Viña Concha y Toro y la Taxonomía Verde: Paso clave en la ruta de la sostenibilidad
Para las empresas, el desafío que se presenta es doble: adaptarse con rigor metodológico y, al mismo tiempo, anticiparse para ganar legitimidad frente a inversionistas, consumidores y reguladores que demandan estándares cada vez más altos de transparencia. Evaluar tempranamente los criterios de la taxonomía abre oportunidades concretas: desde acceder a financiamiento ESG —bonos sostenibles, préstamos verdes— hasta diferenciarse en un entorno competitivo y protegerse de riesgos reputacionales asociados al greenwashing.

Ser pioneros nunca ha sido sencillo, pero siempre ha sido indispensable. Chile ha liderado históricamente la agenda ambiental en América Latina, impulsando políticas públicas de vanguardia que han trascendido gobiernos de distintas tendencias, manteniendo una trayectoria coherente hacia el fortalecimiento institucional y empresarial en sostenibilidad. Hitos como la incorporación obligatoria de mujeres en los directorios, la Ley Marco de Cambio Climático y otras iniciativas regulatorias han consolidado un marco de referencia regional. En esa misma línea, el desarrollo de una Taxonomía de Actividades Medioambientalmente Sostenibles constituye un esfuerzo clave por establecer un lenguaje empresarial común y transparente que oriente tanto a reguladores como a inversionistas y compañías.
Chile avanzó en la construcción de su marco ambiental con la taxonomía como herramienta central para identificar qué actividades económicas son realmente sostenibles. Inspirada en la experiencia europea, esta clasificación otorga mayor certeza al mercado y contribuye a la estandarización de lo que concebimos como sostenible. Eso ya es una gran contribución para guiar al mundo empresarial. Además, a través de este lenguaje común se facilitará el acceso a financiamiento responsable, aportando a consolidar la transición hacia una economía baja en carbono.
Para las empresas, el desafío que se presenta es doble: adaptarse con rigor metodológico y, al mismo tiempo, anticiparse para ganar legitimidad frente a inversionistas, consumidores y reguladores que demandan estándares cada vez más altos de transparencia. Evaluar tempranamente los criterios de la taxonomía abre oportunidades concretas: desde acceder a financiamiento ESG —bonos sostenibles, préstamos verdes— hasta diferenciarse en un entorno competitivo y protegerse de riesgos reputacionales asociados al greenwashing.
Este proceso, sin embargo, no está exento de complejidades técnicas. Requiere aprendizaje, ajustes y la disposición a compartir experiencias que eleven el estándar colectivo del sector empresarial. Que la compañía haya dado ya este primer paso marca un precedente relevante: es la demostración que la sostenibilidad es considerarse una decisión estratégica que define y complementa la competitividad de largo plazo.
Ser pioneros significa atreverse a abrir camino, con pocos referentes cercanos, con voluntad de aprender, pero en la medida que se avanza y más actores se incorporan, el esfuerzo inicial se transforma en una construcción compartida. Por eso debemos comenzar a transitar ese camino desde hoy y así acelerar la llegada ese escenario virtuoso.
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