Rashid Sumaila y Thor Sigfússon, expertos internacionales en recursos marinos, entregan su mirada sobre la industria salmonera en Chile
La salmonicultura chilena, que pasó de ser casi inexistente en los años 80 a convertirse en la segunda mayor productora mundial, enfrenta un desafío crítico: equilibrar el crecimiento económico con la sostenibilidad ambiental. Desde su implementación en los años 70, se han producido situaciones con un alto impacto negativo en la naturaleza, para las cuales no se han aplicado soluciones eficientes. Por ejemplo, el escape masivo de peces, uso excesivo de antibióticos, y contaminación por la gran cantidad de desechos producidos. Para abordar esta problemática, dos especialistas en economía y recursos marinos, Rashid Sumaila y Thor Sigfússon, comparten sus visiones sobre el futuro de las industrias acuícola y pesquera, así como el modo de implementar prácticas más sostenibles.


La industria salmonera de Chile realizó en 2024 exportaciones por US$5.773.890.945, lo que representa el 6,2% del total exportado y 16,8% del ítem no minero. Esta billonaria explotación que se realiza en la zona sur-austral del país -desde las regiones del Biobío a Magallanes- representa el 1,7% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Aporta asimismo al PIB regional de sus sedes (sobre el 10% del PIB en 2 regiones es aportado por la salmonicultura), empleando a 86.000 personas en toda la cadena de valor, con el 73% de su fuerza laboral en la región de Los Lagos.
Estas deslumbrantes cifras de ganancia económica posicionan a Chile en el segundo lugar mundial de productores de salmón, superando al Reino Unido y Canadá. Pero, ¿qué costo tiene para los ecosistemas que albergan esta producción masiva?
La controversia fue alzada a principios de este año por Fundación Terram, donde la “Muerte de ballenas dentro de áreas protegidas con presencia de la industria salmonera” fue destacado como uno de los peores eventos medioambientales en su Balance Ambiental 2024 “Con permiso para destruir”. La palabra “salmón” es mencionada 65 veces en dicho informe, tomando protagonismo en variadas temáticas, como la entrega de permisos (lo que las empresas denominan “permisología”), lavado verde de imagen -o greenwashing-, operaciones sin permiso ambiental, entre otras.
En el capítulo dedicado a la salmonicultura en el reporte se afirma que “durante el 2024 aumentaron los incumplimientos ambientales de la industria salmonera en la Patagonia (…) Junto a ello, se intensificó la ofensiva política y comunicacional de la industria, contra aquellos actores que no se alinean detrás de su estrategia de desarrollo para el sur del país, donde todo gira en torno a la salmonicultura”.
Lo dardos de Terram no se detienen en el sector privado, sino que apuntan también al poder Ejecutivo: “La inmovilidad del gobierno para sacar salmoneras de áreas protegidas, nos da cuenta de que este no es un gobierno ‘ecológico’ y que, más bien, es una administración que se ha comprometido con facilitar la inversión sin resguardos ambientales, haciendo suyo el discurso de la ‘permisología’ instalado por el gran empresariado”.

Un faro de esperanza sustentable
Por otra parte, los principales desafíos que enfrenta este 2025 la salmonicultura es la baja de sus indicadores productivos, desde la baja de producción -contradictoria con la sobreproducción en 95 plantas ubicadas en reservas naturales-; hasta vallas legislativas, institucionales y gubernamentales; con la presión de las ONG y la demanda internacional de hacer de la explotación un proceso más sustentable.
Entre los problemas principales que enfrenta la industria en específico, se encuentra el escape masivo de especímenes de las granjas, convirtiéndose en una amenaza para la fauna y flora nativa. Por otro lado, está el uso excesivo de antibióticos que contaminan las aguas, considerando que Chile ocupa 800 veces más antibióticos de lo permitido en comparación con el líder mundial de producción, Noruega, debido a las enfermedades que produce el hacinamiento de la sobreproducción, según informes de Greenpeace.
Este sobreuso de químicos daña a especies endémicas, como cetáceos, y devasta los fondos marinos con la sobrecarga del ecosistema, generando crisis en el balance natural del territorio marino chileno.
