Ermias Kebreab, sobre los impactos de la industria cárnica: “No se trata de eliminar la ganadería, sino de hacerla más sostenible”
La explotación ganadera industrial está siendo fuertemente cuestionada a nivel mundial, debido a sus cuantiosos impactos negativos, tanto medioambientales como sociales. Es por eso que diversos especialistas trabajan en la búsqueda de alternativas para que esta actividad reduzca esos impactos y sea más sostenible. Es el caso de Ermias Kebreab, profesor de Ciencia Animal en la universidad de UC Davis, quien plantea la necesidad de una producción cárnica con un enfoque integral, apostando por la economía circular, reducción de emisiones y optimización productiva como claves para el futuro del sector. Kebreab, quien estuvo en enero en Chile para el Congreso Futuro, conversó con País Circular sobre esta problemática y la forma de abordarla.


El sector agroalimentario chileno es uno de los más dinámicos de la economía nacional, con un aporte al Producto Interno Bruto (PIB) estimado del 4,7%. La exportación de esta industria alcanza cifras importantes, siendo el principal envío no cobre del país, con alrededor de 970 productos diferentes, que llegan a más de 170 destinos, fundamentalmente Estados Unidos, China y Japón.
Dentro del sector, la ganadería bovina en Chile ocupa el tercer lugar productivo de las carnes -después de la industria avícola y porcina-, y esa carne roja producida en territorio nacional está orientada especialmente al mercado interno. De acuerdo con cifras la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA) del Ministerio de Agricultura, en el país existen 120 mil productores, concentrados geográficamente en la zona centro-sur del país, específicamente entre las regiones de Valparaíso y Los Lagos.
O obstante, a pesar de su importante rol a nivel económico y alimentario, esta explotación ganadera industrial está siendo cuestionada a nivel mundial por sus diversos y cuantiosos impactos negativos, tanto medioambientales como sociales.
Entre los medioambientales se encuentra la emisión de gran cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) causantes del cambio climático, debido a que las vacas pueden llegar a emitir 300 litros de metano -un GEI muy potente- por día; a esto se suman los fertilizantes nitrogenados aplicados en los pastizales, que también son un importante emisor de GEI.
Por otro lado, la huella hídrica de la industria es enorme: la producción puede contaminar las fuentes de agua locales, hay un uso excesivo de agua potable, pues se necesitan 1.000 litros para producir un litro de leche y 15.000 para producir un kilo de carne de vacuno.
Por otra parte, es una de las principales causas de deforestación en América Latina, tanto en la selva amazónica como en Chile, donde grandes extensiones de bosques nativos son eliminados para producir alimentos destinados al ganado, junto con el uso de agrotóxicos, y el tránsito de animales por el terreno, lo que compacta la tierra y la hace menos propicia para la regeneración forestal, afectando a los ecosistemas y la biodiversidad a largo plazo.
Algunas prácticas también afectan la salud de las personas que consumen los productos cárnicos, como el uso excesivo de antibióticos en la producción de carnes rojas. Además, entre los impactos sociales negativos, un porcentaje importante de los empleos generados por esta industria poseen una precariedad laboral multidimensional que, de acuerdo a una publicación de la U. de Chile, se manifiesta en inestabilidad e informalidad, con extensas jornadas y pocos beneficios sociales. Por otra parte, en Chile hay casos emblemáticos de contaminación y generación de malos olores en plantas de faena, como Frigoríficos Osorno; el Frigorífico de Temuco y MacLean en Puerto Natales.
“La carne cultivada es diferente de los productos a base de plantas, ya que en lugar de ser altamente procesada, se produce a partir de células musculares, ofreciendo un producto similar a la carne animal tradicional. Creo que definitivamente tiene un papel que desempeñar y puede ayudar a cubrir la demanda de alimentos”.

El cambio como bandera para el futuro de la industria
En este contexto, existen quienes están buscando adaptar la industria para que sea sostenible. Es el caso de Ermias Kebreab, doctor en Biología Integrativa, profesor de Ciencia Animal en la Universidad de California (UC Davis), experto en agricultura sustentable y en la producción animal inteligente ante el clima, quien contribuyó a la actualización del IPCC de 2019 sobre emisiones de metano entérico y co-presidió comités de la FAO de las Naciones Unidas.
