Renovadas técnicas de construcción con tierra y paja dejan atrás el adobe y ganan terreno en la edificación sustentable
Viviendas sociales hechas con quincha seca y un edificio de oficinas realizado con quincha metálica, son solo algunos ejemplos de un creciente interés por la utilización de sistemas constructivos ancestrales mejorados. “Son proyectos que integran los materiales naturales con tecnología e innovación”, explica la presidenta del Gremio de Bioconstrucción de Chile, Bárbara Letelier. Mientras, la secretaria ejecutiva de Construcción Sustentable del Minvu, Paola Valencia, señala que desde el ministerio están colaborando en promover estas técnicas y estandarizarlas, luego que han demostrado buen desempeño térmico, acústico y de resistencia al fuego.
El edificio del Centro de Ecología Aplicada (CEA) tiene una superficie de 1.200 metros cuadrados, distribuidos en dos torres de tres pisos cada una. Está ubicado en la comuna de La Reina de la Región Metropolitana y fue construido hace una década con una técnica que mezcla tierra y paja sobre una estructura de acero. La obra gruesa estaba levantada antes del 27 de febrero de 2010 y no sufrió ningún daño con el terremoto ocurrido la madrugada de ese día; fue terminado durante 2011 y desde entonces ha resistido sin problemas los innumerables temblores que habitualmente sacuden la zona central del país.
Mientras, por estos días en la Región de La Araucanía está en proceso de recepción un conjunto de 53 casas del proyecto Vivienda Origen, financiadas en gran medida con subsidio estatal (Programa de Habitabilidad Rural DS10) y construidas utilizando en sus muros la técnica de quincha seca –con paja y pulpa de celulosa- y revoque o revestimiento de tierra. Para su diseño se consideró tanto la pertinencia cultural de la zona, mayoritariamente mapuche, así como la eficiencia térmica, indispensable para esa zona, que es fría y húmeda.
En Chile, al hablar de tierra y paja se piensa en adobe, bloques hechos con esos materiales cuyo uso se extendió durante años en viviendas de pueblos y ciudades del país, pero que producto de la falta de mantención y de las modificaciones estructurales inexpertas se fueron deteriorando, en especial con los terremotos.
Sin embargo, la tierra y la paja pueden ser utilizadas de muchas otras formas en la construcción y así se está haciendo desde hace varias décadas, incorporando innovación y tecnología, en lo que constituye una arquitectura contemporánea en tierra. Se le denomina Bioconstrucción, concepto que propone un habitar más saludable tanto para las personas como para el medio ambiente, mediante una propuesta de economía circular sustentable financieramente.
Según explican desde el Gremio de Bioconstrucción de Chile, las técnicas desarrolladas incluyen materiales como tierra cruda, paja, bambú, cal, madera y cartón, los que se mezclan para dar forma a sistemas constructivos como la quincha seca, húmeda y densa (básicamente tabiques rellenos con paja y otros materiales); muros de fardos de paja (poste viga, Nebraska, prefabricados); adobe, adobillo, y soluciones mixtas en base a reciclaje de materiales industriales.
Para ajustarse a los estándares legales del país, toda construcción nueva debe contar con una estructura -de madera, acero, hormigón- que otorgue resistencia ante los sismos, lo que excluye la edificación hecha exclusivamente con adobe, pero permite el uso de innumerables materiales, entre ellos la tierra y la paja, como rellenos.
En el caso del edificio del CEA, se trata del más grande (mayor superficie y altura) realizado con sistemas de bioconstrucción en Chile. “No es solo tierra y paja, es una técnica que se llama quincha metálica; tiene un esqueleto de acero que hace que sea anti-sísmico al tiempo que permite darle altura y jugar más con la arquitectura”, explica el director del Centro, Manuel Contreras Leiva.
Contreras, doctor en Ciencias y especialista en Ecología, fue quien tomó la decisión de utilizar esta técnica y cuenta que hubo dos razones predominantes: sostenibilidad y costo. “Gran parte del volumen de materiales que ocupas es natural, yo diría que al menos el 50% estaba en el terreno, además, no son postprocesados, salvo el fierro, entonces hay muy poco intermediario (…) Todos los pisos, los muebles, puertas, ventanas, todos los marcos son de roble reciclado; como eso se hizo justo después del terremoto, había mucha madera nativa disponible”.
