Informe IPBES: Científicos chilenos que participaron en el estudio piden aprobación urgente del Servicio de Biodiversidad
El resumen del informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), el más completo jamás realizado hasta ahora, constató una pérdida de la biodiversidad a un “ritmo sin precedentes” a nivel global, al punto de detectar más de un millón de especies en peligro de extinción. Tres científicos de universidades chilenas participaron en el capítulo dedicado a las Américas, y creen que la amenaza a la biodiversidad a nuestro país no afecta solo al medioambiente, sino que tiene profundas implicancias en el desarrollo económico y social de las comunidades. Tanto ellos como el MMA apuestan por agilizar la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas. En Chile hay 133 especies en peligro crítico de extinción.
El informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), cuyo Resumen para los Tomadores de Decisiones (Summary for Policymakers, SPM) fue aprobado el pasado 4 de mayo en París, constató una realidad dramática. Recopilado por 145 autores expertos de 50 países, incluido Chile, más aportes de otros 310 autores contribuyentes, el documento más completo sobre biodiversidad reveló que la naturaleza está desapareciendo a niveles nunca vistos en la historia de la humanidad. “La pérdida de la biodiversidad ocurre a un ritmo sin precedentes”, indica un extracto del informe.
“El bienestar humano está en riesgo”, apunta otro fragmento del informe, sobre la base de que las contribuciones de la naturaleza a la calidad de vida de las personas se han ido degradando. Una de las principales conclusiones del estudio fue que más de un millón de especies de flora y fauna se encuentran en peligro de extinción a nivel global. Además, cita el texto, “la abundancia promedio de especies nativas en la mayoría de los principales hábitats terrestres ha disminuido en al menos un 20%, en su mayoría desde 1900”.
Otro dato devastador es que “las tres cuartas partes del medioambiente terrestre y alrededor del 66 por ciento del medioambiente marino han sido alterados significativamente por acciones humanas”. Este y otros dramáticos efectos sobre la biodiversidad se producen por diversos tipos de amenazas, sobre todo por el cambio de uso de suelo y, en menor medida, por el cambio climático inducido por el ser humano, la introducción de especies exóticas invasoras y la contaminación atmosférica y de los océanos.
IPBES, en tanto dependiente de Naciones Unidas, entregó un paquete de recomendaciones desde el mundo científico hacia los representantes de los gobiernos que finalmente toman las decisiones. El documento, como tal vez nunca lo había hecho un organismo de la ONU, habló de la urgencia de emprender un “cambio transformador” del sistema económico que rige nuestros destinos. Esto implica reorganizar “todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos paradigmas, objetivos y valores”, dijo en la instancia el presidente de IPBES, Robert Watson.
La presencia chilena en el informe
En la investigación y elaboración del documento participaron tres representantes del mundo científico chileno: Olga Barbosa, académica de la Universidad Austral; Aníbal Pauchard, de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción; y la neozelandesa Mary Kalin Arroyo, de la Universidad de Chile. Los tres profesionales, además, son investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
“En las Américas hay una tasa de aceleración de pérdida de especies mucho más pronunciada que en otros continentes. Esto se produce porque hay un proceso de expansión y de crecimiento económico mucho más alto que en los países de Europa, donde ya generaron un impacto ambiental más fuerte en siglos pasados”.
Barbosa, Pauchard y Kalin entregaron antecedentes sobre la macrorregión de las Américas. El informe no hizo el desglose por países, por lo que la realidad chilena solo está implícita en el texto. “Se evita entregar datos por país, con el objetivo de que no se preste para una política mezquina”, aclara Aníbal Pauchard.
El informe IPBES, en el caso específico de las Américas examinado por los expertos de las universidades chilenas, reveló que nuestro continente presenta una “tasa de aceleración de pérdida de especies mucho más pronunciada que en otros continentes”, dice el profesor Pauchard. Y esto se produce, agrega el académico de la UDEC, porque en las Américas “hay un proceso de expansión y de crecimiento económico mucho más alto que en los países de Europa, donde ya generaron un impacto ambiental más fuerte en siglos pasados. Por eso lo que hagamos es sumamente relevante, y es difícil porque existe una alta presión para que los países crezcan económicamente; no así para conservar su patrimonio natural. El caso de Brasil es muy emblemático: hay toda una idea de reducir la protección de la Amazonía para generar más crecimiento. ¿Bolsonaro? No quiero ni citarlo, pero por ahí va”.
