Cosas Maravillosas: el colectivo que estimula la reparación y reutilización de objetos presentes en los hogares
Esta agrupación busca incentivar la vida sustentable a través de investigaciones, proyectos y diferentes acciones relativas a los entornos cotidianos. Con ello pretenden relevar la creatividad popular detrás del cuidado y transformación de objetos domésticos presentes en las casas, y que normalmente terminan en la basura sin adoptar un nuevo uso distinto al original. Actualmente el colectivo está presentando en el Centro Cultural La Moneda una muestra artística sobre prácticas de resistencia cotidiana -como las poleras convertidas en traperos en las cocinas- que desafía la concepción minimalista de organización del hogar promovida por la japonesa Marie Kondo. La exposición estará abierta hasta abril con todos los resguardos sanitarios.


En pleno trabajo de campo en la zona central de Chile, el sociólogo Ricardo Greene y el historiador Tomás Errázuriz, integrantes del colectivo Cosas Maravillosas, recorrieron casas del mundo rural para saber cuál era la relación de sus residentes con los objetos de uso cotidiano. La primera impresión fue que los patios de las viviendas estaban abarrotados de basura. Luego echaron pie atrás: dijeron que en realidad no era basura sino materia prima. Refrigeradores, lavadoras y numerosos artefactos eran reutilizados y reconvertidos para tener otra funcionalidad.
“Vimos una lavadora que ya no funcionaba, pero estaba dada vuelta y era usada como parrilla”, ríe Greene, también antropólogo de profesión. Con fecha de origen en 2017, Cosas Maravillosas se define como un colectivo que promueve la vida sustentable a través de proyectos, investigaciones y variopintas acciones relativas a los objetos del entorno doméstico. Aquí desempeñan un papel preponderante prácticas cotidianas como la reutilización, la reparación, la recuperación y la conservación, a fin de reducir el consumo, la basura y la huella de carbono.
Conformado también por los profesionales Dany Berczeller y Florencia Muñoz, Cosas Maravillosas cuenta a su haber con 10 proyectos de este tipo, incluido el reseñado de la zona central, que inspiró el artículo académico “Estación Terminal: la vida de las cosas en la vivienda rural”, escrito por Tomás Errázuriz. Algunos de los proyectos son autofinanciados y otros con financiamiento público. En general la idea fue gatillada por la experiencia urbanista de Greene y Errázuriz, quienes se preguntaron qué hacer por el planeta en este “escenario distópico” en que se encuentra producto de la crisis climática. Allí concluyeron que era necesario agudizar la mirada sobre los objetos cotidianos y los espacios domésticos para acercarse a una “transformación vital”.
“Empezamos a estudiar la casa doméstica chilena, los objetos que se heredan, cómo los cuidan, qué se bota, qué se descarta. Nos propusimos analizar y destacar las prácticas tradicionales que hemos abandonado. Entender que todas las cosas pueden servir para otras cosas. Nos hemos acostumbrado a tener un objeto para una función y, sin embargo, los objetos pueden reinventarse de múltiples maneras”, explica Ricardo Greene.

“Empezamos a estudiar la casa doméstica chilena, los objetos que se heredan, cómo los cuidan, qué se bota, qué se descarta. Nos propusimos analizar y destacar las prácticas tradicionales que hemos abandonado. Entender que todas las cosas pueden servir para otras cosas. Nos hemos acostumbrado a tener un objeto para una función y, sin embargo, los objetos pueden reinventarse de múltiples maneras”.
Entre las dos muestras artísticas que han desarrollado como producto destaca “Uso diario”, cuya curatoría precisamente estuvo a cargo de Greene y Errázuriz. “Estuvimos cinco años investigando prácticas de cuidado y reutilización en el uso del papel de diario. Descubrimos 180 usos distintos: salud, belleza, educación, juegos, etcétera. Constatamos la versatilidad de este material”, comenta Greene, en cuya exposición resaltan los vestidos de muñeca, envoltorios y cucuruchos en papel de diario.
Los integrantes del colectivo perciben aquí un reencuentro “con una gran tradición de reutilización y creatividad popular”. Lo mismo sucede en otro proyecto de investigación en curso ejecutado por Cosas Maravillosas, con financiamiento del Fondecyt, y que suma el primero de sus tres años de desarrollo.
“En este proyecto estamos trabajando con un grupo de 12 personas y consiste en ver cómo los afectos a los objetos se recualifican cuando son reparados o reutilizados. En qué objetos aparecen afectos como la vergüenza, por no haber podido comprar un objeto nuevo. A veces eso genera orgullo y cariño. Lo estudiamos porque eso puede favorecer o debilitar la opción de reparar cosas. Lo estamos haciendo en comunas urbanas y rurales, y en distintos niveles etarios”, narra Greene.
Otro proyecto lleva por título “Álbum de chispezas” (inspirado en el neologismo del futbolista chileno Gary Medel), y es un repositorio de reutilización popular, creativa y hasta hilarante, como el registro de una persona construyendo una máscara de gases a partir de un bidón de plástico. “Es una compilación de soluciones populares, cotidianas y muchas veces fugaces. Adoramos esas soluciones creativas y al paso, con lo que haya a mano. En Chile se habla de innovación y las políticas piensan en ejecutivos de grandes empresas, pero hay en las casas y en las calles una enorme capacidad de crear”, apunta el sociólogo.

