Manuel Laredo, fundador de la empresa boliviana Mamut: “La sostenibilidad es una herramienta de competitividad”
Este ingeniero industrial cochabambino será uno de los invitados internacionales estelares en el seminario virtual “Emprendimientos circulares desde América Latina y el Caribe”, que se celebrará los próximos 17 y 18 de agosto. A través de su emprendimiento, que convierte las llantas de neumáticos en materiales de construcción sostenible, Laredo se sitúa como un ejemplo en la región en promover un modelo de negocios en economía circular “natural”, como prefiere llamarle él a este tipo de economía circular.
El video de millones de neumáticos ardiendo en Kuwait, emitiendo un humo negro extendido sobre la atmósfera, impactó al mundo entero tanto como el informe del IPCC que, días después, puso sobre la mesa la evidencia de que el cambio climático es una realidad irrefutable, y que algunas de esas variaciones, para colmo, son irreversibles.
A casi 13.000 kilómetros de distancia, en cambio, un país sudamericano cobija un emprendimiento a mediana escala que, en lugar de quemar los cauchos de los neumáticos, se esmera en transformarlos y darle una utilidad con triple impacto. Se trata de la empresa boliviana Mamut, creada por el ingeniero industrial cochabambino Manuel Laredo, quien fabrica unos 14 tipos de productos de construcción para ciudades sostenibles a partir de las llantas de neumáticos.
Aunque partió prácticamente de la nada, el proyecto de economía circular “natural” -como lo llama él- ha tenido una masiva aceptación, tanto al interior de las ciudades bolivianas como en las limítrofes, y está llegando incluso a extender sus dominios a Paraguay y Panamá. De su exitoso modelo de negocios circular y la escalabilidad de su propuesta, por la cual el emprendedor ha obtenido un sinnúmero de reconocimientos, Laredo hablará en el seminario “Emprendimientos circulares desde América Latina y el Caribe”, organizado por el Centro de Innovación y Economía Circular (CIEC) de Iquique, y que se celebrará el 17 y 18 de agosto. Manuel expondrá el primer día del evento, a partir de las 10.00 horas.
-¿Cómo se vuelve factible esta mezcla entre sostenibilidad y rentabilidad? ¿De qué manera se expresa en el modelo de negocios?
-En Mamut creemos que la sostenibilidad es una herramienta de competitividad. Lo que hacemos como empresa es generar materiales de construcción justamente para la construcción de ciudades sostenibles. En Bolivia 26 mil millones de dólares están siendo enterrados cada año. Es un tema financiero. Estamos hablando de ciudades que botan mucho, que tienen problemas de infraestructura sostenible, problemas de empleo e impactos ambientales. Hoy el desarrollo ya no se mide por la riqueza que genera la empresa, sino por la prosperidad. Las empresas circulares, a través de su triple impacto, son una herramienta que apoya este paradigma de desarrollo sostenible.
-¿Qué oportunidad detectaron en Bolivia a partir de los neumáticos en desuso?
-Bueno, usamos el residuo de la llanta. En Bolivia hay 30 millones de llantas; hay más llantas que personas. Estaban botadas en las esquinas y provocan un problema no solo por la degradación, sino porque taponean las acequias. Es un problema urbano. Trabajamos con el 20 por ciento del pasivo de las llantas en Bolivia. Tenemos 3.000 proyectos en ciudades bolivianas, incluso donde no hay camino asfaltado. Ya llegamos a Panamá y Paraguay (en este último inauguramos una planta). Hemos cambiado la vida de 500.000 usuarios a través de nuestro proyecto, de nuestros ecoparques, cuando se dan cuenta que mantener una llanta en vida es 8 veces más provechoso ambientalmente a que sea quemada.
-Cuando hablas de que promueves la economía circular “natural”, ¿a qué te refieres?