En tanto, Olga Barbosa, de la UACH, no tiene dudas acerca de los alcances del informe IPBES sobre biodiversidad: “Es una catástrofe global como el cambio climático, y está basado en las especies que se han extinto y las que se están extinguiendo”. Lo peor, asegura la investigadora, “es que esto no parece que vaya a parar, sino que aumenta; es una tasa acelerada de desaparición de la biodiversidad”.
A Barbosa le llamó la atención la conclusión de IPBES, respecto de cambiar todos los paradigmas que sustentan el modelo económico para mejorar el sombrío escenario. “IPBES es parte de la ONU, y la ONU no suele criticar el modelo económico. El informe habla de un ‘cambio transformador’ y eso es poco convencional. La ONU por lo general habla de desigualdad pero no dice que en el fondo el modelo económico es el que nos tiene así”.
Mientras Pauchard se enfocó en el análisis de las amenazas globales y regionales sobre la biodiversidad, Barbosa lo hizo en un capítulo dedicado a los servicios ecosistémicos sobre el bienestar de las personas, es decir, lo que el informe define como las “contribuciones de la naturaleza a la calidad de vida de los seres humanos”. “Es fácil decir cómo la agricultura beneficia a las personas, pero lo más complejo es decir qué sucede con los servicios ecosistémicos que son más intangibles, que tienen que ver con personas que tienen una vida espiritual en la naturaleza. Algo que para ti puede ser muy valioso puede que para mí no lo sea. Lo bueno es que el informe IPBES incorpora los valores de las personas”, cuenta Barbosa.
“El informe IPBES no es vinculante, pero estaremos en muchos problemas si esto se sigue tratando como un problema ambiental. Porque estamos hablando de las dimensiones sociales y económicas para las personas. Esto debería ser visto por el Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo, y no siempre con Medio Ambiente. Hay que incluir a todos los actores de la sociedad. SOFOFA no debería faltar tampoco”.
Dentro de los 129 Estados miembros de IPBES, Chile dijo presente a través de dos representantes en la aprobación del documento en plenaria en París, ambos del Ministerio del Medio Ambiente (MMA): Juan José Donoso y Daniel Álvarez. “En algunos puntos los países miembros pueden manifestar dudas respecto de una afirmación o pretender algún matiz, pero, de manera muy dominante, el conocimiento científico de respaldo de esta evaluación fue tan sólido que prácticamente no hubo espacio para dudas. O bien, en caso de detectarse algún error u omisión, fue subsanado”, detalla Donoso, jefe de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del MMA.
La biodiversidad y el bienestar humano en Chile
Según el informe, el valor económico de las contribuciones de la naturaleza a la población de las Américas equivale a más de 24 billones de dólares anuales. Esto, sin embargo, ha disminuido en casi dos tercios debido al cambio climático, que a su vez acentúa la pérdida de la biodiversidad y la degradación del hábitat.
El impacto sobre el bienestar humano que esta situación acarrea es, a juicio de la chilena Olga Barbosa, la realidad más alarmante. El ejemplo que lucha contra esta tendencia es un programa que ella misma dirige: Vino, Cambio Climático y Biodiversidad. Esta propuesta investiga la relación entre la capacidad de los sistemas ecológicos de proveer servicios ambientales a la industria vitivinícola, y orienta a las viñas en la protección de la biodiversidad en el centro del país.
“Nosotros les hemos demostrado científicamente a las viñas que trabajan con nosotros que los bosques entregan servicios ecosistémicos, tales como la producción del agua y la captura de CO2. Entre todas las viñas se conservan 46.600 hectáreas de bosques. Eso les entrega servicios ecosistémicos no solo a las viñas, sino que a todos: alguien que vive cerca de una viña ve ese paisaje y eso es un servicio ecosistémico. Hay bienestar sicológico cuando uno está cerca de paisajes lindos. No es lo mismo mirar una plantación de pinos o el cerro pelado para poner paltos. Otro ejemplo: en una hectárea de viñas nosotros calculamos que hay cinco toneladas de carbono secuestradas en las plantas. En un bosque nativo hay 25 toneladas de carbono y eso que no miramos el suelo. El 60 por ciento del carbono del mundo está en el suelo”, se explaya la académica de la Universidad Austral.
