Medio ambiente y seguridad: un vínculo olvidado en la carrera presidencial
“Podríamos llenar miles de páginas describiendo la inseguridad que vive el planeta, la economía, los medios de vida de las personas y las demás especies como consecuencia de la crisis climática, ecológica y de contaminación. No abordar lo ambiental desde una perspectiva de seguridad humana, y reducir la seguridad únicamente a lo delictivo, es una desidia grave”.

Durante los últimos cuatro años fuimos testigos de cómo el tema de la seguridad se tomó la agenda del Gobierno y del Parlamento. Si bien era necesario hacerse cargo de una realidad innegable, lamentablemente se olvidó el vínculo entre medio ambiente y seguridad.
El World Economic Forum o Foro Económico Mundial, entidad financiada con recursos de empresas globales con facturación superior a los cinco mil millones de dólares, agrupa a compañías, academia, gobiernos, sociedad civil y líderes de opinión multisectoriales. En su Encuesta de Percepción de Riesgos Globales 2024-2025, elaborada con la participación de 900 expertos de todo el mundo y que clasifica riesgos por gravedad en cinco categorías —economía, ambiente, geopolítica, social y tecnología—, señala que, entre los impactos graves de corto plazo (dos años), dos de los diez principales están relacionados con el medio ambiente: los eventos climáticos extremos (segundo lugar) y la contaminación (sexto lugar).
En cuanto al largo plazo (diez años), las preocupaciones ambientales aumentan: cuatro de los diez riesgos más graves corresponden a este ámbito. En primer lugar, figuran los eventos climáticos extremos, seguidos por la pérdida de biodiversidad y el colapso de ecosistemas, el cambio crítico de los sistemas de la Tierra, la escasez de recursos naturales, y, en décimo lugar, nuevamente la contaminación.
A ello se suma que la ciencia ya ha confirmado que hemos traspasado siete de los nueve límites planetarios, poniendo en riesgo la estabilidad de los medios de vida de todas las especies incluyendo la nuestra.
En materia de migración —tema ampliamente debatido en Chile—, el Informe Global 2024 del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC) indica que, solo en 2023, 29,1 millones de personas fueron desplazadas internamente en 148 países debido a desastres relacionados con el clima.
Respecto a la seguridad alimentaria, según la FAO en su informe El impacto de los desastres en la agricultura y la seguridad alimentaria (2023), el 21% de la producción alimentaria global se pierde anualmente a causa de eventos climáticos extremos como sequías, inundaciones e incendios, todos ellos ligados a la crisis climática y ecológica.
En cuanto a la intensificación de los eventos climáticos, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en su Atlas de mortalidad y pérdidas económicas (2021), señala que entre 1970 y 2021 se registraron casi 12.000 desastres atribuibles a fenómenos meteorológicos, climáticos e hídricos, que provocaron más de dos millones de muertes y pérdidas económicas por 4,3 billones de dólares.
La crisis climática y ecológica también es sinónimo de pobreza. En un mundo donde cada décima de grado que aumenta la temperatura planetaria, hace que se intensifiquen los fenómenos extremos, por lo que se proyecta que estas crisis podrían arrastrar entre 32 y 132 millones de personas adicionales a la pobreza extrema para 2030, según el informe del Banco Mundial Pobreza y cambio climático (2020).
Si pensamos en seguridad, debemos pensar en la salud de las personas. El agua es esencial para ello, pero si continúa la tendencia actual, la escasez hídrica y la conflictividad seguirán aumentando. Según UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS), 2.200 millones de personas en el mundo carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura (2022).
En relación con las olas de calor, el informe de The Lancet (2022) indica que, entre 2017-2023, las muertes anuales asociadas al calor entre mayores de 65 años aumentaron en un 68% a nivel global.
Podríamos llenar miles de páginas describiendo la inseguridad que vive el planeta, la economía, los medios de vida de las personas y las demás especies como consecuencia de la crisis climática, ecológica y de contaminación. No abordar lo ambiental desde una perspectiva de seguridad humana, y reducir la seguridad únicamente a lo delictivo, es una desidia grave.
En la actual carrera presidencial, ningún aspirante a La Moneda ha presentado propuestas orientadas a resguardar a la población y al medio ambiente desde esta perspectiva. No existe una agenda robusta con visión de Estado que trascienda a los gobiernos, algo urgente, ya que mientras más se profundicen estas crisis, aumentarán la pobreza, la migración, los problemas de salud, la falta de alimentos y de vivienda.
Por último, centrarse solo en la inversión y el crecimiento económico, sin incluir los aspectos mencionados anteriormente, es mantener una lógica del siglo XX. El éxito de nuestro país y de su población radica en buscar el equilibrio entre el cuidado de la naturaleza y las diversas actividades económicas, dejando atrás los discursos anti medio ambiente y anti-ONG.
Si realmente queremos mostrarnos como un país serio, debemos sentarnos a discutir cómo enfrentaremos esta situación, ya que incluso las diversas industrias se verán afectadas. Como dice el dicho, no hay peor ciego que el que no quiere ver.







