Xavier Cortada, eco-artista, sobre la crisis climática: “La ciencia informa, pero el arte transforma”
El eco-artista cubanoamericano fusiona arte, ciencia y activismo para concienciar sobre el cambio climático. A través de proyectos como Reclamation Project y The Underwater, Cortada involucra mediante pintura e intervenciones a comunidades en la protección del medioambiente. En conversación con País Circular, cuenta sobre su trabajo inspirado en movimientos sociales, a través del cual busca transformar la sociedad y educar a futuras generaciones, destacando que el arte no solo informa, sino que también moviliza y empodera.


El eco-arte o arte ecológico es una práctica interdisciplinaria que combina la creatividad, artes visuales, activismo y cuidado del medioambiente. Es un movimiento contemporáneo que ha creado iniciativas comunitarias donde, en el encuentro entre la ciencia y el arte, “se hace visible lo invisible, para “reconectar con la naturaleza y avanzar hacia la sostenibilidad de nuestras formas de vida”, según la página web oficial del movimiento.
Xavier Cortada es un abogado cubanoamericano que con el paso de tiempo se convirtió en eco-artista. Su carrera interdisciplinaria une arte, ciencia y activismo, involucrando a comunidades locales e internacionales en la resolución creativa de problemas medioambientales. Comenzó su trayectoria artística en la década de 1990, trabajando con grupos marginados para abordar problemas críticos como la salud mental y el abuso de drogas.
Con residencia en la ciudad costera de Miami (Florida, EE.UU.), su inquietud por impulsar cambios mediante el arte lo llevó a participar en propuestas medioambientales cuando notó que los manglares -humedales costeros asentados en mangles, árbol nativo de américa intertropical- de su comunidad en Miami estaban siendo amenazados por proyectos inmobiliarios. Con esta motivación comenzó en 2006 el Reclamation Project, una iniciativa eco-artística de reforestación urbana continua durante 15 años, donde involucró a los locales en defender y recuperar el ecosistema.
En enero pasado Xavier Cortada estuvo de visita en Chile, donde participó como panelista del Congreso Futuro 2025, en Santiago y en Valparaíso. En ese contexto, dio a conocer su proyecto interactivo más reciente, The Underwater, que informa y motiva a las personas a hacerse responsables ante el alza de los niveles del mar. Cortada explicó cómo surgió esta idea durante un viaje a la Antártica y cómo, usando el arte, está creando conciencia de que si no actuamos ante el cambio climático, al final de este siglo el mar habrá subido dos metros, inundando las ciudades costeras.
A grandes rasgos, con The Underwater el eco-artista invita a las personas a saber a cuántos metros [o pies de altura, en EE.UU.] sobre el nivel del mar están sus casas, pintar ese número y exponerlo en sus jardines, para crear conciencia y actuar, porque esa distancia -ese número- se irá reduciendo debido al calentamiento global y es un riesgo que afecta a todos y cada uno.
A través de esta iniciativa, Cortada utiliza el arte para involucrar a las colectividades en la reflexión sobre cómo el cambio climático afectará a sus vidas, especialmente en áreas vulnerables al alza marítima, como ciudades costeras.
“Estamos sufriendo los veranos más calurosos que humanos hayan vivido. Y esto ocurre por nuestra adicción al petróleo, al combustible de fósil. (…) Como artistas, nuestro rol es enseñar que ese problema -que la ciencia nos explica- implica desastres para nosotros como humanos. Un planeta más caliente quiere decir que hay más sequía, va a haber problemas con la agricultura (…). Y también implica que el hielo se derrite, y cuando el hielo se derrite, el mar sube, y en todo lugar donde el agua toca tierra, hay peligro”, señaló el eco-artista durante su charla en Santiago, el viernes 17 de enero, en el marco del Congreso Futuro 2025.
Durante esos días en Chile, Cortada conversó con País Circular sobre la necesidad de utilizar el eco-arte como un medio para un fin, que es el bienestar común. “La urgencia es casi imposible de explicar; muchas personas quieren lanzarse a la calle a dar gritos, pero esa no es la única solución. Hay que buscar otras maneras de actuar, y algunas veces hay que crear. La ciencia informa, pero el arte transforma”.
“Mi mensaje en Valparaíso y en el Congreso Nacional estuvo con The Underwater, para concientizar a las personas sobre los efectos del cambio climático en las ciudades costeras, producto del alza de los niveles del mar, que podría dejar a ciudades enteras bajo el agua”.