“En algunos puntos los países miembros de IPBES pueden manifestar dudas respecto de una afirmación o pretender algún matiz, pero, de manera muy dominante, el conocimiento científico de respaldo de esta evaluación fue tan sólido que prácticamente no hubo espacio para dudas. O bien, en caso de detectarse algún error u omisión, fue subsanado”.
Aníbal Pauchard, de la Universidad de Concepción, coincide con Barbosa en que la pérdida de biodiversidad afecta de manera prominente los servicios ecosistémicos de la naturaleza hacia las personas.
“La pérdida de polinizadores podría afectar la cantidad y calidad de las cosechas de nuestros cultivos. La pérdida de la biodiversidad en el suelo, a su vez, podría producir reducir la capacidad de los suelos de producir cultivos productivos y hay otros efectos asociados al tipo recreación, los paisajes a los que estamos acostumbrados, y que son procesos mucho más lentos. Tener menos biodiversidad evidentemente va a reducir la capacidad de un sistema para captar el agua de lluvia, mantenerla hasta el invierno y, por lo tanto, proveer un servicio constante del recurso hídrico a la comunidad”, dice el experto.
Sobre la relación entre la pérdida de biodiversidad y el agua, Barbosa dice que en Valdivia, ciudad donde vive y trabaja, “el agua potable viene de la cuenca del Llancahue, un bosque nativo que está en el borde de la ciudad. Tomamos agua de vertiente y hay muchas ciudades que viven de eso. En Santiago estás tomando agua del glaciar, no es algo que podamos producir de la nada. Y la calidad del agua tiene que ver con el lugar de dónde viene. El agua de vertiente es transparente, tiene un PH adecuado, y todo eso ocurre porque en esa agua viven plantas y animales que están absorbiendo los nutrientes y todo lo que no queremos en el agua”.
Aníbal Pauchard, en tanto, cuenta que el gran tema que se extrae del informe IPBES adaptado a la realidad chilena es la “frontera agrícola”, es decir, el reemplazo de ecosistemas que la sociedad desvaloriza por ecosistemas agrícolas.
“El bosque mediterráneo es percibido como de poco valor económico, y es reemplazado para la producción agrícola como las paltas. Hoy con la expansión de las técnicas de riego puedes llegar a zonas mucho más altas con agua. La minería también genera cambios en el uso del suelo y, con ello, altera el espacio físico ocupado por diversas especies. El informe dice que esto ocurre en realidad, no es un ensayo científico para la academia”, advierte Pauchard, doctor en Ecología Forestal.
Olga Barbosa cree que la protección de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos en Chile debiese ser una política integral, donde estén involucrados todos los ministerios, y no solo Medio Ambiente: “El informe IPBES no es vinculante, pero estaremos en muchos problemas si esto se sigue tratando como un problema ambiental. Porque estamos hablando de las dimensiones sociales y económicas para las personas. Esto debería ser visto por el Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo, y no siempre con Medio Ambiente. Hay que incluir a todos los actores de la sociedad. SOFOFA no debería faltar tampoco”.
Expertos coinciden: el Servicio de Biodiversidad es urgente
Tanto los científicos chilenos que participaron del informe global como el Ministerio del Medio Ambiente coinciden en la necesidad de aprobar el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, un proyecto de ley que suma más de cinco años de lenta tramitación en el Congreso.
“Es muy importante crear los incentivos para que los sectores productivos puedan conservar la biodiversidad, y esos incentivos deberían aparecer en el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas. Es de suma urgencia aprobarlo”, dice Olga Barbosa, quien también es doctora en Ecología.