Sin embargo, un faro de esperanza se yergue con la experiencia de otros países productores. Estos casos son analizados por especialistas en la industria pesquera, acuícola y de recursos marinos, como Rashid Sumaila, profesor de la Universidad de Columbia Británica en Canadá y reconocido economista especializado en recursos oceánicos, y Thor Sigfússon, fundador del Iceland Ocean Cluster y doctor en Administración de Negocios, quien ha publicado dos libros especializados en pesca.
Durante su paso por Chile para participar en el Congreso Futuro, a mediados de enero, País Circular conversó con ambos para conocer su mirada frente a estas problemáticas colectivas de la salmonicultura y, principalmente, saber de iniciativas de remediación y mitigación que han dado fruto en otras latitudes.

“Debemos maximizar el uso de los subproductos del pescado. En Islandia utilizamos el 90% de cada ejemplar, mientras que en otros países este porcentaje ronda entre el 50% y el 60%. Esto no solo reduce el desperdicio, sino que también genera nuevos empleos y riqueza”.
Una mirada global
Thor Sigfússon explica que existen preocupaciones globales, como el impacto de las fugas de salmones y el uso excesivo de antibióticos. “En Islandia, por ejemplo, estamos explorando más opciones para la cría en tierra, aprovechando nuestra abundante agua subterránea”.
Ambos especialistas concuerdan en que el futuro de la industria se encuentra en aprovechar al máximo la producción, reduciendo al mínimo los desechos.
Sigfússon expresa que cree “firmemente [en] que debemos maximizar el uso de los subproductos del pescado. En Islandia utilizamos el 90% de cada ejemplar, mientras que en otros países este porcentaje ronda entre el 50% y el 60%. Esto no solo reduce el desperdicio, sino que también genera nuevos empleos y riqueza. Por ejemplo, los intestinos, la piel y el hígado del pescado pueden convertirse en productos de alto valor, como suplementos alimenticios o cuero. Esta transición hacia una economía circular no solo es buena para el medio ambiente, sino que también es rentable”.
El fundador del Iceland Ocean Cluster añade que es esencial fomentar la colaboración entre sectores –como pescadores, universidades y emprendedores– para acelerar la transición hacia una economía circular. “Romper los ‘silos’ entre actores clave permite desarrollar soluciones integrales y más efectivas”, afirma Sigfússon.
Sumaila, en tanto, coincide en que “hay que encontrar y formar una economía circular para aquello, y aumentar el valor del pez faenado. Por ejemplo, no solo utilizar el filete, sino la piel, el hígado, la cabeza y las otras partes del pescado para subproductos cotizados en otros mercados”.
La economía circular consiste en eliminar el concepto de desperdicio, es decir, en lugar de desechar los subproductos de la industria, se pueden transformar en bienes valiosos. En este sentido Rashid Sumaila señala que “si no manejamos bien lo que ya tenemos, perderemos los beneficios. Podemos perder la industria si sobreexplotamos a los animales y al entorno natural donde crecen”.
El especialista continúa diciendo que “donde Chile puede realmente hacer un impacto, al ser el segundo productor más grande de salmón, es valorizar y aprovechar sus niveles de producción actual. De esta forma, en vez de acaparar más espacio y contaminarlo, se debe manejar lo que ya se tiene de la forma más eficiente posible”.
“Mi consejo sería diversificar el enfoque, fomentando industrias como la producción de algas y el aprovechamiento de subproductos marinos. Chile tiene un potencial enorme en su economía azul. Es fundamental diversificar la industria más allá del salmón. Esto no solo beneficiará al medio ambiente, sino que también fortalecerá la economía y reducirá la dependencia de una sola industria”.
El profesor de la Universidad de Columbia Británica en Canadá complementa con su experiencia territorial en el marco del Congreso Futuro, donde en su visita a Puerto Varas -en la que también participó Thor Sigfússon- conoció a jóvenes investigadores y emprendedores que buscaban aprovechar los recursos marinos en distintas formas: “Están haciendo un trabajo increíble en este sentido. Al aprovechar completamente cada recurso marino, no solo reducimos el impacto ambiental, sino que también fortalecemos la sostenibilidad económica de la industria”.