“En cuanto al precio, una oficina en Santiago cuesta entre 50 y 100 UF ($1.445.000-$2.890.000) el metro cuadrado, y a nosotros nos costó 16 UF ($462.400), no tiene comparación, por lejos es mucho más barato”.
“Hubo que trasladar muy pocas cosas, los fierros, los soldadores y la paja. No eran camiones que entraban y salían de forma permanente, como habría ocurrido en una obra convencional de 1.200 metros cuadrados. Después llevaron la madera reciclada y listo, se acabó, entonces en términos de la huella de carbono es muy pequeñita”.
“Las principales ventajas de la bioconstrucción se basan en que es ecológica y sostenible, se construye con materiales naturales, reciclables y reciclados, que permiten obtener una vivienda sana, con baja huella ecológica, con gran variedad de opciones al construir, espacios de alta eficiencia energética, impacto social y una alta calidad de vida”
A prueba de fuego
Respecto a la sostenibilidad de estas técnicas, la secretaria ejecutiva de Construcción Sustentable del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), Paola Valencia, señala que “estos materiales tienen muchos atributos, que otorgan puntaje en la Certificación de Vivienda Sustentable (CVS); por ejemplo, como son locales (regionales) tienen muy baja huella de carbono en transporte, igual que en procesos de producción; tienen rápida renovación, por ejemplo, en los fardos de paja es menos de diez años; y en general es mano de obra local”.
La certificación que señala Valencia es una herramienta voluntaria, disponible desde comienzo de este año para construcciones nuevas, sobre la base de los Estándares de Construcción Sustentable para Viviendas (Minvu, 2016) que, entre otros aspectos, abordan la eficiencia energética e hídrica, uso de materiales sustentables, gestión de residuos e impacto ambiental.
Sin embargo, más allá de la CVS, el ministerio cuenta con Listados Oficiales de Soluciones Constructivas, donde se incluyen los materiales que cumplen con la normativa y tienen su debida acreditación. En esas listas aún no se encuentran los materiales de bioconstrucción. Para esto se requiere de ensayos de laboratorio que prueben que el comportamiento acústico, térmico y de resistencia al fuego se ajusta a las exigencias establecidas en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción. Dichos ensayos se han hecho para algunos de los biomateriales, pero el proceso administrativo para oficializarlos ha sido muy lento.
Estar incluidos en esas listas posibilitaría, por ejemplo, un uso expedito de estos materiales para construir viviendas sociales. En algunos casos se han usado y el Serviu (órgano regional) asume la responsabilidad, explica Valencia y menciona como ejemplo el proyecto Vivienda Origen.
La encargada ministerial de Construcción Sustentable cuenta que, desde hace unos tres años, están colaborando con profesionales que trabajan con paja y tierra para promover esas técnicas y estandarizarlas. Con ese objetivo, dice, “apoyamos ensayos de laboratorio de quincha seca y quincha húmeda, para medir el comportamiento acústico, térmico y ante el fuego, probando con diferentes revoques. (…) Los ensayos tuvieron muy buenos resultados, de hecho, en resistencia al fuego tuvo un desempeño súper bueno. Ahora estamos en proceso de oficializar esa información para incorporarlos a la lista de soluciones constructivas, para que más gente pueda acceder a la información y usar estos materiales, así que es muy probable que en 2021 se incluyan en los programas habitacionales”.
Una de las personas con las que ha colaborado el Minvu es el arquitecto Jorge Broughton, pionero de estas técnicas en Chile. Junto a otros bioconstructores, Broughton intenta promover el uso de estos materiales y, especialmente, llegar a sectores de menor poder adquisitivo, atendiendo a que permite tener bajos costos sin sacrificar calidad. Si bien domina varias técnicas, este arquitecto se ha especializado en construcción con fardos de paja. Cuenta que querían implementar ese sistema en viviendas sociales, pero el muro de fardo mide 50 centímetros de ancho, lo que le quita mucho espacio interior a las casas cuando el terreno es reducido.
