Compromisos y cambio climático
“Si queremos sobrellevar los impactos del cambio climático no debemos esperar solo financiación internacional sino apuntar a una estrategia propia, donde la I+D+i oriente y aliente a los procesos productivos de ambos sectores alineados con la agenda de la sostenibilidad global”.
Con decepción terminó la COP26 porque no se alcanzaron acuerdos sustantivos, principalmente, sobre quién financiará la mitigación y adopción de los países menos avanzados y, en muchos casos, más afectados por el cambio climático. En justicia debiesen ser quienes más emisiones generan. Según el Secretario General de la ONU los resultados de esta Conferencia reflejarían las contradicciones y voluntad política del mundo actual. Posiblemente porque el poder y su ejercicio tiene sus códigos propios y forma, aunque estas no siempre sean las mejores.
Sin embargo, es necesario reconocer que otros actores e incluso países avanzan más lento, a ojos de los ciudadanos del mundo, respecto a la urgencia del problema. Es el caso de compromisos o anuncios realizados como aquel donde más de 100 países buscan eliminar la deforestación al 2030 o el compromiso de casi 500 empresas que acordaron utilizar el 40% de los activos financieros, algo así como 130 billones de dólares, con los objetivos de la COP y la reducción al 1.5 º Celsius.
Lo anterior, una modalidad que habrá que dar seguimiento porque son alianzas globales multistakeholder, entre gobiernos, empresas y ciudades, que comprometieron esfuerzos para eliminar automóviles o furgonetas de combustión interna al 2035 en los principales mercados del mundo y otros países acordaron finalizar la venta de vehículos pesados que utilizan combustibles fósiles.
La ansiedad climática y su urgencia no dejan de ofrecer sorpresas en la política internacional en una de sus dimensiones más importante de la sostenibilidad, la sobrevivencia humana y de otros seres vivos no humanos. En esta COP 26 pasó inadvertido el acuerdo de cooperación climática entre China y Estados Unidos en asuntos de alto impacto como la reducción de las emisiones de metano, transición hacia la energía limpia y descarbonización y su compromiso por el 1.5 grados Celsius, para ello solo basta mirar sus estrategias nacionales en estas materias. Es cierto que la diplomacia climática, término que ya tiene historia, avanza con contradicciones, y en ocasiones interrumpida por ocultamiento de información, como ha sido el caso de Brasil respecto a datos de la deforestación en la Amazonía y otros menos bullados. Lo cierto es nos encontramos en un momento de reacomodación “de fichas” del tablero sobre una agenda que aún no es completa. Por un lado, declaraciones, anuncios y compromisos, y por otro lado cierta desazón por querer ver avances donde no los hay.
En este escenario debe plantear Chile su estrategia, principalmente, en dos sectores claves como son el sector alimentario, la minería y el litio. Si queremos sobrellevar los impactos del cambio climático no debemos esperar solo financiación internacional sino apuntar a una estrategia propia, donde la I+D+i oriente y aliente a los procesos productivos de ambos sectores alineados con la agenda de la sostenibilidad global, que tiene beneficios por el uso de nuestros recursos de manera eficiente, fortalecimiento de nuestro capital humano, cooperación entre el estado y sus empresas públicas y privadas junto con mecanismos de cooperación regional, con metas e indicadores bien específicos reconociendo todos los pequeños avances actuales. La salida es cuesta arriba y seguramente, al igual que la COP, habrá actores y organizaciones de la sociedad civil disponibles para impulsar esta agenda, mientras que la alternativa más barata es esperar que los otros se pongan de acuerdo.