Un principio que no debemos olvidar
“Debemos recordar que por mas verde que pueda ser una constitución en su narrativa, el impacto, conservación y protección a nuestros ecosistemas dependen únicamente de nuestras propias decisiones a distintos niveles de responsabilidad, más allá que una carta lo proteja. Debemos aceptar que esta no será la solución a muchos de nuestros problemas ambientales actuales, pero si debiera decirnos como sociedad los principios hacia donde debemos apuntar con tal de evitar que estos no se produzcan”.
El pasado domingo Chile caminó hacia las urnas marcando el inicio de un día histórico y que será recordado e interpretado de diversas maneras de cara al futuro. Sabemos que el futuro es abierto e incierto, independiente del resultado, así como de los caminos que seguirán a lo largo de este proceso.
A lo largo del proceso constituyente convergerán no sólo distintas posiciones ideológicas, sino los sesgos propios de cada uno anclados en su experiencia personal, pero que en su conjunto serán el grupo que nos represente en el cómo concebimos a nuestra sociedad. Sin embargo, para que este diálogo de saberes individuales no se convierta en diálogo de sordos, debemos recordar los principios que estarán en juego.
La carta fundamental no es más que la declaración de principios y valores sobre los cuales en el libre ejercicio democrático, y de los cuerpos que de ellas se desprenden, regirán los caminos en materia del tipo de desarrollo que queremos. Esta debería consagrar el camino hacia un desarrollo sustentable, el cual no es más que los equilibrios entre la distribución de bienestar para todos, con equidad y que consagre el derecho de preservar nuestros recursos naturales en un medioambiente sostenible. Mientras más amplio sea el norte de nuestra carta, mas espacio habrá para plantearnos diversos futuros, dejando estos espacios para que nuestras próximas generaciones sean libres de decidir el camino a tomar, pero siempre apuntando hacia aquel desarrollo equilibrado en las tres dimensiones. El proceso que se viene, por tanto, debe estar abierto a todas las voces y disponernos a estar incluso por encima de nuestras aspiraciones.
En términos de la protección a nuestro entorno, no existen constituciones perfectas para aquello; incluso ni siquiera aquellas que por mas que consagren la protección a cada uno de los elementos del mundo natural, son las garantes de evitar que nuestros impactos reduzcan los riesgos a nivel global y de nuestra propia existencia. Debemos recordar que por mas verde que pueda ser una constitución en su narrativa, el impacto, conservación y protección a nuestros ecosistemas dependen únicamente de nuestras propias decisiones a distintos niveles de responsabilidad, más allá que una carta lo proteja. Debemos aceptar que esta no será la solución a muchos de nuestros problemas ambientales actuales, pero si debiera decirnos como sociedad los principios hacia donde debemos apuntar con tal de evitar que estos no se produzcan.
Quizá el principio más relevante que deberán tener presente los constituyentes, por encima de lo que cada uno quisiera reivindicar, es el comprender que la misma constitución es un recurso común; recurso común que deberá ser construida entre todos y no sobre algunos o de revanchas entre posturas contrapuestas.
Debemos recordar que esta constitución no debe nacer desde la crítica al pasado, sino desde la profunda reflexión sobre “el mundo que queremos”, y que en este caso es y será compartido. Una reflexión sobre lo que nos falta para avanzar en los objetivos de ese desarrollo sostenible que queremos alcanzar.
Por lo tanto, lo que se viene exigirá de nosotros altruismo y solidaridad con aquel que piensa distinto, para aquellos que son minorías o donde incluso debemos discutir y defender ideas que no serán nuestras y que pudieran no estar representadas. Si Elinor Ostrom nos hizo reflexionar sobre la gobernanza de los bienes comunes, que mejor que reflexionar que unos de los principales bienes comunes es nuestra constitución, un bien en común que deberá ser construido entre todos y regirá “nuestro futuro en común”, como lo escribiera Gro Harlem Bruntland hace más de treinta años.