Valeria Salgado: la memoria de los corchos reciclados en una obra de arte
La artista visual Valeria Salgado es la creadora de la exposición “Envero de Bacantes”, abierta hasta el 8 de junio en el Palacio Vergara de Viña del Mar, que consiste en ocho piezas con figuras femeninas hechas con corchos reciclados. La serie demuestra el “maridaje” entre arte y sustentabilidad, y traza un paralelismo entre el proceso de vinificación y las emociones en este nuevo contexto de apertura, a la vez que da cuenta de la negación de los derechos de las mujeres. Además, señala, el corcho guarda una memoria: “Cuando alguien descorcha un vino, ocurren hartas cosas: celebraciones, angustias, soledad”.


Los visitantes que caminan por la sala del fondo a la izquierda del Museo Palacio Vergara, en Viña del Mar, quedan un poco perplejos cuando se detienen cerca de las obras de la artista visual Valeria Salgado. Sólo logran tener una noción de las piezas cuando dan unos pasos atrás y se distancian de ellas. Ahí recién se llevan la mano al rostro y felicitan a la artista cuando logran reconocer que las obras con figuras de mujeres desnudas o semidesnudas en distintas posturas están hechas de corchos, la mayoría de ellos, reciclados.
Valeria agradece los comentarios y luego continúa contando los orígenes de su exposición “Envero de Bacantes”, la primera en su trayectoria como artista visual, inaugurada el 10 de abril y ahora prolongada hasta el 8 de junio. El nombre de la muestra se inspira en las “bacantes”, unas figuras femeninas de la mitología griega que participaban en las “bacanales” con Dionisio, el dios del vino. A través de ellas, quiso contar su propia historia de vida y la de las mujeres en general, en este nuevo contexto de apertura, de derechos conquistados por defender y de las luchas por avanzar en equidad de género. “Hoy, las bacantes son las mujeres del presente, que buscan su lugar en una sociedad que las mira y cuestiona. Como las uvas en su envero, atraviesan el proceso de cambio, donde la vulnerabilidad se fusiona con la fuerza y el ser interior emerge con claridad”, señala el texto de la muestra escrito por la propia creadora.
Cada una de estas “bacantes” está hecha de corchos más claros pero que cambian su tonalidad, mientras que el fondo de estas obras está fabricado con corchos con tonalidad más oscura. En un rincón de la sala, además, existe un bastidor con un boceto de un rostro: ahí Valeria, todos los martes y jueves, se sienta para fabricar una obra in situ a partir de corchos que ella ha recolectado en su taller en Villa Alemana, y otros que saca de las donaciones que los propios visitantes a la muestra pueden dejar en un buzón de vidrio instalado al otro extremo de la sala. “Obra en decantación” es el sugerente y vitivinícola nombre del trabajo que realiza Valeria en la sala misma, y que el público puede apreciar en terreno.
La idea de hacer estas obras -cuya técnica ella designa como mosaico y/o puntillismo experimental- nació, precisamente, cuando ella estaba descorchando un vino con unos amigos. “Por defecto de profesión, yo siempre estoy atenta a los colores, a los pigmentos, y definitivamente el corcho con este pigmento del vino siempre me llamó la atención, pero nunca me planteé cómo trabajarlo, hasta que compartiendo un vino con amigos les comenté y uno de ese grupo me dijo: ‘Yo te voy a apoyar con la recolección’. Porque calculamos que se necesitaban bastantes corchos”, recuerda Valeria Salgado, quien se formó en la Escuela de Bellas Artes que se ubicaba en el segundo piso del mismo Museo Palacio Vergara donde hoy tiene su primera exposición individual como profesional.

“El corcho es el guardián de este vino, y el pigmento de mi obra es la última evidencia de una tremenda pega que hay detrás. Detrás de cada corcho hay un año de trabajo arduo de tierra, en la parra, en la cosecha. Para mí, cada corcho nos representa como chilenos. Además, el corcho nos acompaña en momentos de celebraciones, de angustia, de soledad, tiene una carga social”.
Las obras “vitivinícolas” en corchos
Son ocho las obras de la serie “Envero de Vacantes”. La del centro, titulada “El arte del remontado” y que muestra a una mujer casi a cuerpo completo en una posición como la que adoptaba Dionisio, es la que tiene más corchos: 5.380. Dos piezas – “Liberación málica” y “Maceración del despertar”- son las que tienen menos corchos: 1.520. En el conjunto de obras, explica Salgado, hay más de 20.000 corchos y en su taller muchísimos más.