Financiamiento verde, regulación y colaboración público privada
Ambos expertos ven avances en la industria chilena, y destacan la adopción de nuevas tecnologías y aprendizajes, donde el enfoque de mejora es esencial.
No obstante, señalan, estos esfuerzos no son suficientes. Dentro de la industria, Noruega es líder en financiamiento verde en la salmonicultura, donde hay una inversión significativa en la gestión ambiental. Chile, en cambio, está en el último lugar de esta lista, según un estudio comparativo de los principales productores de salmón hecho por Rashid Sumaila en su rol como experto para el Panel Océano a nivel mundial (del que Chile participa).
Sumaila comenta que una forma de avanzar hacia un financiamiento verde es a través de regulaciones más estrictas y centrarse en obtener mayor valor de la producción existente en lugar de expandirse a más áreas, y así, minimizar el impacto de la industria.
“Una solución podría ser destinar un porcentaje de los ingresos del sector a la gestión de su relación con el ecosistema. Esto no solo mitigaría los impactos, sino que también podría posicionar a Chile como un líder en sostenibilidad”, continúa. “Esto se puede hacer de forma inteligente a través de una alianza público privada (…), la colaboración entre gobierno, sector privado y sociedad civil es clave para lograr un futuro sostenible. Nunca debemos subestimar el poder de la acción colectiva”, reflexiona.
El especialista concluye que las políticas públicas son cruciales, pero que a menudo carecen de acción concreta. Aunque existen iniciativas globales como el principio 30×30 para proteger el 30% de los océanos y tierras para 2030, la implementación real es limitada. “Chile ha protegido más del 40% de su territorio marítimo, lo cual es un gran logro. Sin embargo, debemos asegurarnos de que estas áreas protegidas sean realmente efectivas”.
“Donde Chile puede realmente hacer un impacto, al ser el segundo productor más grande de salmón, es valorizar y aprovechar sus niveles de producción actual. De esta forma, en vez de acaparar más espacio y contaminarlo, se debe manejar lo que ya se tiene de la forma más eficiente posible”.

Otros problema: sobrepesca
A pesar del margen de acción para hacer la industria salmonera más amigable con el medioambiente, mitigar el impacto al corto plazo es crucial en un planeta sobregirado en sus recursos, con el alza en la temperatura global sobre el límite de 1,5º sobre la temperatura preindustrial; la acidificación de los océanos, a la que la industria salmonera y pesquera contribuye; la contaminación con micro plásticos del océano y sus animales; el alza del nivel de los océanos producto del deshielo, entre otras problemáticas medioambientales.
En este sentido, Rashid Sumaila apunta más allá de la acuicultura y resalta la urgencia frente al estado preocupante de los recursos marinos a causa de la industria pesquera: “En muchas regiones del mundo, las poblaciones de peces están disminuyendo debido a la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático. Esto no solo afecta la biodiversidad, sino también a millones de personas que dependen del mar para su sustento y cultura”.
Desde esta perspectiva, aporta a la discusión con tres enfoques para ayudar a los esfuerzos internacionales de mitigar el impacto de la industria pesquera: “Necesitamos una gestión pesquera basada en la ciencia. Esto incluye establecer límites de captura que sean sostenibles y proteger los hábitats críticos. Segundo, es vital eliminar o redirigir las subvenciones que fomentan la sobrepesca. Finalmente, debemos abordar el cambio climático globalmente, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptándonos a los cambios que ya están ocurriendo”.
“Aunque enfrentamos grandes desafíos, también vemos avances en la concienciación y la acción. La clave está en la cooperación internacional y en reconocer que los mares son un recurso compartido. Si actuamos ahora, podemos asegurar un futuro sostenible para los océanos y las generaciones venideras”, finaliza.
- #biodiversidad
- #calentamiento global
- #Cambio Climático
- #Congreso Futuro
- #Congreso Futuro 2025
- #crisis hídrica
- #economia circular
- #industria salmonera
- #Medio Ambiente
- #Ministerio del Medio Ambiente
- #MMA
- #Rashid Sumaila
- #reciclaje
- #recursos marinos
- #residuos
- #salmonicultura
- #sostenibilidad
- #Thor Sigfússon
- #Valorización