Artesanas del programa Volver a Tejer relevan el valor de las prendas únicas, hechas a mano, con dedicación y cariño
Más de mil mujeres, hilanderas y tejedoras de todo Chile han sido las protagonistas de diez años de historia de Volver a Tejer, un proyecto de colaboración entre Fundación ONA, Paris e INDAP. País Circular conversó con cuatro de ellas para saber cómo ha sido la experiencia de participar en este programa. Mirta Garcés, de Lago Ranco; Isabel Céspedes, de Pichidegua; Tránsita Neculfilo, de Milleuco; y Violeta Osses, de La Ligua, contaron sobre sus aprendizajes, sus emociones, sus historias de vida y lo que ha significado vender sus productos en el retail manteniendo su esencia.


Mirta Garcés, de Lago Ranco; Isabel Céspedes, de Pichidegua; Tránsita Neculfilo, de Milleuco; y Violeta Osses, de La Ligua, son tejedoras e hilanderas que mantienen vigentes las tradiciones de sus territorios mediante una artesanía de gran calidad y en armonía con el medio ambiente. Además, estas cuatro mujeres son parte de un grupo de más de mil artesanas de todo el país -desde Visviri a Punta Arenas- que durante una década han dado vida al programa Volver a Tejer, una alianza en la que participan Fundación ONA, Paris e INDAP.
En términos generales, el programa ha consistido en la venta de sus productos -tejidos e hilados- en el retail. Pero decirlo así es una simplificación que no hace honor a lo que realmente ha significado para las artesanas y el patrimonio del país. Orgullo, perfeccionamiento, aprendizaje, amistad, son solo algunas de las palabras que estas mujeres usan para describir lo que Volver a Tejer representa para ellas. Para conocer un poco más sobre sus experiencias, País Circular conversó con Mirta, Isabel, Tránsita y Violeta.

Mirta Garcés, región de Los Ríos
Mirta Garcés vive junto al lago Ranco, en la región de Los Ríos. Cuenta que es un lugar paradisíaco, donde la naturaleza invita al descanso, tanto físico como mental. Allí, en su terreno, desarrolla actividades de Turismo Rural junto a otros emprendimiento, como tejer.
“Desde que tengo uso de razón he tejido a palillo, pero he aprendido otras técnicas -en cursos y compartiendo con otras mujeres-, como crochet, macramé, horquilla, telar mapuche, telar María, y lo interesante es que varias de estas técnicas se pueden ir complementando en una sola prenda. Cada prenda es un producto con su historia y eso es lo rico, es un producto hecho con amor”, relata la artesana, quien es usuaria de INDAP desde hace varios años. Comenzó siendo parte del Programa de Desarrollo Local (Prodesal), y actualmente está en un SAT (Servicio de Asesoría Técnica) de Turismo.
A través de esa entidad llegó a Volver a Tejer, una experiencia que describe como muy beneficiosa: “Participar de este proyecto ha sido muy provechoso para mí; estoy muy feliz con eso. Estos diez años de Volver a Tejer han sido preciosos, porque con las otras señoras hemos compartido experiencia, amistad, cariño, cosas que se van complementando. Hemos aprendido mucho y estoy agradecida de los profesionales que han sido parte de nuestro crecimiento”.
Cuando se le pregunta por sus tejidos, describe el proceso con emoción y se siente orgullosa que se vendan en una tienda como Paris, aunque destaca que se trata de productos exclusivos. “La gran diferencia con otras prendas que se venden en el retail es que estas son piezas únicas, cada una tiene una historia desde el principio del proceso, desde las ovejitas, y luego tejidas con todo el cariño y la pasión. Claro que hay algunos materiales que se intercambian o se compran, pero en general hacemos el producto de principio a final”, destaca Mirta Garcés.
“Tejer es a veces una terapia, algo que hace bien a la salud, algo en lo que uno de vuelca completamente porque, como le digo siempre a la gente, además de cariño, tejer tiene matemáticas, tiene diseño, tiene fuerza, tiene mucho trabajo. Yo me concentro completamente y me pongo feliz cuando termino y una persona se va con esa prenda. Mis tejidos se han ido a Argentina, a Nueva Zelanda, y así, a muchas partes”, concluye la emprendedora con mucha satisfacción.

