Informe del IPCC sobre océanos alerta que si emisiones siguen aumentando el mar subirá más de un metro: “Las consecuencias para la humanidad son graves”, advierten científicos
El reporte también indica que los glaciares de menores dimensiones perderán más del 80% de su actual masa de hielo de aquí a 2100 en un escenario de altas emisiones. A medida que los glaciares de montaña retroceden, también se ve afectada la disponibilidad de agua y la calidad de ese recurso aguas abajo, y ello repercute en numerosos sectores, como el agrícola y el hidroeléctrico.
El último informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sobre océanos y criósfera en un clima cambiante, dado a conocer hoy en Mónaco, advierte que los océanos del mundo y la criosfera han ‘absorbido el calor’ fruto del cambio climático durante decenios, y las consecuencias para la naturaleza y para la humanidad son graves y de gran alcance.
Así lo indicó la vicepresidenta del IPCC, Ko Barrett, quien agregó que ”las rápidas alteraciones que experimentan los océanos y las zonas congeladas de nuestro plantea obligan a multitud de personas —desde los habitantes de ciudades costeras hasta las comunidades de remotas regiones árticas— a modificar de forma radical sus modos de vida”.
En ese escenario, el informe aprobado ayer por los 195 países miembros de este organismo, y elaborado por más de 100 autores de 36 países que revisaron la bibliografía científica más reciente sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante -y citan casi 7.000 publicaciones científicas- destaca la necesidad de actuar con carácter urgente a fin de priorizar iniciativas oportunas, ambiciosas y coordinadas que permitan abordar cambios perdurables en los océanos y la criosfera que no tienen precedentes.
Entre sus principales conclusiones, el informe señala que los mantos de hielo de las regiones polares y de montaña pierden masa, y ello contribuye no solo a la aceleración de la subida del nivel del mar, sino también a la expansión de las aguas cálidas en los océanos. Durante el siglo XX, la elevación del nivel del mar a escala mundial ha sido de unos 15 cm, pero el ritmo actual se ha más que duplicado (3,6 mm anuales) y no deja de acelerarse, según se evidencia en el reporte.
El nivel del mar seguirá subiendo durante siglos. De aquí a 2100 podría llegar a registrar una elevación de entre aproximadamente 30 y 60 cm incluso aunque se logre una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global se mantenga muy por debajo de 2 °C. Sin embargo, si las emisiones siguen aumentando con fuerza, la subida del nivel de las aguas podría ser del orden de 60 a 110 cm.
“En los últimos decenios, el nivel del mar ha subido cada vez más rápido a causa de las crecientes aportaciones de agua de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida, sin olvidar otros factores contribuyentes, como el agua procedente del deshielo de los glaciares y la expansión térmica del agua debida al aumento de su temperatura”, apuntó Valérie Masson-Delmotte, copresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC.
“En esta nueva evaluación también se ha revisado al alza la contribución prevista del manto de hielo de la Antártida a la elevación del nivel del mar de aquí a 2100 en un contexto de altas emisiones de gases de efecto invernadero”, dijo. “El amplio abanico de proyecciones sobre el nivel que alcanzará el mar en 2100 y en adelante depende de la reacción de los mantos de hielo al calentamiento, en especial en la Antártida, y esa es una cuestión todavía sujeta a importantes incertidumbres”.
Mayor frecuencia de episodios de nivel del mar extremo
La subida del nivel del mar incrementará la frecuencia de los episodios de nivel del mar extremo que tienen lugar, por ejemplo, durante las mareas altas y las tormentas intensas. Los datos indican que, con cada grado de calentamiento adicional, aquellos fenómenos que en el pasado se producían una vez cada 100 años tendrán periodicidad anual a mediados de siglo en muchas regiones, agravando los riesgos a los que están expuestas muchas islas pequeñas y ciudades costeras de baja altitud.
Si no se destinan grandes inversiones a fines de adaptación, estarían expuestas a riesgos de inundación cada vez mayores, según se explica en el informe. Así pues, es probable que algunas naciones insulares dejen de ser habitables a causa de los cambios en los océanos y la criosfera provocados por el clima, según el informe, pero sigue siendo sumamente difícil evaluar los umbrales de habitabilidad.
Un total de 670 millones de personas que viven en regiones de alta montaña y 680 millones de personas que habitan en zonas costeras de baja altitud dependen directamente de esos sistemas. Además, cuatro millones de personas viven permanentemente en la región ártica, y los pequeños Estados insulares en desarrollo son el hogar de 65 millones de personas.
La intensificación de los vientos y las precipitaciones asociados a los ciclones tropicales agudizan los episodios de nivel del mar extremo y los riesgos costeros. Los peligros serán todavía más graves a raíz del aumento en la intensidad y la magnitud medias de las mareas meteorológicas y los acumulados de precipitación debidos a los ciclones tropicales, en particular en un contexto de mantenimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero en niveles altos.
“Ya se están aplicando varias estrategias de adaptación, a menudo en respuesta a inundaciones, y en el informe se destaca la diversidad de opciones disponibles en cada contexto para la elaboración de respuestas integradas que permitan anticiparse a toda la gama de subidas futuras del nivel del mar”, afirmó Masson-Delmotte.
Cambios en regiones de alta montaña e impacto en sus poblaciones
Los habitantes de las regiones de montaña están cada vez más expuestos a peligros y cambios en la disponibilidad de agua, según se expone en el informe.
Los glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost están disminuyendo y lo seguirán haciendo, y según las proyecciones ello aumentará los peligros para las personas, por ejemplo, en forma de deslizamientos de tierra, avalanchas, desprendimientos de rocas e inundaciones.