“Por eso hicimos el proyecto de ensayar una quincha seca, una estructura de madera rellena con paja, estucada con barro por ambas caras, donde el muro da unos 15 centímetros de espesor, con lo que se genera una superficie útil mucho mayor en las casas”.
Los resultados fueron muy positivos. “La transmitancia térmica nos dio 0,7 por metro cuadrado (buena aislación del frío y el calor), con lo que funciona casi en todas las zonas climáticas de Chile; nos dio una reducción sonora de 47 decibeles (excelente aislamiento acústico); y una resistencia al fuego de 121 minutos”, relata Broughton, en cuya página web están disponibles estos estudios para quien los quiera usar, por ejemplo, para presentarlos en alguna dirección de obras municipal y obtener permiso de construcción o regularizar una obra.
Las pruebas de laboratorio, cuenta el arquitecto, son caras, y en el caso del fuego hay que pagar una especie de taxímetro por lo que, a mayor tiempo, mayor precio. “Esos ensayos los hicimos junto a Oscar Carrillo y Romina Acevedo, de Corporación Protierra, cada uno puso de su bolsillo hasta llegar a dos horas, pero podía haber resistido hasta 180 minutos, que es lo que exigen para construcción industrial”. De hecho, el informe del Idiem (centro de control de calidad de materiales de la U. de Chile) sobre esta prueba señala en la conclusión: a los 121 minutos se dio término al ensayo, no observándose aparición de falla hasta ese momento.
Ancestral y moderno
En vista de las ventajas de estos métodos constructivos, comprobadas mediante pruebas científicas, su uso se ha ido popularizando, pero aún está lejos de masificarse. Para promoverlos de forma colectiva y organizada se creó el Gremio de Bioconstrucción de Chile, que en septiembre pasado celebró su primer aniversario, sumando a más de 60 integrantes, entre maestros, constructores y arquitectos.
“El gremio nace desde la necesidad de visibilizar nuestro oficio, mediante el posicionamiento de la bioconstrucción como motor de cambio del paradigma del habitar en Chile. Nuestro objetivo es que la forma de construir se base en el cuidado de la salud de las personas y del medioambiente, llevando a cabo proyectos que integran los materiales naturales con tecnología e innovación”, explica la presidenta de la asociación gremial, Bárbara Letelier.
La dirigenta señala que, en la última década, en el país y en Latinoamérica se ha experimentado un auge de estos tipos de edificación “asociado principalmente a un necesario cambio de mentalidad en las personas, en la forma en que proyectan sus espacios habitables”.
En esa línea, Broughton, quien lleva 24 años en la bioconstrucción, cuenta que efectivamente ahora tiene más trabajo. “Antes nadie tenía idea de esto y estaban los prejuicios totalmente vivos (…) había que ser loco para encargarme una casa”.
El arquitecto reseña que en Chile a principios del siglo 20, con la llegada del hormigón, se empezó a perder el conocimiento que existía en torno a las técnicas ancestrales y que, en los años 70, algunos profesionales empezaron a investigar y recuperar esos saberes, con lo que comenzó a surgir esta “arquitectura contemporánea en tierra, que es una reinterpretación de la arquitectura vernácula de barro, pero con las técnicas de hoy y pudiendo demostrar que sí funciona, por lo cual es mucho mejor”.
Este concepto es compartido por el gerente de la Constructora Santa Magdalena, Gian Capurro, que ejecutó el proyecto Vivienda Origen para el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu) de La Araucanía: “Tomamos lo mejor de lo antiguo, de la construcción con barro, pero incorporando materiales de alta tecnología, que tienen mejor desempeño en ciertas condiciones”.