El nombre de cada una de las piezas refleja el paralelismo entre el proceso de vinificación y el universo interno de las mujeres. Así, los corchos reciclados -señala el texto de presentación escrito por Salgado- se convierten en símbolo de la capacidad para reutilizar lo que parece desechado, y son los guardianes de la memoria del vino. “Las emociones, lejos de ser desechadas, se integran, se transforman y nos enseñan a crecer”, agrega el mensaje.
Con una pausa obligada en sus estudios en la Escuela de Bellas Artes, por haber quedado embarazada de su primer hijo, Valeria volvió a crear después de 17 años, y la vida la encuentra residiendo en Villa Alemana en una casa inspirada en la ecoconstrucción, con huertos orgánicos y recuperación de materiales ya que “naturalmente mi vida se fue tornando hacia la sustentabilidad. Mi pensamiento va más hacia tratar de no consumir, de restringir a lo básico y usarlo hasta que no dé más”, indica Valeria, para quien siempre fue un imán la belleza de los objetos reciclados como los corchos.

-¿Y cómo se dio esta idea de experimentar con los corchos para hacer obras de arte?
Luego de tomarnos ese vino donde surgió la idea, mi amigo recorrió bares y restoranes de Santiago para convencer a los dueños y al personal de que no botaran los corchos. Sin él, no hubiéramos conseguido nada. Me ha presionado a que lo haga. Tiene más fe en mi talento que yo misma. Todo artista debería tener un amigo como él (ríe). Era difícil convencer al personal de los bares, porque es pedirles que cambien su rutina laboral, de no tirarlos a la basura. Partimos sólo con 1.000 corchos mensuales. A mi amigo lo molestaban. Le preguntaban: “¿Qué haces con los corchos?”.
-¿Cuándo se convencieron de que esto era en serio?
Cuando apareció la primera obra, que no es de esta serie. Es el retrato de un puma. Ahí experimenté la técnica, fue como un niño improvisando. Hice prueba de materiales, de resistencia. Sometí al sol de verano intenso a los corchos para ver si se desvanecía el trabajo a la exposición de la luz. No varió casi nada. Sólo cambió de un color más violeta a más marrón, pero nada más. Luego, hice pruebas de adhesivos y hacer un soporte que aguante ese peso. Porque se subestima el corcho, pero las obras son súper pesadas y tuve que rescatar placas de terciados desechadas para montarlas. Es mi forma de vivir: para qué consumir algo si tenemos recursos a los que les podemos dar una segunda vida. Reutilizar no es gratis: lo que ahorras en dinero lo inviertes en tiempo.
-¿Cuál es la mirada de fondo de la serie sobre el corcho y las historias que guarda a través del vino?
El vino es una tradición súper importante en Chile, somos destacados productores. El corcho es el guardián de este vino, y el pigmento de mi obra es la última evidencia de una tremenda pega que hay detrás. Detrás de cada corcho hay un año de trabajo arduo de tierra, en la parra, en la cosecha. Para mí, cada corcho nos representa como chilenos. Además, el corcho nos acompaña en momentos de celebraciones, de angustia, de soledad, tiene una carga social. Cuando uno descorcha, ocurren hartas cosas. De los corchos que tengo en mi taller, hay algunos escritos por personas que dicen “nacimiento de…”, “celebración año nuevo…”. Hay gente que escribe en los corchos, pero esos forman parte de mi colección personal, no los uso en las obras, jaja. Por eso quiero resignificar los corchos y llevarlos a una obra.

“Las primeras representaciones de Dionisio son en mosaico, y eso es muy similar a lo que hago yo, que sería un mosaico con desechos. En ese mito encontré a las bacantes, personajes femeninos que abandonan sus hogares y se van detrás de este dios a venerarlo, y ahí se arman estas famosas “bacanales” que eran unas fiestas tremendas. Me encantó esta mujer que abandona todo: se van al bosque, son salvajes y vuelven a la esencia”.
Las bacantes y Dionisio
El embarcarse en la creación de estas obras, en el año 2023, llevó a Valeria por añadidura a emprender un viaje de conocimiento por el mundo del vino, su elaboración, su proceso, su terminología y temas afines. Así fue como llegó al dios del vino Dionisio y a las referidas “bacantes”, con las que tituló su serie “Envero de Bacantes”. El “envero”, en tanto, obedece al “momento exacto donde la uva comienza a cambiar de color y empieza su maduración y su dulzura en el fruto”. De ahí que, según la artista, “la exhibición es el comienzo del cambio de una identidad femenina, es el comienzo de la liberación”.