“En la exposición quisimos subvertir el mensaje del retail. Montamos la exposición como si fuera una vitrina. Es decir, promovemos una práctica anticapitalista con el mismo lenguaje usado en el mercado: combatir el consumismo, no descartarlos a la primera, llamar a no comprar”.
La exposición de objetos en el Centro Cultural La Moneda
Desde octubre de 2020, el Centro Cultural La Moneda exhibe en las seis vitrinas de su Galería de Diseño la exposición “Cosas Maravillosas: Temporada 2021″. La muestra artística se desprendió de un proyecto de investigación del colectivo financiado por el Fondart Convocatoria 2019 titulado “¡Larga vida a los objetos! Prácticas cotidianas para sortear la obsolescencia”, y se extendió más allá del plazo producto de la pandemia. La investigación consistió en analizar la importancia de la estética y la funcionalidad entre hogares de barrios acomodados y barrios más precarizados.
“Nos dimos cuenta de que en Vitacura hay mucho espacio en las casas y hay mucho discurso sustentable, pero ese discurso en realidad no se traduce a la práctica. Los objetos que son considerados ‘feos’ no tienen espacio, a menos que entren en la categoría vintage. Están mediados por la estética. En cambio, en los hogares populares importa más la funcionalidad del objeto, no importa tanto la estética, no importa si un objeto no pega con el del lado. Es una ecología de objetos más tolerante”, aporta Greene.
En la curatoría de la exposición en el Centro Cultural La Moneda -abierta hasta abril de 2021 con inscripción previa online y aforo limitado- el colectivo Cosas Maravillosas eligió solo abordar lo que pudieron rescatar del trabajo en terreno en dos villas populares de Santiago. El objetivo era retratar la creatividad del mundo popular en las diferentes áreas habitables del hogar en cuanto al uso -y reúso- de los objetos del quehacer doméstico. Pero agregaron un detalle:
“Quisimos subvertir el mensaje del retail. Montamos la exposición como si fuera una vitrina. Es decir, promovemos una práctica anticapitalista con el mismo lenguaje usado en el mercado: combatir el consumismo, no descartarlos a la primera, llamar a no comprar”, señala Greene, cuyo colectivo cuenta con un catálogo online de los objetos exhibidos en el centro cultural. “¡Ten lo necesario a mano! Apoya, engancha, cuelga, captura, amarra, pega y conquista hasta el último rincón de tus muros”, reza un extracto del catálogo, que va a contracorriente de tendencias minimalistas de cuidado del hogar como la que promueve la afamada autora japonesa Marie Kondo. Tanto así, que en una de las salas de exposición se lee: “El minimalismo de Marie Kondo pasó de moda. Confía en tus cosas, tómalas en tus manos y di: ‘No las botaré’ porque todo tiene derecho a una nueva vida”.
En la muestra -cuyo slogan es “No compres. No botes. Imagina”- el grueso de los objetos expuestos son los mismos que los investigadores de Cosas Maravillosas hallaron en los hogares de sectores populares. Otra porción de objetos fue rescatada desde otros espacios. “Por ejemplo usamos en la curatoría una polera que cuando se gasta se convierte en pijama y luego es trapero de la cocina. Son las cosas que vimos. Son prácticas de ingenio reales, que las investigamos. Como el chal hecho de crochet que está encima de una silla de pallet”, prosigue Greene.
Otros casos que destacan son los tarros de conserva y pintura convertidos en maceteros; las jabas de cerveza en mesas de terraza; un cono de seguridad en un porta-quitasol; los jarros de vidrio en contenedores de alimentos; y así sucesivamente. La idea es visibilizar el potencial de la creatividad y las técnicas de conservación para mantener los objetos en las casas y combatir la obsolescencia programada que reduce sustantivamente la vida útil de los objetos.
Lo que los investigadores constataron en esta investigación financiada por el Fondart es que las familias de barrios más precarizados no son muy conscientes de las prácticas de reparación y reutilización que emprenden merced a su ingenio y originalidad. “Cuando les preguntamos qué cosas habían arreglado, las familias nos decían que nada. Pero dábamos una vuelta y estaba lleno de cosas reparadas. Ahí recién nos hablaban, por ejemplo, de un microondas: se les había echado a perder, lo dieron vuelta y ahora era una mesa para los vasos”, ilustra Greene.