Ercilia Araya, la autoridad ancestral colla que exige garantías al Estado para la explotación del litio desde el Salar de Maricunga
“Si Codelco no está a la altura de lo que pedimos, nosotros podemos pelear y llegar hasta las últimas consecuencias”, sostiene categórica la presidenta de la Comunidad Colla Pai Ote, grupo humano trashumante que habita desde hace cientos de años la zona entre el desierto de Atacama y la cordillera de los Andes. Para la comunidad de Ercilia Araya el Salar de Maricunga es un sitio sagrado y teme por los impactos que la extracción del codiciado mineral va a tener sobre la biodiversidad, el agua y su forma de vida. Por este asunto ya han llevado ante la justicia a dos empresas privadas y denuncian que el gobierno no dialogó con ellos antes de anunciar la Estrategia Nacional del Litio. Sobre este y otros temas País Circular conversó con la dirigenta, en esta entrevista que publicamos en la víspera de la conmemoración del Día Nacional de los Pueblo Indígenas.
“Yo nací en la cordillera, en un sector que se llama Dainal, en la Quebrada de Paipote, en el sector La Puerta”, cuenta Ercilia Araya Altamirano sobre su origen en el seno de la Comunidad Colla Pai Ote, con una vida trashumante dedicada principalmente al pastoreo y pirquineo, donde la espiritualidad ligada a la madre tierra y a los ancestros marca la existencia al ritmo de los ciclos de la naturaleza. Su lugar de nacimiento forma parte del extenso territorio habitado ancestralmente por comunidades del pueblo indígena colla, entre el desierto de Atacama y la cordillera de los Andes más allá de la frontera con Argentina, irrigada por las aguas de la cuenca del Salar de Maricunga.
Aunque ella preferiría pasar todo su tiempo en las montañas, arreando ovejas y cabras, se ha visto obligada a bajar hasta las ciudades para defender esa forma de vida, los usos y costumbres de su comunidad, los ecosistemas, el agua y la biodiversidad que los sostienen. Esto, porque la zona es rica en recursos como oro, cobre y litio, que atraen inversiones de grandes empresas, cuyas operaciones no suelen ser respetuosas con las comunidades y el medio ambiente.
A fines de los 90 Ercilia Araya entró de lleno a la lucha por su territorio y actualmente, como presidenta de la Comunidad Pai Ote -compuesta por 66 familias-, intenta evitar la destrucción del Salar de Maricunga, uno de los lugares más codiciados para extraer litio, pues posee -junto al salar de Atacama, explotado por SQM y Albemarle- las más altas concentraciones de este elemento a nivel mundial.
Así, a principios de 2022 su comunidad obtuvo por la vía judicial la paralización del proceso de licitación del litio realizado por el gobierno de Sebastián Piñera al final de su mandato; entre las razones del recurso presentado entonces destacan el riesgo para el Salar de Maricunga y la falta de consulta indígena.
Ahora, en relación a la Estrategia Nacional del Litio anunciada por el presidente Gabriel Boric a fines de abril, que incluye la explotación de Maricunga, la dirigenta colla denuncia que su comunidad no ha sido consultada y que ha sido “discriminada”. Para hablar sobre este tema con diversas autoridades, viajó a Santiago a comienzos de mayo, junto con el asesor de su comunidad Ariel León Bacián. Fueron recibidos por el subsecretario de Minería, Willy Kracht, y por el presidente del directorio de Codelco, Máximo Pacheco. Sin embargo, no pudieron conversar con la directora del Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), Valentina Durán.
A fines del mismo mes, Araya Altamirano volvió a Santiago para participar en un Seminario coorganizado por el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Chile y la Comunidad Colla Pai Ote. Durante ese viaje aprovechó de sostener una serie de reuniones para abogar por la defensa del Salar. En ese viaje, además, Ercilia se hizo un tiempo para conversar con País Circular sobre su vida, su lucha, sobre lo humano y lo divino.
“No queremos mentiras, necesitamos saber la verdad, es decir, cómo vamos a quedar nosotros cuando saquen el litio. Saber cómo le va a afectar a la biodiversidad, cómo nos va a afectar para el tema del regadío, el agua para los animales, el agua para consumo humano”.
Triunfos legales
En cuanto a los trabajos que se están realizando en el Salar de Maricunga con vistas a extraer litio, Ercilia relata que en estos momentos hay tres empresas instaladas: “Por un lado está Salar Blanco, que es de inversores australianos, por el otro lado está Errázuriz, y por el otro está Codelco, al Salar lo tienen envuelto”. En los dos primeros casos, la Comunidad Pai Ote ha realizado acciones judiciales.