Isabel Céspedes, región de O’Higgins
Isabel Céspedes vive en el sector Los Romos de la comuna de Pichidegua, ubicada en la región de O’Higgins, una zona tradicionalmente campesina en la cordillera de la costa. Está casada, tiene dos hijos, una hija y cuatro nietos, y junto a su trabajo de dueña de casa realiza tejidos a pedido para complementar los ingresos familiares.
Aprendió a tejer cuando niña, porque su mamá, Edelmira, tejía mucho a palillo y crochet, las mismas técnicas que usa Isabel. Ella comenzó a participar en Volver a Tejer el año pasado y cuenta con alegría que esta año la volvieron a llamar: “Ha sido una experiencia muy bonita. Este año hicimos 40 prendas en el grupo de 4 mujeres, así que 10 cada una”.
El año pasado tejió ponchos para niños, y este año chalecos sin manga, que son la prenda destacada de la colección 2024. “Son prendas maravillosas, hechas a mano, con muchísimo amor y mucha dedicación. Estos chalecos sin mangas son muy versátiles, se pueden usar con ropa formal e informal y siempre se ven lindos”, dice la artesana de la zona central.
Para ella el tejido también es una especie de terapia, porque juntarse con sus compañeras a tejer y conversar “despeja la mente”. Confiesa que nunca imaginó que sus tejidos se iban a vender en una tienda grande, pero la idea le encanta porque “son prendas que están tejidas con mucho amor, con mucha dedicación” y van a durar para toda la vida.

Tránsita Neculfilo Huisca, región de Los Ríos
Tránsita Neculfilo Huisca vive en el sector Milleuco, en la comuna de Panguipulli, región de Los Ríos. Aprendió el trabajo textil desde muy pequeña y su labor es integral, desde el cuidado de las ovejas, esquila, hilado, teñido y tejido.
“Soy artesana textil mapuche. En 2020 participé en este gran proyecto de Volver a Tejer, con el tutorial Grandes Maestras”, cuenta Tránsita y se refiere al hito de que se cumpla una década de este programa: “Nos emocionamos al ver que este proyecto cumple 10 años, porque en ese tiempo han pasado muchas cosas. Para esta conmemoración nos reencontramos, conversamos, pudimos mirar, hablar, a todo el equipo maravilloso, grandes mujeres de todo Chile. Es un gran honor compartir con ellas técnicas, experiencias de vida, aprender minuto a minuto”.
A partir de su cosmovisión, la artesana de Panguipulli considera que la venta de su producto en el retail es “maravilloso”, porque “abre muchas puertas, en el sentido de que se pone en valor una técnica ancestral y al mismo tiempo se revitaliza una cultura viva, porque son cosas que, si bien tienen una historia, están en el museo, pero están aquí y ahora. Hay gente que está dispuesta a enseñar para quien quiere aprender, hay personas que están preparadas para el día de mañana poder replicar esta técnica tan maravillosa y lo hecho a mano. Hoy día que todos corremos por hacer cosas, es importante ver que hay cosas que no pueden ser a la rápida; hacer una pieza tejida demanda un tiempo importante, un tiempo de preparación, y ese tiempo es sentimiento porque nadie teje por tejer, todos tejen por un motivo y por una emotividad. Cuando uno teje algo a mano tiene algo más que un producto, tiene una historia, una trayectoria”.
Tránsita Neculfilo trabaja principalmente el telar mapuche. “Elaboro prendas de vestir que no son en masa, porque tiene que haber una conversación previa y tiene que haber una identidad para elegir colores, para llegar a consenso y crear la pieza. Los tintes naturales se trabajan de acuerdo a las épocas lunares, entonces se trabaja desde que nace la luna hasta que muere; hay un proceso que se tiene que considerar, y eso lo hace único, hay un recuerdo y tiene una trayectoria”.
“Estar en Volver a Tejer es posible por el equilibrio, porque nada es por casualidad, todo tiene que pasar, y nosotros le damos esa mirada”, concluye la artesana textil mapuche.

Violeta Osses Vera, región de Valparaíso
Violeta Osses Vera es oriunda de la comuna de La Ligua, en la región de Valparaíso, y pertenece a un grupo de emprendedoras -tejedoras e hilanderas- que se llama “7 Hebras”. “Somos siete mujeres que tejemos puros productos naturales; hacemos todo el proceso, lavamos nuestras lanas y tejemos nuestros chalecos, tenemos chalecos de niño, de adulto, guantes, gorritos y otras cosas”, relata.
Valora enormemente su experiencia en Volver a Tejer, donde ya lleva cinco años. “Ha significado mucho, porque hemos aprendido técnicas nuevas; por ejemplo, no sabíamos que había que tejer por medidas, por tallas, entonces eso a una le queda para el futuro”, comenta y agrega que, además de ganar dinero con la venta de sus prendas, también les ha ayudado a hacerse más conocidas. “Al decir que le tejimos para Paris, como que la gente encuentra más bonito lo que hacemos”, cuenta Violeta, quien también se dedica a vender los típicos dulces de La Ligua en la carretera.
“Los tejidos que hacemos para Paris son exclusivos, usted no los va a comprar en cualquier lado, no va a encontrar la misma prenda en otra parte”, señala satisfecha por la calidad, el esfuerzo y el sentimiento que hay en su trabajo.
“Uno le dedica tanto amor al tejido y sabe que la persona que lo va a comprar lo va a querer igual, que un niñito se va a abrigar con el chalequito que uno hizo con mucho amor, esfuerzo y horas de trabajo. Son prendas muy duraderas; antiguamente así nomás uno se abrigaba con ese chaleco que le hacía la mamá, las abuelita, siguiendo las tradiciones”.
Con una gran sonrisa, Violeta cuenta que cuando vende “dulces de la Ligua en la carretera, ahí le hago propaganda a mis tejidos, a Volver a Tejer. Estoy orgullosa y contenta por todo. Le doy gracias a Dios por todo lo que he aprendido y sigo saliendo adelante con mi emprendimiento”.

