“Una llave mágica al universo”: El infinito valor de los cielos del Observatorio Paranal que se busca proteger con el rechazo al proyecto INNA
Los cielos más oscuros y prístinos del mundo, que permiten una observación astronómica avanzada en Paranal, quedarían expuestos a daños irreversibles con el emplazamiento a pocos kilómetros del megaproyecto industrial INNA, de AES Andes. Si bien la comunidad científica y otras organizaciones se han volcado en su contra, la iniciativa sigue adelante con su tramitación ambiental, pese a los estudios que alertan sobre el grave impacto que provocaría la contaminación lumínica, entre otros factores. Para profundizar en el tema que hoy acapara portadas internacionales, País Circular conversó con los prestigiosos astrónomos chilenos María Teresa Ruiz y Luis Chavarría.


El Observatorio Paranal, inaugurado en 1999 y operado por el Observatorio Europeo Austral (ESO), se ubica en el cerro Paranal, a 2.635 metros sobre el nivel del mar, en el desierto de Atacama, región de Antofagasta. Corresponde a un centro astronómico que alberga telescopios de clase mundial, como el Very Large Telescope (VLT) y el Visible and Infrared Survey Telescope for Astronomy (VISTA); mientras que hoy se encuentra en construcción -a una altitud de 3.046 metros- el Extremly Large Telescope (ELT), en el cercano cerro Armazones (a 20 km).
En el Observatorio Paranal se han desarrollado importantes avances astronómicos, como la captación de la primera imagen de un exoplaneta y la confirmación de la expansión acelerada del universo, consolidándose así como un activo fundamental para la comunidad astronómica a nivel mundial.
Sin embargo, a 5 kilómetros del Cherenkov Telescope Array (CTA) y a 12 del Paranal, en la comuna de Taltal, está prevista la instalación del proyecto de hidrógeno y amoniaco verde INNA, de AES Andes, subsidiaria de la empresa eléctrica estadounidense AES Corporation, que contempla una inversión de US$10.000 millones.
En diciembre de 2024, AES Chile ingresó a tramitación el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) de este megaproyecto, que consta de más de 3000 hectáreas e incluye parques eólicos, parques fotovoltaicos, la construcción de un puerto y una planta desalinizadora, así como múltiples instalaciones de energía y procesamiento. En consecuencia, de ejecutarse este proyecto, su presencia y funcionamiento causarían efectos resultarían devastadores para los oscuros cielos de la zona.
Luis Chavarría, astrónomo de la Universidad de Chile, ex representante de ESO y ex director del Programa de Astronomía de CONICYT, destaca que “esto no es algo que se pueda remediar después; no hay otra oportunidad. Si es que INNA no se detiene y no se reubica, se va a acabar la astronomía en Chile, porque los próximos grandes telescopios ya no se van a instalar en Chile. No valdrá la pena hacer inversiones millonarias en este país”.
María Teresa Ruiz, astrónoma de la Universidad de Chile, doctora en Astrofísica de la Universidad de Princeton y Premio Nacional de Ciencias Exactas 1997, coincide en este alarmante escenario. “Sería un bochorno tremendo, porque los mejores cielos e instrumentos estaban protegidos. Hoy, eso se va a poner en duda y es una lástima. No solo al impactar sobre nuevos proyectos internacionales, ya que Chile no será el lugar de preferencia, sino también porque están jugado con el sueño de muchos chilenos, futuros astrónomos, de poder explorar el universo gracias a esta ventana”.

“Esto no es algo que se pueda remediar después; no hay otra oportunidad. Si es que INNA no se detiene y no se reubica, se va a acabar la astronomía en Chile”.
El preciado valor del Observatorio Paranal
“Chile tiene los mejores cielos del mundo para la observación astronómica y esta no es una frase retórica. Hay datos científicos que lo comprueban y, en particular, el área Paranal-Armazones tiene las mejores condiciones atmosféricas para la observación astronómica profesional de punta”, señala Luis Chavarría.
