Catalina Velasco, autora de “Vida sumergida”: “En Chile tenemos una profunda conexión con el océano, pero lo conocemos poco”
La joven bióloga marina y divulgadora científica está presentando su primer libro en el que aborda la relevancia del océano para la vida humana, su alto valor en biodiversidad, su papel clave en el combate al cambio climático y las amenazas a las que se ve sometido. En esta entrevista con País Circular, Velasco detalla los contenidos de su ensayo -escrito en un lenguaje cercano y familiar, apto para todo público- y enfatiza el poco conocimiento que hay en Chile sobre las propiedades del océano, pese a que éste nos acompaña de norte a sur por nuestra geografía.
“Creo en la evolución de las especies y en que toda la vida vino del océano. En el vientre materno estuvimos como flotando en el mar y la misma tierra, vista desde la estratósfera, se ve azul porque el mar es el que le da color al planeta”, contaba en una antigua entrevista el escritor chilote Francisco Coloane, cuya obra imperecedera irradia el amor que sentía el autor quemchino por los océanos.
Esa misma pasión y cariño transmite por los mares la joven bióloga marina, divulgadora científica y exploradora de National Geographic, Catalina Velasco Charpentier (30), quien en su primer libro, titulado Vida sumergida: por qué necesitamos el océano (La Pollera Ediciones), logra fomentar el conocimiento de los océanos a través de un lenguaje familiar y cercano para el común de la gente, sin recurrir a un formato tan académico.
Se trata de un ensayo de 109 páginas, dividido en ocho capítulos, que exhibe el funcionamiento del océano y cómo éste es fundamental para la existencia de vida en la tierra. Aborda también su gran biodiversidad, su rol clave como regulador del clima y las principales amenazas a las que se ve expuesto.
En el prólogo del texto, Velasco recuerda cómo, mientras estudiaba biología marina en la Universidad de Valparaíso, tuvo la chance de hacer buceo. Le cambió la vida. Esta experiencia vital, agrega en el ensayo, le permitió conocer más profundamente la vida que bullía al interior del océano. De ahí que comente que sus días en tierra son solo intervalos de superficie entre un buceo y otro. Recientemente publicado, Vida sumergida está disponible en todas las librerías del país y en este link de la plataforma web de La Pollera Ediciones, con despachos a todo Chile.
En esta entrevista con País Circular, Catalina dice extrañar una mayor conciencia ambiental y un mayor conocimiento de los océanos; que apenas un 20 por ciento de su superficie ha sido explorado; y que el cambio climático y la contaminación (en Chile, de la salmonicultura, preferentemente) deben ponernos en una situación de máxima alerta. Velasco es, además, cofundadora de Fundación Mar y Ciencia y candidata a doctora en Ciencias Antárticas y Subantárticas de la Universidad de Magallanes.
-¿Cómo es que llegas a escribir sobre el océano? ¿Qué te interesó comunicar sobre él, siendo tan inmenso e inabarcable?
-Sentía que faltaba algún documento que resumiera por qué el océano es tan importante para nosotros. Cuando de la editorial se acercan a mí para preguntarme si quería escribir, yo ya venía escribiendo en otros formatos, pero nunca un libro. Dije que me intersaba muchísimo; yo podría haber escrito de tiburones o de otros ecosistemas. Pero pensé que era más importante partir por el inicio, dar a entender por qué necesitamos el océano, por qué es tan importante en nuestras vidas, por qué nos mantiene vivos. Así empecé a armar el libro con ese hilo conductor, y está hecho con todas las ganas de que las personas conozcan más el océano. Que se logre entender que no solo hay que cuidarlo porque es bonita la naturaleza, sino porque nuestra salud depende de la salud de los océanos.
“Otra forma de conocer el mar es yendo a la playa, bucear si tenemos la posibilidad, porque es una experiencia que les va a cambiar la vida, aunque sé que es una actividad muy elitista. Ver documentales o películas; incluso Buscando a Nemo es una buena puerta de entrada al océano, jaja”.
-En términos sencillos, ¿por qué existe esta interdependencia entre la vida humana y la salud de los océanos?
-Son varias cosas. Nosotros venimos del océano, nuestros antepasados de nuestros ante-ante-antepasados salieron del océano y colonizaron la tierra. Eso también se da porque el océano primitivo oxigenó la tierra de forma tal que la atmósfera cambió su composición química. Y pasó a ser la atmósfera que conocemos hoy. Actualmente mantiene la vida en la tierra: casi la mitad del oxígeno que respiramos proviene de la actividad fotosintética del océano. No solo tenemos un pulmón verde como el Amazonas; tenemos también un pulmón azul como el océano. Además es fuente de alimentos, de medicamentos, de inspiración, de nuestro patrimonio natural, y es la primera línea de defensa contra el cambio climático porque absorbe mucho CO2. Nos ayuda a mantener el carbono más raya, y también regula el tiempo y el clima, por lo cual no estamos ni muriéndonos de frío ni de calor.
-¿Cuánto conocemos realmente del océano y cuánto queda por descubrir?
