Biofertilizante hecho con las túnicas del piure, o cómo un problema ambiental se convierte en una oportunidad para las agricultoras
Un proyecto de la Universidad de Los Lagos, realizado con la participación de mujeres desconchadoras de piure y pequeñas agricultoras de Maullín, Carelmapu y Quenuir, permitió determinar el proceso para que la túnica que cubre este marisco fuera transformada en un abono para hortalizas, berries y otros cultivos. La directora del proyecto, la investigadora Margarita Pérez, explica que una de las características de este biofertilizante es que “la liberación de los nutrientes es más prolongada” que en el caso de los fertilizantes sintéticos. La agricultora Elvira Paredes, que participó en la iniciativa y usa este producto, comenta que “para las hortalizas de los invernaderos el abono natural es mejor, se dan mejor las plantas”.
Uno de los productos estrella de la pesca artesanal de la región de Los Lagos es el piure, muy solicitado en la gastronomía de la zona. El piure -o Pyura chilensis-, con su característico color naranjo o rojo intenso, posee una cubierta dura y voluminosa llamada túnica o “colpa”, la que se desecha una vez extraída la carne del piure. Generalmente este desecho se va acumulando en grandes cantidades en las playas, en los patios de las casas o en campos cercanos, donde su descomposición genera muy mal olor, lo que ha sido un problema ambiental y sanitario en algunas localidades de la comuna de Maullín donde trabajan este producto.
Pero como muchos problemas, es también una oportunidad. Así lo entendieron desde la Universidad de Los Lagos y dieron forma a un proyecto para transformar esa túnica en un fertilizante orgánico con múltiples beneficios. La bióloga marina Margarita Pérez Valdez, directora del proyecto, lo explica de esta forma: “La elaboración de este fertilizante, a partir de los desechos del piure, contribuye a transformar un problema ambiental en una oportunidad, que otorga un beneficio especialmente para pequeños y pequeñas agricultoras, sobre todo porque su uso está bien recomendado para la agricultura familiar campesina, tanto para los invernaderos como para plantas de interior”.
Así lo confirma Elvira Paredes, agricultora del sector de Huapache, quien participó del proyecto: “Es muy buen fertilizante, porque es abono orgánico, no es como el otro abono que uno compra, que trae tantas complicaciones con las cosas que le ponen (…). Yo aquí tengo un emprendimiento en frambuesas y grosellas, y ahora estamos trabajando de manera agroecológica, que sea todo orgánico, estamos en eso cambiando de a poco (…) Para las hortalizas de los invernaderos el abono natural es mejor, se dan mejor las plantas”.
Elvira Paredes, de 67 años, viuda, contó a País Circular que al principio dudó en embarcarse en este proyecto, “porque es harto compromiso, harto trabajo”. “Unas amigas empezaron en este proyecto con la túnica del piure, lo hicieron en Carelmapu y de ahí vinieron a mi casa a decirme que lo hiciéramos. Al final me convencieron y lo hicimos; armamos los cajones para poner la túnica, tuve que arrendar una camioneta para traerla desde Quenuir, porque yo vivo en el campo (distante de la costa a unos 15 minutos en auto). Ahí estuvo la túnica en reposo y después vinieron a tomar las muestras y salió con todos los requisitos”.
“Hicimos pruebas de sabor de las hortalizas, en este caso acelga, y el sabor de las acelgas cultivadas con el fertilizante orgánico era más dulce que el de las acelgas cultivadas con el fertilizante químico”.
Conocimiento antiguo
¿Cómo la convencieron? “Yo sabía que la túnica del piure sirve como fertilizante. Antiguamente con mi mamá y mi papá la juntábamos y la poníamos entera en las plantas, en la grosellas, en cualquier planta, en flores, ahí se pudría y servía de abono. Es un conocimiento antiguo”, dice la campesina.