Pero, ¿qué eran las bacantes? “Como yo había investigado la tradición, me fui para atrás y me quedé en Roma y Grecia. Lo curioso es que las primeras representaciones de Dionisio son en mosaico, y eso es muy similar a lo que hago yo, que sería un mosaico con desechos. En ese mito encontré a las bacantes, personajes femeninos que abandonan sus hogares y se van detrás de este dios a venerarlo, y ahí se arman estas famosas “bacanales” que eran unas fiestas tremendas. Me encantó esta mujer que abandona todo: se van al bosque, son salvajes y vuelven a la esencia. Entonces ahí dije: ‘aquí me quedo’. Y, por otro lado, siempre me ha encantado la figura humana y sobre todo la femenina y su postura de expresar el cuerpo sin decir nada”; se explaya Valeria.
Eso le tocó muy fuerte a ella y a sus amigas que rondan los 40 años. “Estamos viviendo una transición y complicadas al tomar decisiones importantes. Todo esto vinculado a los nuevos roles sociales para nosotras, donde por fin tenemos la opción de elegir. Si bien la tenemos, hay esa presión de hacerlo muy bien todo para demostrar que podemos ocupar esos espacios nuevos. Y eso lo vinculé con el tema de las bacantes que deciden seguir sus propios deseos. Nosotras somos las nuevas bacantes al transitar esos roles”, agrega Valeria, para quien la obra central “El arte del remontado” iba a ser de Dionisio, pero terminó representando a una “mujer empoderada”, ríe la profesional, nacida en Santiago, pero vivió desde chica en Viña del Mar, y luego en el sur de Chile y Argentina.
El proceso de creación le abrió la mente no sólo hacia el vino en sí, sino también a conocer la textura y naturaleza de los corchos. Así descubrió que hay dos tipos de corcho: uno natural, troquelado de la corteza del alcornoque; y otro, un aglomerado resultante del reciclaje del corcho natural. “Ambos me dan tonalidades distintas: el aglomerado tiene textura y suele ser más oscuro, y los ocupo para los fondos, mientras que con el más escaso hago las figuras”, describe.
En el salón mismo del Museo Palacio Vergara, los visitantes que casualmente observan la muestra le formulan varias preguntas: la más usual es si pinta o no los corchos; la más divertida es si se toma todos los vinos de los corchos exhibidos. Y la verdad es que no los pinta, ni tampoco se toma los vinos. Sólo usa un fijador muy poco invasivo para que perdure el pigmento. “Es tan poco invasivo que tú te acercas a la obra y sigue teniendo olor a vino”. Es cierto.

“Yo sé que el corcho reciclado se usa en construcción y eso es espectacular, pero es funcional. Al llevar al arte un objeto reutilizado se potencia un mensaje. Al ser arte es más emotivo el contacto y se logra comunicar desde otro lado”.
Los pasos que vienen
Según el plan original, la serie “Envero de Bacantes” estaría hasta este fin de semana en el Museo Palacio Vergara. Sin embargo, el recinto extendió la muestra hasta el 8 de junio, lo cual le permitiría a Valeria terminar la obra que está diseñando en vivo y delante del público. Poco más abajo del bastidor con el boceto, mantiene unos cajones llenos de corchos de las más distintas tonalidades para ir armando este verdadero rompecabezas que significa colocar el corcho en el punto exacto hasta formar una figura. Estas obras experimentales, hasta lo que se conoce, son únicas en Chile y en Latinoamérica.
Ahora tiene un mini problema: su amigo que recolectó los primeros corchos y la impulsó a la idea -el “dealer” de corchos, como lo llama jocosamente- se fue a vivir a Francia, y ella tendrá que hacer recolección de sus corchos en la zona de la Región de Valparaíso. Sin duda, será una tarea no exenta de dificultades y que podría demandar mucho tiempo. Igualmente ha estado en conversaciones con importantes viñas chilenas, pero no quiere amarrarse a ninguna en particular.
Lo que sí recibió fue una donación de la Industria Corchera, fabricante del producto en Chile, que le donó corchos que pasaron por pruebas de vino pero que no fueron lanzados al comercio. Esos corchos ocupan una mínima parte de la producción artística de Valeria Salgado.