En conversación con País Circular durante una reciente visita a Chile, el especialista sostuvo que el futuro de la producción de alimentos de origen animal requiere un enfoque integral, que combine innovaciones tecnológicas, eficiencia productiva y conservación de recursos naturales. “No se trata de eliminar la ganadería, sino de hacerla más sostenible”, concluye Kebreab, resaltando la importancia de una planificación estratégica para garantizar la seguridad alimentaria sin comprometer el equilibrio ecológico.
La clave, según el experto, está en reducir la sobreproducción y equilibrar el consumo: mientras en algunos países hay un exceso de productos de origen animal, en otros hay un déficit que afecta la nutrición y la salud de la población.
Ermias Kebreab, quien estuvo en el país participando como expositor en el Congreso Futuro 2025 durante enero, propone un enfoque orientado a la reducción de emisiones de GEI, la utilización de bacteriófagos para reemplazar antibióticos, y aprovechar al máximo el animal faenado, acompañado con una economía circular desde el inicio de la cadena productiva y de consumo.
Ofreciendo una perspectiva innovadora sobre cómo transformar el sector en un motor de sostenibilidad global, el especialista originario de Etiopía destaca la importancia de optimizar los recursos y reducir el impacto ambiental sin comprometer la producción de alimentos.
-¿Cómo se puede transformar el agronegocio en un motor de sostenibilidad global?
Cuando hablamos de ganadería, actualmente tenemos muchas formas de hacerla más sostenible. Partiendo porque la mayoría de los alimentos que consumen los rumiantes no son aptos para el consumo humano y de otro modo se desperdiciarían, aproximadamente un 80%. Es fundamental fomentar una economía más circular, trabajando con subproductos y utilizándolos por completo, como los provenientes de otras industrias. En regiones como California y Chile, subproductos como el orujo de uva y el residuo de tomate ya se están integrando en la dieta del ganado, reduciendo la dependencia de cultivos destinados exclusivamente a la alimentación animal y fomentando una economía circular.
Además, muchos de los lugares donde se crían los animales son tierras marginales y no aptas para la agricultura, por lo que la ganadería sigue siendo la mejor opción para aprovechar esos terrenos sin expandir la frontera agrícola. Es importante gestionar los pastizales de manera eficiente.
Todas estas conexiones nos llevarán hacia dónde queremos ir [en materia de sustentabilidad].

“Si logramos reducir esa dependencia de los fertilizantes sintéticos, podríamos disminuir sustancialmente las emisiones. Además, en los sistemas de ganadería, el impacto ambiental del alimento para el ganado también se reduciría, ya que no se utilizarían fertilizantes sintéticos para su producción”.
-¿De qué forma se puede reducir el impacto de la ganadería en el medioambiente?
La producción agrícola siempre tendrá gases de efecto invernadero asociados, siempre habrá un impacto, pero debemos mantener las emisiones bajo control. Incluso sin animales, el uso de fertilizantes sintéticos en cultivos genera un impacto ambiental considerable.
La nutrición que obtenemos de los animales en comparación con las plantas (hablando de proteínas de alta calidad) permite satisfacer los requerimientos nutricionales. Actualmente, en el mundo existen tanto el sobreconsumo como el déficit de alimentos, y cerrar esa brecha es el problema que necesitamos abordar.
Estamos buscando que las personas y las empresas intensifiquen su producción para reducir la carga ambiental de producir un litro de leche. No aumentamos la cantidad de animales, sino su productividad. Producimos lo necesario de una manera más sostenible y eficiente. El Centro Global del Metano (Global Methane Hub) está trabajando con 13 países para desarrollar una formulación que utilice los insumos y nutrientes adecuados para los animales, basándonos en el tipo de alimento disponible a nivel local.