Según Aníbal Pauchard, las medidas tienen que ir orientadas a “fortalecer la institucionalidad sobre biodiversidad y a tener una estrategia clara como país de protección a la biodiversidad. Esto se logra claramente aprobando el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, y luego dotando a este servicio de las facultades para lidiar con la biodiversidad no solo dentro de las áreas protegidas, sino fuera de áreas protegidas. Eso ayudaría a organizar un poco más el tema. Para que esto no sea solo ley, y tienda hacia un desarrollo sustentable, las prioridades como país tienen que ser transversales, e involucrar al sector público, privado y los ciudadanos”.
Barbosa, sin embargo, siente que la creación de este servicio, aunque es un primer paso, no solucionará el problema. Ella apuesta a que su experiencia en la industria vitivinícola pueda ser extrapolada a otros sectores productivos. “La biodiversidad más importante de Chile está en la zona de mayor desarrollo, es decir, la zona centro-sur. Aún tenemos recursos y naturaleza prístina como para mejorar el desarrollo de la industria. Hoy tenemos mineras que secan los salares en el norte; la industria de la palta que pela cerros enteros y con permiso; y salmoneras que contaminan los mares del sur. Tenemos la opción de ser un país que toma decisiones adecuadas, que no solo le impone a la industria que trabaje de otra forma, sino que crea incentivos y educa a su población para exigir productos con un mejor manejo”.
“Una manera contundente de responder a los desafíos que IPBES nos plantea es contar con un Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas para Chile. Más allá de esa figura que es fundamental para completar la institucionalidad ambiental, el Ministerio debe relacionarse y movilizar aun más las capacidades de su comunidad científica no solo para participar de evaluaciones globales o regionales, sino también para abordar preguntas que atañen a nuestra biodiversidad y servicios ecosistémicos”.
Por otro lado, Juan José Donoso, jefe de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del MMA, relata que “una manera contundente de responder a los desafíos que IPBES nos plantea es contar con un Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas para Chile”. Y agrega: “Es realmente esencial. El país debe superar esta etapa. Más allá de esa figura que es fundamental para completar la institucionalidad ambiental, el Ministerio debe relacionarse y movilizar aun más las capacidades de su comunidad científica no solo para participar de evaluaciones globales o regionales, sino también para abordar preguntas que atañen a nuestra biodiversidad y servicios ecosistémicos”.
En ese sentido, Donoso piensa que el MMA debería impulsar diálogos científico-políticos como los de IPBES, pero enfocados a nivel nacional. Lo mismo opina Aníbal Pauchard, quien revela que Colombia ya inició un proceso de alcance local. “Ellos hicieron un informe país con este mismo tipo de parámetros. El desafío es hacerlo en Chile”, propone el académico de la UDEC.
La biodiversidad amenazada de Chile: 749 especies
Mientras prosigue la discusión del proyecto de ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el Estado de Chile cuenta con algunas políticas públicas destinadas a la protección y conservación de su biodiversidad amenazada. Dentro del millón de especies en riesgo de extinción que calculó el informe IPBES, 749 se inscriben en territorio nacional.
Según la última actualización del Reglamento para la Clasificación de Especies Silvestres del Ministerio del Medio Ambiente, siguiendo los criterios internacionales de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), las especies amenazadas en Chile se dividen en tres categorías, en orden descendente de riesgo: 133 especies están en Peligro Crítico, 360 en Peligro de Extinción y 256 en estado Vulnerable.
Según Charif Tala, jefe del Departamento de Conservación de Especies del MMA, existen “evidencias indirectas” de que la desaparición de especies a un “ritmo sin precedentes”, expuesta por el informe IPBES, “no debería ser distinta a lo que sucede a nivel nacional”. Como factor, en el plano local, entran en juego “la alarmante disminución de las superficies de ecosistemas de nuestro país desde la llegada de los españoles a la actualidad. Además, Tala destaca que “dentro de las especies chilenas clasificadas en categorías de conservación, la proporción de especies clasificadas en categoría de amenaza (peligro crítico, en peligro y vulnerable) supera el 70 por ciento”. Por ejemplo, cita él, el 75 por ciento de los peces continentales presentes en Chile (36 de 48) está amenazado, y para anfibios la cifra representa el 77 por ciento (43 de 56 especies presentes).
