Activista Thiago Ávila: “Cualquier idea que mercantilice el agua es un proceso violador y tenemos que combatirlo”
De visita en Chile para promover la próxima misión humanitaria de la Global Sumud Flotilla a Gaza, el activista humanitario y defensor del medio ambiente brasileño Thiago Ávila conversó con País Circular sobre la forma en que los bombardeos al territorio palestino gazatí, junto con matar personas y destruir infraestructura, también han devastado los ecosistemas. Asimismo, entre otros temas consideró que, si bien los procesos de diálogo internacional sobre el cambio climático -como la reciente COP 30 en Brasil- son necesarios, la presencia y lobby de empresas petroleras y otras contaminantes impiden un avance real.
Hace unos días el Club Deportivo Palestino fue visitado por el activista brasileño Thiago Ávila, quien comentó que “fue la realización de un sueño conocer al equipo de fútbol más inspirador del mundo”; a su vez, en la cuenta de Instagram de Palestino postearon su foto con la polera del club y el mensaje “Gracias @thiagoavilabrasil por tu visita y por tu activismo en defensa de nuestra causa, siendo la voz de todo un pueblo”. El nexo con el equipo de fútbol se debe a la férrea defensa del pueblo palestino que ha hecho Ávila los últimos años, especialmente después de que en octubre de 2023 comenzara la última fase de ataques israelíes, que han sido particularmente cruentos.
En ese contexto, Thiago Ávila, quien lidera movimientos en defensa del medio ambiente y de los derechos humanos, entre otras causas, es uno de los organizadores del proyecto civil y pacífico Global Sumud Flotilla, formado en junio pasado con el objetivo de romper el bloqueo de Israel al territorio palestino de Gaza y abrir un corredor humanitario permanente. En octubre estuvieron cerca de alcanzar su objetivo, en gran medida gracias a la presión ciudadana internacional, porque esa “presión aumentaba el costo político que tenía para Israel seguir actuando contra nosotros”.
En estos momentos, Ávila está en Chile para promover la próxima misión de la Global Sumud Flotilla, que nuevamente intentará llegar con ayuda humanitaria al territorio gazatí a través del mar Mediterráneo. Como parte de esta visita, el dirigente social se reunió el jueves pasado con estudiantes universitarios y público general en la casa central de la Universidad Católica, en Santiago. En esa oportunidad, el activista dialogó con País Circular sobre diversas problemáticas que involucran tanto el medio ambiente como los derechos humanos, y que, de acuerdo con su mirada, tienen origen en “el sistema capitalista en su etapa imperialista, que explota, oprime y destruye”.
Una de esas problemáticas es el cambio climático y los escasos resultados alcanzados con el Acuerdo de País para detener el aumento de la temperatura a nivel global. Así, en el marco de la Conferencia de las Partes número 30 –COP30– de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, realizada en noviembre pasado en Brasil, Thiago Ávila fue parte de los organizadores de las protestas para denunciar la continua dependencia del petróleo y de las actividades extractivistas que han provocado la deforestación de la Amazonia y la degradación de una serie de biomas tanto en su país como todo el mundo. “Debemos procurar el uso de la naturaleza como razón de vida, no como objeto de lucro”, señaló durante las manifestaciones en la ciudad de Belém (estado de Pará), donde participaron cientos de personas, con gran presencia de los pueblos amazónicos.
“La solución al cambio climático no es un maquillaje capitalista, eco-capitalista, para cambiar el mal que es causado por el capitalismo en sí. La salida es construir otro sistema que no tenga la explotación de la naturaleza para el lucro como uno de sus pilares fundamentales”.
-¿Qué opina de las negociaciones del Acuerdo de París, especialmente la COP30 que se acaba de efectuar en Brasil?
Creo que los diálogos tienen su importancia. Los procesos institucionales tienen su importancia. Pero el tiempo de esos diálogos y su intensidad son totalmente insuficientes para lo que necesita el mundo.
Además, vemos que las fuerzas que quieren mantener la destrucción y la explotación de la naturaleza también tienen incidencia política en esos espacios. Cada vez más. Entonces, en Brasil vimos eso. Una COP donde otra vez hubo protestas por fuera, pero que igualmente el agronegocio, la mega-minería, las petroleras estaban allá con toda su plata intentando hacer su lavado verde de todo lo que hacen.
Entonces, es un proceso limitado. La salida, la solución al cambio climático no es un maquillaje capitalista, eco-capitalista para cambiar el mal que es causado por el capitalismo en sí. La salida es construir otro sistema que no tenga la explotación de la naturaleza para el lucro como uno de sus pilares fundamentales.
