-¿Dirías entonces que esta preocupación por recuperar los descartes es más bien instintiva y le falta algo más metodológico?
-Sí, en algún punto, sí. Me da la sensación de que estos procesos llevan mucho tiempo o dependen de alguien que los vea creativamente. O que conozca un caso en otra parte del mundo y que lo quiera aplicar. Creo que la aplicación de metodología y herramientas concretas haría más dinámica la transición hacia la economía circular.
-En tu experiencia como embajador de Circulab, ¿cuáles dirías que son las principales trabas en la región para impulsar la economía circular?
-La economía circular es un concepto bastante amplio y los desafíos son montones. Te puedo mencionar dos impedimentos: la brecha de conocimiento. Hay muchas ideas a nivel local que para ir del estado idea al estado implementación requieren un desarrollo tecnológico, de conocimientos específicos. Quizás yo tengo una solución para una escala pequeña de un pueblo, pero cuando quiero escalar a una ciudad como Santiago, Sao Paulo o Ciudad de México tengo un montón de limitaciones. Entonces la inversión que se requiere en I+D puede hacer que esos emprendimientos pequeños pasen a ser una solución escalable a un país entero. El otro tema son las regulaciones. En América Latina están atrasadas y a veces desincentivan. Ni siquiera es sacar nuevas regulaciones, sino actualizarlas o eliminar las viejas que llevan 20 o 30 años. Por ejemplo, en Argentina hay una norma a nivel de la ciudad de Buenos Aires, otra en la provincia de Buenos Aires y otra a nivel nacional, y las tres no están coordinadas. Entonces para un emprendimiento cuya solución está enmarcada para una normativa tiene una especie de gris en no saber cómo actuar, porque hay un tema de sobreposicionamiento de regulaciones. Creo que acá en Chile iniciativas como la ley de bolsas plásticas o las prohibiciones de plástico de un solo uso generan océanos azules. Me parece importante el rol que toman agencias clave en el país como CORFO. Ellas miran el desarrollo económico de todo el país, de forma transversal, no como algo aislado desde el punto de vista ambiental o social.
-¿Valoras esas iniciativas en el caso chileno?
-Son muy buenos primeros pasos, son señales claras para organizaciones que son más escépticas y que creen que los cambios tienen que suceder en 20 años. Este tipo de regulaciones ayudan a acelerar la transición a la economía circular, más allá de la implementación práctica y las dificultades a nivel operativo.
-¿Por qué algunas empresas no se suben al carro de la economía circular todavía?
-Uf, qué pregunta. Las trabas son muchas, pero por otro lado hay un cambio generacional. En las empresas hay gente de mandos medios que crecieron con estos temas en la cabeza, en la educación. Hay empresas u organizaciones más tradicionales que trabajan mucho tiempo así, que quizás son más difíciles o tienen procesos más grandes. Por ejemplo, en las multinacionales hay procesos más rigurosos, las validaciones tienen que ir a la casa matriz en Estados Unidos, Europa o Asia, y luego volver a las locales. Como te decía antes, hay veces en que las brechas son tecnológicas. Las soluciones tienen que ser sistémicas, y no aisladas. Entonces hay un cambio que hace una organización, pero que involucra al proveedor, al Estado, al cliente y al gobierno local. O sea, las responsabilidades están cayendo en alguna parte de la cadena, pero no se están distribuyendo homogéneamente entre todos los actores involucrados.
-¿Sientes que Chile tiene una gran oportunidad de posicionar la economía circular en la COP25? ¿Debería tener un lugar en alguna mesa científica?
-Sin duda es un gran momento para que Chile posicione la economía circular. La semana que viene estaré en el tercer foro de economía circular en Finlandia, habrá mil expertos a nivel mundial. El año pasado fue en Japón y el próximo en Canadá. No sé si hoy tiene que haber un panel de científicos específicamente de economía circular. Tiene que haber una agencia como CORFO que tome las banderas de este tema. Sebastián Sichel y el equipo de CORFO sin duda que han hecho un gran trabajo. Pero no hay que trabajarlo de forma aislada: la economía circular involucra temas de energías renovables, producción y uso eficiente de recursos, consumidores, Gobierno. Más que armar una mesa científica de economía circular, trataría de unir a todas las personas que ya están trabajando. De hecho, si miramos conceptualmente, la economía circular es un aglomerado de ocho o nueve corrientes de pensamiento, algunas empezaron en 1970. Recomendaría no empezar algo de nuevo, sino pararnos sobre los hombros de gente que ya ha trabajado mucho en estos temas.