Escenario climático para este verano incrementa riesgo de grandes incendios forestales y amenaza a la biodiversidad
Pronóstico de Conaf para esta temporada indica que podrían verse afectadas entre 70 mil y 100 mil hectáreas por el fuego, que hay un mayor crecimiento potencial de incendios de magnitud y de simultaneidad de estos, así como una mayor posibilidad de incendios de interfaz, es decir, cercanos a lugares poblados e infraestructura. Alzas de temperatura, una sequía que dura ya 13 años y el cambio climático aparecen como los principales factores de este escenario.

Periodista

Desde el 8 de noviembre pasado, California enfrenta el incendio más grande de su historia. Los bomberos y equipos de emergencia aún luchan por controlarlo, mientras el rápido avance inicial de las llamas cobró 79 víctimas fatales y 699 desaparecidas, 15 mil edificios destruidos y 61 mil hectáreas arrasadas. Las proyecciones indican que recién a fines de noviembre podría estar bajo control, si las condiciones meteorológicas así lo permiten.
¿Cuál es el escenario en Chile para esta temporada? Un mayor crecimiento potencial de incendios de gran magnitud y una superficie afectada en un rango que va entre las 70 mil y las 100 mil hectáreas. Esa es la previsión realizada por la Corporación Nacional Forestal (Conaf) para la temporada de mayor ocurrencia de incendios de 2018-2019, realizada en base al análisis de una serie de variables climáticas y meteorológicas.
Una cifra notoriamente más crítica que la registrada el verano pasado, cuando se destruyeron 39.554 ha, la cifra más baja de los últimos cinco años y muy lejos de las 570.197 hectáreas quemadas durante la temporada 2016-2017, cuando los mayores incendios de la historia reciente arrasaron con la zona centro-sur del país, una “tormenta de fuego” que se propagó con extrema rapidez y múltiples focos y que se ensañó particularmente con la Región del Maule, donde se concentró casi la mitad del daño. Allí, más de 2.100 agricultores resultaron afectados, se perdieron 57 mil cabezas de ganado, 26 mil colmenas y 8.360 personas resultaron damnificadas.
En ese escenario, la temporada pasada fue de relativa calma, pero los grandes incendios podrían volver a surgir durante este verano, de acuerdo a las proyecciones realizadas por Conaf.
¿Puede repetirse un escenario tan crítico como en 2017? “En enero de 2017 se produjo una situación cálida muy singular: en El Maule del 1 al 10 la temperatura promedio fue de 31,4ºC; del 11 al 20 subió a 34,6ºC, y del 21 al 31 promedió 38,4ºC. Es decir, en un mes subió 7ºC. Esta situación se puede volver a repetir en 2019, 2020 o 2021, estamos en una espiral de calor que hace muy frágil nuestro ecosistema, y vulnerable a cualquier evento extremo”, dice Patricio González, profesor de agroclimatología del Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología (CITRA) de la U. de Talca.
Temporada crítica
Según las estadísticas históricas de Conaf, en los últimos 20 años, solo en cuatro oportunidades se ha llegado a una cifra de destrucción por incendios similar o mayor a las 100 mil hectáreas, y solo en seis oportunidades se han superado las 70 mil ha quemadas. Sin embargo, para esta temporada se espera un escenario climático adverso y un riesgo alto de incendios, determinado principalmente por los déficit de lluvias, temperaturas sobre lo normal y una mayor disponibilidad de combustible en la costa del valle central y en la cordillera.
“La zona central de clima mediterráneo lleva 13 años de mega sequía, desde 2007 a 2018 que no se registran superávits de lluvias. Durante octubre precipitaron 37mm de agua, lo que hizo crecer mucha maleza, la que se secará una vez que llegue el verano. Los descuidos humanos seguramente continuarán, por lo cual la fragilidad de la zona central es muy alta a eventos de incendios forestales”
De acuerdo al informe de Conaf, se esperaba que la temporada de mayor número de incendios se iniciara en septiembre en la zona centro-sur del país, entre Coquimbo y O´Higgins, mientras que las regiones de la zona sur y austral se irán incorporando progresivamente a una mayor exposición de niveles de peligrosidad desde octubre (Maule), noviembre (Biobío y Araucanía), diciembre (Los Ríos y Los Lagos) y enero (Aysén y Magallanes).
De hecho, a la fecha la Región Metropolitana registra ya 119 incendios, mientras que el año pasado solo se habían registrado 67 y el último quinquenio registra 62 incendios en promedio a esta fecha. Sin embargo, las 391 ha quemadas están bajo las 928 ha de la temporada pasada. Al igual que Santiago, O´Higgins y Maule registran un 79% y 65% más incendios que en 2017-2018, mientras que la superficie quemada se ha incrementado en un 112% en O’Higgins, y un 96% en Maule en relación a la temporada anterior, pero aún se encuentran bajo el promedio del último quinquenio.
A nivel nacional, a la fecha se registran 419 incendios, un 5% más que los 400 registrados el año pasado, aunque la superficie quemada ha disminuido en un 42% en relación a la temporada 2017-2018. (Ver reporte en línea aquí).
