La suspensión de la COP25 en nuestro país tiene más ribetes de impacto de los que creemos, más allá de la imagen país, ya latamente analizada, donde se nos vuelve a colocar como un país “poco confiable” que no puede organizar eventos de magnitud mundial, nos hace retroceder un par de décadas en confianza y aumenta un 10% nuestro riesgo país.
En lo económico, las inversiones se desaceleran, la bolsa cae más de un 5%, el dólar se aprecia con fuerza y el precio del cobre sube un 1,2% por incertidumbres de suministro dado el llamado a paro de los principales productores. La industria hotelera, en lo inmediato, se lleva el máximo de los golpes; 25.000 delegados que ya no vendrán a Chile y su gasto promedio de 120 dólares diarios no quedará en Chile, sumado a esto el gasto que realizaba el país en la organización del evento, que superaba los US$ 80 millones. Gran parte de ellos se pierden, y otros se deben cancelar igual por contratos firmados. Esto es en lo directo y palpable hoy.
No obstante, frente a esta abrumadora escala de cifras nos olvidamos del por qué realmente era importante hacerla en Chile. Nuestro país es de los países que tiene mayor riesgo ambiental en el mundo: según el Reporte de Índice Global de Riesgo Climático, Chile pasó del lugar 64 en el año 2014 al lugar 10 en 2015, y hoy cuenta con 7 de las 9 condiciones de vulnerabilidad climática que mide el índice (áreas costeras de baja estatura, zonas áridas y semiáridas, zonas de bosques, propensión a los desastres naturales, sequía y desertificación, zonas urbanas con contaminación atmosférica y ecosistemas montañosos con problemas).
Visualizar está problemática a toda la población debe ser una prioridad país. Llevamos una sequía en ciernes que arrastramos hace 10 años, los eventos y desastres naturales se han multiplicado y hoy vemos hasta tornados en nuestro país. Chile tiene un territorio catalogado como insular no siendo una isla, por lo que debe poner especial énfasis en actividades de adaptación climática y ser una prioridad país, cosa que decimos que hacemos pero hemos sido débiles en la señal real.
Necesitamos con fuerza poner esto en valor y la COP25 era una oportunidad para esto. De alguna manera, las empresas chilenas se colocaban a disposición y abiertas a aprender sobre cómo ser mas sustentables y circulares, empezaban a entender que son parte del problema pero que al mismo tiempo pueden ser parte de la solución. Una empresa que toma acciones sustentables puede hoy ser aún mas rentable, y esa mirada empieza a seducir y hace que grandes compañías se comiencen a tomar esto de manera seria.
Índices internacionales indican que una economía verde o sustentable puede crecer un 30% más rápido que una economía gris, como la de nuestro país. Ergo, si acordamos bien un desarrollo sustentable también comenzamos a aportar crecimiento, desarrollo de nuevos negocios, generación de nuevos empleos y mejoramiento de la calidad de vida de todos los chilenos.
* Humberto Salinas es gerente general de Pipartner Group.