“Estos materiales tienen muchos atributos, que otorgan puntaje en la Certificación de Vivienda Sustentable (CVS); por ejemplo, como son locales (regionales) tienen muy baja huella de carbono en transporte, igual que en procesos de producción; tienen rápida renovación, por ejemplo, en los fardos de paja es menos de diez años; y en general es mano de obra local”
En este caso, se adaptó la técnica ancestral de la quincha seca, que se usó en dos muros de cada casa, otorgando una alta eficiencia energética a las viviendas, ubicadas en el sector de Boyeco, comuna de Temuco. “La quincha fue un tremendo desafío, porque no conocíamos la técnica, pero tuvimos la colaboración de Juanjo García, el señor del barro”, cuenta Capurro.
García, de la ong Asociación Sembra y miembro del Gremio de Bioconstrucción, fue quien capacitó al equipo de Constructora Santa Magdalena y también a integrantes de la comunidad. Según explica el experto, en vez de rellenar los muros solo con paja, se utilizó una combinación de celulosa de papel reciclado y residuos agrícolas (cáscara de cereal). Se trata de una mezcla desarrollada hace unos años por Sembra en conjunto con la Universidad de La Frontera (UFRO) como aislante térmico para autoconstrucción, bautizado como Sembraislant, y que pasó exitosamente todos los ensayos de laboratorio de resistencia al fuego (más de 150 minutos).
Esa certificación fue puesta a disposición de la empresa constructora, “lo que fue clave para poder acreditar la técnica y construir viviendas de barro con recursos de gobierno”, comenta Capurro. Agrega que implementar esta innovación en programas sociales ha sido un gran desafío para su equipo, y que están muy satisfechos con los resultados. “El triángulo del éxito es la interacción entre las instituciones públicas, la empresa privada y las universidades, poniendo en el centro a los beneficiarios, que son nuestros clientes”.
Gian Capurro confiesa una especial preocupación por la sostenibilidad y una afinidad con la cosmovisión mapuche. Así, junto al nombre de su constructora están las palabras Küme Mogüen, que significan “buen vivir”, y esa es la filosofía que buscan reflejar. “En la medida que esto se masifique va a ser muy positivo para nuestro medio ambiente y para prestigiar nuestro rubro, uno de los que tiene mayor cantidad de contaminación”, sostiene el empresario, en alusión a que los residuos de la construcción y demolición corresponden según cifras oficiales al 34% del total de residuos generados en Chile (Conama, 2010).
Desafío: masificar la técnica
Con ese objetivo están trabajando desde el Gremio, “para impulsar la bioconstrucción, para que no se siga hablando de ella como algo extraño, sino que se vea como algo factible, seguro, que se puede utilizar también para casas con financiamiento público”, comenta Juanjo García.
Que esto aún no haya ocurrido, dice la presidenta de los bioconstructores, “está directamente relacionado con la falta de conocimiento sobre esta forma de construir, por ende, existen limitaciones para su desarrollo ya que la legislación aún está al debe con estas técnicas. Tampoco existe mucha información y, sobre todo, no hay promoción de sus ventajas para vencer algunos prejuicios”.
Es necesario tener claridad –dice Letelier- que la bioconstrucción no es solo adobe, “una vez entendido eso es posible conocer un abanico de opciones constructivas con excelente comportamiento sísmico y eso es, precisamente, lo que debemos desmitificar”.
Letelier, quien es constructora civil y socia de Cooperativa Panal, cuenta que para avanzar en esos temas su organización ha estado en contacto con la secretaría ejecutiva de Construcción Sustentable del Ministerio de Vivienda. “La idea es hacer un convenio para que, como Gremio, tengamos más participación real en las normas constructivas del Minvu, por ejemplo, haciendo un listado de profesionales acreditados”.
“La arquitectura moderna en tierra es realmente sustentable y, más aún, regenerativa, porque los materiales se pueden obtener del mismo lugar donde se construye. Por lo mismo, eventualmente, si la casa es abandonada se transforma en compost, casi sin generar escombros, asunto que en la construcción convencional es un problema serio. Es una economía lineal versus una economía circular”
En ese sentido, Paola Valencia, del Minvu, explica que “en los instrumentos ministeriales no tenemos el concepto de bioconstrucción, pero sí nos hemos reunido con el Gremio de Bioconstrucción para ver si podemos hacer un convenio de colaboración y apoyar las inquietudes que ellos tienen como sector, es aspectos técnicos, prácticos y laborales”.