Sequía, menos lluvias y mayor temperatura
Entre las razones de esta proyección se encuentra que en los últimos 48 meses han persistido las condiciones de sequía entre las regiones de Valparaíso y Magallanes, con rangos que van desde ligero a extremo. A esto se suma un déficit de precipitaciones en prácticamente todas las regiones del país, un pronóstico de lluvias bajo lo normal en los próximos meses, un aumento de la temperatura sobre el promedio climatológico (entre 0,7ºC y 2ºC más), un verano que en términos de sequía fluctuará entre normal a ligeramente seco y una mayor disponibilidad de combustible en la costa del valle central y la cordillera.
“La zona central de clima mediterráneo lleva 13 años de mega sequía, desde 2007 a 2018 que no se registran superávits de lluvias. Durante octubre precipitaron 37mm de agua, lo que hizo crecer mucha maleza, la que se secará una vez que llegue el verano. Los descuidos humanos seguramente continuarán, por lo cual la fragilidad de la zona central es muy alta a eventos de incendios forestales”, explica Patricio González.
A esto se sumarán las temperaturas. Según José Vicencio, meteorólogo de la Oficina de Servicios Climatológica de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), entre noviembre y enero “se espera una condición más cálida de lo normal en gran parte del país, excepto en la costa de Iquique y Valparaíso, en Aysén y Magallanes (…) Estamos en la fase neutra del ciclo Niño/Niña; de todas formas, el Pacífico Ecuatorial (donde se genera El Niño) se está calentando rápidamente en las últimas semanas y es probable que El Niño sea declarado en los próximos meses”.
“Las variaciones (de temperatura) continúan, pero siempre con una tendencia a aumentar, por lo que el cambio climático en estos pronósticos, y en el comportamiento de los veranos, se conjuga con la variabilidad caótica del clima en esta época del año”
“El evento de El Niño débil que se viene configurando desde inicios de primavera continuará su evolución hasta el otoño de 2019. Sus impactos más significativos debieran ser en las temperaturas máximas, las cuales pueden verse incrementadas pues el océano está más cálido”, complementa González.
Efectos de cambio climático
¿Qué rol juega en esto el cambio climático? A juicio de José Vicencio, es un condicionante en el pronóstico de escala estacional porque casi todo el país, excepto la zona costera del norte de Chile, está registrando incrementos de las temperaturas máximas y mínimas.
“Eso quiere decir que las variaciones continúan, pero siempre con una tendencia a aumentar, por lo que el cambio climático en estos pronósticos, y en el comportamiento de los veranos, se conjuga con la variabilidad caótica del clima en esta época del año”, explica.
Para Patricio González, “la lucha del hombre contra el cambio climático ya la perdió”, lo que se refleja en que pese a que desde 1995 las Naciones Unidas inició acciones para frenar el calentamiento global, la concentración de CO2 en la atmósfera pasó de 360 partes por millón (ppm) en 1995 a 404 ppm en 2017.
“En Chile, la zona más afectada está siendo la zona central entre Valparaíso y la Araucanía . La única solución para enfrentar este cambio acelerado es generar políticas y proyectos de mitigación para que los efectos no sean desastrosos económicamente. Sin embargo, los gobiernos regionales han hecho muy poco y estimo que desconocen la real amenaza que se cierne entre el 2020 y 2030”, afirma Patricio González.
Incremento del riesgo
Es en este escenario en que se prevé un mayor ocurrencia de incendios y una superficie afectada que oscilaría entre las 70 mil y las 100 mil ha, así como un crecimiento potencial de incendios de magnitud.
De acuerdo al informe elaborado por Conaf, esto lleva no solo a que exista un escenario más crítico que la temporada anterior, sino a que exista una mayor probabilidad de incendios en las zonas de interfaz, es decir, en zonas cercanas a poblados e infraestructura, así como una mayor probabilidad de simultaneidad de focos de incendio. El riesgo de esto último es la probabilidad de un “quiebre de stock”, es decir, una menor disponibilidad de los recursos con que cuentan tanto el Sistema de Protección de Conaf como el Sistema de Protección Civil para actuar en el combate de los siniestros.
El riesgo para los ecosistemas es alto, y también para las comunidades. “En el caso del secano costero, el mega incendio de 2017 arrasó un ecosistema natural, ecológico y biológico, de mucha riqueza. Para volver a recuperarlo se necesitarán 40 o 50 años. Además, impactó en las economías de los pequeños aserraderos cuyos árboles, que eran su materia prima, ya no existen. Esas personas tendrán que reconvertirse a otro sistema económico. Esto para ellos es muy difícil y complicado, y además el Estado nunca va a compensar en su totalidad a estas personas. Ese es el drama humano y ecológico que resultó de esos incendios”, dice Patricio González.
Por eso la prevención es clave, y tanto Conaf como las empresas forestales están realizando una serie de esfuerzos para hacer frente a este escenario. Entre las actividades del plan preventivo de Conaf están la construcción de 695 km de cortafuegos a nivel nacional, la intervención de 50 comunidades para que tengan planes de prevención de incendios forestales, convenios de cooperación con organismos internacionales y un total de 45 aeronaves -propias y arrendadas- para el combate del fuego, la coordinación aérea y la detección de incendios forestales.
Por su parte, las empresas forestales gastarán este año cerca de US$85 millones de dólares en el combate y prevención de incendios, un aumento del 60% respecto del promedio de los últimos años. Un flota de 51 aeronaves y más de 3.000 personas estarán dedicadas a esta tarea, de las cuales 2.500 son brigadistas que pasaron por un estricto proceso de selección y capacitación. Además, se creó una red social de prevención y alerta que integran 4.500 vecinos de 73 comunas rurales, en siete regiones del país.