El problema con la túnica sin tratamiento, agrega Paredes, es que se pone muy hedionda. “En Quenuir hay gente que trabaja en el desconche de piure y lo vende en Puerto Montt; lo venden cocido y crudo, y la túnica tienen que sacarla del lugar donde lo desconchan, así que tienen que pedir permiso en algunos campos que les queden más cerca para irlo a tirar, porque si no, si lo dejan ahí que se descomponga, hay mucho olor, muy fuerte, se llena de moscas y contamina”, señala la agricultora de Huapache, quien es usuaria del Servicio de Asesoría Técnica (SAT) del INDAP
El proyecto de la ULagos, denominado “Paquete tecnológico para elaboración y uso de un fertilizante orgánico a partir de túnica de piure”, fue desarrollado a partir de 2019 -gracias a un Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC)- y acaba de culminar, a fines de 2023.
La directora del proyecto, Margarita Pérez, quien es académica e investigadora del Departamento de Acuicultura y Recursos Agroalimentarios, cuenta a País Circular que comenzaron trabajando con mujeres desconchadoras de la localidad de Carelmapu, de la comunidad indígena Kalfu Lafken, que ya habían hecho algunas pruebas con las colpas de piure y se buscaba sistematizar la información y establecer una especie de “receta” para el uso del fertilizante. A los pocos meses comenzó la pandemia por el covid 19 y la situación se complicó para la organización de desconchadoras. Así, el equipo de investigadores tuvo que buscar otros grupos con quienes trabajar.
“Logramos encontrar un grupo de mujeres, pequeñas agricultoras en la localidad de Quenuir, donde la lideresa, Elvira Paredes, es bastante aglutinadora y una mujer muy potente en este tema. Uno aprende mucho de ella, de sus experiencias en el trabajo comunitario, como también de sus experiencias en la agricultura. Ella de verdad nos ha colaborado mucho en el proyecto”, comenta Pérez.
Agrega que el trabajo con las comunidades rurales es siempre muy enriquecedor y, especialmente en este caso, porque fueron mujeres. “Son muy comprometidas cuando están interesadas en los temas. Creo que eso es un aprendizaje: que debemos preguntar a las comunidades para saber qué es lo que realmente les interesa que uno desarrolle o qué creen que les puede servir, porque a veces vamos desde la universidad o desde los centros de investigación con una idea preconcebida de lo que necesita la comunidad y en la práctica no es así” .
Dentro de los aprendizajes, la investigadora, quien es Magister Ciencias Mención Producción, Manejo y Conservación Recursos Naturales, señala que es importante conformar grupos multidisciplinarios, que incluyan a profesionales del área de las ciencias sociales. Además, “es necesario que los proyectos incorporen una patita que sea de fortalecimiento organizacional”, para que las agrupaciones sean capaces de enfrentar situaciones extraordinarias, como el caso de la pandemia.
El proceso y los beneficios
Sobre el proceso para elaborar el fertilizante, Margarita Pérez explica que los desechos del desconche, “la colpa o concha del piure, se pica o muele, con una chipeadora, luego hay que acopiarla en contenedores -en este caso fueron contenedores de un metro cúbico-, donde se va removiendo cada cierto tiempo, una vez a la semana”. Respecto al tiempo que tarda todo el proceso, “determinamos que se demora entre dos a tres meses, dependiendo de la época del año. En invierno se demora un poco más y en primavera-verano es un poco menos, pero en unos tres meses está listo para ser utilizado y queda con una consistencia tipo arena”.
Los análisis y pruebas que se hicieron durante la ejecución del proyecto permitieron determinar que el producto, elaborado tanto con colpa cruda como cocida, supera a un fertilizante común y corriente y que tiene ventajas significativas.
“Al ser un fertilizante orgánico, contribuye a que haya una enriquecimiento del suelo, porque agrega materia orgánica que está en un proceso de descomposición, que sigue liberando más lentamente los nutrientes al suelo. Entre las pruebas, hicimos pruebas de sabor de las hortalizas, en este caso acelga, y el sabor de las acelgas cultivadas con el fertilizante orgánico era más dulce que el de las acelgas cultivadas con el fertilizante químico”, explica la investigadora de la ULagos.
