Reúso de aguas grises permite mantener árboles frutales en localidades de Coquimbo golpeadas por la sequía
Nísperos, duraznos y naranjos, entre otros, crecen y dan frutos en los patios de quince establecimientos educacionales y en los jardines de siete familias de una de las regiones más afectadas por la escasez hídrica. Todos ellos cuentan con sistemas para reciclar aguas grises implementados por Fundación Un Alto en el Desierto, cuya directora ejecutiva, Natalia Rebolledo, comenta que con estos proyectos no solo se va recuperando el terreno, sino también el tejido social.
En el sector rural de La Torre, en la comuna de Ovalle, las familias tienen agua solo dos o tres horas al día. Ana Briceño, quien vive en esa localidad, cuenta que el agua la llevan en camiones aljibe y cargan los estanques del comité de Agua Potable Rural, desde donde pasa a las cañerías para el abastecimiento racionado de las casas.
A pesar de esto, Ana mantiene un jardín completamente verde, con un sinnúmero de plantas ornamentales, además de una serie de árboles frutales: “Estoy muy contenta, el níspero es primera vez que da frutos y está súper cargado. Este año tuve duraznos, damascos, y también tengo un limonero; todos dan unos frutos riquísimos y todas mis plantitas están preciosas”.
¿Cómo lo hace? Gracias al reciclaje de agua.
“Yo ocupo el agüita de la llave solamente para el consumo de nosotros como familia, para la comida y el aseo personal, todo lo demás es con agua reutilizada”, relata Ana, quien desde hace poco más de un año tiene en su casa un sistema para el reúso del agua de la lavadora.
Se trata de una tecnología que funciona con carbón activado para filtrar el agua y dejarla en óptimas condiciones para regar árboles frutales y plantas de adorno sin ningún riesgo.
Este sistema de reúso llegó a la casa de Ana y de otras seis familias de Ovalle con la pandemia.
Así lo cuenta Natalia Rebolledo Robert, directora ejecutiva de Fundación Un Alto en el Desierto (FUAD), entidad dedicada desde hace más de quince años al reciclaje y reutilización de agua de distintos orígenes. Su labor se concentra en la región de Coquimbo, donde la crisis hídrica se ha sentido con fuerza y diversas comunas han estado con decretos de escasez hídrica desde 2010.
“En 2018, cuando la ley de aguas grises fue publicada (Ley 21.075) nos dedicamos a hacer sistemas de reutilización de agua en establecimientos educacionales y tenemos quince funcionando, en las comunas de La Higuera, Andacollo, Río Hurtado, Monte Patria, Combarbalá, Punitaqui, Ovalle, Canela, y Los Vilos. En total son unos tres mil alumnos y reutilizamos el agua de los lavamanos, con lo que podemos reciclar cinco mil litros de agua al día (lo que equivale al consumo diario de 50 personas)”, explica Rebolledo.
A principios de 2020 estaban por iniciar la mantención de esos quince sistemas, gracias a un financiamiento del Fondo Común de Fundación Lepe, cuando comenzaron las cuarentenas y restricciones por el Covid-19. “Los alumnos no estaban yendo a la escuela, estaban con clases online, así que tuvimos que ver cómo nos reinventábamos y decidimos llevar esto a las casas de los mismos estudiantes”, señala la profesional.
Fue así como empezaron un piloto con siete hogares de la comuna de Ovalle, donde armaron una red de recicladoras de agua. Comenzaron con el agua de la lavadora “porque no requiere una mayor intervención en términos de romper paredes, unir tuberías o trabajos de gasfitería más profundos”.
El piloto dio tan buenos resultados que FUAD decidió ampliar el proyecto y actualmente están empezando a implementar sistemas similares para reúso de agua en 60 hogares -unas 300 personas- de distintas localidades de toda la región, financiados con un fondo social del Gobierno Regional de Coquimbo.
“Cada gotita cuenta, y el agua filtrándola funciona bien para las plantas; yo todos los días veo que mis plantas están bien, están sanas, dando flores y frutos”.
Mucho más que agua
“Se dice que puede empezar el racionamiento de agua en Santiago, y la verdad es que acá en Coquimbo el racionamiento lleva harto tiempo”, comenta la directora ejecutiva de FUAD y explica que la situación es muy compleja.
“La región de Coquimbo es de las más afectadas por la desertificación y la sequía, tanto por el cambio climático como por la gestión del agua. Hay sectores donde la injusticia hídrica es muy evidente; hay plantaciones verdes y al lado una comunidad que se seca, casos extremos e indignos para las personas, que reciben 15 minutos de agua cada dos días. Es un panorama desolador porque no es solo la falta de agua en sí misma; hay muchos otros efectos, como la falta de presión para prender el calefón, por ejemplo”, dice Rebolledo.
Agrega que la falta de agua golpea fuerte también a los sectores donde se dedican a la pequeña ganadería (especialmente caprina) y la producción agrícola de subsistencia, lo que ha obligado a muchas personas a emigrar en busca de trabajo, especialmente los jóvenes.
Ana Briceño relata la situación así: “En la ciudad no se nota tanto, pero en los pueblos se nota mucho esta escasez tan grande de agua. Uno ve las vaquitas flacas y se pregunta qué van a comer, si no hay nada. Tanto los humanos como los animalitos, la naturaleza está sufriendo con la falta de agua”. Por eso, agrega la vecina de La Torre, es importante que más personas reutilicen el agua, “porque cada gotita cuenta, y el agua filtrándola funciona bien para las plantas, uno lo tiene visto; yo todos los días veo que mis plantas están bien, están sanas, dando flores y frutos, está dando resultados”.
