastante radical en relación al modo cómo hoy día estamos manejando el recurso”, señala la subgerente de Sustentabilidad de Fundación Chile, Ulrike Broschek, quien lidera la iniciativa Escenarios Hídricos 2030.
Esa iniciativa, en la que participan 55 instituciones del mundo público y privado (ONGs, academia, gremios, ministerios, etc.) presentó hace seis meses el documento “Transición Hídrica, el futuro del agua en Chile”, donde presentan dos escenarios posibles para 2030: uno sustentable producto de la adopción de una serie de medidas, y otro con efectos catastróficos a causa de seguir haciendo lo mismo de siempre.
Este último es donde nos encontramos, explica Broschek y agrega que, además, las consecuencias se han adelantado. “Lo que se planteó en el escenario tendencial es lo que hoy ya está ocurriendo. Por ejemplo, las soluciones que se proponen son individuales, no hay coordinación entre las instituciones en general -tanto a nivel nacional como local-, hay conflictos por el agua, todos los ecosistemas relevantes están degradados”.
Para cambiar esa tendencia y transitar hacia el escenario sustentable, dice la especialista, se debe modificar radicalmente la manera de hacer las cosas, y para eso se necesita de una voluntad política que no se ha visto hasta ahora. “Se están haciendo esfuerzos, pero es muy insuficiente en relación a la problemática, que es profunda, es estructural y es grave”.
Es grave, dice, porque la disminución de lluvias se ha ido agudizando en el tiempo, lo que provoca problemas en el agua superficial, que a su vez lleva a la utilización de las reservas de agua subterránea, que se están agotando. “El 72% de los pozos que analizamos -junto con Cazalac- están con una tendencia a la baja, porque se saca más agua de la que ingresa (…) Y la otra reserva que tenemos son los glaciares, que se están derritiendo producto del calentamiento global y el aumento de temperatura”.
Y es estructural porque tiene relación con la manera es que se gestiona el recurso. Actualmente en los sectores productivos afectados por la sequía se están buscando soluciones, pero son dispersas e individuales, señala Broschek. Lo que se necesita, dice la química ambiental, es algo que no está ocurriendo y que se ve muy lejano en Chile: “Una priorización del agua como un tema país, con una política hídrica de Estado, con una institucionalidad que se haga cargo, y que en cada territorio se genere una gobernanza, una gestión del recurso organizada”.
“No ha existido la voluntad política para abordar este problema, y eso tiene que ver con que hay muchos intereses en el mundo del agua”.
En el corto plazo
Ese cambio estructural es indispensable, dice la representante de Fundación Chile, porque el modelo actual de gestión “llegó a tope” sin poder prever ni solucionar la grave escasez hídrica. Sin embargo, a la espera de esas modificaciones de fondo y de una nueva institucionalidad en la materia, es posible adoptar de inmediato varias medidas que permitirían frenar las consecuencias de la sequía y reducir el déficit hídrico.
En esta línea, Broschek menciona tres conjuntos de acciones que se pueden resumir en las siguientes áreas: gestión integrada del recurso hídrico en las cuencas, soluciones basadas en la naturaleza, y eficiencia y uso estratégico del agua por parte de los sectores productivos. “Se trata de medidas de corto plazo, que se pueden implementar en dos años, son específicas, bien puntuales y en general hemos visto que son de bajo costo”, sostiene la integrante de Estrategias Hídricas 2030.
En cuanto a la gestión integrada del recurso hídrico en las cuencas, se trata de la implementación de una gobernanza a nivel de cada una de esas hoyas hidrográficas, coordinando de forma representativa y equilibrada a los distintos actores del territorio para que se sienten en una misma mesa a estudiar el problema, analizarlo y proponer soluciones. “Muchas veces eso puede ser el gatillante de un montón de soluciones que pasan solamente por ponerse de acuerdo”.
“Esta medida debe adoptarse urgente y para eso se necesita una organización que lidere, que generalmente es el Estado, que articula un espacio de trabajo, con legislación asociada porque hay que entregarle atribuciones a ese espacio, que además debe ser vinculante porque si no, cualquiera de sus decisiones se podría descartar en otra instancia”, dice la especialista.
Según explica Broschek, esta medida está contemplada tanto en la Estrategia Nacional de Recursos Hídricos generada en el primer gobierno de Sebastián Piñera (2012) como en la Política Nacional para los Recursos Hídricos de la segunda administración de Michelle Bachelet (2015), sin embargo, hasta la fecha no se ha implementado.