“Dentro de las especies chilenas clasificadas en categorías de conservación, la proporción de especies clasificadas en categoría de amenaza (peligro crítico, en peligro y vulnerable) supera el 70 por ciento”.
Otro factor que incide, agrega el experto del MMA, es el aumento de la densidad humana en el territorio y de la intensidad de las amenazas debido a “monocultivos forestales y agrícolas, minería, infraestructura vial, urbanización e introducción de especies exóticas invasoras”.
Según datos del MMA, de esas 133 especies en peligro crítico en nuestro país, 74 son de flora, 58 de fauna y una de hongos. Entre las plantas, el mayor peligro lo enfrentan las herbáceas (45), mientras que los animales más amenazados son los moluscos (18).
Moisés Grimberg, profesional del Departamento de Conservación de la Diversidad Biológica de CONAF, cuenta que entre las especies de flora en peligro crítico se halla la copiapoa krainziana, de la familia de las cactaceae, y el resino hembra, una planta de Juan Fernández; en fauna se encuentran la chinchilla de cola corta, el matuasto de Laja (un tipo de lagarto) y el picaflor de Arica. “Si una especie está en peligro crítico quiere decir que si no hacemos nada en el corto plazo, se van a extinguir”, advierte Grimberg.
Hay otras especies que, sin embargo, figuran como “extintas” en el reglamento de clasificación de especies del MMA. Son los casos de dos especies de flora del Chile insular: el sándalo de Juan Fernández y el toromiro (de Rapa Nui), pero ambos difieren en un matiz. Mientras del primero no se encuentra rastro desde 1908, el segundo aparece extinto solo en estado silvestre. ¿Por qué? “Aún quedan individuos en jardines botánicos, pero no en la naturaleza. Se supone que en expediciones a Isla de Pascua se recolectaron semillas y estas fueron reproducidas en jardines botánicos de Inglaterra y Australia”, explica Moisés Grimberg, de CONAF.
El MMA cuenta con los Planes de Recuperación, Conservación y Gestión de Especies, también conocidos como Planes RECOGE, para proteger especies amenazadas en las tres categorías descritas. Entre las especies de fauna sujetas al plan se encuentran el zorro de Darwin, el gaviotín chico, el lagarto gruñidor y el huemul en las regiones de Ñuble y Biobío; en flora, en tanto, las especies prioritarias para RECOGE son, entre otras, el queule, la garra de león, el lucumillo y el ruil.
“Si una especie está en peligro crítico quiere decir que si no hacemos nada en el corto plazo, se van a extinguir”.
Hay coherencia entre las amenazas que ponen en riesgo a las especies más vulnerables en el mundo y lo que ocurre en Chile. “Pero las amenazas pueden ser distintas en cuanto a la flora y a la fauna. Por ejemplo los animales se pueden mover ante la amenaza de un incendio forestal, pero los árboles no: son los que más sufren”, opina Moisés Grimberg.
Al respecto, el profesor Aníbal Pauchard, quien participó en el informe IPBES en el análisis de las amenazas a la biodiversidad, ha investigado profusamente el impacto de las especies exóticas invasoras en los ecosistemas, las especies nativas o en las actividades humanas, a través de su cargo como director del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB), iniciativa conjunta de la Universidad de Concepción y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
“La especies invasoras están causando un deterioro de la biodiversidad, pero nos falta evidencia. En Chile el visón está provocando serio daño. Fue introducido para producir peletería, pero hoy se comen los huevos, a pequeños mamíferos, y tienen un impacto social y ambiental cuando entran a los gallineros. El aromo, por ejemplo, es una especie que estaba en el Chile centro-sur, hoy lo tenemos más allá de Valdivia y promueve el ciclo del fuego. La chaqueta amarilla fue traída de forma accidental y aún no está cuantificado cuál es su impacto en la fauna, porque son muy voraces. Hay especies de vertebrados como el jabalí y el ciervo rojo que también causan impacto. La otra es la chinita arlequín, traída de China, que fue introducida como controladora de plagas y está expandida por todo Chile, y provoca la desaparición por competencia de la chinita más pequeña nuestra, que ya no la vemos”, cierra Pauchard.