Residuos peligrosos en Chile, ¿qué se hace y qué se puede hacer con ellos?
Cuando un residuo o una mezcla de ellos presenta un riesgo para la salud pública o el medio ambiente por alguna característica como toxicidad, inflamabilidad, reactividad y corrosividad, es calificado como “peligroso”, de acuerdo a la normativa chilena. Para su gestión existen protocolos estrictos que permiten su tratamiento para una posterior valorización o su confinamiento de manera segura, pero además hay investigaciones en curso que permitirán nuevas aplicaciones. Tres especialistas en la materia comentan a País Circular cómo se está abordando este tema.
El próximo año será una fecha importante para los residuos peligrosos en Chile: se cumplen dos décadas del Decreto 148 (junio 2004) del Ministerio de Salud, que estableció las condiciones sanitarias y de seguridad mínimas para la gestión de este tipo de materiales, es decir, para su “generación, tenencia, almacenamiento, transporte, tratamiento, reúso, reciclaje, disposición final y otras formas de eliminación”.
“La gestión, fiscalización y responsabilidad sobre los residuos peligrosos en Chile ha ido cobrando mayor relevancia a partir del DS 148 (…) A la fecha se ha avanzado una enormidad y actualmente contamos con altos estándares de tratamiento, trazabilidad y control en relación a ellos”, comenta la subgerente comercial de Hidronor, Denisse Triviños Mancilla.
El tema no es menor si se considera que en 2021 en el país se generaron casi 650 mil toneladas de residuos peligrosos (Respel), y los tres años anteriores fueron en torno a 600 mil, de acuerdo con cifras del Registro de Emisiones y Transferencias de Contaminantes (RETC) del Ministerio del Medio Ambiente (MMA).
Las industrias que generan más residuos peligrosos son la producción de metales (30%) y la extracción de minerales (22%), seguidas por los gestores de residuos (16%), manufactura (7%), química y celulosa (3 y 2%, respectivamente). En cuanto a las regiones, las que registran mayor generación son Antofagasta y Metropolitana, que suman 73% del total nacional, de acuerdo con cifras 2021 citadas por Triviños, ingeniera Civil Química. La profesional explica que, en el caso de Antofagasta, esta cifra (42%) responde a la presencia de empresas mineras que “generan grandes volúmenes de residuos peligrosos operacionales, principalmente de procesos pirometalúrgicos [como el caso de las fundiciones, NDR] que se encuentran en la zona”. En cuanto a la región de Santiago, se contabilizan también los Respel que recibe de las regiones de O’Higgins y Valparaíso, provenientes -entre otros- de grandes faenas mineras.
La definición de los residuos peligrosos está claramente definida en el Decreto 148, que establece que “un residuo o una mezcla de residuos es peligrosa si presenta riesgo para la salud pública y/o efectos adversos al medio ambiente ya sea directamente o debido a su manejo actual o previsto”, como consecuencia de presentar alguna de las siguientes características: toxicidad aguda, toxicidad crónica, toxicidad extrínseca, inflamabilidad, reactividad y corrosividad.
Triviños explica los tres tipos de toxicidad: “La aguda es letal en base a pequeñas dosis que se puedan tomar, beber o tener contacto con la piel; la crónica es cuando un residuo peligroso tiene la capacidad de producir efectos adversos, ya sea en una exposición continua o repetida en bajas cantidades en un periodo prolongado; y la extrínseca es cuando al eliminar un residuo, esta eliminación o tratamiento da origen a una o más sustancias tóxicas crónicas que pueden poner en riesgo la salud de las personas y el medio ambiente, entonces hay que hacer un tratamiento para que ese residuo no vaya mutando con el tiempo, ni vaya lixiviando algún contaminante, como por ejemplo plomo, arsénico, u otro”.
Sobre esta definición de Respel, el director del Laboratorio de Energía Renovable y Residuos de la PUC, César Sáez Navarrete, señala que “un residuo es peligroso cuando presenta al menos una de las características de peligrosidad que están incluidas en la normativa vigente, que se miden bajo un ensayo específico que determina si ese residuo, ese material, tiene esa característica o no”. Dicha característica, añade, está directamente relacionada con el daño que puede producir, “con el efecto que causa en organismos vivos o en el ambiente”.
