El pasado 29 de enero, el japonés Akira Miyawaki apagó 92 velitas. Plenamente vigente, este botánico nipón es una referencia mundial en lo que respecta a restauración de bosques nativos en tierras degradadas. Graduado en la Universidad de Hiroshima, ciudad tristemente conocida por la bomba atómica lanzada por Estados Unidos, Miyawaki diseñó un método en Alemania para hacer crecer a los ecosistemas naturales en tierras erosionadas a un ritmo más rápido que el normal. En clima mediterráneo, parecido al de Chile central, pudo hacer pruebas el año 2000 en la isla de Cerdeña (Italia) con notables resultados hasta ahora.
El Método Miyawaki, precisamente, es la fuente de inspiración para Magdalena Valdés, historiadora y socióloga que, en tanto nacida y criada en Pirque, cultivó un profundo amor por la naturaleza desde pequeña. Pero el amor trae aparejado, en esta época de crisis climática, un sufrimiento por la megasequía que afecta al valle del Maipo y, en general, a la zona central de Chile. “Sufro con los cerros y los árboles que se secan: el peumo, el quillay, el litre”, dice Magdalena.
Sin embargo, por esas causalidades de la vida, a principios de 2019 apareció una señal en el camino. Caminaba por un tupido bosque en Quiao, en la ribera norte del lago Huillinco, en Chiloé, cuando una persona le comentó que había una empresa que hacía crecer rápido los bosques. La pregunta le quedó flotando en el aire y al volver a Santiago le escribió a otro conocido para ver si sabía de qué se trataba todo esto.
Con ese dato, llegó finalmente a Akira Miyawaki y su método. Advirtió que el experto en ecología vegetal había trabajado con los bosques templados de Japón. La ventaja del Método Miyawaki, agrega Valdés, es que “en vez de producir toda la sucesión natural de un bosque en 200 años, lo acelera a 20 años”.