El segundo conjunto de medidas tiene que ver con las soluciones basadas en la naturaleza, donde destacan acciones como la conservación de humedales, bofedales, turberas y riberas; infiltración natural de aguas en acuíferos; implementación de pavimentos permeables en zonas urbanas; y reforestación con bosque nativo.
Son acciones que permiten potenciar el ciclo del agua mediante la misma naturaleza, señala la experta. Por ejemplo, la infiltración de aguas lluvias es un proceso que ocurre naturalmente en el suelo, pero por la desertificación, la erosión y la pavimentación se han ido eliminando zonas de recarga naturales. Esto se puede mitigar con las medidas mencionadas. “Cuando se va erosionando el suelo, el agua escurre mucho más rápido, en cambio cuando tienes vegetación natural nativa, esta es capaz de absorber el agua y acumularla e infiltrarla como una esponja (…) asimismo, los humedales funcionan como un sistema natural de almacenamiento de agua, las captan, las depuran y también las infiltran a las aguas subterráneas”.
Por efecto del cambio climático, explica Broschek, va a llover cada vez más intensamente, y eso provoca aluviones que, hoy en día, se van derecho al mar. Si se adoptan soluciones basadas en la naturaleza se puede aprovechar de mejor manera esa agua lluvia, para infiltrarla, recuperarla y almacenarla en los acuíferos, para tenerlas de reservas en épocas de sequía.
“Cuando se hacen estas campañas de la ducha más corta se está apuntando solo al 2% del consumo, mientras que debiéramos apuntar a los procesos productivos, que consumen el 98% del agua”.
Más allá de las duchas
La tercera batería de medidas que se deben adoptar de forma inmediata para hacer frente a la sequía tiene relación con el uso eficiente del agua por parte de los sectores productivos. “El 98% del consumo total de agua es de los sectores productivos, y el 2% es consumo humano, entonces, cuando hacen estas campañas de la ducha más corta se está apuntando solo a ese 2%, mientras que debiéramos apuntar a los procesos productivos, que requieran menos agua y que hagan un manejo mucho más eficiente”.
Actualmente se pierde mucha agua en algunos procesos, por ejemplo, en la agricultura la eficiencia de riego es de solo 50%, es decir, se ocupa el doble del recurso necesario; asimismo, en los sistemas de conducción de agua potable en el sector sanitario se pierde un 30% del agua en la distribución. Esto, dice Broschek, requiere un cambio de paradigma de cómo se está usando el agua en Chile.
Entre las soluciones concretas que se pueden aplicar en este sentido se cuentan la tecnificación del riego, riego subterráneo, recambio a cultivos de menor requerimiento hídrico, agricultura vertical, reúso de aguas residuales tratadas, y recarga artificial de aguas lluvias.
Si bien en algunos casos se están adoptando estas medidas, en general se llega a ellas cuando la situación es extrema, “y uno debiese prevenir esa situación, prepararse para la sequía, entonces tiene que haber incentivos adecuados para hacer un uso eficiente del agua y tiene que ver con las regulaciones o medidas de gestión”.
En el caso del reúso de aguas residuales, es una solución que se está utilizando en muchos países de manera exitosa. “Es una medida barata y de corto plazo que debiéramos implementar ya”, dice la químico ambiental y explica que actualmente se vierten al mar a través de emisarios submarinos ocho mil litros de aguas servidas por segundo a nivel nacional, lo que equivale al 10% de la brecha de agua que estableció la DGA en 2015, es decir, si se tratara toda esa agua y se reutilizara en la cuenca se podría reducir un 10% de la falta de agua a nivel nacional.
Estas medidas, dice Broschek, “hay que tomarlas ahora, es urgente, no podemos seguir dándonos muchas vueltas”. Son acciones que nunca provocarán arrepentimiento, comenta, por lo que son las indicadas mientras se evalúan otras que son de más largo plazo y que implican mayor infraestructura. Respecto a los costos, la especialista dice que en general son bajos, pero no es fácil dar una cifra porque va a depender del alcance que tengan, la zona geográfica, la extensión, etc.
En estos momentos Escenarios Hídricos 2030 está trabajando en hojas de ruta con soluciones para dos territorios, en las cuencas del Maule y del Maipo. Se trata de un trabajo de dos años donde pretenden presentar una combinación óptima de soluciones de corto, mediano y largo plazo y con el detalle de los costos.
“Se trata de medidas de corto plazo, que se pueden implementar en dos años, son específicas, bien puntuales y en general hemos visto que son de bajo costo”.
