EcoLadrillo: el juego de mesa hecho con plástico reciclado que es alternativa de regalo navideño
Gracias a la alianza colaborativa entre Fundación Mingako y la empresa Pásalo Chancho, se generó este producto que consiste en una torre tipo Jenga pero construida con plástico recuperado por recicladores/as de base de la comuna de San Bernardo, a quienes se les realiza un pago justo por su trabajo. Han elaborado 200 cajas del producto, con lo cual han evitado que 250 kilos de residuos plásticos vayan a parar a vertederos, ríos y océanos.
Pásalo Chancho -sí, se llama así- es una marca de juegos de mesa que siempre tuvo en el horizonte ofrecer un producto que tuviera una impronta sustentable. Su diseñador Álvaro Guzmán había visualizado los clásicos dominós o cachos a partir de material reciclado. En esa pesquisa dio con el dato de Fundación Mingako, una ong nacida en 2015 en la comuna de San Bernardo que promueve la sustentabilidad -en su triple dimensión- dentro de las comunidades.
Guzmán se acercó personalmente al Centro Ecoeducativo que Fundación Mingako administra en la referida comuna del sur de Santiago, y les propuso fabricar algún juguete que permitiera dar curso al flujo de plásticos reciclados que ellos rescatan. La idea era que, además, Mingako tuviera una fuente de ingresos a partir de la venta de este producto. Debatiendo acerca de la naturaleza del producto, ambas entidades resolvieron crear un juego de mesa como una torre tipo Jenga (que permite acumular bloques en una torre hasta que ésta se derrumba), pero a partir de plástico recuperado, completando el ciclo de la economía circular.
“Nosotros nos autogestionamos a través de la venta de productos y servicios, y reinvertimos esos recursos en la administración de nuestra organización y en proyectos para la comunidad en diferentes áreas. Una de esas áreas es un laboratorio de reciclaje. Somos la única ong que fabrica máquinas de reciclaje de plástico a escala comunitaria”, explica Nicole Vergara, directora de Fundación Mingako. El producto -diseñado por ambas organizaciones- fue llamado EcoLadrillo y se vende a través de la plataforma de Mingako y la de Pásalo Chancho.
“Nosotros nos autogestionamos a través de la venta de productos y servicios, y reinvertimos esos recursos en la administración de nuestra organización y en proyectos para la comunidad en diferentes áreas. Una de esas áreas es un laboratorio de reciclaje. Somos la única ong que fabrica máquinas de reciclaje de plástico a escala comunitaria”.
La importancia de este producto es que consideró el trabajo que los/las recicladores de base de San Bernardo realizan en la comuna. EcoLadrillo, de hecho, está construido a partir del plástico que recuperan dichos/as trabajadores/as. Todo esto, además, tiene un trasfondo social, porque Fundación Mingako procede a aplicar una política de pago justo para dichos recicladores/as que cumplen un papel cardinal en la cadena de valor del reciclaje.
“Cada producto de plástico reciclado que fabricamos, lo hacemos con una cadena de valor justa que generamos en el territorio. Tenemos un trato directo con las y los recicladores, a través de un sistema de comercio justo. En el mercado a los recicladores les pagan entre 120 y 280 pesos por kilo, pero nosotros agregamos algunas tareas como separar por tipo y por color.Y generamos un valor más justo de pago, que va entre 3 a 5 veces superior a lo que paga la industria por kilo de plástico”, asegura Vergara.
El trabajo directo con las y los recicladores fue un elemento muy valorado por Pásalo Chancho al momento de sellar el acuerdo colaborativo. “Me pareció genial, porque buscábamos que esto tuviera un impacto local, que los plásticos se sacaran del territorio. Porque si no, hubiéramos traído pellet reciclado de China, pero no queríamos eso”, complementa Álvaro Guzmán, diseñador de Pásalo Chancho.
“Me pareció genial, porque buscábamos que esto tuviera un impacto local, que los plásticos se sacaran del territorio. Porque si no, hubiéramos traído pellet reciclado de China, pero no queríamos eso”.
El detalle del juego
Cada pieza de EcoLadrillo es fabricada con diferentes materiales reciclados. Las azules corresponden a 60 tapas de botella de agua; las naranjas a 2 envases de detergente; las moradas a 3 envases de cloro; las amarillas a 1 bandeja de yogurt; las verdes a 1 bandeja de quesillo; y las rojas a 60 tapas de botellas de bebida. Con ese material lograron generar unas 200 cajas del producto, lo que equivale a 250 kilos de residuos plásticos menos en el medio ambiente.
En síntesis, el proceso (que se puede visionar en este video) consiste en tomar los plásticos separados y limpios que llevan las y los recicladores de base. En el Centro Ecoeducativo de Mingako se lavan, se saca la etiqueta y se cerciora que sea el tipo de plástico requerido. A través de una trituradora queda un chip de 6 milímetros que se puede usar para los ecoladrillos. Luego se pasa por una máquina extrusora, se enfría y se pasa por un cepillo para que quede en las condiciones óptimas. “El residuo que queda, además, también se recicla en otra de las máquinas inyectoras u horno compresos para dar vida a otros productos”, complementa Nicole Vergara, directora de Fundación Mingako.
Las mentes detrás de este producto, asimismo, introdujeron modificaciones en las reglas con respecto al juego Jenga tradicional. De partida, el juego comienza con la persona que recicla más. Los jugadores se turnan para sacar un ladrillo de cualquier nivel para instalarlo cruzado y encima de la torre. Cada jugador, por cierto, puede usar una sola mano durante su turno para sacar el ladrillo. Y aquí va otra novedad: cada jugador debe señalar qué color debe sacar el siguiente participante, pudiendo mencionar colores que son difíciles de mover. EcoLadrillo culmina, naturalmente, cuando la torre se derrumba. El último jugador que pone un ladrillo exitosamente antes del desplome, gana la partida.
“Cuando Pásalo Chancho llegó a proponernos este juego y vimos que esto podía generar un impacto social y ambiental, nos pareció muy bien. Eso habla de responsabilidad social desde la empresa”, dice Nicole Vergara. Tanto ella como Álvaro Guzmán tienen las ganas de seguir trabajando juntos en sus respectivas organizaciones y miran con buenos ojos la posibilidad de seguir diseñando juegos de mesa en conjunto. Quieren aspirar a llegar a establecimientos educacionales para promover el juego y el cuidado al medio ambiente.