Por otra parte, dice, dado que tiene una consistencia arenosa, otorga al suelo más porosidad para que ingrese mejor el agua y también la aireación necesaria para que ocurra la expansión de las raíces. Esa consistencia arenosa se debe a que “el piure va agregando calcio, conchilla, arena y también se adhieren otros organismos y algas, con lo que se enriquece mucho más. Esta presencia de nutrientes incluso modifica el pH, y los suelos que normalmente son suelos ácidos, los hace más alcalinos”, explica la bióloga marina.
Consultada sobre la diferencia con los fertilizantes sintéticos, comenta que si bien estos tienen más nutrientes, en el fertilizante orgánico la liberación de los nutrientes es más prolongada en el tiempo, lo que permite hacer una resiembra en el mismo sitio. “Sin refertilizar el suelo con el fertilizante orgánico, comparado con el fertilizante químico, el crecimiento de las plantas es mayor con el orgánico. Hicimos esas pruebas con lechuga en invernadero y esos fueron los resultados”.
“Normalmente, el usar el fertilizante químico hay una respuesta más rápida de crecimiento en las plantas, pero si uno lo piensa en el tiempo, con el fertilizante orgánico el suelo queda enriquecido por más tiempo, porque el otro rápidamente se va lavando con los riegos y va percolando hacia las napas freáticas”, señala la académica.
“En Quenuir hay gente que trabaja en el desconche de piure y lo vende en Puerto Montt (…) y la túnica tienen que sacarla del lugar donde lo desconchan porque si no, si lo dejan ahí que se descomponga, hay mucho olor, muy fuerte, se llena de moscas y contamina”.
Comercialización
El proyecto fue desarrollado durante tres años en tres sectores costeros de la comuna de Maullín: Maullín, Carelmapu y Quenuir, donde se generan grandes cantidades de desechos de piure, es decir, abundante materia prima para fabricar fertilizante. Con ese antecedente, uno de los objetivos en el corto-mediano plazo es que la comunidad local pueda comercializar este producto.
En ese contexto, se formó la agrupación Flor del Bosque, de mujeres campesinas del sector Huapache, que ya suma doce socias y que tiene entre sus planes -entre otras cosas- dicha comercialización. La presidenta de este grupo, la señora Elvira Paredes, comenta que aún necesitan algunos permisos para poder vender el fertilizante: “La investigación ya terminó, pero yo sigo usando el biofertilizante, y más adelante puede ser que lo comercialicemos; para eso exigen hartos requisitos”. Con todo, la agricultora valora mucho este proyecto, así como las asesorías que ha tenido: “Una que ha sido del campo, campesina, toda la vida, ha trabajado en el campo y sabe las cosas, pero hay cosas que uno no sabe y esto me ha servido harto. Es bien importante aprender. Gracias a Dios, todavía a esta edad que tengo, no se me queda grande nada”.
Respecto a la posibilidad de venta del fertilizante, la profesora Pérez señala que tanto ella como “los otros investigadores –entre ellos los agrónomos Denisse Endress y Mauricio Molina- y las personas del INIA Remehue -que también fue parte de la investigación- pensamos que el producto tiene un enorme potencial, de hecho, presentamos un modelo de negocios -junto con un manual de producción y uso- que fue transferido a las comunidades para que puedan evaluar potencialmente su comercialización”.
Ese es ahora uno de los desafíos para este biofertilizante. “En enero nos reunimos con la agrupación Flor del Bosque, porque están interesadas en poder producir este fertilizante y poder comercializarlo, pero bueno, ahí tenemos que hay que resolver una serie de situaciones, porque no es tan fácil llegar y empezar a producirlo si no están los permisos de la autoridad sanitaria y del SAG, así que estamos en eso ahora, en seguir apoyando en ese sentido a la comunidad”, concluye Margarita Pérez.