Es decir, nosotros vemos esos procesos como importantes. Sin embargo, estamos observado que aquellos intereses que quieren seguir destruyendo el mundo están contra esos procesos y los ven como algo extremo, creen que es mucho
Pero para nosotros no. Para nosotros es totalmente insuficiente. Sabemos que los pueblos sí tienen las respuestas. Las verdaderas respuestas vienen desde afuera de las reuniones con los mega empresarios. Los pueblos tienen la salida para la crisis climática.

Genocidio y ecocidio
-¿Cómo se vincula el activismo ambiental con el activismo humanitario, especialmente frente a la situación en Gaza?
Para nosotros, la verdad, es la misma cosa.
Cuando miramos la situación de Palestina, no es solamente un genocidio, es también un ecocidio. Solo en explosivos, Israel tiró en Gaza el equivalente a las trece bombas de Hiroshima, es decir, un poder de destrucción enorme. Los bombardeos israelíes destruyeron en Gaza todo el proceso de agua, destruyeron los biomas, los ecosistemas, destruyeron todos los animales que vivían allá.
Entonces, sabemos que la devastación es tan inmensa que llevará muchísimos años para que el pueblo palestino pueda armonizar otra vez y equilibrar ecológicamente la región. Entonces, si el genocidio que pasa allá también es acompañado de un ecocidio, es nuestra tarea detener eso también.
Los palestinos eran un pueblo que vivía en paz con su bioma. Son un pueblo originario. Como todo pueblo originario sabe convivir en paz con la naturaleza y sabe lo bueno que es convivir con la naturaleza.
El mismo sistema que produce un genocidio en Palestina, en Sudán y en el Congo también produce el ecocidio en la Amazonía, en todos los biomas aquí de Chile, en todas partes. Entonces, para nosotros es la misma cosa. Todo es parte del mismo sistema que explota, oprime y destruye la naturaleza.
El sistema capitalista en su etapa imperialista es lo que debemos detener.
-¿Cómo se podría detener?
El liberalismo nos ha hecho el trabajo muy difícil, porque las personas piensan que no es necesario organizarse. El liberalismo ha hecho creer que el único modelo de éxito y de abundancia es competir entre nosotros para vender nuestra fuerza de trabajo – cada vez más barata- para acumular más bienes materiales y que así tal vez encontrar una falsa felicidad.
Nosotros tenemos que decir que no es así, que el camino es con la comunidad, y que la abundancia verdadera es vivir en un mundo donde no hay explotación, es vivir integrado con la naturaleza de la cual somos parte, es vivir en un planeta que tenga un futuro para los niños y las niñas.

“Esta situación [la guerra del agua] se produce de diversas formas, ya sea en una comunidad donde una parte muy significativa de su renta debe ser destinada para pagar agua; ya sea en comunidades donde ni siquiera pueden acceder al agua porque el agronegocio o la mega-minería robó toda el agua, secó los acuíferos. O procesos aún peores, donde se utiliza la sed como arma de guerra”.
-¿Cuál es su punto de vista sobre la crisis hídrica, especialmente la escasez que afecta a comunidades vulnerables e, incluso, el uso del agua como forma de presión?
Sabemos que la guerra del agua en el mundo es un proceso muy vivo y que existe en prácticamente todas las partes del planeta.
Esta situación se produce de diversas formas, ya sea en una comunidad donde una parte muy significativa de su renta debe ser destinada para pagar agua; ya sea en comunidades donde ni siquiera pueden acceder al agua porque el agronegocio o la mega-minería robó toda el agua, secó los acuíferos. O procesos aún peores, donde se utiliza la sed como arma de guerra, como el caso de lo que Israel hace con los palestinos.
Debemos condenar todas esas situaciones. Cualquier idea que mercantilice el agua y que no la trate como un bien común de los pueblos y de la naturaleza es un proceso violador y tenemos que combatirla.
Una cosa buena que miraba en Chile después del estallido social es que la primera propuesta de nueva constitución contemplaba los derechos de la naturaleza y el agua como un bien común de los pueblos. Pero eso las fuerzas conservadoras y reaccionarias lo han derrotado. Tengo esperanza en que sea una derrota temporal y que el pueblo chileno sepa cómo reconstruir un camino de comunión y relación integrada con la naturaleza en cuanto parte de ella, no como algo alejado de la naturaleza.
Espero que sepamos construir una sociedad donde no haya explotación y opresión, y también que tengamos el coraje de defender una forma distinta de hacer las cosas, porque la verdad es que es lindo hablar de un planeta vivo, ecológicamente equilibrado, pero para eso hay que luchar. Vamos a seguir luchando por eso.