Sáez explica que hay otro tipo de materiales, que se denominan “de frontera” y “son aquellos que es difícil identificar si son o no peligrosos, porque han estado en contacto con un material peligroso. Por ejemplo, el caso típico es un tanque de plástico, de 40 litros que tiene un pesticida. Cuando se termina de usar el contenido, parte del pesticida residual queda pegado en el interior de ese tanque plástico, entonces al estar contaminado con un residuo peligroso se debe considerar como un residuo peligroso”.
“El plan de manejo permite a los generadores optimizar sus procesos y tener la trazabilidad completa de sus residuos con el fin de implementar medidas de control o segregación en origen para mejorar, por ejemplo, la recuperación de estos”.
Tratamientos específicos
Debido a que representan un peligro, todo el manejo de estos materiales o residuos debe realizarse bajo condiciones de seguridad previamente establecidas, explica Denisse Triviños, de Hidronor, y agrega que para esto “el Decreto 148 es como la biblia de los residuos peligrosos”.
Agrega que, generalmente, los generadores hacen un plan de manejo donde definen los residuos que producen (peligrosos y no peligrosos, según aplique), sus cantidades, en qué etapa los generan, su identificación, cómo los van a acondicionar, a transportar, dónde los van a llevar, cómo harán la trazabilidad, entre otros aspectos. Este plan de manejo es obligatorio en los casos donde se genera más de 12 toneladas de residuos peligrosos al año o más de 12 kilos de residuos tóxicos agudos -letal en dosis bajas- y, según explica la especialista, se espera una modificación del Decreto 148 para bajar las cantidades de generación a 6 toneladas de residuos peligrosos y 6 kilos de tóxico agudo para la elaboración de plan de manejo.
Entre otras exigencias, está regulada la forma en que el Respel se debe almacenar teniendo tiempos máximos de 6 meses de almacenamiento, además del cómo se debe acondicionar e identificar, definir un encargado de la gestión de los residuos internamente e indicar qué tratamiento, disposición o revalorización se realizará con ellos, sumando la elección de los transportes, que deben tener resoluciones especiales para el transporte de residuos peligrosos.
El objetivo del plan de manejo es establecer las medidas de gestión que permiten a los generadores conocer y evaluar sus residuos y, lo más importante -dice Triviños-, compatibilizarlos, porque existen residuos que no pueden almacenarse o transportarse juntos ya que son incompatibles, y podrían generar un incidente.
“Además, el plan de manejo permite a los generadores optimizar sus procesos y tener la trazabilidad completa de sus residuos con el fin de implementar medidas de control o segregación en origen para mejorar, por ejemplo, la recuperación de estos”, dice la profesional de Hidronor, empresa que gestiona sobre el 40% de la generación anual de los residuos peligrosos en Chile.
Triviños cuenta que en Hidronor tienen un tratamiento específico para cada residuo peligroso que reciben, “con el fin de minimizar su característica de peligrosidad para su posterior inertización y disposición final en celdas de seguridad”.
“Ya conocemos los residuos de nuestros clientes y, además, los vamos actualizando, sacando muestras periódicas por cambios eventuales en los procesos y controlando la trazabilidad de los residuos ingresados a través de nuestro laboratorio acreditado ISO 17025”. En el caso de clientes nuevos, lo primero que se hace es levantar el requerimiento, tomar una muestra del residuo peligroso, ingresarlo al laboratorio y establecer qué tratamiento se le debe dar y la mejor forma de almacenarlo y transportarlo a las instalaciones de la compañía. “Con toda esta información podemos generar una asesoría técnica a nuestros clientes cumpliendo con temas de seguridad, calidad y medio ambiente”, añade.
Por ejemplo, cuenta la especialista, para los Respel líquidos -como RILes de procesos, aguas contaminadas con metales y otros residuos, estos son tratados en la línea de físico-químico: “Hacemos una serie de reacciones de neutralización y precipitamos los metales, entre otras cosas, y vamos separando las fases líquidas de las fases sólidas; la parte sólida ya estable la llevamos a depósito y la fase liquida, que ya no es peligrosa, la recirculamos en nuestros procesos”. En el caso de Respel sólidos -como polvos de fundición, arenas y tierras contaminadas- tienen la línea de inertización, donde estos residuos se estabilizan, encapsulan para luego ser depositados en las celdas de seguridad.