En marzo de 2022, la Corte Suprema dio la razón a la demanda del grupo colla, que exigía anular la evaluación ambiental del proyecto Producción de Sales Maricunga, propiedad de Simco SpA, del grupo Errázuriz y la taiwanesa Simbalik Group, por no haber realizado un proceso de Consulta Indígena; la sentencia ordena el inicio de dicho proceso, pues “es tal carencia la que torna ilegal las decisiones”. Por otra parte, en febrero de este año, el Primer Tribunal Ambiental acogió la reclamación de la Comunidad Pai Ote para revertir la calificación ambiental favorable del proyecto minero Blanco, con inversiones de la australiana Lithium Power International y el empresario chileno Martín Borda; esta causa sigue en trámite.
En el caso de Codelco, inició las exploraciones hace poco más de un año y hace unos días dio a conocer los resultados que mostraron altas concentraciones del mineral, pero aún no inicia la explotación. De todos modos, la líder colla denuncia que la empresa estatal “ha echado tierra roja arriba del nuestro hermano salar y ha ido destruyendo, botando papeles, dejando mugre”.
Ercilia subraya que siempre han tenido disposición al diálogo como primera instancia, pero cuando este no se produce o no da frutos, tienen que usar las herramientas que poseen en virtud de las leyes y tratados internacionales para hacer valer sus derechos. En ese sentido, comenta que “si Codelco no está a la altura de lo que pedimos, nosotros podemos pelear y llegar hasta las últimas consecuencias”. Lo que piden es, a grandes rasgos: que no se destruya el ecosistema del Salar de Maricunga ni sus recursos hídricos; garantizar la subsistencia de la comunidad colla y su cultura; reparto equitativo de beneficios del litio con la comunidad colla; y representación indígena en el directorio de la Empresa Nacional del Litio.
“Siendo sincera, es difícil (que no se impacte el medio ambiente). Va a haber mucho impacto, hay que ser realista. Eso nos duele mucho, yo hasta he llorado por esta situación, porque también nosotros vamos a tener que pagar un costo a la larga, en dos ámbitos: en el tema espiritual y también el tema terrenal”.
Nace una dirigenta
Cuando Araya Altamirano habla sobre los derechos de los indígenas, ya sea en un seminario, o conversando de igual a igual con el presidente del directorio de Codelco, con autoridades universitarias o con el empresario Francisco Javier Errázuriz, se la ve fuerte, empoderada, segura. No siempre fue así, según cuenta.
“Cuando decidimos armar nuestra comunidad de forma legal [personería jurídica], por ahí por 2001, tuvimos que pelear con la Conadi, que entonces era del Mideplan [Ministerio de Planificación, que en 2011 pasa a ser Ministerio de Desarrollo Social]; recuerdo que iba a reuniones, una mujer humilde del territorio, con poco conocimiento porque no tuve colegio [cursó hasta segundo básico], tuve que ver cómo otras comunidades que habían nacido urbanas se iban en contra de nosotros, las humillaciones, discriminaciones (…) me humillaron mucho”.
“Pero llegó un momento en que me paré y dije ‘no más. Aquí nace una dirigenta distinta, nueva’. Entonces cambié de carácter, sin miedo a nada, sin miedo a decir las cosas por su nombre y con la verdad por delante. No tengo compromiso político con nadie, ni me amarro con nadie”.
Esa determinación, junto a la protección de sus ancestros, dice, es la que le ha permitido enfrentar situaciones tan complicadas como amenazas de muerte y hostigamiento por su defensa del medio ambiente.
“Estuvimos en una lista negra, de que me mataran, por una empresa que no voy a nombrar, porque ahora sí hay una relación porque sacaron a ese gerente. Tuvimos que llegar a la ONU a pedir protección a través de José Aylwin, para poder salir de la lista negra, porque fuimos perseguidos por demandar, por reclamar, por cuidar el territorio”, relata Ercilia, en relación a una demanda que interpuso su comunidad en 2015 contra una minera de oro canadiense por contaminación del agua -que entre otras consecuencias provocó muerte de animales- en una situación que fue ampliamente documentada por el Observatorio Ciudadano.