Se prevé que los glaciares de menores dimensiones situados, entre otros lugares, en Europa, África Oriental, la región tropical de los Andes e Indonesia perderán más del 80% de su actual masa de hielo de aquí a 2100 en un escenario de altas emisiones. El retroceso de la criosfera en regiones de alta montaña seguirá incidiendo negativamente en las actividades de ocio, el turismo y el patrimonio cultural.
A medida que los glaciares de montaña retroceden, también se ve afectada la disponibilidad de agua y la calidad de ese recurso aguas abajo, y ello repercute en numerosos sectores, como el agrícola y el hidroeléctrico.
“Los cambios en la disponibilidad de agua no solo perjudicarán a los habitantes de esas regiones de alta montaña, sino también a comunidades situadas muchos kilómetros aguas abajo”, dijo Panmao Zhai, copresidente del Grupo de Trabajo I del IPCC.
“La limitación del calentamiento propiciaría su adaptación a los cambios en el suministro de agua en las zonas montañosas y en otras regiones, y restringiría los riesgos relacionados con los fenómenos peligrosos de montaña”, detalló. “La gestión integrada del agua y la cooperación transfronteriza brindan oportunidades para abordar los impactos de esos cambios en los recursos hídricos”.
El informe especial del IPCC es una contribución científica fundamental para los líderes mundiales que se congregarán en próximas negociaciones sobre clima y medioambiente, como el 25º período de sesiones de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), que tendrá lugar en Chile en diciembre.
Cambios en los ecosistemas oceánicos
En el informe se constata que el calentamiento de los océanos y los cambios en su química ya ocasionan alteraciones en especies de todos los niveles de la trama alimentaria oceánica, y ello repercute en los ecosistemas marinos y las personas que dependen de ellos.
Hasta la fecha, los océanos han absorbido más del 90 % del exceso de calor del sistema climático. De aquí a 2100, absorberán entre dos y cuatro veces más calor que en el período comprendido entre 1970 y el momento actual si el calentamiento global se limita a 2 °C, pero si las emisiones son más elevadas, la absorción será entre cinco y siete veces mayor. El calentamiento de los océanos reduce la mezcla entre capas de agua y, como consecuencia, el suministro de oxígeno y nutrientes para la vida marina.
La frecuencia de las olas de calor marinas se ha duplicado desde 1982 y su intensidad no deja de crecer. Las proyecciones apuntan a un incremento adicional en su frecuencia, duración, extensión e intensidad. Con un calentamiento de 2 °C, su frecuencia será 20 veces mayor en comparación con los niveles preindustriales, pero si las emisiones siguen aumentando con fuerza, su frecuencia será 50 veces mayor.
Desde el decenio de 1980, los océanos han absorbido entre el 20 y el 30 % de las emisiones de dióxido de carbono antropógenas, y ello ha causado su acidificación. Una incorporación continuada de carbono a los océanos de aquí a 2100 exacerbará el aumento de acidez de sus aguas.
La acidificación y el calentamiento de los océanos, la pérdida de oxígeno y los cambios en el suministro de nutrientes ya afectan a la distribución y la abundancia de la vida marina en las zonas costeras, en alta mar y en el fondo marino.
Los océanos se han calentado, su acidez ha aumentado y su productividad ha menguado. La fusión de los glaciares y los mantos de hielo provoca la subida del nivel del mar, y los fenómenos extremos costeros son cada vez más violentos.
Los cambios en la distribución de las poblaciones de peces han reducido el potencial de capturas a nivel mundial. En el futuro, disminuirá todavía más en algunas regiones, en particular en los océanos tropicales, pero aumentará en otras, como por ejemplo en el Ártico. Las comunidades que dependen en gran medida de los productos alimentarios marinos pueden verse confrontadas con riesgos para la salud nutricional y la seguridad alimentaria de sus integrantes.
“La corriente de Humboldt bordea gran parte de la costa chilena y causa fenómenos como las surgencias, permitiendo la coexistencia de una serie de pesquerías que son fuente de alimento y trabajo, por lo que el cambio climático podría tener consecuencias irreversibles no sólo en el medio ambiente marino, sino que también a escala social y económica dada la gran cantidad de personas que dependen de estos recursos”, señaló Liesbeth van der Meer, directora ejecutiva de Oceana Chile.
“Las poblaciones de peces deberían estar al menos en plena explotación para que sean capaces de afrontar el cambio climático, pero hoy en Chile el 70% de las pesquerías se encuentran sobreexplotadas o agotadas” afirmó van der Meer y agregó que “con esto cobra mayor sentido la recomendación del informe que hace un llamado a las autoridades de los países a implementar políticas para la recuperación de las pesquerías”.
Conocimientos para la adopción de medidas urgentes
En el informe se llega a la conclusión de que una reducción marcada de las emisiones de gases de efecto invernadero, la protección y la restauración de los ecosistemas, y una gestión cuidadosa del uso de los recursos naturales permitiría preservar los océanos y la criosfera como fuente de oportunidades que ayuden a adaptarse a los cambios futuros, limiten los riesgos para los medios de subsistencia y proporcionen múltiples beneficios adicionales al conjunto de la sociedad.
“Solo podremos mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales si aplicamos transiciones sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, por ejemplo, en los ámbitos de la energía, la tierra y los ecosistemas, las zonas urbanas y las infraestructuras, y la industria. La adopción de políticas climáticas ambiciosas y la reducción de las emisiones imprescindible para dar cumplimiento al Acuerdo de París también protegerán los océanos y la criosfera y, en última instancia, permitirán velar por el conjunto de la vida en la Tierra”, explicó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC.