“La manera de colaborar que tengamos va a determinar el futuro inmediato de nuestra sociedad y de nuestro planeta”, sostiene convencido el gastrónomo Rafael Rincón, quien dirige la Fundación Gastronomía Social. Su afirmación queda demostrada en los resultados que han obtenido con la campaña Comida para Todos, que surgió como respuesta a las necesidades alimentarias que evidenció la pandemia, y que se ha ido convirtiendo en un sistema habilitante para la empleabilidad en torno de los alimentos.
La campaña comenzó en mayo de 2020 y en un año y medio ha logrado cifras impresionantes: han entregado 280 mil almuerzos, asistido a más de 7 mil personas en 16 comunas, han generado aproximadamente 80 puestos de trabajo, favorecido a más de 45 familias de la agricultura campesina y a más de 25 restaurantes, para lo cual han movilizado unos 650 millones de pesos.
¿Cómo se ha logrado? Mediante la colaboración entre los sectores privado, público y la sociedad civil; con inteligencia colectiva y trabajando ‘con’ la gente y los territorios y no ‘para’ ellos, según explica Rincón.
Según relata el emprendedor social español radicado en Chile, Fundación Gastronomía Social surgió en 2019 para ocupar un espacio que no existía en el país y que tiene relación con la forma en la cual los sectores de la gastronomía y de la cadena alimentaria se comprometen en el cambio social, en generar una sociedad más inclusiva, sana, creativa y colaborativa. “Creemos, en líneas generales, que la industria gastronómica está al debe; es una industria tremendamente demandante, de recursos económicos y naturales, que tiene complejas políticas de recursos humanos y muy volátil, como quedó demostrado con la pandemia. Vimos que ahí había una oportunidad”, explica Rincón y agrega que conoce la industria “desde pequeñito”, pues sus padres fueron dueños de restaurantes en Madrid.
La Fundación es parte de un movimiento internacional –Social Gastronomy Movement– y fue creada por un grupo de emprendedores sociales con el objetivo de educar, formar e investigar en el marco de la gastronomía “para provocar inclusión, equidad social, territorios más saludables, más participativos y crear nuevos sistemas que provoquen una renovación del sistema alimentario, que está bastante obsoleto (…) Creemos que la gastronomía puede ser actor de cambio, que puedes cambiar el mundo a través de las decisiones que tomas al comer”, dice el gastrónomo.
A partir del estallido social de octubre de 2019 y luego con la pandemia, los planes iniciales de la Fundación debieron ser modificados para reaccionar ante la contingencia. Fue así como decidieron crear un espacio de colaboración y de acción de manera inmediata, “que permitiera combatir la inseguridad alimentaria y favorecer la equidad social a través de la gastronomía”.
Para eso organizaron un modelo de impacto colectivo que ha favorecido a cuatro ámbitos muy golpeados por las cuarentenas a causa de la pandemia: restaurantes; ollas comunes, comedores comunitarios y hogares de ancianos; transportistas escolares; y personas que sufren inseguridad alimentaria. Donaciones de personas y empresas permitieron que 25 restoranes (que no podían atender público por la cuarentena) se pusieran en funcionamiento para preparar almuerzos, para cuya distribución -hacia las ollas comunes y comedores- se contrató a los transportistas escolares (también sin trabajo por la emergencia sanitaria).