Ercilia lamenta que en esas situaciones de acoso hayan estado involucradas otras comunidades colla. Por esta razón, dice, no se puede hablar de “Pueblo”. De hecho, cuando decidieron constituir legalmente la Comunidad Pai Ote fue para hacer frente a las demandas territoriales que otras comunidades estaban haciendo, a partir de la Ley Indígena (Ley 19.253/1993). “Se habían formado algunas comunidades urbanas y llegaron al territorio, porque ellos tenían información, conexión y nosotros no ¿Cómo íbamos a escuchar radio? ¿dónde? No es como ahora, en esa época no había la tecnología (…) Y el Estado de Chile hizo entrega de tierras sin estudio antropológico, sin preguntarnos. De esas comunidades, con algunas había lazos sanguíneos, pero eran urbanas; cuando ellos empezaron a pedir usar el territorio, el pasto, a quitar los animales, el agua, entonces dijimos ‘no, no puede ser, porque es nuestro territorio y no tenemos por qué darle animales que ellos nunca han cuidado’”, relata Ercilia.
“Fue terrible, porque estas mismas comunidades nos ponían recursos de protección dándole favor a las empresas mineras, porque nosotros demandamos a las empresas [por contaminación del agua con mercurio, contaminación del aire, por contaminación del suelo por relaves y por destrucción de un humedal] y estas comunidades nos decían que nosotros no éramos nadie, que no teníamos esta tierra. Siempre nos bajaban el perfil y ahí teníamos que estar, tenía que estar el hermano Ariel [León, asesor] para mandar a la Corte”, cuenta sobre los momentos difíciles que ha tenido que enfrentar.
Consultada sobre la influencia de las empresas sobre las comunidades, Ercilia Araya es tajante: “Antes que nada, esta comunidad que le habla, Pai Ote, es una comunidad que tiene sobrevivencia en el territorio. Punto uno: no depende de las empresas, porque nosotros no buscamos ser ricos, buscamos la sobrevivencia y que nuestros ancestros estén bien, la Pachamama que esté bien y nuestro Padre Wiracocha, que nos siga protegiendo; ese es el mundo nuestro, ahí no hay precio”.
“En unos años vamos a entrar en un estado de hambruna grave, pero nosotros como comunidad estamos acostumbrados a sobrevivir, sembramos algo, lo justo, no a gran escala, lo mismo con el agua, tenemos animales para sobrevivir, nos dan la leche, hacemos el queso. Tenemos todo para sobrevivir, mientras tanto las mineras nos chupan el agua, o el mismo Estado (…) porque los partidos políticos que llegan favorecen a sus amigos, se lo llevan todo, las consultoras, son mafiosos. Ese es mi punto de vista. Eso va matando la mentalidad de las comunidades
Vida trashumante
-¿Cómo es la vida trashumante?
Yo soy presidenta de la Comunidad Indígena Colla Pai Ote, que ancestralmente, milenariamente, está en el territorio. Yo nací en la cordillera y he vivido toda mi vida en trashumancia; pastoreo, también minero pirquinero [cobre, oro, plata], hacer carbón, artesanía, hilar, cortar leña, porque cuando uno nace dentro de una cultura se vive diariamente con estas cosas. Nosotros como comunidad nunca agotamos los recursos naturales del territorio, un año podemos trabajar mina y otro año podemos sacar y hacer carbón, y si el año es muy bueno, los puros quesos y los animales, eso es cuando llueve.
(…) El tema de hacer Apacheta, que significa donde uno va avanzando en la vida y uno va dejando montículos de piedra que enseñan los caminos de la vida, y en esa Apacheta se deja alimento para nuestro antepasados, los espíritus, para que cuando pasen por ahí se vayan conectando.
Cuando uno nace en el territorio sabe los usos y costumbres, sabe su cultura al revés y al derecho. Uno tiene las cosas en la mente, en el corazón y en el espíritu. Pero cuando las personas, los dirigentes, nacen en la ciudad, hay muchas diferencias en realidades, porque uno ha mantenido y ha vivido una cultura, ha tenido la dicha y también el desconsuelo.
-¿Qué ha sido lo más difícil que le ha tocado vivir?
Las humillaciones de las mismas comunidades. Porque no vamos a hablar de pueblo, porque para hablar de pueblo hay que consensuar, hay que tener una mirada amplia, donde es un todo. Acá no; por eso siempre hablo del concepto de las comunidades, porque no existe el concepto de pueblo, porque cuando uno habla de pueblo es uno para todos. Eso fue lo más difícil; llevar esta lucha de enfrentarme a las empresas y a las mismas comunidades.
-Ud. también es líder espiritual, ¿cómo se vive esa espiritualidad?
Lo espiritual es algo muy importante que tenemos, algo muy relevante para mí. Eso no se compra, no se vende; eso se nace y es el tesoro más grande que te pueden dar en la vida, y saberlo resguardar, saber complementarlo con lo que se enfrenta cada día.
