El hidrógeno verde: Una oportunidad clave para el desarrollo sostenible
“El desarrollo del hidrógeno verde es una oportunidad para unir las demandas sociales, el cuidado del medio ambiente y frenar el cambio climático, con las oportunidades económicas del futuro para crear una visión de prosperidad compartida. Los abundantes recursos renovables de la región la sitúan en una posición excepcional para liderar la transición energética y aprovechar de nuevas oportunidades económicas, donde la cooperación regional será clave”.
Puede parecer un sueño lejano, pero al final de esta década, Latinoamérica podría tener la oportunidad de liderar la producción global de hidrógeno verde. Mucho dependerá de las tendencias del mercado, incluyendo el costo, el nivel de inversión, así como nuevos avances de tecnología. No obstante, Chile junto a otros países de la región ya iniciaron importantes proyectos y nuevas iniciativas. Ahora falta empujar mayor cooperación entre países. Aquí, Chile puede jugar un papel relevante.
Distinto al mercado de hidrógeno que se produce utilizando combustibles fósiles, como por ejemplo el gas natural o el carbón, el hidrogeno “verde” se produce de la generación eléctrica de energía renovable para el proceso de electrólisis del agua que hace posible la separación de átomos de oxígeno e hidrógeno. El hidrógeno verde obtenido puede ser utilizado como combustible de gas o de forma líquida, cuyo uso no emite emisiones ni contribuye al cambio climático.
Ya se está proyectando un papel sumamente importante para el hidrógeno en la economía mundial. Por ejemplo, en la Unión Europea el mercado de hidrógeno podría representar entre el 10 a 23 por ciento del consumo de energía final para el año 2050. Si se reducen los costos no solamente de las energías renovables sino también de la producción del hidrógeno verde dentro de los próximos años, el mundo puede alcanzar la neutralidad de carbono de forma más rápida. América Latina puede contribuir hacia una mayor ambición para la transición energética global, con la meta de llegar a un consumo regional de 70 por ciento que provenga de energías renovables para el año 2030.
Chile -un país que tiene algunas de las mejores condiciones para las energías renovables en el mundo- cuenta con una estrategia nacional para el desarrollo del hidrógeno verde que muestra su ambición no solamente de liderar en el desarrollo de esta nueva industria, sino también su ambición ambiental para lograr la neutralidad de carbono en 2050. El país aspira a tener el costo nivelado más bajo de producción en el mundo en su propio territorio, desde el extremo norte, en el desierto de Atacama, hasta la región de Magallanes. El objetivo de crear en primera instancia una industria que satisfaga la demanda doméstica, para desde allí saltar rápidamente al mercado internacional, tendría grandes beneficios para Chile. Esto a su vez estimularía el desarrollo de lazos comerciales en mercados regionales, lo que ayudaría a lanzar un nuevo mercado de exportación sudamericana.
Para llegar a estas alturas de ambición -poder aprovechar una oportunidad de desarrollo realmente sostenible y tecnológica- se anunciaron dos importantes iniciativas en Chile. Uno es el nuevo concurso de Corfo, que contribuye con $50 millones de dólares para apoyar proyectos que desarrollen electrolizadores de más de 10 megawatt en tamaño antes de diciembre del 2025. El otro, es una iniciativa de la Fundación Chile, que espera levantar un nuevo fondo de inversión de $300 millones de dólares el próximo año para apoyar entre 12 a 15 proyectos en Chile. Si bien estos montos señalan un primer despliegue para el desarrollo del hidrógeno verde en Chile, se requiere mucho más esfuerzo de forma regional para escalar las capacidades de producción y generar mayor interés económico en la transición energética por parte del sector privado y el capital de riesgo.
Primero, Chile, un país con un mercado interno pequeño, pero con un gran potencial y condiciones excepcionales para escalar el desarrollo de una industria de hidrógeno verde orientada a la exportación, no está solo. Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay tienen condiciones semejantes, donde el bajo costo de energía renovable representa excelentes oportunidades de desarrollo económico. Como Chile, estos países están considerando las oportunidades a largo plazo, incluyendo la exportación eventual del hidrógeno verde, y también cuentan con importantes proyectos pilotos para los próximos años. Sudamérica, con sus riquezas naturales renovables -el viento y el sol- puede jugar un rol extremamente importante en las materias primas “verdes” del futuro.
“La postura de EE.UU. respecto de la transición energética está cambiando rápidamente bajo el mando del gobierno de Presidente Biden (…) Si los países latinoamericanos pueden generar mayor colaboración con EE.UU. para participar en los nuevos programas e iniciativas recientemente lanzados por el Departamento de Energía, el continente americano puede competir en este nuevo mercado, creando nuevas cadenas de oferta para el siglo XXI”.
Sin embargo, más allá de un esfuerzo nacional o regional, también se requiere una mirada internacionalista. Según un informe de IRENA, en la actualidad los costos de producción del hidrógeno verde son entre dos a tres veces más caros que el hidrógeno azul, que utiliza el gas natural y tecnología de captura de carbono. Para poder bajar los costos al nivel internacional, los costos de la generación eléctrica renovable deben reducirse, y se debe escalar la tecnología y aumentar la eficiencia de los electrolizadores rápidamente. Por ahora, Europa está liderando este proceso con una meta de 40 gigawatt de electrolizadores para el año 2030.
Abriendo el abanico, en España se está levantado una de las plantas de electrolizadores más grandes del mundo con la firma multinacional estadounidense Cummins. No obstante, América Latina aún tiene tiempo para iniciar un proceso para ser mucho más competitivo y así atraer nueva inversión. Brasil, por ejemplo, cuenta con planes de inversión en el sector energético, con un memorando de entendimiento en el estado de Ceará, para desarrollar lo que podría ser el proyecto más grande en el mundo para la producción de hidrogeno verde, lo que representa una inversión de $5.4 mil millones de dólares.
La postura de EE.UU. respecto de la transición energética está cambiando rápidamente bajo el mando del gobierno de Presidente Biden. Jennifer Granholm, la secretaria de energía de EE.UU., ya ha señalado que el gobierno quiere incentivar una reducción de costos para el hidrógeno con una meta de disminuir los costos de producción por un 80 por ciento antes del año 2030, haciendo que el hidrógeno pueda ser más competitivo que el gas natural. Si los países latinoamericanos pueden generar mayor colaboración con EE.UU. para participar en los nuevos programas e iniciativas recientemente lanzados por el Departamento de Energía, el continente americano puede competir en este nuevo mercado, creando nuevas cadenas de oferta para el siglo XXI.
En el caso de Chile, menos de una década atrás los empresarios del sector energético miraban con poca confianza hacia las energías renovables, incluso con algunas dudas sobre si la radicación solar en el desierto de Atacama podría producir un costo competitivo de energía solar. Con menos de 3 megawatt de capacidad solar en el año 2012, hoy esta figura se ha aumentado a más de 2.500 megawatt. Mientras se cuestionaba el papel de las energías renovables y su competitividad años atrás, esperamos que actualmente se mire esta encrucijada para el desarrollo del hidrógeno verde con menos escepticismo, y los países decidan avanzar en su desarrollo a pesar de los tremendos desafíos en que hoy nos encontramos.
El desarrollo del hidrógeno verde es una oportunidad para unir las demandas sociales, el cuidado del medio ambiente y frenar el cambio climático, con las oportunidades económicas del futuro para crear una visión de prosperidad compartida. Los abundantes recursos renovables de la región la sitúan en una posición excepcional para liderar la transición energética y aprovechar de nuevas oportunidades económicas, donde la cooperación regional será clave.