No hay más tráfico hacia la cima, no hay nuevas muertes y no hay basura. La pandemia del coronavirus lo ha hecho posible. Durante años, muchos críticos del montañismo comercial habían exigido un respiro para el Monte Everest. A raíz del virus, el Gobierno nepalí anunció la prohibición de expediciones al sur del Everest y todas las demás montañas del país.
Los responsables de Katmandú siguieron el ejemplo de las autoridades chino-tibetanas, que habían desautorizado a los extranjeros a subir alguna de las montañas del Tíbet, incluida la ladera norte del Everest. Según los informes, solo queda una expedición china que subirá el Everest por esa ladera.
La campaña del Gobierno, arruinada
La primera ascensión al Monte Everest, hazaña realizada por el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay, ocurrió en 1953. Desde ese entonces, la montaña más alta del planeta ha sido escalada más de 10.000 veces. Todo iba bien hasta el 2015, cuando un devastador terremoto mató alrededor de 9.000 personas y otras 23.000 resultaron heridas.
Además, el sismo provocó una enorme avalancha que afectó el campamento base en el lado sur del Everest, matando al menos a 18 personas. Ambos lados de la montaña fueron entonces cerrados. El terremoto golpeó duramente a la industria turística de Nepal. Las visitas se redujeron, el mercado se derrumbó y tomó tiempo para que se recuperara. Ese mismo año, y para olvidar la catástrofe, el Gobierno lanzó la campaña publicitaria “Visit Nepal 2020”, que pretendía duplicar el número de turistas: de 1,2 millones en 2019 a más de dos millones. El plan se fue arruinado tras cancelar todas las expediciones al Everest y otras montañas, además de otros senderos.