-Conocemos poquísimo. La exploración que se ha hecho no abarca la inmensidad del océano: aproximadamente un 20 por ciento de él ha sido explorado o mapeado directamente, con robots submarinos o satélites, pero aún queda un inmenso azul sin explorar. El fondo marino es un lugar muy difícil de acceder, requiere tecnología y dinero, es bastante desconocido. Eso es a nivel científico, pero en el día a día también hay pocas nociones. En el colegio se habla muy poco; para qué decir en las casas, en los almuerzos familiares, a menos que haya una familia de pescadores. La idea del libro justamente era fomentar la cultura oceánica y ser una puerta de entrada a este mundo submarino, que nos es tan ajeno.
-¿Cómo sientes que es la cultura oceánica de Chile, considerando que somos un país con una enorme cantidad de costa que nos baña?
-Hace poco hicimos una encuesta con Mar y Ciencia sobre percepción y conocimiento del océano, y en realidad tenemos un conocimiento bastante acotado respecto del océano. Hay varias problemáticas que se desconocen, como el barreteo, que es la desforestación de los bosques submarinos. Hicimos dos encuestas para mil personas, y el 95 por ciento no sabía lo que era el barreteo. En Chile tenemos una profunda conexión con el océano. Nos importa el océano, nos gusta ir a la playa, sabemos que hay que cuidarlo, pero no hay mucho conocimiento de base y es importante adquirirlo. Nos da herramientas para tomar decisiones informadas y responsables.
-¿Y de qué manera se puede partir para conocer el océano? ¿Sientes que las políticas públicas debiesen fomentar la exploración y conocimiento del océano?
-En cuanto a políticas públicas, es necesario incluir la educación ambiental dentro del currículum escolar. Necesitamos fomentar el turismo en la Patagonia, por sus fiordos y canales. En vez de llenarla de salmoneras, podríamos fomentar el turismo aventura en la zona. Hay que ver cómo cambiamos el switch y le sacamos provecho económico a los ecosistemas sin depredarlos. Cambiar el modelo extractivista por otras formas. Otra forma de conocer el mar es yendo a la playa, bucear si tenemos la posibilidad, porque es una experiencia que les va a cambiar la vida, aunque sé que es una actividad muy elitista. Ver documentales o películas; incluso Buscando a Nemo es una buena puerta de entrada al océano, jaja. Podemos encantarnos a través de la música, el arte, la literatura y la exploración directa como el buceo. Siguiendo cuentas de Instagram o TikTok. No es necesario vivir al lado del océano para comprenderlo y encantarnos con él; hay que buscar las formas que nos acomoden.
“Conocemos poquísimo (del océano). La exploración que se ha hecho no abarca la inmensidad del océano: aproximadamente un 20 por ciento de él ha sido explorado o mapeado directamente, con robots submarinos o satélites, pero aún queda un inmenso azul sin explorar. El fondo marino es un lugar muy difícil de acceder, requiere tecnología y dinero, es bastante desconocido”.
La amenaza del cambio climático
-Siempre se lee en líneas gruesas que el océano es un gran sumidero de carbono, pero ¿dónde está el detalle de lo que sucede en él para facilitar este proceso y ayudar en el combate a la crisis climática?
-Básicamente es gracias a la fotosíntesis, es el proceso estrella del océano. Está lleno de microorganismos como el fitoplancton, que son algas microscópicas y que están en todo el océano haciendo fotosíntesis en los primeros 100 metros donde llega la luz solar suficiente para el proceso. En esos primeros 100 metros tenemos microorganismos que captan CO2 y liberan oxígeno. Cuando estas microalgas mueren, quedan en el fondo marino dejando reservorios de carbono azul. Pero también hay otros ecosistemas fotosintéticos como los bosques de algas, los pastos marinos, los manglares. Y también los animales: los grandes cetáceos son grandes reservorios de carbono. La ballena azul puede almacenar unas 33 toneladas de carbono a lo largo de su vida. Cuando muere, se va al fondo y el carbono se va con ella. Gracias a todos estos procesos biológicos, el océano es una verdadera arma contra la crisis climática.
-Y esto que me cuentas de la ballena azul, ¿lo fuiste descubriendo a medida que escribías el libro? En el fondo, ¿qué significó para ti el libro desde el punto de vista de tu propio aprendizaje con respecto a lo que aprendiste en la universidad?
-¡Caleta! Salí de la U hace un par de años con la sensación de no saber nada. Mi hermana me preguntaba cómo hacían pipí los peces. “Uh, no sé”, le respondía yo, “déjame buscar”. Debería saberlo, pero no lo sé. Con el libro tenía nociones, sabía varias cosas, puse anécdotas de profesores de la U, sabía cómo tenía que estructurar el libro y la intención de cada capítulo. Pero había cosas que tuve que buscar, como lo de la formación de la atmósfera primitiva o cómo se formó el océano, cosa que te apuesto que la mayoría de los biólogos marinos no sabe. Fue harto descubrimiento y harto de echar mano a la memoria.
-De todas las amenazas que sufre el océano, ¿cuál dirías que es la más preocupante?