Y es que si bien la escasa contaminación lumínica es una condición esencial para lograr una observación rigurosa, hay factores geográficos que también aportan a que éste sea un lugar único en el mundo.
Según explica el astrónomo, “al ser una cumbre alta cerca del mar, la atmósfera no es turbulenta, porque el viento que viene del mar, viene de una forma que es laminar. Después que el viento pasa las primeras cumbres en la costa, se vuelve más turbulento a medida que se va adentrando. Entonces esta característica, sumada a que la zona ya es muy seca y con poca nubosidad y, por supuesto, a la mínima contaminación lumínica, generan que sea el lugar ideal para hacer las mejores observaciones astronómicas”.
“Por esa razón es que se escogió para instalar Paranal hace 25 años, que es el observatorio óptico e infrarrojo más avanzado del mundo. Y es la razón por la cual se está construyendo el ELT, que va a ser el telescopio óptico e infrarrojo también más grande del mundo. No hay otro lugar en el mundo para construir el ELT, porque no tendría sentido”, afirma el ex representante de ESO.
Pero además, según expone María Teresa Ruiz, los atributos del Observatorio Paranal han permitido -y debieran seguir permitiendo- abordar cuestiones fundamentales, como la evolución del universo y la búsqueda de vida en otros planetas.
“Estos cielos prístinos, que no están contaminados por brillo artificial, son los indicados para intentar dilucidar preguntas que la humanidad ha tenido desde siempre. Por ejemplo, ¿estamos solos en el universo? Y una de las cosas que se pretende con el ELT, es tratar de estudiar bien los exoplanetas. Es decir, planetas que giran en torno a otras estrellas, no al Sol, que sabemos que existen, hemos identificado miles, pero no hemos podido ver en detalle”, declara la astrónoma.
“Entonces, lo que esperamos es poder observar algunos de estos planetas extrasolares y explorar la posibilidad de que ahí hubiera vida. Porque hay todo tipo de historias de marcianos y extraterrestres, pero hasta aquí siempre han sido parte del pensamiento mágico y no realmente de la ciencia. Ahora, si lo que descubrimos es que hay unas pequeñas bacterias o lo que sea, también es interesantísimo porque no hemos visto vida de ninguna especie, en ningún otro lado, que no sea nuestra Tierra”, añade María Teresa Ruiz.

“Estos cielos prístinos, que no están contaminados por brillo artificial, son los indicados para intentar dilucidar preguntas que la humanidad ha tenido desde siempre. Por ejemplo, ¿estamos solos en el universo?”.
Impactos irreversibles
Tras una investigación de seis meses, el Observatorio Europeo Austral estimó que el proyecto INNA aumentaría la contaminación lumínica sobre el Very Large Telescope (VLT) en al menos un 35% por encima de los niveles de referencia actuales de luz artificial. Mientras que sobre los cielos de Cherenkov Telescope Array Observatory (CTAO-Sur, en la misma zona), la luminosidad aumentaría en al menos un 55%, entre otros datos arrojados.
Al respecto, Luis Chavarría indica que “en términos de contaminación lumínica, esto provoca que a los proyectos ya no se les pueda sacar el provecho que se les está sacando hasta ahora. Pero hay otros problemas que demostró ESO, que tienen que ver con cómo, tanto los molinos de viento que INNA quiere instalar, como sus paneles solares, van a dañar la atmósfera, porque van a generar turbulencia”.
“Lo que ocurre cuando se genera esa turbulencia es que, por ejemplo, en el caso del VLT, ya no se puede hacer el proceso de interferometría. El VLT tiene cuatro telescopios de ocho metros cada uno. Y esos cuatro telescopios, con esta técnica de interferometría, pueden funcionar como si fueran uno solo, pero mucho más grande. Ahora, la interferometría necesita una atmósfera que sea muy tranquila y completamente predecible, la que también se vería alterada por las vibraciones del suelo por la presencia de aerogeneradores”, explica el doctor en Ciencias con mención en Astronomía de la Universidad de Chile.
