La producción sustentable de alimentos será la base de la alimentación de este siglo. Así lo ha señalado la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y para ello pone cifras contundentes en la mesa: se estima que la población mundial superará las 9.100 millones de personas en 2015, lo que requerirá aumentar en más de un 70% la producción global de alimentos para poder sostenerla. Y esto en un escenario de crisis climática y de agotamiento de recursos donde para alimentar a los 7.800 millones de habitantes actuales se requiere utilizar el 70% del total del agua fresca del sistema mundial y más de 40% de la tierra fértil disponible en el planeta. Lo que lleva, de paso, a que el sistema de producción agroalimentaria global sea responsable por 30% de la emisión de dióxido de carbono (CO2).
Por ello la importancia de avanzar hacia una agricultura sostenible, entendida como aquella que es capaz garantizar la seguridad alimentaria mundial y al mismo tiempo promover ecosistemas saludables y apoyar la gestión sostenible de la tierra, el agua y los recursos naturales. Y garantizando al mismo tiempo la rentabilidad, la salud del medio ambientes y la equidad social y económica.
Ya hay pasos importantes en esta línea. En mayo pasado, la Comisión Europea comunicó oficialmente su estrategia “De la granja a la mesa”, con el objetivo de avanzar hacia “un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente”, que está alineado con el Pacto Verde europeo, el principal eje de la reactivación económica de los países que la conforman tras la crisis generada por la pandemia del coronavirus, y que busca convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro del mundo a 2050.
En esencia, se trata de un paquete de medidas que buscan reducir el uso de fertilizantes y pesticidas, asegurar la biodiversidad, velar por el bienestar animal, recortar trayectos y aumentar la trazabilidad de los alimentos. También quiere aportar a erradicar hábitos de consumo nocivos hábitos de consumo y evitar el desaperdicio de alimentos, fijando metas como que para 2030 el 25% de las tierras europeas estén dedicadas a la agricultura ecológica, pero también incrementando el control de los productos que provienen de terceros países.
Se trata, por tanto, de una política ambiental ambiciosa que se hará exigible a las importaciones a dicho continente, y que busca promover también pautas de consumo sostenibles a los ciudadanos. Ello implicará un nuevo estándar para la industria agroalimentaria no solo de Europa, sino que comienza a permear la actividad a nivel global.
Chile no es ajeno a esta tendencia global, y ya se están implementando una serie de acciones para avanzar en esta línea, donde el foco está tanto en la agricultura sostenible como en una mejor gestión del agua, frente a la crisis hídrica que cruza a las distintas actividades productivas y al abastecimiento humano en el país. Y uno de los sectores que hoy se encuentra trabajando con fuerza en esta línea es la industria láctea, a través de un Acuerdo de Producción Limpia (APL) firmado recientemente entre la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático y el Consorio Lechero, en el que participan empresas como Nestlé, Colún, Watts, Soprole, Prolesur, Quillayes-Surlat, Comercial del Campo, Chilolac y Lácteos Osorno, con sus 15 plantas procesadoras ubicadas en las Regiones Metropolitana, Ñuble, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, que en conjunto representan más del 85% de la leche producida y recepcionada en el país.