Es difícil explicarlo porque en este tema puede surgir la soberbia y el ego (…) los que manejan sabiduría se mantienen poco visibles, porque no quieren verse ensuciados en esta contaminación que se vive el día a día, con los problemas con la comunidad, con problemas con el Estado (…) Uno se resguarda en el territorio donde tiene la sensibilidad de sanar y no llevar más problemas al humano.
Extracción del litio
-De las luchas que ha tenido que dar para defender el territorio, ¿cuál ha sido la más compleja?
Es difícil de decir, porque toda la lucha que se ha dado siempre ha sido defender a la tierra, al medio ambiente. Pero creo que en el caso del litio, esta lucha se hace más visible, porque tenemos que dialogar con el gobierno (…) y si no se avanza tendremos que enfrentarnos con ellos.
-En el diálogo que está comenzando, ¿cuál es el principal objetivo de la Comunidad Pai Ote?
Para nosotros el logro más maravilloso, el triunfo, sería que no nos destruyeran el territorio. Sabemos que somos una comunidad pequeña que no vamos a poder parar todo, somos realistas. Pero queremos saber, tener la claridad y la garantía de que no nos van a destruir todo, que nuestra cultura no termine. Eso es el primer punto.
-¿Cómo pueden tener esa garantía?
Queremos estudios que sean hechos por profesionales de nuestra confianza, tener nuestros propios investigadores. No confiamos en la contraparte porque ya nos han pasado gato por liebre. Pedimos que el Estado pague a nuestros propios profesionales para un contraestudio. No queremos mentiras, necesitamos saber la verdad, es decir, cómo vamos a quedar nosotros cuando saquen el litio. Saber cómo le va a afectar a la biodiversidad, cómo nos va a afectar para el tema del regadío, el agua para los animales, el agua para consumo humano.
-¿Es posible comenzar a hablar antes de tener esos estudios?
Imposible, porque ellos pueden avanzar y decir ‘si nosotros hicimos un estudio y ahí está’, pero la plata y el papel aguantan todo. Queremos buscar nuestros propios profesionales que nos den la confianza, porque acá hemos visto muchas cosas; exigimos tener los mismos derechos, como dice el Convenio 169 (de la OIT).
-En la Estrategia Nacional del Litio anunciada por el gobierno se establece que es el Estado el que se va a hacer cargo ¿Qué opinan de ese aspecto?
Lo que pasa es que ellos se metieron a la casa sin pedir permiso. Ya tienen todo estructurado sin hablar con nosotros. (…) Dicen que fueron donde nuestra comunidad y les cerramos la puerta, y eso no es cierto; nosotros estamos abiertos al diálogo. Estamos pidiendo que nos den garantías. Van a tener que hacer más estudios, más consultas.
Al gobierno no le creemos nada, porque los gobiernos pasan y hemos visto los desastres que ha cometido Codelco. No hay confianza. Se creen amo y señor del territorio, pero es nuestro territorio y no pueden pisotearnos.
-Si le entiendo bien, no es que se opongan a la extracción del litio…
No, porque nosotros tenemos que esperar. No es como una minera de cobre, de oro, de plata. (…) El litio es distinto porque es un bofedal que está vivo, donde nadie sabe cómo van a ser los comportamientos. En el Salar de Atacama ya están extrayendo el litio y tienen problemas, pero se quedan callados, no han dicho la gravedad de lo que está pasando.
Los impactos son inevitables, los impactos en el agua, en los bofedales, en la flora y la fauna, porque es extractivismo a gran escala. Eso tenemos que dialogar, qué pasa con el ecosistema, con nuestros animales, con la tierra, el agua. El hermano Salar por algo está ahí, cumple una función.
El Salar es sagrado para nosotros. Vamos allá con los caballos, las mulas, ahí hacemos los pagos. Son nuestras creencias, nuestros antepasados, nuestro espíritu y nuestra gente; ellos vuelven al Salar, por eso las energías.
Nuestros ancestros están enterrados ahí cerca, ¿cómo van a sacar a nuestros hermanos de ahí? Incluso un pariente de nosotros -el arriero Mariano Caro Inca- encontró a la Virgen de la Candelaria en el Salar [en 1778]. Hay todo un tema ritual para nosotros. Todos los niños de la comunidad le bailan a la Virgen, porque ella salvó a nuestro tatara tío [de morir congelado].
-¿Cree que es posible extraer litio sin impactar el medio ambiente?
Siendo sincera, es difícil. Va a haber mucho impacto, hay que ser realista. Eso nos duele mucho, yo hasta he llorado por esta situación, porque también nosotros vamos a tener que pagar un costo a la larga, en dos ámbitos: en el tema espiritual y también el tema terrenal.
El que lea estas palabras va a entender lo que quiero decir.