“Ese confinamiento final se hace en celdas de seguridad que cumplen con todo lo señalado en el DS 148 para su operación, cuentan con una serie de geotextiles, geomembrana para así resguardar la seguridad del depósito, además del monitoreo correspondiente”, comenta Triviños.
Según explica el director del Laboratorio de Energía Renovable y Residuos de la PUC, la inertización y contención es la única opción cuando el Respel ya no puede valorizarse ni biorremediarse. Añade que en Chile la contención se realiza principalmente mediante la mezcla del residuo con cemento y eso se lleva al relleno de seguridad. “Se usa la cementación por un tema de costos, pero esta técnica genera un pasivo ambiental”, cometa Sáez.
Existen otras técnicas, dice, que se están usando en otros países pero que aún tienen un costo alto y, eventualmente, se podrían usar en Chile, pues tienen la ventaja de que permiten la reutilización de esos materiales. Se trata de la vitrificación y la ceramización. “La vitrificación consiste en formar un vidrio con un formador de vidrio, típicamente es arena, compuestos de arena de silicio y aluminio, y se funde en conjunto con el residuo que se quiere inertizar, por ejemplo, un polvo de una fundición que tiene arsénico, o cadmio u otros metales pesados. La vitrificación es la única técnica que logra la inertización completa del residuo, porque el vidrio resultante se puede usar como material de construcción y no habría problema porque el residuo peligroso queda covalentemente asociado a la estructura de la matriz vidria, es decir, no va a salir ni con ácido; se puede usar en material de construcción como cerámicos, baldosas, adoquines; eso ya se hace en Japón con algunas cenizas de incineradoras, donde las cenizas contienen materiales peligrosos”.
La ceramización es similar y se obtienen arcillas, pero la inertización no es tan completa como en el caso anterior, señala el profesor de la PUC. Todo esto, comenta Sáez, “está orientado a valorizar los residuos peligrosos o incorporarlos de nuevo a los ciclos productivos, pensando en la hoja de ruta de economía circular”.
“La vitrificación es la única técnica que logra la inertización completa del residuo, porque el vidrio resultante se puede usar como material de construcción y no habría problema porque el residuo peligroso queda covalentemente asociado a la estructura de la matriz vidria”.
Reciclaje de envases contaminados
Otra forma de valorización es la que se puede realizar con los materiales “de frontera” descritos por el experto. “Casi todos son estanques, contenedores, envases, que en el marco de la economía circular están cobrando mucha relevancia, considerando su potencial de reciclaje. Para eso, es necesario medir el material con los ensayos que tenemos y determinar si presenta al menos una de las características de peligrosidad” y luego tratar de transformarlo mediante tecnología en “no peligroso”, para permitir el reciclaje y reducir las exigencias de transporte, disposición y tratamiento.
En este sentido, Sáez cuenta que en el laboratorio que dirige están investigando el uso de la biorremediación -que se aplica a suelos contaminados con hidrocarburos- para “aplicarla a estanques contaminados con aceites, lubricantes y combustibles, estanques que se utilizaron durante muchos años para almacenar combustible y no se pueden reciclar porque aún tienen un contenido de estos residuos. Pero si los remediamos utilizando tecnología de biorremediación de suelos se puede eliminar ese hidrocarburo transformándolo vía biológica en CO2 o microorganismos y dejarlo apto para su reciclaje”.
En el Laboratorio de Energía Renovable y Residuos de la PUC están realizando esta biorremediación con hongos y bacterias, a nivel de investigación en el marco de una tesis doctoral que llevaría hacia una patente con aplicaciones vía licenciamiento.
“Cualquier otra tecnología de limpieza de residuos para quitar la parte peligrosa, que suele ser algo que lo está contaminando -un combustible, un aceite, una toxina, un pesticida-, generalmente consiste en lavar, pero ahí lo que se está haciendo es transferir entre medios, entre un medio sólido y un medio líquido, que pasa a tener el contaminante, es decir, pasa a ser un líquido peligroso. Para evitar eso, las tecnologías biológicas resultan muy interesantes”, indica Sáez.
