En pleno trabajo de campo en la zona central de Chile, el sociólogo Ricardo Greene y el historiador Tomás Errázuriz, integrantes del colectivo Cosas Maravillosas, recorrieron casas del mundo rural para saber cuál era la relación de sus residentes con los objetos de uso cotidiano. La primera impresión fue que los patios de las viviendas estaban abarrotados de basura. Luego echaron pie atrás: dijeron que en realidad no era basura sino materia prima. Refrigeradores, lavadoras y numerosos artefactos eran reutilizados y reconvertidos para tener otra funcionalidad.
“Vimos una lavadora que ya no funcionaba, pero estaba dada vuelta y era usada como parrilla”, ríe Greene, también antropólogo de profesión. Con fecha de origen en 2017, Cosas Maravillosas se define como un colectivo que promueve la vida sustentable a través de proyectos, investigaciones y variopintas acciones relativas a los objetos del entorno doméstico. Aquí desempeñan un papel preponderante prácticas cotidianas como la reutilización, la reparación, la recuperación y la conservación, a fin de reducir el consumo, la basura y la huella de carbono.
Conformado también por los profesionales Dany Berczeller y Florencia Muñoz, Cosas Maravillosas cuenta a su haber con 10 proyectos de este tipo, incluido el reseñado de la zona central, que inspiró el artículo académico “Estación Terminal: la vida de las cosas en la vivienda rural”, escrito por Tomás Errázuriz. Algunos de los proyectos son autofinanciados y otros con financiamiento público. En general la idea fue gatillada por la experiencia urbanista de Greene y Errázuriz, quienes se preguntaron qué hacer por el planeta en este “escenario distópico” en que se encuentra producto de la crisis climática. Allí concluyeron que era necesario agudizar la mirada sobre los objetos cotidianos y los espacios domésticos para acercarse a una “transformación vital”.
“Empezamos a estudiar la casa doméstica chilena, los objetos que se heredan, cómo los cuidan, qué se bota, qué se descarta. Nos propusimos analizar y destacar las prácticas tradicionales que hemos abandonado. Entender que todas las cosas pueden servir para otras cosas. Nos hemos acostumbrado a tener un objeto para una función y, sin embargo, los objetos pueden reinventarse de múltiples maneras”, explica Ricardo Greene.