Absolutamente desconcertado quedó el coordinador de la mesa científica Criósfera-Antártica, Humberto González, cuando vio la foto que remeció al mundo: esa que mostró a una Antártica convertida en un desierto de tierra, con un puñado de galpones y sin ningún vestigio blanco. Aunque es habitual ver a ese continente con menos nieve en los meses de veran, dice el director del Centro IDEAL, en esta oportunidad el hecho rebasó los límites.
“Me impactó no ver ningún pedacito blanco en esa foto. Erasmo Macaya, quien trabaja conmigo en el Centro IDEAL, va todos los años. Sacó una foto en 2019 desde la base Escudero del Instituto Antártico Chileno (INACH) y ahora en la misma fecha sacó otra en 2020. En la de 2019 se ven algunos espacios vacíos, pero la mayoría está cubierta por nieve. Ahora en esta misma fecha, pero en 2020, no hay nada: solo piedras y tierra”, lamenta el académico de la Universidad Austral.
González tampoco quedó indiferente frente a las temperaturas récord que hicieron cambiar el paisaje de una porción del continente antártico durante este mes. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el pasado 7 de febrero la base argentina Esperanza registró una temperatura de 18,3ºC. Si ese nivel de calor sorprendió al mundo científico, lo peor llegaría dos días después, en la Isla Seymour, reclamada por Chile, Argentina y el Reino Unido: ese domingo 9 la temperatura se empinó a los 20,7ºC, la más alta registrada en la historia.
“La verdad es que yo he estado viendo incrementos de temperaturas en las últimas décadas, pero un salto tan grande es realmente inédito. Sobrepasar la barrera de los 18ºC no lo esperábamos”, conjetura el encargado de la mesa científica del continente blanco.
¿Qué medidas propone el informe científico coordinado por usted para mitigar las alzas en las temperaturas en la Antártica?
Estas ondas de calor forman parte de todo un proceso que es a gran escala, no es solo local. Está todo conectado. Estamos recibiendo las consecuencias de lo que está ocurriendo en el resto del mundo. Cuando uno habla de mitigación, desde la Antártica nuestras propuestas giran en torno a procesos propios del continente y que puedan potenciar la bomba biológica de carbono, representada por el krill. Lo que produce el cambio climático es el incremento de los gases de efecto invernadero (GEI). En la Antártica no tenemos grandes industrias que emitan GEI, pero sí la mitigación está orientada a potenciar esa bomba biológica, que pueda exportar el carbono desde la zona superior del océano hasta las profundidades del mismo. Ese carbono inorgánico fue incorporado al océano por el fitoplancton o las micro o macroalgas de la Antártica y la transformaron en materia orgánica. Esa materia orgánica es consumida por el krill. El krill transporta carbono de forma pasiva a través de fecas que se hunden por gravedad, pero también lo hace de forma activa. Esto lo consigue a través de las migraciones. Los krills adultos se mueven día y noche hasta 400 metros o más, y así transportan ese carbono. Por eso el llamado es: cuidemos esta bombita a través de la instalación de áreas marinas protegidas en la Antártica. El gobierno chileno y el argentino ya están trabajando para crear estas áreas. A pequeña escala, el informe propone mejorar las instalaciones de las bases de las Fuerzas Armadas y de las bases científicas, en términos de hacer más eficientes los diseños. Por ejemplo, que el agua servida no se vaya al mar y de traer todos los residuos que se generen.