Valencia cree que es factible que en un mediano plazo se extienda en el país el uso de la tierra y la paja como materiales de construcción. “Efectivamente, la normativa ayuda a masificar, eso es indiscutible, y es la normativa lo que lo tiene frenado. Para destrabar necesitamos dos esfuerzos: por una parte, que las personas que trabajan en bioconstrucción se preocupen que sus soluciones bioconstructivas estén certificadas (que tengan ensayos) y, por otro lado, la tarea de nosotros de hacer efectivo que esos ensayos se conviertan en soluciones y estén disponibles”.
Cambio de paradigma
Jorge Broughton plantea que la arquitectura moderna en tierra es realmente sustentable y, más aún, regenerativa, debido a que los materiales se pueden obtener del mismo lugar donde se construye. Por lo mismo, eventualmente, si la casa es abandonada se transforma en compost, casi sin generar escombros, asunto que en la construcción convencional es un problema serio. “Es una economía lineal versus una economía circular”, resume.
A su juicio, el actual modelo es una “locura de obsolescencia y basura” que debe parar. Para eso, dice, es necesario divulgar, enseñar, hacer talleres, como es habitual entre los bioconstructores.
Asimismo, cree que se debe avanzar en los espacios académicos. En Chile no se dicta la carrera de bioconstructor -que sí existe en otros países-, en algunas mallas curriculares se incluyen cursos electivos sobre este tema y existen algunos postítulos. Por ejemplo, Broughton hace clases en un máster que ofrece la Fundación APUS en convenio con la Universidad Politécnica de Madrid, y además dicta charlas en universidades. “Los jóvenes quedan embalados, a ellos les toca poner directamente las manos en el barro y cambiar este sistema”, concluye.
Desde su experiencia, Manuel Contreras coincide en que falta que se conozcan más estas técnicas pero cree que, además, “existe claramente un conflicto con el mercado inmobiliario que está instalado”. “Si uno busca alguna desventaja que sea realmente limitante, no hay ninguna; cumple todas las normas antisísmicas, toda la regulación, y si te vas a los números te vale un quinto que cualquier otra casa. Está demostrado que no se caen, que no hay riesgo para la vida de las personas que están ahí -que es lo más importante-, ese mito ya despareció. Entonces, hay temas que tiene que ver con el sistema financiero e inmobiliario que, obviamente, no van a promover una cultura que va contra todos sus esquemas”.
A modo de ejemplo, el director del CEA cuenta que cuando ellos construyeron pidieron un crédito bancario, lo que incluye los seguros obligatorios, y que el tema de la tasación fue muy complicado: “Vinieron varios tasadores y no hallaban qué hacer, pero al final se las arreglaron porque era un buen negocio”.
En un sentido similar, Gian Capurro manifiesta que “hace falta difusión para prestigiar estas técnicas, porque hay algunos a los que no les interesa que eso pase. Obviamente, a empresas privadas, a las fábricas de aislante, y todos los que tienen intereses de colocar sus lanas minerales u otros productos, porque estos otros son naturales, que la gente puede recuperar de desperdicios del agro y usar el barro de las excavaciones, como hicimos en Vivienda Origen”.
Al respecto, Broughton comenta que existe una fuerte oposición desde la industria de la construcción convencional. “Tenemos en contra a todas esas grandes empresas que lucran con la venta de materiales procesados, que tienen químicos que generan contaminación para las personas, residuos volátiles que son peligrosísimos; se conoce el caso de las tejas que tenían asbesto (prohibido en el país desde 2001), pero hay montones de materiales muy dañinos y que están todo el día alrededor de las personas en sus casas o sus lugares de trabajo y que las están enfermando”.
* La autora es periodista chilena y colaboradora permanente de País Circular. Este reportaje forma parte del Taller “Red Latinoamericana de Comunicadores de la Economía Circular”, organizado por Programa Regional Seguridad Energética y Cambio Climático en América Latina (EKLA), el Earth Center de la Universidad Adolfo Ibáñez y País Circular.