Valeria se describe como “bastante tímida”, como solía decir un futbolista bicampeón de América. En la inauguración de la muestra, de hecho, se sentía un poco sofocada ante el gentío, pero esa sensación cambia cuando está trabajando in situ y la gente acompaña la creación de su obra. Es más, fue Salgado la que le planteó al Palacio Vergara incorporar esta dinámica de la obra en vivo. “Tengo mi taller, pero verlo aquí, ver cómo clasifico los tonos, cómo transmito un mensaje de reutilizar e involucrar a la gente, es diferente. Y aprovecho de invitar a la gente a que me done corchos”, señala.

“Luego de tomarnos ese vino donde surgió la idea, mi amigo recorrió bares y restoranes de Santiago para convencer a los dueños y al personal de que no botaran los corchos. Sin él, no hubiéramos conseguido nada. Me ha presionado a que lo haga. Tiene más fe en mi talento que yo misma”
Al rato después de conversar, Valeria se para de su silla dentro de la sala y empieza a mostrar las cédulas de cada una de sus obras en técnica de mosaico o puntillismo experimental. Explica que cada emoción tiene un paralelismo con la transformación de la uva. Por ejemplo, en “Filtración del ser” invita a depurar las culpas, a sacar las sobras y quedarse con lo cristalino. Mientras explica y repara en las inscripciones de cada corcho que se observan desde cerca, su padre, que ha llegado a buscarla, comenta orgulloso que “la Valeria es súper matea”. Valeria se ríe bajito.
El panorama cambia, efectivamente, cuando uno toma distancia de la pieza. Y eso, según ella, entraña la idea de que cuando uno toma distancia es capaz de reflexionar mejor sobre la perspectiva de las cosas que si están encima. “Yo en esta serie me encontré a mí misma, porque pasé por muchas de estas emociones”, revela.
El mismo hito de exponer en el Museo Palacio Vergara, mismo inmueble donde había estudiado, la tiene en un estado de explosión emocional, ya que “para mí el arte es un acto súper egoísta y lo otro llega por defecto: yo nunca tuve expectativas de exhibición. Igual vi la convocatoria del Palacio y postulé pensando: ‘qué lindo sería, porque yo estudié acá’. Y cuando me informaron que quedé seleccionada, fue muy simbólico: dejé el arte de manera profesional y aquí lo retomo. Cerré un ciclo y abrí otro”.
Por otra parte, añade Valeria, “lo que sucede con el público es incontrolable”, porque sabe que “la técnica asombra”. Cuando toman distancia de las obras, los adultos se transforman en niños, dice ella, y su curiosidad explota. Algún turista extranjero, maravillado y absorto por la serie, le pidió de souvenir uno de los corchos que tiene para componer la obra “en decantación” in situ. Valeria le regaló uno que decía “Chile”.
Otro aspecto que la mantiene contenta es la ubicación. En esa misma sala, un piso más abajo por una escalera y visible desde su posición, está la exposición sobre la obra del diseñador gráfico Santiago Nattino, uno de los tres profesionales asesinados por la dictadura en el llamado “caso degollados” en 1985: “Tengo un muy lindo vecino. Uno lo respeta por su trabajo y su historia, pero en él encontré una conexión emocional con mi historia”.
Ni bien concluya la muestra en el Palacio Vergara -estará abierta el 24 y 25 de mayo en el Día de los Patrimonios-, el deseo de Valeria es montarla en otros espacios de la región para seguir demostrando que el reciclaje no sólo consiste en darle una segunda vida funcional a objetos desechados. El arte, fruto de su increíble poder comunicador, también es una alternativa para resignificar el reciclaje y, más en términos generales, la cultura de la sustentabilidad.
“Yo sé que el corcho reciclado se usa en construcción y eso es espectacular, pero es funcional. Al llevar al arte un objeto reutilizado se potencia un mensaje. Al ser arte es más emotivo el contacto y se logra comunicar desde otro lado. Hablar desde el arte, y en este caso desde las mujeres, es hablar de mí y de todas: mis propias vivencias y mi manera sustentable de vivir, las traje al arte”, cierra Salgado.
Coordenadas
Exposición: “Envero de Bacantes”, abierta hasta el 8 de junio. Entrada liberada.
Lugar: Museo Palacio Vergara, Viña del Mar, Errázuriz 596, Viña del Mar.
Horarios: Martes a domingo de 10.00 a 13.00 y 15.00 a 17.30 horas.
Horarios de Valeria en “obra en decantación”: Martes y jueves.
Instagram: @arte_corchos