“La columna vertebral de nuestros emprendimientos es el upcycling, porque le das una nueva dignidad a los residuos. Cuando dejas de usar una polera y la comienzas a utilizar como trapero le estás dando otro ciclo de vida, no superior al previo. Cuando te tomas una botella de agua, la mayoría de las veces se bota a la basura, a no ser que la conviertas en macetero para un cactus. Pero esto es distinto, es upcycling porque a los residuos les das una nueva dignidad. Ahora lo que tenemos que tratar de hacer en adelante es trabajar siempre bajo esa premisa. Productos para la vida diaria, de uso cotidiano, que mejoren de cierta manera tu calidad de vida y que tengan un propósito”.
Así define Francisca Sánchez, diseñadora gráfica de la UC, la idea central que impulsa a los dos emprendimientos en que está involucrada junto a Pía Aspillaga, diseñadora de vestuario de DUOC UC, y cuya historia conjuga esfuerzo personal y una pizca de suerte para conectar con las personas precisas en el momento exacto, lo que las ha llevado a vincularse con productores textiles en México y Turquía para el desarrollo de productos altamente innovadores y comprometidos con el medio ambiente.
Hilana es la primera marca que lanzaron en 2016, pero que comenzó a cuajar en 2017 y la concreción del negocio, como muchas grandes ideas, fue casi de casualidad. Francisca tenía un negocio de importación de toallas turcas desde hace varios años, pero a fines de 2016 su socia Pía, quien por ese entonces vivía en Colombia, viajó a Rusia y ahí conoció a una familia mexicana dedicada a los temas textiles.
“Hicieron buenas migas. Mi socia porque es diseñadora, y su nueva amiga mexicana porque su hermano se ganó un premio de innovación textil en Bélgica. Apenas mi amiga se fue de Colombia, se instaló en México y fue a conocer la fábrica de esta familia”, cuenta Francisca Sánchez.
Así llegó a Tlaxcala, un pueblo ubicado a 150 kilómetros de Ciudad de México, y conoció la planta que tenía todo armado para el reciclaje de textil y una hilandería, lo que facilitaba la confección porque se podía tejer ahí mismo.
“Ellas tenían la capacidad para reciclar poliéster, lana y algodón. Nosotros nos quedamos con la parte de algodón y ahí empezamos a ver el modelo de replicar las toallas turcas que yo vendía, pero hechas de algodón regenerado. Entonces se toman todos los residuos de postproducción de camisetas, pantalones, lo que sea, se separa por color y se vuelve a moler. Ese molido se mezcla con un poco de algodón natural. Dependiendo de la suavidad que se requiera se determina qué cantidad de algodón natural, y el algodón regenerado es muy resistente así que es una buena combinación. La gracia que tenemos es que no usamos ningún químico, es un proceso 100% limpio, porque nos quedamos con el color base”, explica Sánchez respecto a los primeros pasos sustentables que comenzó a dar Hilana.
Trabajar con la basura
Con la empresa andando los resultados comenzaron a ser positivos y surgió la necesidad de crecer, pero se toparon con que la fábrica mexicana no daba abasto, así que decidieron explorar el mercado turco y contactar al anterior proveedor de toallas que tenía Francisca en ese país para explicarle este nuevo negocio, que ya no consistía en vender las toallas tradicionales, sino en innovar utilizando los retazos.