La especialista de FUAD subraya que los proyectos de reúso de agua tienen una enorme rentabilidad social y ambiental. “Se va recuperando el terreno y también el tejido social. Lo vemos en las escuelas, al mejorar el entorno se beneficia la convivencia escolar. No es solo agua, el agua trae otras cosas; para nosotros ha sido muy importante ver que se regenera no solo el suelo, sino la sociedad en sí”.
Y es que al igual que en las casas, el agua reciclada en los establecimientos escolares ha sido destinada al riego de árboles frutales y ornamentales que, de no ser por este proyecto, se habrían secado. Varias de esas escuelas tenían -y aún tienen- prohibición de regar con agua potable y, si no fuera por el reúso, no tendrían nada verde.
Es el caso de la escuela Violeta Parra en Los Rulos, Canela, que se estaba abasteciendo con camiones aljibe y por lo tanto era imposible regar su patio, que está lleno de naranjos, que volvieron a ser regados gracias al agua gris.
Y en la escuela de Monte Patria, en Chañaral Alto, mantienen con el agua gris un parque de jacarandá. “Tenían un espacio que era un peladero con mucho sol. En 2016 plantaron estos árboles chiquititos y ahora ese es un espacio verde, con sombra, con banquitas; es un espacio recuperado para los estudiantes”, comenta Rebolledo.
“Al mejorar el entorno se beneficia la convivencia escolar. No es solo agua, el agua trae otras cosas; para nosotros ha sido muy importante ver que se regenera no solo el suelo, sino la sociedad en sí”.
Esperando el reglamento de la ley
Si bien la Fundación Un Alto en el Desierto ha implementado el reúso de aguas grises en virtud de la ley 21.075, está a la espera del reglamento de esa norma para poder regularizar los sistemas instalados.
Rebolledo relata que como fundación estuvieron participando desde 2016 en la discusión de esa ley -que regula la recolección, reutilización y disposición de aguas grises-, aportando desde su experiencia práctica. Asimismo, han seguido de cerca el proceso de elaboración del reglamento, a cargo del Ministerio de Salud.
“Los sistemas de las escuelas los hicimos sobre la base de un borrador del reglamento y, gracias a la práctica, vimos que había requerimientos que no eran factibles de realizar e hicimos una serie de observaciones en la consulta púbica que se hizo el año pasado. Por ejemplo, solicitamos que hubiera una diferenciación de sistemas de pequeña escala; que los sistemas que reciclaran menos de 1.500 litros al día tuvieran mayor flexibilidad en cuanto a su diseño y la periodicidad de muestreo de calidad del agua, porque para nosotros en las escuelas fue muy difícil hacer testeos de calidad debido a que los laboratorios están lejos y hay que llegar con las muestras en 24 horas; llevarlas desde Canela o Quilitapia (en Combarbalá) hasta Santiago es prácticamente imposible”, comenta Rebolledo y manifiesta su confianza en que las observaciones fueron tomadas en cuenta.
Ahorro en las cuentas
Bernardita Tavilo, quien vive en el sector de Huallillinga con su marido y dos de sus hijos, es otra de las integrantes de la red de recicladoras de agua surgida en Ovalle a partir de la pandemia. Uno de sus hijos estudia en la escuela La Araucana, donde funciona uno de los sistemas implementados por FUAD, y a ella siempre la pareció muy interesante.
“En mi casa yo hacía reúso de manera artesanal, así que cuando nos propusieron implementar los filtros en la casa aceptamos altiro”, cuenta Tavilo, quien usa el agua reciclada para regar sus frutales -duraznos, nísperos y limones- y también para rociar el suelo, porque con la sequía el polvo es “horrible”.
Bernardita comenta que enfrentar la escasez hídrica “ha sido súper difícil”. Hasta hace un par de décadas, relata, “teníamos una acequia que pasaba por todas nuestras casas, teníamos otros cuatro canales, más el río, donde podíamos abastecernos de agua, estaba todo verde, y ahora está todo seco”.
Además de la vegetación se ha perdido la diversidad de insectos que habitaban el sector, dice la vecina de Huallillinga: “Nosotros conocíamos miles de bichitos que salían en los canales y nuestros hijos no conocen nada de eso; mi hijo tiene 11 años y no los conoce porque toda la vida del canal está muerta”.
Bernardita cuenta que, además del beneficio para sus plantas, el reúso de agua ha traído un ahorro de casi un 50% en la cuenta del agua que paga al comité de Agua Potable Rural (APR).
En el caso de Ana Briceño, su cuenta se ha reducido casi a un tercio en comparación con el tiempo normal, es decir, cuando tenía agua todos los días. Es que además de usar el agua de reúso para regar, también la usa para el baño, para tirar la cadena y ahorrar el agua limpia. Asimismo, cuenta, todos en la casa -su marido y dos de sus hijos- se preocupan de usar el agua de la forma más eficiente y reutilizar las aguas grises. “No nos ha costado acostumbrarnos; hay que tener conciencia, no hay que ser flojo, con voluntad podemos hacerlo”, concluye la vecina de La Torre.