-La crisis climática y la contaminación, no te sabría decir cuál de las dos puede ser peor. Vemos que la crisis climática no se frena, la curva sigue subiendo, al igual que el nivel del mar. Hay mucha incertidumbre. Y además la contaminación viene de todas las formas en el océano: por plástico, por petróleo e incluso la contaminación acústica, que es un tremendo problema y es muy invisibilizado…
-Cuéntame cómo es eso de la contaminación acústica.
-El tráfico marítimo está cada vez más descontrolado. Prácticamente el 90 por ciento de todas las mercancías se trasladan por mar y tenemos muchísimas embarcaciones. En unos modelamientos satelitales se mostraron las rutas de las embarcaciones en los océanos y son líneas que tapan todo. Meten mucho ruido y eso es un problema para organismos que necesitan un ambiente sonoro para comunicarse, como es el caso de los cetáceos. Y no solo tenemos eso: también hay prospecciones sísmicas, explosiones, detonaciones de pruebas militares. En el océano el sonido se propaga rápidamente. He estado bajo el agua escuchando embarcaciones y es muy fuerte.
“Lo del maritorio (aprobado como norma general en el debate constituyente) es tremendamente poético y simbólico. El lenguaje crea realidad y esto nos da otro sentido. Pero ojo: la idea no es separar territorio y maritorio como si fueran dos mundos aparte, porque hay que reconocer que el mar y la tierra conversan todo el tiempo”.
-Y en ese sentido, ¿qué percepción tienes sobre la salmonicultura, que es una actividad más particular del océano que baña a Chile?
-La salmonicultura es tremendo problema porque somos el segundo país exportador mundial de salmón después de Noruega. Es una actividad económica importante en el país. El problema es que está concentrado en el sistema de fiordos y canales en el sur de Chile, lugares que son refugios climáticos con alto grado de endemismo. Son de los últimos lugares salvajes del planeta, con muy pocos habitantes por kilómetro cuadrado y con todo un tema de importancia para los pueblos originarios, donde se da un choque cultural con las salmoneras. El INDH sacó hace poco un reporte que decía que la salmonicultura atentaba contra los derechos humanos. Es una industria nefasta no solo desde el punto de vista humano-cultural, sino para los ecosistemas marinos. Son como un jardín lleno de niños: si uno se enferma, se enferman todos. Entonces metamos antibióticos que quedan en el cuerpo de agua y como son tantos peces, hay una cantidad de materia orgánica tremenda, porque hay que alimentar a esos peces. Esos peces hacen caca y este aumento de materia orgánica genera mucho aporte de nutrientes -fosfatos y nitratos- que generan “eutrofización” del agua (cuando hay exceso de nutrientes). Eso produce un desbalance químico, que puede generar un bloom de algas. Muchas veces las empresas cortan las balsas jaulas y se las llevan al fondo marino para que nadie las vea. ¿Y para qué? Para llenarle los bolsillos a un par de familias que son dueñas de este recurso. Por último, los salmones son súper voraces: por cada kilo de salmón, se necesitan 5 a 7 kilos de otros peces. Y se usan anchovetas, sardinas. Se nos vendió la salmonicultura como respuesta a la sobrepesca, pero en la práctica eso no ha sido así, es mentira.
-Justamente tú has señalado a la sobrepesca como otro de los grandes problemas que atentan contra el océano. Y también dices que las áreas marinas protegidas debiesen ser efectivas para tener un mar más sustentable.
-Sí, somos líderes mundiales en protección oceánica, tenemos casi la mitad de nuestra zona económica exclusiva protegida con algún grado (reserva o parque marino), pero esto queda muy lindo en el papel, cuando en realidad no hay una protección efectiva, ni un plan ni fiscalización. Esto debiera cambiar con la aprobación de Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), al cual Gabriel Boric dijo que le daría prioridad. Eso debería venir a regular las áreas marinas de papel. Creo que Chile va bien encaminado, pero falta la fiscalización y la protección efectiva.
-Finalmente, Catalina, ¿qué confianza tienes en el proceso constituyente en cuanto a tu campo de estudio? Te lo pregunto porque se acaba de aprobar en general la norma que crea el “maritorio” chileno. ¿Sientes que esta declaración puede ayudar a cambiar el estatus que actualmente tiene el océano y que se puedan limitar los negocios invasivos con los ecosistemas marinos?
-Siempre le he tenido mucha fe al proceso constituyente. Es un momento histórico tremendo, que va súper bien encaminado, a pesar de la campaña de desprestigio en su contra. Vamos a lograr tener una Constitución ecológica, que será tremendo avance y un gran punto de partida, y que ojalá pueda regular las actividades extractivistas. Lo del “maritorio” es tremendamente poético y simbólico. El lenguaje crea realidad y esto nos da otro sentido. Pero ojo: la idea no es separar territorio y maritorio como si fueran dos mundos aparte, porque hay que reconocer que el mar y la tierra conversan todo el tiempo. Hacía falta reivindicarnos como el país oceánico que somos y tomarnos en serio esto. Hablar de maritorio no nos va a resolver todos los problemas del océano, eso no lo va a cambiar una palabra, porque necesitamos un cambio de paradigma grande. Pero nos lleva por el camino correcto.