En Hidronor, comenta Triviños, se está desarrollando con algunos clientes la limpieza de estanques, lavado de envases y otros contenedores que tuvieron sustancias peligrosas para poder reutilizarlos, como también el tratamiento del RIL generado de su limpieza.
“Los combustibles derivados de residuos (CDR) en general están compuestos de una mezcla de residuos no reciclables no peligrosos y de ciertas corrientes de residuos que son calificados como peligrosos, sin que la palabra ‘peligroso’ condene a ese material a imaginar cualquier cosa”.
Combustibles alternativos
Un tipo de valorización más conocida y extendida a nivel mundial es la energética, mediante la fabricación de combustibles alternativos. Sobre este tema, el gerente corporativo de desarrollo y nuevos negocios en la empresa de gestión ambiental Ambipar Environment, Andrés Jensen, explica que “los combustibles derivados de residuos (CDR) en general están compuestos de una mezcla de residuos no reciclables no peligrosos y de ciertas corrientes de residuos que son calificados como peligrosos, sin que la palabra ‘peligroso’ condene a ese material a imaginar cualquier cosa. Puede ser, por ejemplo, un pallet de madera contaminado con aceite lubricante, o un textil proveniente de limpieza que está contaminado con solventes, o envases de aceite, etc.”
Este combustible, añade, es usado por ciertas “industrias que cumplen con las condiciones técnicas y ambientales para un consumo seguro y ambientalmente amigable”, que a nivel internacional suelen ser industrias cementeras.
En el caso de Hidronor, Triviños comenta que desde hace unos 15 años la empresa opera “una planta de combustible alternativo líquido (CAL), en su línea de blending, como otra línea de procesamiento. A esta planta llegan los aceites de maquinaria pesada, solventes, pinturas, o cualquier otro que tenga un poder calorífico determinado, generando una valorización de residuos peligrosos, transformándolo en CAL para abastecer los hornos cementeros que cuentan con una resolución que permite su recepción.
En Chile, las tres cementeras que cuentan con hornos industriales (Melón, Polpaico y Bio-Bio) tienen Resolución de Calificación Ambiental (RCA) para uso de combustible alternativo, de acuerdo con datos entregados por el alto ejecutivo de Ambipar Environment, empresa que comenzará a producir CDR en el país.
Según explica el profesor Sáez, la utilización de Respel en la elaboración de combustibles alternativos permite “quitar la peligrosidad destruyendo el material”. “Empresas que gestionan residuos peligrosos, formulan lo que se llama CAL (combustible alternativo líquido) y CAS (combustible alternativo sólido) y lo venden como material con poder calorífico para, por ejemplo, un horno cementero, donde la temperatura es tan alta que va a destruir todos los orgánicos que puedan causar algún tipo de perjuicio”.
Consultado sobre la efectividad del proceso para eliminar la peligrosidad, el académico explica que “a la temperatura que opera un horno cementero, entre 1500-1600 grados, no hay nada que pueda sobrevivir, la materia orgánica se transforma en sus partes básicas: en carbono, y dióxido de carbono, es decir, en CO2 y agua, es como una combustión muy completa. El carácter peligroso se elimina completamente, porque se destruye térmicamente la molécula que está causando la característica de peligrosidad. Son técnicas destructivas que se utilizan valorizando materiales orgánicos que tienen poder calorífico en cualquier fase, sólida o líquida”.
Y en relación a la posibilidad de que las emisiones de esa combustión pueden contener sustancias tóxicas, el director del Laboratorio de Energía Renovable y Residuos de la PUC indica que “cada empresa que puede usar combustible alternativo tiene un máximo de carga de uso de ese combustible, eso quiere decir que si usa más de la cantidad que le permite la ley para su planta de procesos, ya empezaría a producir compuestos como las dioxinas y furanos, que son los típicos compuestos cancerígenos de combustión incompleta. Pero si usan menos del valor crítico que se asignó como carga permitida, se evita que se produzcan estas emisiones. Por eso es importante la fiscalización, no solamente en términos de emisiones, sino también en términos de flujos de materiales de procesos”.