-¿Cómo definiría el Eco-Arte?
Es un proceso que utiliza la elasticidad y versatilidad del arte para trabajar con otras disciplinas, y así alcanzar el público para gatillar una acción para mejorar el medio ambiente. La clave del eco-arte es generar cambios para reducir el impacto de la contaminación en el medio ambiente.
El eco-artista es casi un coreógrafo más que un pintor. Trabajamos con distintos agentes, instituciones y stakeholders para atraer su atención y hacer frente al problema; y así, llegar a una plataforma completamente distinta a la del origen del eco-artista.
No es tradicional, no es algo enmarcado en un museo. El arte es el proceso de conectar con la comunidad, arte performativo, participativo, involucrar en un proceso.
Lo que hago casi no parece arte, frecuentemente me preguntan si soy paisajista. Es muy complejo entender lo que hago. Intento usar mi creatividad para atraer, infiltrarme, o gatillar un pensamiento distinto en grupos ajenos o cerrados.
-¿Cómo se fue formando la comunidad de Eco-Artistas alrededor del mundo?
Yo soy el primer eco-artista en la ciudad de Miami, desde 1996. Pero desde antes de ser eco-artista, antes de reconocerlo y entenderlo, era solo alguien que intentaba resolver un problema.
El eco-arte posee influencias del arte feminista de los ‘60 en Estados Unidos y el movimiento hippie de los ‘70, que involucraba la incertidumbre sobre el planeta.
El primer eco-artista del que se tiene conocimiento es Joseph Beuys en Alemania, artista convertido en eco-artista con su obra “7000 robles – Forestación de la ciudad en lugar de la administración de la ciudad” en la ciudad alemana de Kessel, en 1982.
Otra eco-artista destacable es Betsy Damon, una artista performativa estadounidense que en los ‘90 se enfocó en la conservación y protección del agua en Estados Unidos. Una de sus obras más famosas es The Living Water Garden, instalada en la capital de la provincia de Sichuan en China.
Hay muchas definiciones de eco-arte, algunos se consideran como tal, otros no. La más exacta es “artista + científico = biorremediación”. Para mí es la acción de transformar el pensamiento de una persona, involucrar a la comunidad, y no todos hacen eso. El problema [el cambio climático] es tan grande que necesita que todos actuemos.
Quiero motivar a otras personas para que hagan lo mismo. No importa cuánto sembré, sino cuántas mentes inspiré; que surja la inspiración en cada uno. Cambiar el sistema humano para crear la capacidad de que se hagan dueños de su futuro. Hay otros humanos que a través de tecnologías y poderes están haciendo eso, y no quiero que olvidemos que nuestro poder es la cultura, demostrar cómo somos en tanto seres humanos, qué queremos ser, y a dónde queremos ir. Ese poder se demuestra a través de la creatividad.

“La urgencia es casi imposible de explicar; muchas personas quieren lanzarse a la calle a dar gritos, pero esa no es la única solución. Hay que buscar otras maneras de actuar, y algunas veces hay que crear”.
-Varios de tus proyectos involucran a estudiantes y comunidades educativas ¿Qué te llevó a acercar tu trabajo a entornos educativos?
Todo artista es educador. Cuando creas un movimiento nuevo, educas a la población a pensar de forma diferente. Como eco-artista, estoy transformando las instituciones, a los científicos que me dieron la información, mostrándoles los procesos comunitarios. El proceso más grande es cambiar las instituciones y a la sociedad para gatillar una respuesta más profunda sobre temáticas medioambientales.
Por otro lado, cuando un niño empieza a querer a la naturaleza, será un adulto consciente. Más adelante en las cadenas humanas, a través de las instituciones es fácil llegar a los padres a través de los niños. Esto puede cambiar el pensamiento de alguien que ya tiene una forma de pensar.
Además, cuando trabajas con un colegio tienes más recursos, se convierte en un grupo auto estimulado al trabajar juntos. Las Organizaciones No Gubernamentales, bibliotecas, parques, y establecimientos educativos, son lugares donde las semillas puedan crecer; es una forma de activismo de espacio.
De manera solitaria no se encuentra la solución, a veces hay que crear esa conciencia; para que cuando los niños sean nuestros líderes, sepan las propiedades éticas del cuidado al medio ambiente.
La clave del eco-arte es provocar cambios para mejorar nuestro medio ambiente.
-¿Cuál fue tu mensaje durante la visita a Chile?
Bueno, principalmente mi mensaje en Valparaíso y en el Congreso Nacional estuvo con The Underwater, para concientizar a las personas sobre los efectos del cambio climático en las ciudades costeras, producto del alza de los niveles del mar, que podría dejar a ciudades enteras bajo el agua.
En general, quiero ser un catalizador a través de mi arte, para que los stakeholders entiendan el poder de hacer algo, que recae en nosotros, de nuestra voz y nuestra creatividad. El que quiere puede, y se debe utilizar esa creatividad para llegar más allá de lo común y corriente.

“Lo que hago casi no parece arte, frecuentemente me preguntan si soy paisajista. Es muy complejo entender lo que hago. Intento usar mi creatividad para atraer, infiltrarme, o gatillar un pensamiento distinto en grupos ajenos o cerrados”.