Por otro lado, el proyecto INNA también incluye la construcción de un puerto “que no solo va a aumentar la contaminación lumínica y esto AES no lo menciona, pero parte de su modelo de negocio es que el puerto funcione 24/7. No es que vaya a llegar un barco una vez cada tres meses, eso es mentira. Ellos van a vender los servicios del puerto a otras compañías que se van a instalar ahí en el futuro, abriendo así un polo de desarrollo industrial en el mismo lugar”, advierte Luis Chavarría.
Y en cuanto a las medidas de mitigación planteadas por la empresa estadounidense, María Teresa Ruiz aclara que el proyecto INNA y el Observatorio Paranal no son compatibles bajo ninguna circunstancia.
“Uno de los cálculos que se hicieron es sobre las luminarias y sensores de movimiento que ellos dicen que van a instalar. Pero, a nivel de legislación, hay un control de que las empresas que funcionan en Chile tengan estándares de seguridad mínimos para sus trabajadores, entre ellos, mínimos de iluminación. Y resulta que con esas poquitas luces que ellos dicen que van a tener, es imposible. Los trabajadores andarían a ciegas por todo el lugar, con peligro de tener accidentes”.
“En el fondo, esta contaminación lumínica, la turbulencia, las vibraciones del suelo y además el polvo que se va a levantar, van a impedir que las imágenes de los telescopios sean nítidas y, por lo tanto, va a ser la muerte para estos grandes ojos que los seres humanos nos hemos construido para explorar el universo. Es muy triste”, asevera la ex presidenta de la Academia Chilena de Ciencias.

“Lo que ocurre cuando se genera turbulencia es que, por ejemplo, en el caso del VLT, ya no se puede hacer el proceso de interferometría. El VLT tiene cuatro telescopios de ocho metros cada uno. Y esos cuatro telescopios, con esta técnica de interferometría, pueden funcionar como si fueran uno”.
Chile líder mundial
Por su ubicación estratégica, hace más de 60 años comenzaron a instalarse en Chile los observatorios astronómicos internacionales más importantes, mientras que, a la fecha, se estima que cerca del 40% de los telescopios activos del mundo están en suelo nacional, siendo el de Paranal uno de los más relevantes. Y aunque esta condición ha elevado a Chile como líder global en investigación astronómica, además le otorga otros beneficios fundamentales al país.
“Chile es campeón mundial en astronomía. Y solo va a reafirmar su título una vez que el ELT y otros proyectos, como el Vera Rubin que se inaugura este año en la región de Coquimbo, empiecen a funcionar. Pero lo cierto es que estos observatorios le entregan a Chile mucho más que la ciencia astronómica en sí misma. Por ejemplo, hay un desarrollo de capital humano avanzado en materia de ingeniería, de análisis de datos, y en muchos casos estos equipos están conformados por profesionales chilenos”, comenta Luis Chavarría.
Un punto en el que coincide María Teresa Ruiz, quien señala que “un observatorio como Paranal es una llave mágica al universo, pero que además permite desarrollar áreas de alta tecnología y capacitar a personas de todo Chile, que trabajan ahí en distintas funciones, con los mejores estándares. Es decir, hay muchas cosas a las que, antes de estos grandes telescopios y enormes proyectos, no teníamos acceso y ahora sí”.
“Pero también hay beneficios desde el punto de vista de la educación, porque hay muchos niños que se inspiran en estos observatorios. Después, no importa que no sean astrónomos, pero sí pueden dedicarse a las ingenierías o a carreras más tecnológicas. Y ese incentivo va a desaparecer si se instala este proyecto INNA”, subraya María Teresa Ruiz.
