Este 2020, quizás como nunca, experimentamos en forma global el impacto de la presión que estamos ejerciendo sobre los ecosistemas y la biodiversidad en la forma de un coronavirus, el hoy famoso Covid-19, que se esparció por el mundo entero dejando millones de personas contagiadas, ya más de un millón de víctimas fatales y pérdidas económicas enormes. Todo a causa de un virus zoonotico, que se transmite desde animales a los humanos. De hecho, según la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), cada año mueren 700.000 personas a causa de zoonosis, pero esta vez uno solo de estos virus causó estragos sin precedentes.
La alteración de los ecosistemas, dicen los expertos, romper su equilibrio biológico natural, puede causar que estos virus crucen la barrera animal para llegar a los humanos. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que los problemas sanitarios mundiales que afrontaremos en los próximos años dependerán de la manera en que gestionemos los cambios medioambientales derivados de la pérdida de biodiversidad. Pero no es el único efecto: pérdida de especies, riesgo en la seguridad alimentaria, incremento del cambio climático y degradación de ecosistemas son algunos de los impactos que trae aparejados.
Por ello, para impulsar la protección de la naturaleza y evitar estos impactos, en 2010 los líderes de más de 190 países establecieron en Nagoya, Japón, un Plan Estratégico para la Biodiversidad Biológica (2011-2020) y las metas Aichi, un marco de acción para los países con el objetivo de salvar la biodiversidad ecológica. Pero a 10 años de este compromiso global, y cumplido el plazo inicial, ninguna de estas metas se ha cumplido.
“La pandemia de COVID-19 es prueba de nuestra relación disfuncional con la naturaleza, no estamos cumpliendo con los objetivos de biodiversidad que se establecieron en Japón hace diez años, el progreso en todo esto es verdaderamente pobre”, reconoció este lunes el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres.
Un reciente informe de la Convención para la Diversidad Biológica, denominado “Global Biodiversity Outlook 5”, fue igual de explícito: “La biodiversidad está disminuyendo a un ritmo sin precedentes y las presiones que impulsan esta disminución se están intensificando. Ninguna de las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica se cumplirán plenamente, lo que a su vez amenazará el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y socavará los esfuerzos para abordar el cambio climático”.
“La pandemia de COVID-19 -agregó- ha puesto de relieve aún más la importancia de la relación entre las personas y la naturaleza, y nos recuerda a todos las profundas consecuencias para nuestro propio bienestar y supervivencia que pueden resultar de la pérdida continua de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas”.
De las 20 metas Aichi propuestas, solo seis se han logrado parcialmente, pero hay algunos avances, señala el informe. La tasa de deforestación se ha reducido a nivel mundial en aproximadamente un tercio en comparación con la década anterior. Además, hay una expansión significativa del patrimonio de áreas protegidas, aumentando durante el período 2000-2020 de aproximadamente 10% a al menos 15% terrestre, y de aproximadamente 3% a al menos 7% en áreas marinas. La protección de áreas de particular importancia para la biodiversidad (áreas clave de biodiversidad) también ha aumentado del 29% al 44% durante el mismo período.
Por otra parte, las acciones de conservación recientes han reducido el número de extinciones a través de una variedad de medidas, que incluyen áreas protegidas, restricciones de caza, control de especies exóticas invasoras, conservación ex situ y reintroducción. Sin tales acciones, las extinciones de aves y mamíferos en la última década probablemente hubieran sido de dos a cuatro veces mayores. A esto se suma que se han duplicado los recursos financieros disponibles para la diversidad biológica a través de los flujos internacionales, entre otros avances.
Sin embargo, agrega, “en nuestra trayectoria actual, la biodiversidad y los servicios que brinda seguirán disminuyendo, poniendo en peligro el logro de los ODS. Se prevé que esta tendencia continúe hasta 2050 y más allá, debido a los crecientes impactos del cambio de uso de la tierra y el mar, la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras. Estas presiones, a su vez, están siendo impulsadas por patrones de producción y consumo insostenibles en la actualidad, crecimiento de la población y desarrollos tecnológicos”.