Otro factor crucial es la mejora en la eficiencia de la producción. En Estados Unidos, por ejemplo, la cantidad de vacas lecheras ha disminuido de 25 a 9 millones desde 1940 al presente, pero esos 9 millones de ejemplares producen lo mismo que los 25. Así, la producción de leche ha aumentado gracias a la optimización genética y alimentaria. Menos animales con mayor productividad significa menores emisiones.

-¿Qué opina sobre otros métodos de producción, como la carne producida en laboratorio, opciones “humanitarias” y orgánicas, y otras alternativas a la carne?
Creo que hay un espacio tanto para la agricultura orgánica como para la tradicional. Es una cuestión de acceso. Pero sí, quiero decir, si la productividad de la agricultura orgánica fuera igual que la tradicional -lo cual desafortunadamente no es así en este momento- entonces podríamos optar por ese camino. Sin embargo, actualmente es un lujo, ya que debemos producir suficiente alimento para más de 9 mil millones de personas para 2050. Hacerlo de manera completamente orgánica no creo que sea posible en este momento, aunque podrían surgir innovaciones que nos ayuden a avanzar en esa dirección.
Sé que hay algunos proyectos en marcha, por ejemplo, en EE.UU., en UC Davis y en otros lugares, donde se está investigando la posibilidad de que los cereales produzcan su propio nitrógeno, como lo hacen las legumbres como la soya o las lentejas. Si logramos eso, podríamos eliminar la necesidad de fertilizantes sintéticos, lo que supondría un gran avance.
No sé si esto seguiría considerándose orgánico, ya que implicaría la modificación de plantas al incorporar bacterias y microbios presentes en las legumbres en los cereales. No obstante, esto reduciría significativamente las emisiones asociadas a los fertilizantes, que representan la mayor parte de las emisiones en la producción de cultivos. Actualmente, la producción de fertilizantes con el método Haber-Bosch requiere una gran cantidad de energía, y cuando se aplican en el campo, parte del nitrógeno se convierte en óxido nitroso, un gas de efecto invernadero muy potente. También hay emisiones derivadas del uso de combustible en la maquinaria agrícola. Es un proceso muy intensivo.
Si logramos reducir esa dependencia de los fertilizantes sintéticos, podríamos disminuir sustancialmente las emisiones. Además, en los sistemas de ganadería, el impacto ambiental del alimento para el ganado también se reduciría, ya que no se utilizarían fertilizantes sintéticos para su producción.
Dicho esto, creo que la agricultura orgánica tiene un papel importante y me parece una alternativa positiva. Actualmente, muchas personas están explorando la agricultura regenerativa, tanto en cultivos como en ganadería, enfocándose en el cuidado del suelo. Se trata de mejorar la calidad del suelo, mantener altos niveles de materia orgánica y garantizar que tenga los nutrientes necesarios para una producción sostenible.
En cuanto a la disponibilidad de alimentos existe una gran brecha que debemos abordar. Si parte de esa demanda puede ser cubierta con la agricultura celular, sería una excelente alternativa. Sin embargo, en este momento no parece viable debido a su alto consumo de energía. Tal vez cuando logremos producir energía renovable de manera más eficiente, esto deje de ser un problema. Pero actualmente, es un proceso intensivo en energía y ninguna empresa está vendiendo carne cultivada con fines lucrativos. Existen algunos productos en el mercado, pero no son negocios rentables todavía.
También ha habido un gran auge de los productos de origen vegetal en los últimos años, pero parece haber disminuido. No hay un aumento significativo en el consumo de estos productos, en parte porque son alimentos altamente procesados.
La carne cultivada es diferente de los productos a base de plantas, ya que en lugar de ser altamente procesada, se produce a partir de células musculares, ofreciendo un producto similar a la carne animal tradicional. Creo que definitivamente tiene un papel que desempeñar y puede ayudar a cubrir la demanda de alimentos. Sin embargo, no veo que se adopte ampliamente en los países de bajos ingresos en el corto plazo. En los países de altos ingresos, una parte de los alimentos de origen animal podría provenir de carne cultivada, siempre y cuando su calidad nutricional sea equivalente a la carne convencional.