“En sus cielos hay una gema a la que Chile recién está empezando a sacar provecho. Más por el empuje de los entusiastas científicos que tenemos, que a través de alguna estrategia nacional para la astronomía, porque no la hay. Pero a mí me da la impresión de que Chile, como nunca ha sido campeón en nada a nivel mundial, no sabe qué hacer, ni cómo proteger esta gema. Y por eso es importante, con el rechazo a este proyecto, que Chile le demuestre al mundo, pero sobre todo se demuestre a sí mismo, que es capaz de preservar su patrimonio”, expone el ex representante de ESO.

“Un observatorio como Paranal es una llave mágica al universo, pero que además permite desarrollar áreas de alta tecnología y capacitar a personas de todo Chile, que trabajan ahí en distintas funciones”.
Apoyo transversal y urgente legislación
Frente al riesgo que suscita INNA, en enero pasado 39 Premios Nacionales de distintas disciplinas firmaron una carta, denominada “Amenaza a nuestro cielo”, expresando su preocupación frente a los impactos que desataría el megaproyecto de AES Andes. Mientras que en marzo, el Ministerio de Relaciones Exteriores envió una carta formal al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), en la que respaldó al Observatorio Europeo Austral y a toda la comunidad astronómica chilena en alerta, haciendo un llamado a respetar los compromisos internacionales.
María Teresa Ruiz, una de las firmantes del documento mencionado, señala que el apoyo también lo han recibido desde “gente común y corriente”. Al respecto, la astrónoma destaca los resultados del Estudio Orgullo Chileno 2024, elaborado por Fundación Imagen de Chile y publicado hace unos días, donde un 81,7% siente orgullo de ser chileno por sus “cielos privilegiados para la astronomía”.
“Eso me llegó a emocionar, porque refleja que la astronomía es un tesoro; un patrimonio que ya tenemos incorporado a lo que significa ser chilenos. Lo malo es que el único que puede cortar el queque y detener este proyecto es el gobierno. Porque, ¿qué fuerza tenemos nosotros los astrónomos? Fuerza de la razón nomás. Y el gobierno de Chile está quedando ‘como la mona’, porque no está haciendo lo que correspondería que hiciera, que es frenar este proyecto y decir: “No, aquí no se puede. Nosotros defendemos los cielos oscuros de nuestro país, porque es un tesoro que tenemos todos los chilenos”. Pero es complejo porque, aunque nos sentimos muy respaldados por los Premios Nacionales, las universidades y la comunidad en general, es como que el gobierno no se atreve a decir que no”, reflexiona María Teresa Ruiz.
Por otro lado, si bien Chile cuenta con una Norma Lumínica, actualizada en 2024, Luis Chavarría afirma que “se quedó corta. Se hizo una buena norma, que era un primer paso y así se entendía, tenía que ir poniéndose al día de acuerdo a lo que está pasando en el mundo. Pero llegó este proyecto y el segundo paso no se alcanzó a dar”.
“¿Qué es lo que yo temo en estos momentos? Que el gobierno está dejando todo en manos del SEA, que no tiene una institucionalidad lo suficientemente fuerte como para tomar en cuenta, de forma legal, temas como las vibraciones o la turbulencia atmosférica. Entonces, si estos temas no son un problema medioambiental, no están dentro del checklist que el SEA tiene que revisar para rechazar un proyecto. Y ahí se entra en un problema en el cual la institucionalidad chilena no está preparada”, expresa el ex director del programa de Astronomía CONICYT.
“Básicamente, nos quedó grande el poncho. Creo yo que la solución va por pedir que se genere una zona de exclusión alrededor de los observatorios, para protegerlos por mientras se hace una legislación que esté acorde a las nuevas exigencias o se actualice la norma de contaminación lumínica, por ejemplo”, agrega Luis Chavarría.
“Por ahora, la esperanza que tenemos es una zona de exclusión”, complementa María Teresa Ruiz, quien recalca que lo positivo es que la astronomía es un tema transversal. “En el Congreso están los de izquierda, los de derecha y los del centro defendiendo la oscuridad de los cielos chilenos. Y esa es una buena señal dentro de este escenario tan preocupante”, concluye la Ph.D. en Astrofísica.