Modelo agotado
Para que todo esto sea sostenible en el tiempo, insiste Broschek, es indispensable un cambio radical, que “tiene que pasar porque el Estado tome realmente este tema y lo conduzca, con una política hídrica, con una institucionalidad, con un plan de acción con acciones y soluciones en cada una de las cuencas”.
En ese sentido, comenta, hay mucho atraso porque se sigue tratando de sostener un modelo de gestión del agua que ya no es adecuado. “El Estado delegó toda la regulación a un mercado de agua a través de la entrega de los derechos de aprovechamiento, y ese mercado no ha sido capaz de prevenir esta situación y de generar las soluciones por sí mismo. Cuando observamos otros países, que han sido exitosos en la gestión del agua, tanto con modelos más públicos o más privados, siempre el Estado tiene una función de regulación crítica y de mandato que nunca pierde. Acá lo que pasó es que el Estado delegó completamente esa función en un mercado de agua y ahora necesitamos que recupere ese rol”.
Otro problema con el actual modelo, dice Broschek, es que no responde a la necesidad de agua de múltiples usuarios; por ejemplo, las comunidades rurales y el medioambiente no cuentan con derechos de agua y no tienen las herramientas ni los recursos para acceder a soluciones. Debido a esto se producen situaciones tan preocupantes como que el 76% de la superficie del suelo del país sufre de desertificación. “Eso significa que el desierto y la erosión del suelo ha ido avanzando del norte hacia la zona centro; y ahora la zona sur también empezó a tener una presión mayor porque se genera una migración natural de toda la actividad productiva hacia el sur, que es la última reserva de agua. El problema va avanzando, se va sacrificando la zona norte, se va abandonando y se quedan solo quienes pueden sostenerse, es decir, el sector minero, pero toda la diversificación productiva desaparece, se va empobreciendo”.
“El agua es un recurso vital, necesario para sostener toda la vida, tanto para el consumo humano como para los ecosistemas y la biodiversidad como para los sectores productivos; entonces, lo que necesitamos es un liderazgo que mire de manera sistémica y que garantice que se satisfagan esas necesidades para todos esos usos, algo que hoy no sucede”.
Voluntad política
Según el estudio “Transición Hídrica, el futuro del agua en Chile”, el 44% de las causas de la brecha y el riego hídrico se debe a problemas de gestión y gobernanza, por eso es tan importante darle solución a estos temas. En esa línea Escenarios Hídricos 2030 está trabajando en una propuesta de nueva institucionalidad para Chile, que debiera ser presentada a fines de este año.
“Vamos a hacer una propuesta de cuál debiese ser la institucionalidad del agua en el tema a nivel nacional y en cada uno de los territorios, una institucionalidad que pudiese coordinar y liderar una política hídrica. Puede ser un ministerio, una subsecretaría o una agencia, y en ese caso hay que ver bajo qué ministerio estaría o si debe depender directamente de presidencia”, comenta la experta.
En la región, agrega Broschek, hay varias experiencias exitosas que pueden servir como modelo. Es el caso de Perú, que cuenta con una Autoridad Nacional del Agua, que lidera todo el proceso bajo el ministerio de Agricultura y Riego y está implementando todos estos modelos en las cuencas; Brasil, que tiene una Agencia Nacional del Agua que es un organismo federal con una gobernanza instalada en cada una de las cuencas; y México, que cuenta con la Comisión Nacional del Agua, que depende de la secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Sin embargo, para avanzar en este cambio de modelo se requiere una voluntad política que no ha existido, dice la representante de Fundación Chile. En los últimos cinco gobiernos –señala- se han hecho diagnósticos, análisis y se ha llegado a entender que es un problema serio; se han generado propuestas, pero luego ha habido cambio de administración y todo vuelve a partir de cero, una y otra vez.
Una prueba de esta falta de voluntad es, por ejemplo, el hecho de que la reforma al Código de aguas lleva ocho años en el Congreso y no hay indicios de que vaya a ser aprobada pronto. Dicha norma, explica Broschek, data de 1981, cuando el contexto climático y la disponibilidad de agua eran completamente distintos, por eso la reforma apunta a otorgar al Estado atribuciones para actuar en este nuevo contexto y, por ejemplo, priorizar siempre el consumo humano.
“No ha existido la voluntad política para abordar este problema, y eso tiene que ver con que hay muchos intereses en el mundo del agua, porque hay derechos de agua entregados, hay un mercado de agua; entonces, cambiar esa forma de gestionar requiere de una voluntad política importante desde el Estado, con convicción para asumir que estamos en una situación muy compleja y que de ahora en adelante tenemos que cambiar la forma y entender que seguir haciendo más de lo mismo no va a resolver el problema”.