Una exitosa alianza público-privada
Para celebrar los 10 años de Volver a Tejer se realizó una ceremonia en el Museo Chileno de Arte Precolombino, al que llegaron decenas de artesanas de todo el país que han sido parte del proyecto. En la oportunidad se hizo un balance de esta década de trabajo, donde se destacó la permanencia de una alianza público-privada que nació en el marco de la estrategia sostenibilidad de Paris, a la que se unieron Fundación ONA e INDAP, del Ministerio de Agricultura.
A juicio de la gerenta de clientes y sostenibilidad Paris, María Fernanda Kluever, “lo relevante de que Volver a Tejer cumpla 10 años es, principalmente, que demostramos que una alianza tri-sectorial, con el Estado y una ONG, es sostenible en el tiempo, no solo desde el punto de vista social y ambiental, sino desde lo económico. Demostramos que la sostenibilidad hay que mirarla desde el largo plazo y para nosotros es un orgullo contar que hemos trabajado solo con mujeres, más de mil, de diversas regiones y no solo de la Región Metropolitana”.
“Volver a Tejer es un programa que la gente reconoce, que genera productos de calidad, durables, con materia prima local y mano de obra local que rescata dos oficios, el hilado y el tejido”, destacó Kluever
Asimismo, agregó que “el principal aprendizaje tiene que ver con la producción local. Estos 10 años hemos aprendido lo importante que es generar esfuerzos, alianzas, colaboraciones necesarias para tener más productos chilenos, con materia prima local. Aprendimos que es posible la colaboración entre el privado con lo público y con una fundación, es una fórmula súper fructífera porque cada uno aporta lo que mejor hace, y llegamos a un programa que ha perdurado 10 años en el retail, donde todo cambia muy rápido”.
Del mismo modo, la directora ejecutiva de Fundación ONA, Macarena Peña, manifiesta su alegría por esta década de Volver a Tejer: “Desde Fundación ONA estamos muy orgullosos con estos 10 años, porque es todo un logro, un proyecto que se mantiene fiel a su objetivo, que logra una cobertura territorial de Arica a Punta Arenas, de poner lo hecho a mano a disposición de un mercado masivo, algo que se pensaba medio imposible hace 10 años y que hoy en día podemos decir que sí es posible, y por lo tanto para nosotros es un sueño hecho realidad”
“Trabajar con el retail ha sido una experiencia muy interesante y enriquecedora, porque el aprendizaje para las artesanas no ha tenido que ver solo con transferencias técnicas en cuanto a los oficios, sino también en cuanto a formatos o a cómo vender la artesanía para que se transforme en un producto para mercados formales. Por ejemplo, la estandarización de medidas, el peso, la presentación, la homologación para efectivamente poder presentar una oferta única a la cual pueda ponerse un código de administración, que se pueda reponer. Por lo tanto, las artesanas han adquirido herramientas que no tienen que ver tan solo con mejoras de calidad en cuanto a la técnica, sino que también en cuanto a los formatos para que puedan tener mayor competitividad en mercados formales”, subraya Macarena Peña.
Asimismo menciona algunos atributos que dan valor a estas prendas: las materias primas nobles, de alpacas, llamas, ovejas Merino, “animales endémicos de nuestro país y que mucha gente no conoce”; lo hecho a mano, la pieza única, “porque si bien hablamos de estandarización, no por eso cada pieza artesanal deja de ser única, sino que mantiene la energía y el amor de cada mano de las mujeres que lo hacen”.
“Son productos sostenibles por su calidad, porque no son desechables, sino que para toda la vida, porque son elaborados a través de técnicas ancestrales que vienen de generación en generación, tecnologías que han preservado la historia, y por el uso de materias primas locales, lo que reduce bastante la huella de carbono”, concluye la directora ejecutiva de Fundación ONA.