-Es aquella economía circular que nace de forma orgánica, sin que haya leyes. En Europa la economía circular nace del Estado, pero en América Latina la situación ha comenzado al revés. Hay una economía circular muy en nuestro estilo, basado en los ecorrecolectores. Acá ya se reutilizaba el caucho; solo que a nadie le importaba. En nuestro modelo, no recogemos las llantas, sino que eso lo hacen otras personas con las que trabajamos; no recogemos plástico. Le damos el valor final. Cuando viene un ingeniero coreano acá a Bolivia percibe que lo más interesante del modelo boliviano es que no es subvencionado por el Estado. En otras partes el Estado paga a las empresas por las llantas. Acá no pasa eso. Nosotros hemos ido cambiando el chip, hemos demostrado que la infraestructura puede ser diseñada de forma diferente, que podemos producir con energía solar, promovemos el consumo responsable. Eso es la economía circular natural. En el modelo coreano tienen varios puntos de acopio, un manejador de residuos certificado, todo muy lindo; un 90 por ciento de eficiencia que cuesta 150 millones de dólares. La realidad es muy distinta en Latinoamérica: las conurbaciones acá no tienen la cantidad de basura, de residuos ni los 150 millones de dólares para hacerlo funcionar.
“La economía circular natural nace de forma orgánica, sin que haya leyes. En Europa la economía circular nace del Estado, pero en América Latina la situación ha comenzado al revés. Hay una economía circular muy en nuestro estilo, basado en los ecorrecolectores. Acá ya se reutilizaba el caucho; solo que a nadie le importaba”.
-¿Cuántos productos ofrecen a partir de las llantas de neumáticos?
-Tenemos 14 productos que hemos logrado a través de nuestro laboratorio de innovación. Creemos que esta tendencia no debe venir de Europa. Hemos sacado reductores viales, separadores viales, parques, separadores de vías para ciclorrutas. Este rubro tiene mucho campo de innovación. La forma está cambiando, ya que todo lo que producimos que tiene que diseñarse de forma eficiente. Nosotros tenemos un modelo de negocios para un conglomerado de tres millones de personas, más allá de las ciudades centrales, y eso hace que el proyecto sea altamente escalable. Recolectamos las llantas a través de distintos proveedores de caucho: recicladores de base, a quienes hacen recauchaje y sacan una viruta de caucho y una planta más formal. Cuando el coreano me pregunta por ello, se sorprende: me pregunta por el punto de acopio y yo le digo que todo está botado en la calle; me preguntan quién pica todo eso, y yo le digo que se corta de forma manual.
-¿Cómo evalúas esta instancia del seminario internacional y qué crees que podría aportar?
-Es interesante porque el Centro de Innovación y Economía Circular de Iquique pertenece a una red de promoción de la economía circular en América Latina. Pienso que el seminario va a permitir dar a conocer una economía circular más desde este continente, y que tenemos la posibilidad de dar soluciones a problemas locales con perspectivas globales. Me siento muy bien de poder aportar mostrando nuestra historia, de cómo hemos podido migrar a modelos de negocios en economía circular, ya que los consumidores quieren productos más sostenibles y a más bajo costo.
-¿En qué consiste, en particular, el proyecto Mi Ekoparque Seguro?
-Nos hicimos cargo con este proyecto de los espacios urbanos olvidados en Bolivia. Nadie iba, era una tierra solitaria. Tomamos la idea de cambiar estos parques y convertirlos en parques ecológicos. Tuvo un impacto grande, porque a un parque van 40 mil usuarios por año. Tuvo un impacto fuerte en la política pública de Bolivia, es decir, cómo la estructura de la economía circular puede transformarse en un cambio sistémico. En Chile más bien se ha pasado desde lo público a lo privado; y acá los tomadores de decisiones se han dado cuenta de que un parque ecológico tiene un impacto mayor que hacer un viaducto, y que tenía un costo mucho menor. Hemos llegado a localidades fronterizas como Riberalta, Tupiza, Yacuiba, Cobija. Son proyectos masivos que ya no permiten pensar que un parque es inseguro.